Si hay un músico cuya presencia en el blog es recurrente en los últimos tiempos, ese es el holandés Jeroen Van Veen. Hemos hablado de él tanto en su faceta de intérprete de las obras de otros (especialmente de Simeon Ten Holt) como en la de compositor aunque de esta última de forma más puntual ya que la manera en que el músico la publica obliga a concentrar las reseñas en unas pocas entradas.
Comenzó a darse a conocer como creador dentro de una caja en la que interpretaba obras de distintos compositores minimalistas. En ella incluía algunos de sus preludios para piano que un poco más tarde, y siempre en el sello Brilliant Classics, serían ampliados y acompañados de un buen número de composiciones nuevas. La caja fue comentada aquí en su momento y llevaba el título de “Piano Music”. Recientemente, esa primera entrega de cinco discos ha sido ampliada con un segundo volumen que contiene nada menos que siete CDs repletos de nueva música del compositor.
Jeroen Van Veen |
El primero de los discos contiene la obra “Continuum” (2014) complementada con el “Minimal Prelude No.50” (2013) escrito para dos pianos. La primera está escrita para piano y octeto de flautas y se inspira en la serie de Netflix del mismo título. En la pantalla, “Continuum” trata de viajes en el tiempo, idea que Van Veen utiliza para repasar, en seis movimientos, la obra de músicos como Bach, Schumann, Grieg, Nyman, Reich, Riley, Mozart, Beethoven, Mendelssohn, Tchaikovsky, Glass, Ten Holt o Tiersen mediante citas incorporadas a su propia música. La obra nos ofrece momentos magníficos como el tercer movimiento (que se prolonga en el cuarto) pleno de energía, dinamismo y muy inspirado desde el punto de vista melódico. A destacar la perfecta mezcolanza entre el piano y una formación tan atípica como la de la ocho flautas, que suena de maravilla. El romántico quinto movimiento es también otro gran momento de la obra que nos deja ante el extenso movimiento final de más de 25 minutos de duración en el que la complejidad crece con el desarrollo de patrones minimalistas que son enfrentados, entre otros, con retazos de “El Lago de los Cisnes” mezclados con el “Canto Ostinato” de Ten Holt de una forma sorprendentemente bella.
El segundo disco incluye “Incanto No.2”, segunda parte de la pieza que compuso años atrás inspirado en el sonido de su cafetera expresso. Es una obra para dos pianos escrita entre 2011 y 2015 en la que también se vuelve sobre material previo del músico. Le acompaña en el disco el “Minimal Prelude No.48” (2014). Incanto es una composición puramente minimalista con la clásica célula melódica inicial que se repite continuamente con ligeras variaciones que terminan por convertirla en algo diferente. Está íntimamente relacionada con las piezas de gran formato de Simeon Ten Holt e incluso la forma de dividirla en secciones por parte del propio Van Veen es heredera de la manera de componer de aquel.
En el tercer disco asistimos a la multiplicación de los pianos alcanzando el número de seis en “Ripalmania” (2015), composición dividida a su vez en seis movimientos. En su versión de concierto, cada uno de los pianos se coloca en un punto diferente de la sala con lo que la apreciación del oyente dependerá de su ubicación con respecto a todos ellos. La estructura inicial recuerda al “Piano Phase” de Reich aunque el desarrollo es bien distinto ya que cada piano que se suma al tema central aporta nuevas frases a la melodía central y no repeticiones “en fase”. Completa el CD la obra “In Sea” (2013) sin instrumentación fija y cuya duración depende de la voluntad de los intérpretes, algo común a gran parte del repertorio minimalista, en especial al de las primeras obras del género. Van Veen nos ofrece aquí una versión con piano y sintetizadores verdaderamente interesante que por momentos pasaría por un cruce entre “In C” de Terry Riley y “The Key to Songs” de Morton Subotnick, aunque siempre con el estilo personal de Van Veen muy presente.
El cuarto disco está reservado para otra serie de “Minimal Preludes” que de algún modo irían completando la serie iniciada tiempo atrás. De forma desordenada, los preludios que aparecen aquí son los numerados con el 41, 46, 47, 49, 51, 52 y 53 y fueron escritos entre 2010 y 2016. El número 51 es una adaptación de una pieza que Van Veen escribió para un corto titulado “Hotwax” (y, en lo musical, un homenaje a Ludovico Einaudi) y el 52 lleva la dedicatoria para el pianista de jazz Mike del Ferro, quien intervendrá, ya como intérprete, en otra de las obras de la caja. Las distintas influencias de Van Veen se dejan notar en muchos de los preludios: Arvo Pärt en el No.41 y en el No.46, ambos con mucho espacio entre notas o Reich o el primer Glass y hasta Kraftwerk en el No.47. Mucho más experimental es el No.49 en el que Van Veen juega con efectos sonoros a través de grabaciones, ecos y “delays” en cinta magnetofónica, como rindiendo homenaje a los pioneros de la electrónica. El larguísimo preludio No.53 es una composición puramente ambiental con la que el músico demuestra que no tiene problema alguno con ese género.
Continúa la serie en el quinto disco con el preludio No.58 dedicado al director teatral Luk Perceval (una pieza ambiental como la anterior, que por su tratamiento electrónico podría haber firmado Brian Eno). Seguimos con los numerados con el 54, 55 y 56 a los que se une uno más sin numerar, escrito para dos pianos de cola Rippen y seis “ebows” (artefacto electrónico creado para tocar la guitarra eléctrica con él). El piano Rippen es una creación de un fabricante holandés que produjo varios de estos instrumentos entre 1951 y 1975. Su particularidad es que la caja está fabricada en aluminio y el hecho de que las cuerdas están montadas de forma paralela y no cruzada como en los pianos modernos convencionales. Todos los estudios son muy interesantes por un uso muy sutil de la electrónica que termina siendo clave en el resultado final. Además de ellos, aparecen en el disco dos piezas más: “Almost Six O'Clock” (2012), curiosidad para piano preparado interpretado directamente sobre las cuerdas y no con el teclado y “Una Corda” (2017), casi una miniatura interpretada, como el título indica, en un piano “una corda”, es decir, con una sola cuerda por nota. El uso de pianos tan diferentes y poco habituales en las grabaciones de los músicos de hoy en día es, quizá, el punto fuerte de este volumen.
En el sexto disco encontramos la obra “Velvet Piano” (2017), para piano y sintetizadores junto con el preludio No.60 para órgano, auténtica rareza en este contexto y de corte marcadamente “glassiano”. “Velvet Piano” continúa la exploración de los diferentes registros del instrumento a la que asistimos en el disco anterior. A lo largo de sus nueve movimientos escuchamos pianos convencionales, pianos de juguete, pianos preparados, otros atenuados con fieltro, con papel entre los martillos y las cuerdas, con distintos usos de los pedales, etc. La música es sencilla en la linea, por ejemplo, del Max Richter de “Sleep” y , como aquella, de una belleza difícil de describir.
Cerrando la colección tenemos el disco titulado “Minimal Jazz” (2017) en el que se recogen once composiciones para dos pianos interpretadas por el propio Van Veen y Mike del Ferro. Básicamente se trata de improvisaciones nacidas de la complicidad entre ambos intérpretes a lo largo de los muchos conciertos que han ofrecido en los últimos años. Pese a lo que podría pensarse a priori de un disco así, el resultado es muy variado y combina piezas muy reposadas como las que abren el trabajo, con otras mucho más animadas como “Back to f” o “Two Ways”. De todas ellas nos quedamos con la última que sirve para cerrar la caja: una joyita impresionista titulada “With a Little Help from My Piano.
Parece mentira que un intérprete tan prolífico como Jeroen Van Veen saque tiempo para componer. Un simple vistazo a su página web y a la cantidad de discos que publica y de conciertos que ofrece revela a un artista hiperactivo que, pese a todo, ha ido construyendo una obra propia que comienza a llamar mucho la atención. Quizá el principal problema de cara a darse a conocer por el público en general sea precisamente el volumen de sus lanzamientos ya que es difícil plantarse delante de una caja de cinco discos (o de una de siete como la que hoy nos ocupa) cuando no conoces de nada al artista. El precio no debería ser un impedimento ya que el sello Brilliant Classics es, probablemente, el más asequible de la actualidad independientemente del género musical del que hablemos pero siempre se hace un poco cuesta arriba lanzarse a la escucha de tantos discos al mismo tiempo. Desde aquí animamos a quienes tengan alguna duda a que se adentren en el mundo de Jeroen Van Veen como creador musical. Pueden llevarse más de una sorpresa.