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lunes, 13 de febrero de 2023

Leonard Cohen - You Want it Darker (2016)




Cuando escuchamos la canción de adelanto del disco del que hablamos hoy y que sirve de título para el mismo, “You Want it Darker”, tuvimos una sensación extraña. Sucedió en septiembre de 2016. Para poner las cosas en contexto, en enero de ese mismo año fallecía David Bowie pocas horas después de publicar su “Blackstar”. Pues bien, la sensación que nos produjo la primera audición de la canción de Leonard Cohen era la de una historia repitiéndose. El tono oscuro del tema y, sobre todo, un verso que se nos quedó clavado inmediatamente (“I'm ready, my Lord”) nos hizo pensar en que, como en el caso de Bowie, Cohen sabía que no le quedaba mucho tiempo y quiso reflejarlo de algún modo en el que seguramente sería su último trabajo.


Efectivamente, apenas 17 días después de publicar el disco, Cohen fallecía a la edad de 82 años. Su salud no era demasiado buena y el hecho de que en sus últimos años no hubiera dejado de dar conciertos (alguno de ellos, accidentado) no contribuyó a mejorarla. Se dijo que el ritmo de trabajo de esa última etapa tenía que ver con una mala situación económica pero sea como fuere, el hecho es que no estaba en un buen estado físico y eso hizo que “You Want it Darker” fuera un disco enfocado de un modo diferente. Cohen hizo todo prácticamente en su casa y mucho más centrado en el disco que en trabajos anteriores ya que su salud no le permitía “distraerse” con otras cosas. El disco estuvo en riesgo en muchas ocasiones porque debido a sus dolores, Leonard decidió más de una vez abandonar el proyecto pero la insistencia de su hijo Adam, productor del trabajo, le hizo seguir adelante casi como terapia contra su dolencia. La grabación fue peculiar ya que no hubo contacto entre Leonard y la mayoría de los participantes, quienes grabaron sus partes por separado. Entre los músicos que aparecen en la grabación hay nombres como los de Bill Bottrell, que aquí toca la guitarra, Patrick Leonard, colaborador estrecho en los últimos discos de Cohen y que aquí toca teclados, piano, bajo, percusiones y se encarga de las programaciones, el batería Brian MacLeod y Zac Rae, que toca casi de todo. En su mayoría se trata de músicos de sesión con trayectorias impresionantes por la categoría de los discos en los que han participado. Al margen de ellos hay otro buen número de artistas que colaboran puntualmente en temas concretos.


“You Want it Darker” - La primera canción del disco es, sencillamente, maravillosa. Introducida por un precioso coro en tono ceremonial, enseguida nos domina con una línea de bajo absolutamente hipnótica. A partir de ahí, la voz de Cohen se mezcla con un órgano sutil pero omnipresente. El coro, procedente de una sinagoga canadiense, es fantástico y ayuda a darle un tono especial a una canción que, sin duda, está entre las 10 mejores de toda la carrera de Cohen.




“Treaty” - Seguimos con una balada muy delicada, con apenas un acompañamiento de cuerdas, fragmentos corales y pequeñas partes de piano. Con un ligero toque gospel y llena de nostalgia, podemos apreciar la edad del cantante y el cansancio de los años en una interpretación sincera y emocionante a partes iguales.


“On the Level” - Pasamos ahora a un blues lento con un acompañamiento de piano que recuerda a los grupos vocales de los primeros años del rock. Una vez más, el sabio uso de los coros femeninos del que Cohen ha hecho gala en toda su carrera es una de las cosas más destacadas de la canción.


“Leaving the Table” - El disco está lleno de baladas con sabor añejo y esta no es una excepción. La guitarra del inicio, heredera directa de los grandes de la guitarra de los cincuenta y sesenta como Duane Eddy o Hank Marvin nos traslada inmediatamente a esa época. Toques de blues o de country adornan una canción cuya letra, una vez más, tiene un claro tono de despedida con versos como “I'm leaving the table, I'm out of the game”.


“If I Didn't Have Your Love” - Continuamos en el mismo tono en esta canción en la que contrasta un piano optimista con un órgano nostálgico. Nuevamente escuchamos ecos de géneros clásicos en los que se une el blues con el gospel como excusa para darle un soporte a los poemas de Cohen, uno de los letristas más profundos que ha dado la música popular en las últimas décadas.


“Traveling Light” - Llegamos así a una de nuestras canciones favoritas del disco en la que se mezcla la melancolía yiddish del violín con los ritmos griegos cercanos al sirtaki apoyados en la mandolina de Zac Rae y en la voz de Athena Andreadis. Las programaciones electrónicas, crean un contraste precioso durante toda la pieza. Una joya a la altura del mejor Cohen.




“It Seemed the Better Way” - Regresa el coro del corte inicial para crear la atmósfera adecuada para otra gran canción. El violín, como en la canción anterior, tiene un gran protagonismo apoyado esta vez en una percusión muy acertada y en el omnipresente órgano. El final, a cargo del coro, es estremecedor.


“Steer Your Way” - Con la siguiente canción llegamos a otro de los grandes momentos del disco en lo que podría ser una especie de continuación del tema inicial pero con muchos elementos de trabajos clásicos del cantante como “I'm Your Man”. Destacamos una vez más el violín que dibuja arabescos durante toda la canción sobre una repetitiva línea de bajo jugueteando con las voces de Alison Krauss y Dana Glover, invitadas especiales en la pieza.




“String Reprise / Treaty” - Cerrando el disco tenemos una recreación de la segunda pieza del mismo en versión instrumental y utilizando solo un cuarteto de cuerda. Una delicia a la que pone el punto y final el propio Cohen recitando la estrofa final.



Un tiempo después de la publicación de “You Want it Darker” se publicó otro trabajo con material inédito de Cohen pero nos cuesta no considerar este como su último disco. Sabemos que el hecho de que Leonard falleciera poco después de la aparición del LP condiciona nuestra opinión siquiera de modo inconsciente pero lo cierto es que creemos que es una de sus mejores creaciones y probablemente la mejor en mucho tiempo. Además, canciones como la que le da título van a quedar, en nuestra opinión, como una de las más recordadas de su autor. Siempre es recomendable la música de Leonard Cohen pero en este caso con mucho más motivo por todas las circunstancias que rodean al disco.

domingo, 13 de marzo de 2022

Leonard Cohen - Various Positions (1984)



Hay muchos artistas que han sido mencionados en el blog en algún momento pero a los que aún no hemos dedicado una entrada en todos estos años. Hoy tachamos de esa lista a uno de ellos: Leonard Cohen. La suya es una carrera fascinante que comenzó al margen de la música ya que el canadiense era, fundamentalmente, un escritor que, de hecho, había publicado ya cinco poemarios antes de grabar su primer disco. De hecho, en su faceta musical encontramos largos descansos que aprovechaba para continuar escribiendo poemas y novelas.


A mediados de los sesenta fue cuando Cohen probó fortuna como cantautor ante la poca repercusión de sus poemas y fue precisamente uno de ellos, que ni siquiera estaba pensado como canción, el que llamó la atención del mundo. Hablamos de “Suzanne”, que ya acompañado de música se convirtió en un relativo éxito cuando Judy Collins incluyó una versión en su disco “In My Life”. Meses después, Cohen la grabaría para su disco de debut, uno de esos trabajos que ganan con los años un reconocimiento mucho mayor que el que tuvieron en el momento de su publicación. Nosotros vamos a dar un salto y a dejar atrás una primera etapa de su carrera que situamos en el periodo 1967-1979 y tras la cual, el cantante hizo un parón de varios años, roto en 1984 con la publicación de “Various Positions”.


En ese tiempo, Cohen se dedicó a escribir y a visitar a sus hijos, que en aquel entonces vivían en Francia. Entre unas cosas y otras fue naciendo su poemario “The Book of Mercy” y el disco que acabamos de mencionar, en el que se aprecian varios cambios importantes. Por una parte, la presencia de Jennifer Warnes (la cantante del tema central de “Oficial y Caballero” junto con Joe Cocker o más tarde del de “Dirty Dancing” con Bill Medley). Parecía una vocalista que se estaba especializando en duetos con cantantes masculinos y ese iba a ser prácticamente su rol aquí. Jennifer, en todo caso, ya había formado parte de los coros del disco anterior de Cohen. Por otra, el sonido del disco se expande con arreglos de cuerdas y, sobre todo, la aparición de instrumentos electrónicos que a partir de entonces serían ya habituales en los discos del artista. Junto a Cohen y Warnes participan en el disco, John Lissauer como arreglista y teclista, Sid McGinnis (guitarra), John Crowder (bajo) y Richard Crooks (batería).


Leonard Cohen con Jennifer Warnes


“Dance Me To the End of Love” - La primera canción del disco pasó inmediatamente al repertorio de Cohen en directo y se quedó ahí prácticamente durante el resto de su carrera. Es una canción extraña con un ritmo que recuerda al sirtaki griego y con unos arreglos electrónicos que hoy suenan tremendamente anticuados pero que, pese a todo, funcionan bien. La aportación de Jennifer Warnes como segunda voz es fantástica y se revela enseguida como el gran hallazgo del trabajo. Los coros, que parecen sacados de cualquier canción francesa de los sesenta tampoco han envejecido de la mejor forma pero su efecto no pasa de sacarnos una sonrisa condescendiente.




“Coming Back To You” - Tras el inicio escuchamos una balada con un cierto toque country que aparecería más claramente en muchos otros momentos del disco. Lo más interesante son los arreglos de piano y guitarra que mezclan muy bien con la profunda voz de Cohen pero no es una canción especialmente memorable.


“The Law” - Ocurre lo contrario con el siguiente corte, mucho más moderno en su enfoque, con un gran uso de los coros y unos arreglos de sintetizador absolutamente innovadores en la carrera de Cohen que hasta este momento era el clásico cantautor de voz, guitarra y pocos elementos más. De no ser porque aún falta por venir uno de los grandes himnos del canadiense, bien podría ser nuestra canción favorita del disco.


“Night Comes On” - Con esta canción volvemos a los conceptos de la anterior “Coming Back to You” pero mucho más trabajados. De nuevo el dúo con Warnes es fantástico y melódicamente estamos ante una pieza que está varios escalones por encima de aquella. Un delicioso vals que no nos cansamos de escuchar una y otra vez.


“Hallelujah” - Es difícil decir algo que no se haya dicho ya de esta joya que es, quizá con “Suzanne”, la canción insignia de todo el repertorio de Cohen aunque, curiosamente, alcanzó mayor difusión en grabaciones ajenas, especialmente en la versión que grabó John Cale en 1991 y en la de Jeff Buckley de unos años más tarde. La versión original de Leonard Cohen peca quizá de recargada con demasiados elementos que pueden distraer como el coro que la acerca al gospel cuando versiones mucho más descargadas de instrumentación han demostrado funcionar mejor. Con todo, es una canción imprescindible que no falta en los listados de los mejores temas de la historia, no solo de Cohen sino del pop/rock en general.




“The Captain” - Se nos ocurren pocas canciones más anticlimáticas que esta, ubicada en este preciso momento del disco. Tras “Hallelujah” podríamos esperarnos cualquier cosa menos un tema “country” de aire paródico (“I risked my life but not to hear some country-western song” reza uno de sus versos). En cualquier otro momento, este tema nos podría haber parecido hasta simpático pero aquí no pasa de una broma sin demasiada gracia.


“Hunter's Lullaby” - Afortunadamente el disco vuelve a subir el nivel con esta balada disfrazada de canción de cuna y mucho más inspirada en todos los sentidos. A nuestro juicio, una de las mejores canciones del disco.


“Heart With No Companion” - Cohen se muestra extrañamente contumaz y vuelve al country con este tiempo medio que, siendo más interesante que la anterior “The Captain” no termina de gustarnos demasiado.


“If It Be Your Will” - Sin embargo, Cohen tuvo el buen gusto de dejar para el final otra joya cantada a dúo con Jennifer Warnes. Una verdadera preciosidad en forma de balada de esas que nos dejan con la sensibilidad a flor de piel. Por momentos tiene un cierto aire a vieja canción irlandesa, lo que no dejaría de tener relación con el country que ya hemos escuchado en el disco pero aquí no le podemos poner ni un solo pero.




En realidad, y pese a contener dos de las canciones más recordadas de Cohen, “Various Positions” fue solo la antesala de su gran éxito mundial que llegaría con el siguiente trabajo varios años después. Lo interesante de este trabajo es que aquí se ven los primeros pasos en esa nueva dirección en forma de arreglos de sintetizador (que en el próximo disco serían ya fundamentales) y el apoyo vocal en una voz femenina o en un coro, opciones ambas que adornan y complementan muy bien la profunda y particular voz de Leonard Cohen. Solo por la presencia de “Hallelujah”, este disco es imprescindible entre los del artista canadiense pero no estará de más en ninguna discoteca que pretenda presumir de completa. Os dejamos con la que quizá sea la mejor versión de la canción a cargo de Jeff Buckley:




domingo, 30 de septiembre de 2018

Philip Glass and Leonard Cohen - Book of Longing (2007)



El de Leonard Cohen fue uno de esos casos extraños en los que el destino decide por uno mismo sin saber ni cómo ha llegado a ocurrir. Su gran vocación fue siempre la literatura y en las décadas de los cincuenta y los sesenta llegó a publicar varios libros. Principalmente fueron poemarios pero también escribió dos novelas con un éxito bastante residual. Desanimado, quizá, por esa falta de notoriedad de su obra, se trasladó a Nueva York desde su Canadá natal y comenzó a trabar contacto con la comunidad artística de la gran manzana. Allí su presencia fue habitual en el entorno de Andy Warhol lo que le permitió conocer a todo tipo de personajes. Por aquel entonces tenía más o menos claro que quería seguir haciendo poesía y el formato de canción “folk” parecía ajustarse muy bien a estas intenciones. El único problema es que Leonard no sabía tocar ningún instrumento (al menos, no suficientemente bien) ni tampoco cantar. Esta última limitación pronto perdió toda importancia dada la extraordinaria profundidad de su voz que le permitía declamar sus poemas sin más ayuda que una pequeña entonación para que aquello sonase extrañamente musical.

Tuvo que ser su amiga Judy Collins la que le animara a dar el paso y subirse a un escenario dando así comienzo a una carrera verdaderamente notable que nos ha dejado un puñado de grandes discos en los que se desplegaron algunas de las mejores letras de la música popular de lás últimas décadas. A mediados de los noventa, sin embargo, Cohen se tomó un respiro. Se confinó en un monasterio Zen en California y dedicó varios años a escribir los poemas que terminarían por integrar una nueva colección que llevaría el título de “The Book of Longing”. El libro fue publicado en 2006 y se completaba con algunos poemas más que no entraron en su último libro “Book of Mercy”, de 1984, y con una selección de letras de los dos discos que publicó tras poner punto final a su estancia en el monasterio.

Entra en escena Philip Glass. El compositor norteamericano había escrito ya algunos ciclos de canciones basados en poemas de distintos autores en el pasado. Quizá el más popular fuera “Hydrogen Jukebox” en el que el de Baltimore ponía música a una selección de poemas de Allen Ginsberg con la participación del propio autor recitando alguno de ellos. Menos conocidos pero igualmente notables fueron los ciclos “Songs of Milarepa” donde Glass añadía una partitura musical a versos del poeta tibetano y “Three Songs” sobre poemas de Raymond Levesque, Octavio Paz y Leonard Cohen.

Glass y Cohen coincidieron en Los Angeles en 2001. Comenzaron a hablar de una posible colaboración y quedaron en verse en una tarde que debió ser memorable puesto que Cohen se presentó con un manuscrito que contenía el grueso de los poemas que integrarían “The Book Of Longing” y se los leyó en su integridad a un Philip Glass que quedó fascinado y le propuso crear una especie de espectáculo que combinase poesía, música e imágenes. La idea tardó un poco en llevarse a cabo pero terminó cristalizando en 2006. Cohen publicaba su poemario en un libro en el que también era el encargado de realizar una serie de ilustraciones que serían utilizadas en las representaciones teatrales que tendrían lugar a partir del estreno de la obra en el Festival Luminato de Toronto, co-patrocinadores del espectáculo junto con un puñado de instituciones más a ambos lados del Atlántico. Poco después, ya en 2007, ambos artistas grabaron el disco con la música que Glass escribió para la ocasión y con Cohen como narrador de varios de sus poemas. En la versión grabada escuchamos las voces de Dominique Plaisant (soprano), Tara Hugo (mezzo soprano), Will Erat (tenor) y Daniel Keeling (bajo/barítono). Acompañándoles tenemos a Tim Fain (violín), Wendy Sutter (violonchelo), Eleonore Oppenheim (contrabajo), Megan Marolf y Kate St.John (oboes), Michael Riesman (teclados), Mick Rossi (teclados y percusión) y Andrew Sterman (flautas, saxos y clarinete bajo).



El ciclo lo integraban 22 piezas musicales y se abría con la estremecedora voz de Cohen leyendo su “I Can't Make the Hills” sobre un precioso fondo incunfundiblemente “glassiano”. A partir de ahí, nos encontramos con una maravillosa sucesión de canciones y piezas instrumentales, algunas de las cuales recordaban mucho, en el aspecto musical, al mencionado “Hydrogen Jukebox” (sería el caso de “I Came Down from the Mountains”, “This Morning I Woke Up Again” o “Puppet Time”), otras tenían un aire más teatral al modo de Kurt Weill (“A Sip of Wine”) y alguna más como “Want to Fly”, “Not a Jew” o "I Am Now Able" acompañaban un solo instrumental con un recitado del propio Cohen. Incluso alguna prescinde de música quedando en una simple frase del cantautor canadiense, caso de “You Go Your Way”. “The Light Came Through the Window”, quizá por la presencia del piano, tenía una mayor proximidad con el “lied” clásico. Hay canciones corales como “Babylon” o "Roshi's Very Tired" que nos remiten inmediatamente a “Songs from Liquid Days” o “Three Songs” y otras más cercanas al musical de Broadway, como el dúo de “I Want to Love You Now”. Un trabajo variado y complejo pese a estar marcado en todo momento por la fuerte personalidad musical de Glass.




La grabación de “The Book of Longing” nos permite disfrutar de una de esas raras confluencias de talentos que de vez en cuando se dan en el mundo del arte. Además, mientras que en muchos casos, este tipo de colaboraciones entre figuras de primer nivel terminan decepcionando, el resultado del encuentro entre Cohen y Glass es magnífico y digno de ser revisitado con frecuencia por los seguidores de cualquiera de los dos creadores.




No queremos despedirnos sin destacar esa maravillosa pieza titulada “The Night of Santiago” basada en “The Faithless Wife” de Cohen en donde el canadiense hace su propia adaptación de “La Casada Infiel” del Romancero Gitano de Federico García Lorca. Uno de los grandes momentos del disco.