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domingo, 27 de octubre de 2019

Jeroen Van Veen - Sakamoto: For Mr Lawrence. Piano Music (2019)




Hay un artista al que nunca hemos terminado de prestar la atención que merece pese a que casi todo lo que habíamos oído de él nos había parecido bueno o muy bueno. Sin embargo, por unas cosas u otras, no encontrábamos el momento adecuado para meternos en su obra. Nuestro desconocimiento de la misma, al margen de hitos puntuales como algunos temas de la Yellow Magic Orchestra o sus bandas sonoras para “Merry Christmas Mr.Lawrence” o “El último emperador” era casi total hasta el punto de que, cuando hace unos meses vimos en una tienda su disco “BTTB”, pensamos que era una novedad por lo que decidimos buscarlo al llegar a casa para darle un par de escuchas. El resultado nos fascinó pero fue entonces cuando reparamos en el hecho de que, lejos de ser una novedad, se trataba de una reedición con ocasión del 20º aniversario del lanzamiento original del disco. A modo de reparación por ese absoluto desconocimento de la carrera del músico decidimos comprar el disco y nuestra intención era que se convirtiera en la primera reseña de Ryuichi Sakamoto (porque es de él de quien hablamos) que apareciera en el blog.

Comoquiera que las cosas no siempre salen como uno las planea, recientemente supimos que nuestro admirado Jeroen Van Veen había decidido lanzar una de sus ya imprescindibles antologías pianísticas dedicada, en esta ocasión, a la obra de Sakamoto. El músico japonés comenzó su carrera precisamente componiendo para ese instrumento aunque sus primeros éxitos llegaron en el campo del pop electrónico como miembro de la antes citada Yellow Magic Orchestra. También sus primeros trabajos en solitario tuvieron a los sintetizadores y los samples como protagonistas. En la última etapa de su carrera ha regresado con frecuencia al piano con discos como el citado “BTTB” lo que hace de Sakamoto un artista ideal para pasar a formar parte del ya extenso repertorio de Van Veen. Explica el pianista holandés en las notas del disco la gran versatilidad de las composiciones de Ryuichi que suenan muy diferentes en las diferentes versiones de estudio de lo que lo hacen interpretadas en directo. Para la ocasión, Van Veen estuvo trabajando sobre las partituras publicadas por Sakamoto hasta completar tras volúmenes pero justo cuando estaba terminando, recibió una nueva versión de las mismas con nuevos arreglos aún mejores por parte del compositor por lo que decidió volver a grabarlo todo, conservando en algunos casos la primera versión para mostrarnos así las dos interpretaciones de la pieza. El resultado final es una extensa caja de cinco discos publicada, como es habitual en Van Veen, por el sello Brilliant Classics.

Ryuichi Sakamoto


El primero de los discos recoge fundamentalmente piezas de Sakamoto para el cine así como varios cortes de “Async”, uno de sus últimos trabajos. Escuchamos así el celebérrimo tema central de “Merry Christmas Mr.Lawrence”, la juguetona “Dancing in the Sky”, la preciosa melodía principal de “El Cielo Protector” o uno de los temas de “Gohatto”. En general es un disco meditativo con muchas piezas que casi se podrían catalogar de “ambient” como es el caso de “Ubi”, del disco “Async”, que bien podrían firmar Harold Budd y Brian Eno junto con maravillas románticas como “Aubade”, impresionistas como “Mizu no naka no bagatelle” o minimalistas (“Reversing”).




El segundo disco sigue la linea del primero, con piezas procedentes de las bandas sonoras de “El último emperador”, “Tacones Lejanos”, “The Revenant” o incluso de la de un videojuego para la PlayStation2 que Sakamoto realizó en su momento. Junto a ellas escuchamos composiciones pertenecientes a otros trabajos incluyendo una de las canciones más populares de la Yellow Magic Orchestra (versionada en su día por artistas que van desde Michael Jackson hasta Eric Clapton). Destacamos “M.A.Y. In the Backyard”, en el más puro estilo de Steve Reich, la emotiva “Zero Landmine”, grabada para un disco benefico contra el uso de las minas anti-persona que contó con la participación de estrellas internacionales de la talla de Kraftwerk o Brian Eno, “Behind the Mask” (la pieza de la YMO a la que nos referíamos antes) o “Rain” de “El último emperador” pese a que en esta versión para piano solo pierde mucha de su fuerza original.




El tercer disco se basa en el disco “Coda” que el músico publicó en 1988 y que aquí aparece casi en su totalidad acompañado de una pieza de su disco de debut en solitario, “Thousand Knives” (magnífica la versión de Van Veen) o de un par de ellas procedentes de sendos trabajos de la Yellow Magic Orchestra. A destacar “1919”, de nuevo en una linea muy próxima a la música de Steve Reich, “Before the War” que nos recuerda al mejor George Winston, “A Brief Encounter” con esa solemnidad tan rotunda, “The Fight”, las “debussianas” “Beyond Reason” y “Last Regrets” o “Castalia” de la etapa de Sakamoto con la YMO.




El cuarto disco, por su parte, se centra en el CD “BTTB” de 1999 con la adición de un par de piezas procedentes de otros trabajos. Precisamente son estos dos temas los que abren el disco con “Amore” del disco “Beauty” como el más destacado. No queremos hablar demasiado de “BTTB” porque será un disco que comentaremos con más detenimiento en el futuro pero no podemos dejar de mencionar como la gran influencia del trabajo a Erik Satie, presente en casi todo el álbum pero muy especialmente en composiciones como “Opus”, “Intermezzo” o “Lorentz and Watson”. Magnífica y muy inspirada es “Sonatine” mientras que “Bachata” tiene un aire “raveliano” muy marcado. Mención especial para la delicada “Energy Flow”, una joya que se cuenta entre nuestras preferidas de todo el disco.




El último CD de la colección es el más variado ya que prácticamente todos los cortes proceden de discos diferentes salvo en el caso de “1996” que aparece representado con tres y “Heart Beat” que lo hace con dos. Piezas como “Tamago 2004” con su aire a Chopin o “Before Long” (de nuevo Debussy) son de lo mejor de este volumen en el que también destacan “Tatorso”, la vagamente “glassiana” “Bibo no Aozora” o la vivaracha “Sayonara” que cierra el disco junto con la igualmente rítmica “High Tide”.




Sakamoto ya había grabado varios discos en los que él mismo interpretaba muchas de sus composiciones en arreglos para piano como los titulados “/04” y “/05” pero hoy en día no son demasiado fáciles de encontrar. Es por eso que esta antología de Jeroen Van Veen gana en interés y es absolutamente recomendable tanto para los seguidores del músico japonés como para aquellos que quieran introducirse en su obra partiendo de cero. Pese a haber ganado varios premios de gran prestigio incluyendo un Oscar, un Grammy, un BAFTA o dos Globos de Oro, su obra no termina de ser lo conocida que debiera más allá de sus dos o tres bandas sonoras más populares. Esta recopilación no es en absoluto representativa de su obra ya que se limita a las piezas para piano solo y a arreglos para ese instrumento cuando Sakamoto podría ser considerado principalmente un artista electrónico. Sin embargo, se trata de música tan interesante que esta antología nos parece casi imprescindible para cualquier amante de la música de piano, acierto que hay que anotar en la cuenta de un Jeroen Van Veen que sigue ofreciendonos maravillosas colecciones monográficas que nos permiten acceder de golpe a una gran cantidad de música de un mismo autor. Si a eso añadimos la calidad habitual (y el excelente precio) de las grabaciones del sello Brilliant Classics, es casi absurdo perderse este lanzamiento.

martes, 23 de abril de 2019

Jeroen Van Veen - Preisner Piano Music (2018)



El pianista holandés Jeroen Van Veen continúa con su labor de incorporar a compositores actuales al catálogo del sello Brilliant Classics a través de sus interpretaciones de obras para piano. Ese trabajo que empezó años atrás con varios extensos volúmenes dedicados a autores minimalistas se fue ampliando en tiempos más recientes con otros creadores más alejados del núcleo duro del género como Einaudi, Tiersen, Richter, Pärt o Yiruma. Dentro de esa apertura entraría el disco que hoy traemos al blog en el que que Van Veen se sumerge en la obra para piano del polaco Zbigniew Preisner.

Desde el comienzo de su carrera, la música de Preisner estuvo ligada al cine del director Krzysztof Kieslowski de la mano del que llegó su reconocimiento internacional, especialmente gracias a la trilogía de películas “Azul”, “Blanco” y “Rojo”. Tras el temprano fallecimiento de Kieslowski en 1996, Preisner trabajó con multitud de directores pero nunca alcanzó la relevancia que obtuvo en esa etapa. La producción musical del compositor al margen del cine no ha sido demasiado extensa pero tampoco es desdeñable aunque en su gran mayoría se ha centrado en piezas orquestales, a veces con la participación de cantantes solistas como la antigua vocalista de Madredeus, Teresa Salgueiro, o Lisa Gerrard. Como curiosidad, en los últimos años Preisner ha tenido una interesante asociación con el guitarrista de Pink Floyd, David Gilmour, encargándose de los arreglos orquestales de sus dos últimos discos de estudio así como de sus conciertos.

El disco de Van Veen se titula “Piano Music” aunque no recopila estrictamente la obra para piano de Preisner ya que para ello, en la fecha en la que se publicó, sobraría uno de los discos. El compositor polaco sólo escribió un puñado de obras para piano que aparecieron recopiladas en el disco “Ten Easy Pieces for Piano” en 1999 por lo que Van Veen, además de dedicarle a esa obra el primero de los dos discos del trabajo, lo completa con un segundo CD en el que interpreta arreglos para piano de algunos fragmentos de las bandas sonoras más conocidas de Preisner. Hace apenas un mes apareció “Twilight”, el segundo disco de piano escrito por el autor polaco pero lógicamente, ninguna de esas piezas tiene cabida aquí ya que el trabajo de Van Veen fue grabado a finales de 2017 y se publicó en 2018.



El primero de los dos discos recoge la obra “10 Easy Pieces for Piano” que Preisner publicó en 1999 con Leszek Mozdzer como intéprete. Lo abre “To See More”, una alegre y dinámica pieza que cuenta, además, con una muy inspirada melodía que nos recuerda mucho el estilo cercano al folk del George Winston de los años ochenta. Continúa con “The Art of Flying”, igualmente dinámica aunque con un carácter algo más serio. Curiosamente sigue teniendo similitudes con muchas piezas de pianistas que en su día fueron circunscritos al campo de la “new age” como Michael Jones o Ira Stein. El siguiente corte es “A Good Morning Melody”, una composición mucho más pausada y meditativa en la que la melodía va surgiendo lentamente de forma que casi ni nos damos cuenta. Es una pieza bellísima, probablemente de las más bellas del álbum.


 


“Meditation” continúa en una línea similar, quizá con un punto extra de melancolía y un tono ligeramente más clasicista que las composiciones anteriores. “Talking to Myself” comienza con un tono oscuro que enseguida se intercala con arpegios más brillantes aunque nunca abandona del todo esa sensación inicial. El tema central es triste pero muy bello y recuerda en algún momento a la banda sonora que Preisner compuso para “Azul”. “About Passing” es, probablemente, la pieza más ambiciosa del trabajo con un comienzo casi furioso que desemboca en una melodía maravillosa transcurridos los dos primeros minutos. Una auténtica joya a reivindicar. Tras ella llega “Farewell”, un tema muy melódico con trazas de himno que vuelve a recordarnos a los anteriormente citados Winston o Jones. “A Tune A Day” es un tango (ritmo muy habitual en la obra de Preisner) vivaz y juguetón sin demasiadas pretensiones que nos lleva a la pieza más larga de todo el trabajo: “Greetings from Pamalican”. Es un corte que casi podríamos calificar de ambiental, especialmente en sus primeros minutos. A partir de ahí comienza a evolucionar aunque siempre teniendo presentes las pinceladas melódicas de su introducción. El tema central podría pasar por una variación del tema central de “Merry Christmas Mr.Lawrence” de  Ryuichi Sakamoto aunque más adelante la composición deriva por derroteros muy diferentes. Cerrando el disco tenemos “A Good Night Melody”, una versión de la anterior “A Good Morning Melody” en un tono más tranquilo si cabe como correspondería a la despedida del día.

El segundo disco recoge, como dijimos antes, piezas para piano y arreglos de otras orquestales procedentes de diferentes bandas sonoras del autor con amplia presencia de sus trabajos junto con Kieslowski. Comienza con “Marionettes” una pieza correspondiente a “La Double Vie de Veronique” (1991) que es también una de nuestras favoritas de toda la producción de Preisner.


 


De ahí pasamos al tema central de “Aberdeen” (2000), película dirigida por Hans Petter Moland, para seguir con su tema homólogo en el film de Luis Malle, “Damage” (1992), una pieza vibrante y llena de tensión. Tras ellas encontramos una gran selección de composiciones extraídas de películas de Kieslowski: cuatro correspondientes al sexto capítulo de su serie “Dekalog” (1990) y dos más procedentes del noveno, incluyendo la icónica melodía titulada aquí como “Part 3”.


 


Todas ellas son piezas breves, de tono triste y bella factura. Regresamos entonces a “La Double Vie de Veronique” con dos extractos más de la obra antes de llegar otros dos cortes pertenecientes a la banda sonora de “Fairytale: a True Story” (1997), fábula dirigida por el británico Charles Sturridge, destacando el solemne “The Coming of the Queen”. “The Secret Garden” (1993), de la polaca Agnieszka Holland es la última película que aparece aquí ajena a Kieslowski y lo hace con dos cortes, incluyendo el “orientalizado” tema principal de la película. De ahí hasta el final todo son composiciones creadas para la trilogía de los colores (“Bleu”, “Blanc” y “Rouge”), con especial preponderancia del primer volumen, “Bleu” que, con toda probabilidad, es la obra magna de Preisner. Esto puede tener que ver con el propio argumento de la película que habla del fallecimiento de un compositor y de la situación en la que queda su viuda de quien se insinúa que puede ser, en realidad, la autora de buena parte de la obra de este.





Zbigniew Preisner estudió Historia y Filosofía pero no música. Es, por tanto, uno de esos raros casos de compositor autodidacta que han llegado a lo más alto y es probable que esa ausencia de formación reglada tenga que ver con su peculiar estilo a la hora de orquestar sus composiciones, algo que siempre nos llamó la atención desde que escuchamos su banda sonora para “Bleu”. La etapa en la que formó pareja artística con Kieslowski fue una maravilla y estuvo llena de guiños que interconectaban todas sus películas. Ambos eran grandes admiradores de la cultura neerlandesa y decidieron inventarse un compositor olvidado de esa nacionalidad: Van Den Budenmayer, que vivió en el S.XVIII cayendo en el olvido después. Tanto en el “Dekalog” como en “La Double Vie de Veronique” y en la “trilogía de los colores”, el dúo formado por el director y el compositor “rescata” diferentes piezas del músico que pasan a formar parte de las bandas sonoras (incluso en una escena de “Rouge” aparece un retrato del supuesto compositor).

La obra publicada de Preisner tiene bastantes carencias aún. Una veintena de bandas sonoras no han sido publicadas en forma de disco (sólo fragmentos sueltos que han formado parte de algún concierto). Sí lo han sido, afortunadamente, 25 de ellas y, además, existe otra decena larga de discos grabados al margen de la música para el cine y la televisión que ofrecen mucho donde buscar si el lector tiene suficiente curiosidad. Sin ser el piano el instrumento más empleado por el compositor polaco, creemos que este disco no es una mala forma de acercarse a su obra.

Como despedida os dejamos la versión original de "Song for the Unification of Europe". Quizá, la pieza más conocida de Preisner.


miércoles, 25 de julio de 2018

Jeroen Van Veen - Piano Music (vol.2) (2018)



Si hay un músico cuya presencia en el blog es recurrente en los últimos tiempos, ese es el holandés Jeroen Van Veen. Hemos hablado de él tanto en su faceta de intérprete de las obras de otros (especialmente de Simeon Ten Holt) como en la de compositor aunque de esta última de forma más puntual ya que la manera en que el músico la publica obliga a concentrar las reseñas en unas pocas entradas.

Comenzó a darse a conocer como creador dentro de una caja en la que interpretaba obras de distintos compositores minimalistas. En ella incluía algunos de sus preludios para piano que un poco más tarde, y siempre en el sello Brilliant Classics, serían ampliados y acompañados de un buen número de composiciones nuevas. La caja fue comentada aquí en su momento y llevaba el título de “Piano Music”. Recientemente, esa primera entrega de cinco discos ha sido ampliada con un segundo volumen que contiene nada menos que siete CDs repletos de nueva música del compositor.

Jeroen Van Veen


El primero de los discos contiene la obra “Continuum” (2014) complementada con el “Minimal Prelude No.50” (2013) escrito para dos pianos. La primera está escrita para piano y octeto de flautas y se inspira en la serie de Netflix del mismo título. En la pantalla, “Continuum” trata de viajes en el tiempo, idea que Van Veen utiliza para repasar, en seis movimientos, la obra de músicos como Bach, Schumann, Grieg, Nyman, Reich, Riley, Mozart, Beethoven, Mendelssohn, Tchaikovsky, Glass, Ten Holt o Tiersen mediante citas incorporadas a su propia música. La obra nos ofrece momentos magníficos como el tercer movimiento (que se prolonga en el cuarto) pleno de energía, dinamismo y muy inspirado desde el punto de vista melódico. A destacar la perfecta mezcolanza entre el piano y una formación tan atípica como la de la ocho flautas, que suena de maravilla. El romántico quinto movimiento es también otro gran momento de la obra que nos deja ante el extenso movimiento final de más de 25 minutos de duración en el que la complejidad crece con el desarrollo de patrones minimalistas que son enfrentados, entre otros, con retazos de “El Lago de los Cisnes” mezclados con el “Canto Ostinato” de Ten Holt de una forma sorprendentemente bella.




El segundo disco incluye “Incanto No.2”, segunda parte de la pieza que compuso años atrás inspirado en el sonido de su cafetera expresso. Es una obra para dos pianos escrita entre 2011 y 2015 en la que también se vuelve sobre material previo del músico. Le acompaña en el disco el “Minimal Prelude No.48” (2014). Incanto es una composición puramente minimalista con la clásica célula melódica inicial que se repite continuamente con ligeras variaciones que terminan por convertirla en algo diferente. Está íntimamente relacionada con las piezas de gran formato de Simeon Ten Holt e incluso la forma de dividirla en secciones por parte del propio Van Veen es heredera de la manera de componer de aquel.




En el tercer disco asistimos a la multiplicación de los pianos alcanzando el número de seis en “Ripalmania” (2015), composición dividida a su vez en seis movimientos. En su versión de concierto, cada uno de los pianos se coloca en un punto diferente de la sala con lo que la apreciación del oyente dependerá de su ubicación con respecto a todos ellos. La estructura inicial recuerda al “Piano Phase” de Reich aunque el desarrollo es bien distinto ya que cada piano que se suma al tema central aporta nuevas frases a la melodía central y no repeticiones “en fase”. Completa el CD la obra “In Sea” (2013) sin instrumentación fija y cuya duración depende de la voluntad de los intérpretes, algo común a gran parte del repertorio minimalista, en especial al de las primeras obras del género. Van Veen nos ofrece aquí una versión con piano y sintetizadores verdaderamente interesante que por momentos pasaría por un cruce entre “In C” de Terry Riley y “The Key to Songs” de Morton Subotnick, aunque siempre con el estilo personal de Van Veen muy presente.




El cuarto disco está reservado para otra serie de “Minimal Preludes” que de algún modo irían completando la serie iniciada tiempo atrás. De forma desordenada, los preludios que aparecen aquí son los numerados con el 41, 46, 47, 49, 51, 52 y 53 y fueron escritos entre 2010 y 2016. El número 51 es una adaptación de una pieza que Van Veen escribió para un corto titulado “Hotwax” (y, en lo musical, un homenaje a Ludovico Einaudi) y el 52 lleva la dedicatoria para el pianista de jazz Mike del Ferro, quien intervendrá, ya como intérprete, en otra de las obras de la caja. Las distintas influencias de Van Veen se dejan notar en muchos de los preludios: Arvo Pärt en el No.41 y en el No.46, ambos con mucho espacio entre notas o Reich o el primer Glass y hasta Kraftwerk en el No.47. Mucho más experimental es el No.49 en el que Van Veen juega con efectos sonoros a través de grabaciones, ecos y “delays” en cinta magnetofónica, como rindiendo homenaje a los pioneros de la electrónica. El larguísimo preludio No.53 es una composición puramente ambiental con la que el músico demuestra que no tiene problema alguno con ese género.

Continúa la serie en el quinto disco con el preludio No.58 dedicado al director teatral Luk Perceval (una pieza ambiental como la anterior, que por su tratamiento electrónico podría haber firmado Brian Eno). Seguimos con los numerados con el 54, 55 y 56 a los que se une uno más sin numerar, escrito para dos pianos de cola Rippen y seis “ebows” (artefacto electrónico creado para tocar la guitarra eléctrica con él).  El piano Rippen es una creación de un fabricante holandés que produjo varios de estos instrumentos entre 1951 y 1975. Su particularidad es que la caja está fabricada en aluminio y el hecho de que las cuerdas están montadas de forma paralela y no cruzada como en los pianos modernos convencionales. Todos los estudios son muy interesantes por un uso muy sutil de la electrónica que termina siendo clave en el resultado final. Además de ellos, aparecen en el disco dos piezas más: “Almost Six O'Clock” (2012), curiosidad para piano preparado interpretado directamente sobre las cuerdas y no con el teclado y “Una Corda” (2017), casi una miniatura interpretada, como el título indica, en un piano “una corda”, es decir, con una sola cuerda por nota. El uso de pianos tan diferentes y poco habituales en las grabaciones de los músicos de hoy en día es, quizá, el punto fuerte de este volumen.




En el sexto disco encontramos la obra “Velvet Piano” (2017), para piano y sintetizadores junto con el preludio No.60 para órgano, auténtica rareza en este contexto y de corte marcadamente “glassiano”. “Velvet Piano” continúa la exploración de los diferentes registros del instrumento a la que asistimos en el disco anterior. A lo largo de sus nueve movimientos escuchamos pianos convencionales, pianos de juguete, pianos preparados, otros atenuados con fieltro, con papel entre los martillos y las cuerdas, con distintos usos de los pedales, etc. La música es sencilla en la linea, por ejemplo, del Max Richter de “Sleep” y , como aquella, de una belleza difícil de describir.

Cerrando la colección tenemos el disco titulado “Minimal Jazz” (2017) en el que se recogen once composiciones para dos pianos interpretadas por el propio Van Veen y Mike del Ferro. Básicamente se trata de improvisaciones nacidas de la complicidad entre ambos intérpretes a lo largo de los muchos conciertos que han ofrecido en los últimos años. Pese a lo que podría pensarse a priori de un disco así, el resultado es muy variado y combina piezas muy reposadas como las que abren el trabajo, con otras mucho más animadas como “Back to f” o “Two Ways”. De todas ellas nos quedamos con la última que sirve para cerrar la caja: una joyita impresionista titulada “With a Little Help from My Piano.




Parece mentira que un intérprete tan prolífico como Jeroen Van Veen saque tiempo para componer. Un simple vistazo a su página web y a la cantidad de discos que publica y de conciertos que ofrece revela a un artista hiperactivo que, pese a todo, ha ido construyendo una obra propia que comienza a llamar mucho la atención. Quizá el principal problema de cara a darse a conocer por el público en general sea precisamente el volumen de sus lanzamientos ya que es difícil plantarse delante de una caja de cinco discos (o de una de siete como la que hoy nos ocupa) cuando no conoces de nada al artista. El precio no debería ser un impedimento ya que el sello Brilliant Classics es, probablemente, el más asequible de la actualidad independientemente del género musical del que hablemos pero siempre se hace un poco cuesta arriba lanzarse a la escucha de tantos discos al mismo tiempo. Desde aquí animamos a quienes tengan alguna duda a que se adentren en el mundo de Jeroen Van Veen como creador musical. Pueden llevarse más de una sorpresa.

jueves, 8 de junio de 2017

Jeroen Van Veen - Minimal Piano Collection Volume XXI-XXVIII (2017)



Sabemos que hace ya mucho tiempo que tenemos pendiente una reseña de la caja de once discos que el pianista holandés Jeroen Van Veen publicó en 2010 bajo el título de “Minimal Piano Collection Vol.X-XX” y que fue continuación del primer volumen aparecido en 2006 que ya tuvo su espacio aquí. Sería lógico, en cualquier caso, que hablásemos de esa segunda parte antes que de la tercera que acaba de aparecer hace unas semanas pero es precisamente esa novedad la que nos aconseja saltarnos el orden cronológico en beneficio de una mayor facilidad a la hora de encontrar esta nueva colección por parte de quienes eventualmente estuvieran interesados en ella.

A pesar de ser algo más pequeña que sus dos predecesoras, la tercera parte de la colección, que consta de los volúmenes que van del XXI al XXVIII, tiene un interés especial por cuanto que nos presenta a autores que cumplen en su mayoría con dos requisitos: son pioneros del género y no son muy conocidos y aún mucho menos grabados. A diferencia de lo que ocurría en las dos cajas anteriores, la mayor parte de ésta la integra una sola obra. Una pieza de procedencia incierta que se extiende a lo largo de más de cinco horas y que podría ser, nada menos, que el origen del minimalismo como género.

Jeroen Van Veen


Si echamos un vistazo a la mayor parte de tratados musicales sobre el tema, hay cuatro nombres alrededor de los que se comienza a construir el edificio minimalista: La Monte Young, Terry Riley, Steve Reich y Philip Glass. Sin embargo, de ellos sólo Young estuvo en el origen de todo junto con otros dos compañeros de estudios en UCLA: Terry Jennings y Dennis Johnson. Es el musicólogo, profesor y compositor Kyle Gann el responsable de que hoy conozcamos la obra que monopoliza la primera mitad de la colección: “November” de Dennis Johnson. La cronología de la composición es difusa y parte de una investigación de Gann sobre la música de La Monte Young. Durante una de las charlas que mantuvieron, Young afirmó que la inspiración para su “The Well-Tuned Piano” (monumental obra considerada como una de las fundamentales en su género) provenía, en realidad de una composición de su amigo Dennis Johnson titulada “November”. Young tenía una cinta con parte de esa obra y se la cedió a Gann. En ella se fechaba la composición en 1959 y la propia grabación tres años más tarde, en 1962. El hallazgo supondría un retroceso en el calendario del  minimalismo como género y obligaría a reescribir algunas páginas del mismo. Según afirmaba Young, “November” duraba más de cinco horas aunque en la cinta apenas se llegaban a escuchar dos de ellas antes de que la grabación se interrumpiese. Pese a los esfuerzos de Kyle Gann en ese sentido, la transcripción de la obra a papel con la única ayuda de una cinta grabada con no demasiados medios era una tarea titánica que, además, quedaría incompleta aun en el supuesto de que se pudiesen “rescatar” las dos horas. Dennis Johnson, su autor, abandonó la música en 1962 por lo que su pista cuarenta años después era confusa pero gracias a la mediación de otro compositor californiano, Daniel Wolf, Gann consiguió localizar a Johnson y hablar con él. Resultó que Johnson conservaba el manuscrito original de la obra y no tuvo problema en cedérselo a nuestro investigador que, de ese modo, pudo rescatar una composición en la que se pueden hallar ya todos los elementos característicos del minimalismo: larga duración, repetición de motivos y el uso del método aditivo tan propio de la música de Glass o Reich poco tiempo después.

La partitura no era sencilla ni mucho menos. Consistía en seis páginas llenas de pequeñas melodías y diagramas que las conectaban, dos páginas más con motivos numerados unas veces con números romanos, otras con arábigos, otras desordenados o con numeraciones no consecutivas, todo ello aderezado con todo tipo de anotaciones sobre distintas alternativas en la ejecución, reglas para pasar de un motivo a otro, etc. Tiempo después, Johnson le hizo llegar a Gann nuevos manuscritos de la obra fechados en 1970, 1971 e incluso con algún pasaje en el que aparecía la fecha de diciembre de 1988. No está claro si “November” fue modificada o completada tanto tiempo después aunque todo parece indicar que esas páginas eran parte de otros intentos de transcripción de la cinta original por parte del propio Johnson. Su mala salud y memoria cuando Gann dio con él no hicieron posible que la cuestión fuera aclarada. “November” en la versión rescatada por el investigador fue grabada por el pianista R. Andrew Lee en 2013 en una rara edición de cuatro horas muy difícil de encontrar hoy en día.

Afortunadamente Jeroen Van Veen decidió afrontar el reto de grabar esta partitura e incluirla en la caja que hoy comentamos y de la que ocupa aproximadamente la mitad de su extensión. “November” es una composición realmente reposada que va evolucionando a partir de un reducido grupo de notas al que se van sumando otras en cada repetición. La evolución de los acordes, la construcción de los intervalos, etc. es parsimoniosa pero conforme avanza la composición vamos comprobando como todo cobra sentido. Sabemos que escuchar una pieza de cinco horas de duración requiere de un esfuerzo y un compromiso por parte del oyente que no es muy común pero también creemos que el aficionado a la música minimalista habrá superado ya pruebas similares con cierta frecuencia. El reto queda lanzado.

El quinto disco de la colección está dedicado a Philip Glass. Probablemente junto con Simeon Ten Holt, el compositor más veces interpretado por Jeroen Van Veen. Escuchamos aquí tres piezas de sus primeros años que están consideradas como parte del corpus fundacional de lo que hoy conocemos como minimalismo. La primera de ellas es “Two Pages”, obra de instrumentación libre que se suele interpretar al piano y al órgano eléctrico (así la grabó el propio autor la primera vez) pero que admite versiones para grupo e incluso para guitarras como hemos tenido ocasión de escuchar en algún caso. Van Veen opta aquí por el piano y el piano eléctrico con un resultado notable. La segunda composición es “Music in Fifths”, escrita por el músico como respuesta a las estrictas normas de composición que aprendió en París con Nadia Boulanger. Básicamente se trata de hacer justo aquello que la ilustre profesora le dijo que no se debía hacer nunca. Van Veen interpreta una extensa versión de la pieza tocando con la mano izquierda el piano y con la derecha el órgano eléctrico de forma simultanea. Cerrando la serie de tres piezas escritas todas en 1969 tenemos “Music in Contrary Motion” en una rara versión para piano solo.

El siguiente autor recopilado en la caja es Tom Johnson, de quien Van Veen ya había grabado su “An Hour for Piano” como parte de la primera recopilación minimalista de la que hablamos aquí. Johnson fue un discípulo de Morton Feldman que estuvo en los orígenes de la corriente minimalista. Su formación matemática fue crucial para su carrera ya que buena parte de sus composiciones son creadas a partir de patrones numéricos y estadísticos. La versión de su “Organ and Silence” (2002) que escuchamos aquí es una transcripción para piano de 8 de los 28 movimientos de que consta la obra original. El propio autor la realizó realizó para otro pianista amigo suyo. “Block Design” juega con conceptos matemáticos utilizados en combinatoria. Tenemos una serie de 12 notas distribuidas en arpegios de 6 notas cada uno de forma que cualquier combinación de 4 notas aparece exactamente 10 veces en 10 arpegios diferentes. Otra pieza de similar complejidad es “Tilework”, de 2003, basada también en la obra de dos matemáticos que respondieron al desafío de conseguir “rellenar” un cuadrado con diferentes cuadrados, cada uno de ellos de dimensiones diferentes a los demás. Se cierra el disco dedicado a Johnson con “Tango”, composición para piano en la que escuchamos hasta 120 variaciones de una misma melodía.

Pese a su relativa juventud cuando el minimalismo americano daba sus primeros pasos (nació en 1952), Peter Garland escribió sus primeras piezas en los años de ebullición del género. “A song” (1971) consta de diez fragmentos que son ejecutados en el orden y con el ritmo que el pianista decida en cada momento. “Nostalgia for the Southern Cross” (1976) es la más moderna de la serie y fue compuesta tras el divorcio de Garland y su primera esposa. “The Days Run Away”, también de 1971, tiene un esquema similar a “A Song”. En lugar de diez fragmentos ahora son ocho que han de ser interpretados en el orden indicado en la partitura pero, una vez completados, queda a discreción del pianista cómo seguir pudiendo escoger la combinación que desee a la hora de ejecutarlos de nuevo. Garland sugiere ir del uno al ocho para luego tocar del cuatro al uno de forma descendente. Cierran el disco dos piezas breves de 1971 y 1972 respectivamente: “Two Persian Miniatures” y “The Fall of Quang Tri”.

El último disco de la colección lo comparten tres autores aunque de forma desigual puesto que la mayor parte del mismo la ocupan los dos estudios para teclado escritos por Terry Riley a sugerencia de John Cage. Son dos piezas relativamente extensas que su autor concibió como ejercicio de meditación pero encierran una gran dificultad para el intérprete. Van Veen opta por utilizar dos pianos colocados en ángulo para una mayor comodidad. De forma casi testimonial aparece en la recopilación Harold Budd con su pieza de 1981 “Children on the Hill”. Su estilo ambiental y espacioso es conseguido por parte de Van Veen mediante la utilización del pedal de resonancia del piano, pulsado a fondo durante toda la interpretación. Además, el sonido es “alargado” con efectos electrónicos para emular el característico timbre de las obras de Budd. La recopilación no podía cerrarse sin la presencia de La Monte Young que aparece aquí con su “Estudio nº7 para teclado”. El resto de sus estudios consistían en descripciones de lo que el ejecutante debía hacer en el escenario. Acciones como depositar un saco con heno delante del piano y esperar a que este se lo coma y cosas por el estilo. El número siete, en cambio, sí constaba de una partitura al uso. En ella sólo aparecen dos notas: Si y Fa sostenido. Junto a ellas, la indicación de que se toquen simultáneamente y se espere hasta que el sonido se desvanezca. Van Veen hace lo indicado y alarga la duración por medios electrónicos hasta alcanzar los 4 minutos con 33 segundos en homenaje a la icónica composición de John Cage.

Como venimos diciendo desde hace mucho tiempo, la labor que Jeroen Van Veen está realizando en favor de la difusión de la música minimalista es impagable. Con esta tercera caja tenemos ya la friolera de 28 cedés entregados a esa tarea a los que hay que sumar las revisiones de la obra de artistas como el propio Philip Glass, Simeon Ten Holt, Michael Nyman, Erik Satie o de la suya propia. Todo elogio por nuestra parte se queda corto. La vastedad del campo minimalista nos hace pensar que esta caja no será la última y que quizá en un futuro podamos acceder a obras descatalogadas desde hace mucho tiempo como el propio “The Well-Tuned Piano” de La Monte Young. Eso sería algo maravillos pero mientras llega o no ese momento, disfrutemos de esta colección recién aparecida, cómo no, en el sello Brilliant Classics.


 

domingo, 2 de octubre de 2016

Jeroen Van Veen - Tiersen "Pour Amelie" Piano Music (2015)



Que en el pianista holandés Jeroen Van Veen reside un antólogo es algo de lo que no nos cabe ya la menor duda. Sus grabaciones tienen un espíritu enciclopédico muy de agradecer que nos ha acercado las integrales para piano y otras recopilaciones de gran amplitud de un buen número de músicos contemporaneos del entorno del minimalismo.

En muchas de esas ocasiones, el enciclopedismo raya con la obsesión ya que no son pocos los músicos de cuyas obras nos ha brindado el artista distintas colecciones en las que escuchamos interpretaciones diferentes de las mismas piezas junto con otras nuevas. Es el caso del disco que apareció a finales del año pasado en Brilliant Classics en el que Van Veen repasa a lo largo de dos discos algunas de las mejores composiciones para piano del compositor francés Yann Tiersen.

Autor e intérprete son ambos viejos conocidos de los lectores del blog ya que han protagonizado un gran número de entradas anteriormente. No podía faltar, por lo tanto, una reseña de este trabajo, muy recomendable, por cierto, para cualquier seguidor de cualquiera de los dos músicos.

La primera vez que Van Veen se acercó a la música de Tiersen fue en su monumental caja de diez discos titulada “Minimal Piano Collection”. En ella, el francés compartía volumen con Michael Nyman y podíamos escuchar una selección de once piezas de muy corta duración en su mayoría. Todas ellas vuelven a sonar aquí pero esta vez acompañadas de un muestrario mucho más amplio del repertorio de su autor. Aunque el primero de los discos está titulado “Pour Amelie” y el segundo “Goodbye Lenin”, lo cierto es que la música del primero no pertenece exclusivamente a esa banda sonora sino que incluye piezas procedentes de discos anteriores (alguna no utilizada en la película) y también de trabajos publicados con posterioridad a la misma.

Jeroen Van Veen


En el primer disco el orden de los temas es cronológico y abarca todos los trabajos del músico del periodo 1994-2003 con la excepción de “La Valse des Monstres”, cosa curiosa ya que en la banda sonora de Amelie sí aparecía música de ese disco. Van Veen rescata de “Rue des Cascades” los siguientes temas: “Comptine d`été No.2”, “Comptine d`été No.3”, “Le vieux en veut encore”, “Toujours la”, “Comptine d`été No.1” y “La piece vide”. De “Le Phare” aparecen cuatro arreglos para piano de composiciones en las que, originalmente, sonaban otros instrumentos como acompañamiento. Es el caso de “La dispute”, para piano y melódica, “Sur le fil” y “La Chute”, para piano y violín y “Les jours heureux”, para piano, clave, piano de juguete y violin. La banda sonora de “Amelie” está representada por “Comptine d`un autre été: l`après midi”, “La valse d`Amélie” y “Le Moulin”. “L'Absente”, trabajo del mismo año que la película, aporta “L`absente” y “Le retour”. Menos conocidas son las piezas procedentes de “Les Retrouvailles” (“Le matin”, “La plage”, “Les retrouvailles” y “La jetee”) y “Tabarly” (“Tabarly”, “8 mmm” y “Point Zero”), discos ambos posteriores a las bandas sonoras de “Amelie” y “Goodbye Lenin”. A esta última, como ya indicamos, está dedicado en su totalidad el segundo CD de la colección en el que aparecen títulos pertenecientes al disco de la banda sonora y otros que no se corresponden con el mismo aunque la música sí que aparece en la película. Eso ocurre con “Coma”, “From Prison to Hospital”, “Mother”, “Selling Dishes”, “Birthday Preparations” y “Finding the Money”.




Van Veen ofrece una colección de interpretaciones que guardan una gran fidelidad hacia las originales, si acaso con un enfoque algo más clasicista allí donde Tiersen se asoma más al folk, pero con una solvencia absoluta. Por poner un ejemplo, en la primera parte de “La Valse d'Amelie”, el pianista holandés convierte una pieza juguetona en una “gymnopedie” más de Erik Satie. En la segunda parte, y en un claro contraste, la dota de una energía ausente en el original con algún “fortissimo” que puede sobresaltar al oyente más desprevenido. En el segundo disco, al margen de su faceta de intérprete podemos apreciar también la de arreglista ya que la banda sonora contaba con la participación de una nutrida orquesta que aquí, por razones obvias, no está presente.

En ambas tareas el desempeño de Jeroen Van Veen es excelente y eso hace de este doble disco una elección excelente para introducirse en el mundo de Yann Tiersen, un compositor que nos ha brindado trabajos inspiradísimos en los últimos años explorando también otro tipo de territorios más cercanos al rock y a la experimentación electrónica aunque sin olvidar el estilo que le hizo popular y que tan bien representado está en la grabación que nos ofrece el sello Brilliant Classics y que hoy os recomendamos. En la linea de este último comentario, acaba de aparecer una nueva grabación del músico con piezas para piano que no tardaremos en comentar por aquí. Hasta entonces, no está de más escuchar a Van Veen y su homenaje al compositor.

lunes, 25 de abril de 2016

Jeroen Van Veen - Terry Riley' In C (2016)



Hay muchos motivos por los que Jeroen Van Veen aparece con mucha frecuencia en este blog y es que el pianista y compositor holandés cultiva géneros y autores que se cuentan entre nuestros predilectos. Le conocimos gracias a un disco ya lejano dedicado a Philip Glass titulado “Minimal Piano Works” que poco después tuvo una secuela a la que se incorporaron otros compositores minimalistas y algún que otro precursor del género. Con su legada al sello Brilliant Classics, Van Veen pasó de publicar discos sencillos a lanzar cajas antológicas centradas en ese estilo musical que, por lo extenso de su contenido, se han convertido en imprescindibles a la hora de acercar a un oyente a una música como la minimalista.

Con el tiempo, la producción de Van Veen ha ampliado sus horizontes incluyendo entre los compositores cuya obra ha sido objeto de registro discográfico por su parte nombres ajenos al minimalismo tomado de modo estricto como los de Ludovico Einaudi, Erik Satie, Yann Tiersen o Yiruma. Sin embargo, esta visión extensiva del género no oculta el carácter obsesivo de sus continuas revisiones de algunas obras y autores. Hemos perdido ya la cuenta de las versiones que Van Veen ha grabado del “Canto Ostinato” de Simeon Ten Holt o de algunas piezas de los citados Philip Glass y Erik Satie, siempre buscando un enfoque nuevo. Algo así ocurre con el disco que hoy comentamos: una nueva grabación del “In C” de Terry Riley aparecida recientemente, cómo no, en Brilliant Classics.

Diez años después de la primera, que formó parte de la caja de diez discos “Minimal Piano Collection”, Van Veen vuelve a enfrentarse a la partitura más representativa del minimalismo, escrita en 1964, y lo hace desafiando las recomendaciones de su autor. Riley sugería una duración de unos 45 minutos para la obra y Van Veen nos ofrece aquí casi 80, dejando corta su primera aproximación a “In C” que rondaba la hora de música.

Las características de una obra como esta la hacen desaconsejable, a priori, para un único intérprete ya que buena parte del encanto de la misma surge de la interacción entre los distintos ejecutantes que interpretan los famosos 53 patrones melódicos de la partitura y sus continuas repeticiones desconociendo en qué momento cada uno de sus compañeros decidirá pasar al siguiente y el efecto que eso provocará en la percepción general de la obra por parte del oyente. Sospechamos, además, que por mucho que Van Veen pueda duplicar las pistas en la mesa de sonido, el uso de dos pianos, tres teclados eléctricos, un clavicordio y cuatro sintetizadores, queda lejos de los 35 intérpretes recomendados por Riley en sus anotaciones a la partitura.

Hechas estas apreciaciones no demasiado alentadoras sobre el posible resultado final (apoyadas también en la escucha de la versión de 2006 del propio Van Veen, que no nos satisfizo demasiado), tenemos que reconocer que, por algún motivo, el “In C” de 2016 a cargo de Jeroen funciona muy bien sonando incluso como una obra transformada. Si conseguimos olvidarnos por un rato de la referencia de la grabación “canónica” de 1968, cuajada de instrumentos de viento y percusión y que, por lo tanto, no puede tener muchas cosas en común con esta a base de teclados, podremos disfrutar de una obra que ha sido capaz de soportar con firmeza todo tipo de enfoques a lo largo de estos años.

No queremos despedir esta entrada sin antes recomendar la lectura de la reseña que de esta misma grabación escribe Ismael G. Cabral en la edición en papel de la revista Scherzo de este mismo mes (nº317). Es muy reveladora.





miércoles, 15 de abril de 2015

Jeroen Van Veen - River Flows in You, Yiruma Piano Music (2014)



Por mucho que nos guste presumir de vivir en un mundo globalizado en el que todo está estandarizado y en el que es muy difícil distinguir una gran calle comercial de cualquier metrópoli de otra situada en el otro extremo del planeta, aún existen fenómenos cuya trascendencia está limitada a espacios geográficos muy determinados. Hay artistas con la categoría de superestrellas en algunos países y que son auténticos desconocidos en otros. Esto es entendible cuando hablamos de música pop o rock en la que la barrera idiomática puede condenar a un artista de un país alejado del nucleo principal de la música comercial al ostracismo en el resto. Un cantante coreano (salvo excepciones como la del infame Psy y su “Gagnam Style”) tendría muy complicado traspasar las fronteras de su país, por poner un ejemplo. No se comprende tan fácilmente en otros casos.

Nos surge una pregunta: ¿por qué ocurre lo mismo con un artista que hace música instrumental? Pensamos en el músico que hoy presentamos aquí: Yiruma. Lee Ru-Ma, que es su verdadero nombre, fue un niño prodigio que a los cinco años asombraba por sus habilidades como pianista y con apenas once ingresaba en la Purcell School of Music londinense, a donde se trasladó desde su Corea del Sur natal. Ha grabado más de diez discos desde 2001 alcanzando cifras de ventas más propias de estrellas del pop en Asia y es relativamente bien conocido en el Reino Unido, Francia o Estados Unidos. Sin embargo, es un completo desconocido en nuestro país. Tampoco es fácil encontrar sus discos a la venta más allá de los formatos digitales de plataformas como iTunes.

La música de Yiruma no es muy diferente de la de otros artistas contemporáneos como Ludovico Einaudi, Olafur Arnalds o Max Richter pero debe haber alguna sutil diferencia que hace que, mientras que estos artistas suelen tener sus discos en las secciones de música clásica de las tiendas, Yiruma aparece en la de “new age”. Esa misma reflexión se hace el pianista Jeroen Van Veen en el libreto que acompaña al disco que hoy comentamos poniendo el mismo ejemplo de Einaudi.

Yiruma


El nombre de Van Veen resultará familiar a los lectores del blog ya que ha aparecido en multitud de ocasiones como intérprete de música de Simeon Ten Holt, Philip Glass o suya propia. Entre su repertorio habitual se encuentran compositores como el propio Einaudi, Michael Nyman o Yann Tiersen lo cual dará una pista al lector del estilo de Yiruma, objeto de atención de un doble CD publicado a finales del pasado año en Brilliant Classics. El disco recoge nada menos que 43 composiciones de corta duración del pianista coreano por lo que vamos a omitir el habitual comentario tema por tema del disco que podría resultar harto tedioso hasta para el lector más entusiasta.

La mayor parte de las piezas que integran el disco tienen características similares: un ritmo tranquilo alejado de los sobresaltos, melodías sencillas y delicadas, con un punto cinematográfico en algunos momentos, una simplicidad que podría confundirse con un enfoque minimalista que no acabamos de ver y una sensibilidad muy especial. Si pensamos en la obra de otros pianistas como George Winston, Michael Jones o Philip Aaberg, estrellas en los años ochenta dentro de las listas de “new age” o, incluso en la música de alguna superestrella del género como Yanni o Suzanne Ciani podemos ver que no están muy lejos de lo que escribe Yiruma aunque éste último es, quizá, más formal en sus planteamientos y por ello se encuentra a caballo entre la “new age” más romántica y una música clásica contemporánea muy accesible.

La globalización de la que hablábamos en el comienzo de la entrada sí se nota, sin embargo, en la estandarización de la música de Yiruma. Nada en su forma de componer nos podría dar la más mínima información acerca de su procedencia. Su música podría sonar de fondo en cualquier “Starbucks” de cualquier gran metrópoli y ni la una ni el otro nos servirían para ubicarnos sin recurrir al GPS del teléfono móvil.


miércoles, 28 de enero de 2015

Jeroen Van Veen - Satie Slow Music (2014)



Hay composiciones que hemos escuchado cientos y cientos de veces y que han pasado a ocupar un lugar imborrable en nuestra memoria; interpretaciones que conocemos a la perfección en todos y cada uno de sus matices de modo que cualquier alteración sobre ese “canon” que hemos construido nos choca y no tarda en suscitar reacciones de sorpresa y, a menudo, de rechazo.

Qué decir de la música clásica cuyas piezas más notables residen junto a nosotros toda la vida. Inmutables, inalteradas por más que las oigamos una y otra vez en diferentes versiones, porque, aunque la mano del intérprete siempre está ahí y es particularísima, la mayor parte de las veces, las diferencias entre una y otra aproximación a una obra musical son escasas y no alteran sustancialmente el espíritu de la misma. Y esto es así porque, en una época en la que no existían grabaciones y los intérpretes a menudo se enfrentaban a una partitura sin haber escuchado nunca la obra en cuestión por parte de otro artista, los compositores dejaban suficientes anotaciones en sus creaciones como para que el músico que se disponía a tocar sus piezas no tuviese duda alguna acerca del “tempo” la intensidad o el humor con que se debía ejecutar la pieza en cuestión.

Sin embargo, no siempre ha sido así y hubo músicos que renunciaron casi por completo a este tipo de ayudas para la interpretación. Compositores que dejaban al libre albedrío del ejecutante la forma de enfrentarse a sus obras. Dicho así, esto puede sonar muy moderno, y rápidamente pensamos en John Cage o en corrientes posteriores a su obra. Nos equivocaríamos porque hubo artistas anteriores que dejaban en sus partituras mensajes tan ambiguos que el intérprete no podía encontrar en ellos ningún tipo de indicación práctica acerca de cómo debía tocar esa música. A pesar de ello, tras decenas y decenas de grabaciones de esas obras, la práctica totalidad de las mismas nos muestran versiones similares en todos los aspectos o con mínimas diferencias.

¿Por qué debería ser así? pareció preguntarse Jeroen Van Veen ante varias partituras del que podría ser el prototipo del genio excéntrico: Erik Satie. ¿Por qué casi todos los pianistas interpretaban de forma similar una instrucción como “ligero como un huevo”?. ¿Qué extraña convención lleva a decenas de intérpretes a tocar “desde lo más alto de sus muelas del juicio” con la misma unánime cadencia?

Van Veen pensaba que tenía que haber otra forma de interpretar instrucciones tan ambiguas como “haga acopio de clarividencia” y tomó al pie de la letra el “búscate la vida” que, en traducción libre, acompañaba a una de sus célebres “gnossiennes”. ¿Cuál fue la elección de Van Veen? Forzar al máximo los límites temporales de la música de Satie: ralentizar todo lo posible la ejecución de cada nota, de cada acorde, expandir los silencios como nunca se había hecho. A eso obedece el título del disco: “Satie Slow Music”. No es una referencia a la proverbial lentitud de la música más conocida del compositor francés sino una advertencia de que no sólo podríamos escuchar a Satie en el disco, sino a un Satie ralentizado. El citado Cage, admirador de la obra de Erik en la distancia del tiempo, tituló una de sus piezas más extravagantes: “As Slow as Possible”, tan lento como sea posible. Ese es el espíritu del disco de Van Veen publicado el pasado año 2014 por Brilliant Classics.

Erik Satie


La selección musical no es sorprendente, más bien al contrario, puede parecer tópica puesto que en el disco aparecen las célebres “Gymnopedies” y “Gnossiennes” acompañadas de una rareza como la “Petite Ouverture a Danser”, descubierta hace relativamente poco tiempo y de las “Pieces Froides” en las que Satie tomaba una serie de “préstamos” de otros autores haciéndolos propios.



El experimento, todo hay que decirlo, llama mucho la atención. Es inevitable que en un primer momento, y más cuando la pieza inicial es la archiconocida “Gymnopedie No.1”, el oyente quede descolocado ante la extrema lentitud con la que se desarrolla todo. Sin embargo, pasada la sorpresa inicial, conforme la música va fluyendo (nunca mejor dicho), esa sensación desaparece y pasamos a disfrutar plenamente de una música maravillosa independientemente de la velocidad con que se ejecute. Nos costaría mucho inclinarnos por esta versión de Van Veen a la hora de escoger nuestras interpretaciones favoritas de la obra de Satie pero sin duda tendríamos que recomendar su escucha, siquiera como curiosidad. A modo de añadido, y como "bonus track" se incluye una versión de la "Gymnopedie No.1" interpretada con la afinación de la época en la que se escribió, algo difícil de encontrar en las grabaciones modernas.

Una ventaja nada despreciable hoy en día es el excelente precio que suele acompañar a todos los lanzamientos del sello Brilliant que evita que eso sea una excusa para cualquier oyente. El disco puede comprarse en los enlaces acostumbrados.

elcorteingles.es

amazon.es


domingo, 16 de noviembre de 2014

Jeroen Van Veen & Friends - Canto Ostinato XXL, de Simeon Ten Holt (2014)



Hace un tiempo hablamos aquí de la caja “Canto Ostinato XL” indicando que cuando vimos su título y que estaba compuesta por doce discos, pensamos que la locura había hecho presa en su intérprete, Jeroen Van Veen, y que había grabado una monumental versión de varias horas de la obra maestra de Simeon Ten Holt. En ese caso nos equivocábamos pero tampoco estábamos tan desencaminados. Poco después de aquello se anunció otro lanzamiento titulado “Canto Ostinato XXL” en forma de caja de cuatro discos que sí que recogía la versión más larga jamás grabada de la obra. Evidentemente, cuatro discos no son doce pero una versión de más de cuatro horas de la pieza seguía siendo un reto considerable y todo un desafío, no sólo para los intérpretes sino también para el oyente.

¿Qué mueve a Van Veen a grabar una nueva versión de “Canto Ostinato”? Es una pregunta lógica cuando reparamos en que el pianista tiene en el mercado, en diferentes formatos cerca de diez registros distintos de la misma obra. En cierto modo se trata de buscar la versión definitiva, con la formación preferida del autor, cuarteto de pianos, acompañada de un órgano (algo que ya ocurrió en su estreno, aunque con un pianista menos) y tomándose el tiempo necesario para su ejecución, exprimiendo al máximo las libertades ofrecidas por Ten Holt en la partitura: “decidimos tomarnos nuestro tiempo con esta nueva versión sin las restricciones de tiempo habituales en un concierto. Así, no sólo nos libramos de los arbitrarios límites temporales sino que nos permitimos cierta libertad para usar nuestra propia creatividad a la hora de escoger el número de repeticiones de cada sección.”

Hoy no somos muy conscientes de ello pero en el momento de su estreno, “Canto Ostinato” fue un acto de valentía total por parte de su autor al osar presentar una obra tonal en un mundo dominado por la atonalidad (incluso desde un punto de vista económico, era más fácil acceder a subvenciones y estrenos en importantes teatros si tu lenguaje pertenecía a la atonalidad dominante). A su modo, publicar una versión de más de cuatro horas de duración en un mundo como el actual en que el oyente medio apenas dispone de tiempo para dedicarlo a escuchar música con la actitud adecuada, es un acto de valentía cercano a la temeridad.


Tenemos que agradecer a Jeroen Van Veen y al sello Brilliant Classics la oportunidad de disfrutar de una versión apasionante de una de nuestras obras favoritas (algo en lo que ya habrán reparado los lectores del blog). Van Veen, por su parte sigue muy activo en su labor interpretativa y no tardará en ver la luz una nueva versión de otra obra clave del compositor holandés como es su “Incantatie IV”. Seguiremos la pista de su obra como habitualmente mientras os recomendamos la adquisición de este “Canto Ostinato XXL”. Sus intérpretes son: Sandra y Jeroen Van Veen y Elizabeth y Marcel Bergman a los pianos junto con Aart Bergwerff al órgano.





domingo, 3 de agosto de 2014

Jacob TV - Complete Solo Piano Music (2014)



Rock, pop, música electrónica, y televisión son los puntos de partida de la obra musical del holandés Jacob Ter Veldhuis ¿qué forma adopta el resultado de tan insólita mezcla? la de algo que ha sido calificado como post-minimalismo y neo-romanticismo pero que admitiría casi cualquier término que se os pueda ocurrir, siempre que incluya un punto de provocación. Ter Veldhuis ha provocado escándalos de todo tipo: Un museo romano censuró una de sus obras por contener fragmentos de un informativo en el que se detallaban todos los problemas con la justicia de Silvio Berlusconi. Una conferencia suya en Washington en el marco de un simposio sobre el saxofón fue interrumpida por un alto funcionario cuando Jacob hablaba de su composición “Believer”, basada en la guerra de Irak y en George W. Bush. La Comisión Federal para las Comunicaciones intervino en un programa de una emisora neoyorquina en el que se radiaba la obra “Grab It!” por el uso de lenguaje inadecuado (en realidad, contenía fragmentos de entrevistas a condenados a muerte). Incluso ha llegado a ser acusado de “terrorismo musical antiamericano” por el estreno de una obra para arpa en la que el instrumento se combinaba con monólogos inconexos de una drogadicta en pleno síndrome de abstinencia grabados en las calles de Nueva York.

Con todo, su música ha alcanzado una cierta popularidad, especialmente por el uso de elementos tan ajenos a las formas clásicas como reproductores portátiles de cassettes (los boomboxes, popularmente conocidos como “loros”). La dificultad para pronunciar correctamente su nombre hizo que en los círculos musicales neoyorquinos se le empezase a conocer como Jacob TV, algo que, dado el importante contenido que su música tiene de composiciones creadas a partir de “samples” de programas televisivos de todo tipo, hizo que el propio artista adoptase el apelativo como nombre artístico. Los elementos de los que toma gran parte de su inspiración (esas muestras de programas televisivos o de discursos de importantes figuras de la cultura “pop” norteamericana) han hecho que se le haya calificado como el Andy Warhol de la música contemporánea. Como punto de partida podría parecer similar al de otros músicos que han aparecido en el blog como el Steve Reich de “Different Trains” y “WTC 9/11” o trabajos que hemos tratado muy recientemente como “My Life in the Bush of Ghosts” de Eno y Byrne y, de hecho, Ter Veldhuis llegó a escribir una carta de agradecimiento a Reich por alumbrar técnicas compositivas de las que luego él mismo se valió a lo que el propio Reich respondió que, aunque el proceso creativo podía ser básicamente el mismo, los resultados eran completamente diferentes.

Los discos que hoy comentamos son el fruto del interés de un viejo conocido nuestro como Jeroen Van Veen quien se mostró muy interesado en el repertorio para piano del compositor de cara a grabar un CD con él. Puestos ambos artistas en contacto, el material disponible excedía la duración de un sólo disco por lo que se optó por grabar dos que son los contenidos en este “Complete Solo Piano Music” en el que, como veremos, no sólo hay piezas para piano solo como reza el título.

Jacob Ter Veldhuis (Jacob TV para los que tienen problemas con su apellido).


CD 1:

“Saudade” – Comienza el disco con un encargo de Van Veen a Ter Veldhuis estrenado hace poco más de un año. El propio compositor explica el título como una palabra galaico-portuguesa intraducible a otros idiomas. Esa melancolía más conocida como “morriña” en Galicia impregna toda la pieza que tiene un aire distraído muy personal.

“Klarsichtdose Mozartkugeln” – El segundo tema es una miniatura escrita en 2008, nuevamente por encargo de Van Veen. Se utilizó en una competición para jóvenes pianistas ese mismo año.

“Sound” – Brevísima composición para piano y “boom box” (el clásico radiocassette equipado con dos grandes altavoces) estrenada en 2012. En ella escuchamos fragmentos de una entrevista a John Cage sobre los cuales el pianista interpreta breves secuencias de notas que replican de algún modo las cadencias de la voz del compositor norteamericano.

“Merry Xmas” – Volvemos al piano solo, en esta ocasión con una composición muy lenta y reflexiva escrita por Ter Veldhuis en 1997. En ella no podemos evitar ver un reflejo de la influencia del propio Cage en la música del compositor holandés. Las notas se van sucediendo de un modo parsimonioso casi sin llegar a desarrollar una relación melódica. Sin embargo, el efecto que causa en el oyente es de una profunda melancolía.

“Postnuclear Winterscenario No.1” – Cuenta el compositor que durante el desarrollo de la primera Guerra del Golfo, en 1991, pasó por una especie de bloqueo perdiendo la capacidad de hablar a causa del sinsentido de aquellos acontecimientos. Mientras veía las noticias en las que alguien hablaba de la situación en que quedaría el planeta en caso de que el conflicto se extendiera y diera lugar a un enfrentamiento con armas nucleares, surgió el concepto del invierno nuclear que inspiró esta pieza, en palabras del propio compositor “probablemente la pieza más simple que jamás he escrito”. Consiste en la repetición continua de una misma nota (Mi) acompañada de un escueto armazón armónico formado por otras cuatro notas (Si, La, Sol y Fa sostenido).

“Where the Heart Is” – Una composición que nos recuerda mucho a las obras de La Monte Young que consistían en simples instrucciones para el ejecutante que debía salir al escenario con un saco de alfalfa (por ejemplo) con el que alimentar al piano. En este caso, el mandato es simple: el intérprete debe llevar consigo un martillo y situarlo sobre el instrumento en un lugar visible para el público y de fácil acceso para él mismo desde su asiento. Poco antes de concluir la pieza debe hacerse con él, elevarlo sobre su cabeza como si fuera a golpear el piano y dejarlo caer a su espalda. Al margen de golpes de efecto escénicos imposibles de trasladar al CD (salvo por el sonido del martillo cayendo al suelo) y centrándonos en la música, la obra es similar en cierto modo a la anterior “Merry Xmas” en cuanto a la lenta cadencia con que se va desarrollando toda ella durante los primeros minutos. Luego hay un giro en el que el ritmo se incrementa notablemente dando paso a interesantes secuencias mucho más interesantes. La segunda mitad de la composición combina súbitos “acelerones” y momentos más tranquilos para terminar conformando una de las piezas más atractivas del disco.

“Toccata” – Explica el músico en el libreto del disco la procedencia de la inspiración para la pieza que explica la teatral puesta en escena de parte de la misma. Cuenta que hace varios años se encontraba en España, en el campo cuando por la noche escuchó un extraño sonido que no fue capaz de reconocer: una especie de sucesión de tonos cortos y agudos que se repetían con una regularidad casi matemática. Pensó que se trataría de algún tipo de transmisor de señales y no le dio más importancia hasta que volvió a escuchar lo mismo un año después en Italia. Tras investigarlo descubrió que el extraño sonido procedía de una especie concreta de lechuza. Pensó entonces en tratar de emular ese sonido, como ya hiciera en su momento Olivier Messiaen. En la pieza, que comienza como una simple serie de notas enfrentadas, éstas van multiplicándose hasta alcanzar un densidad y complejidad tal que obliga al intérprete, en un momento determinado, a tocar una nota (el Re central del piano) con su nariz mientras ejecuta el resto de ellas con ambos brazos extendidos resultando así la posición del ejecutante una imitación perfecta de la lechuza en vuelo. Lo cierto es que, anécdotas al margen, obra es otro magnífico ejemplo de piano contemporáneo con notables influencias, una vez más, de John Cage.

“Honky Tonk Blues” – Cambiamos de estilo con un breve blues escrito en 1999 para el pianista Marcel Worms. Una pieza muy refrescante tras la complejidad de las anteriores.

“Views from a Dutch Train” – En su primera versión, esta pieza fue escrita para dos acordeones pero más tarde se adaptó para dos pianos. Aquí está interpretada por Jeroen y su esposa Sandra. Emula las vistas del paisaje holandés desde un tren (cada piano representaría el panorama desde cada uno de los lados del vagón). Quizá sea esta la primera pieza de todo el disco que podría calificarse abiertamente como minimalista.

“The Body of Your Dreams” – Llegamos ahora a una de las piezas que ejemplifica más fielmente el tipo de obras que han dado fama al compositor. Ter Veldhuis parte de un típico anuncio de teletienda en el que ofrecen un maravilloso cinturón que permite al usuario perder peso sin esfuerzo gracias a unas supuestas propiedades vibratorias. El músico utiliza “samples” del video comercial, los manipula, hace bucles con ellos, los mezcla entre sí y construye melodías para el piano a partir de la propia cadencia de las voces. En este sentido, la proximidad con la obra de Reich es evidente pero la adición de percusiones programadas, sintetizadores y demás instrumentación acerca más la obra a un pop de vanguardia que a la del pionero del minimalismo. Creemos que el lector habitual del blog encontrará muy interesante esta pieza en particular.



“Off & On Situation Blues” – En la misma línea que la pieza anterior pero con un resultado mucho más cercano a Reich se encuentra esta breve pieza en la que los samples vocales proceden de entrevistas a prostitutas cocainómanas en el programa de Jerry Springer. Una composición fantástica aunque quizá demasiado corta.



CD 2:

“Piano Concerto No.2, Sky Falling” – El segundo disco se centra en composiciones formalmente más convencionales. La primera es este concierto para piano interpretado por la Netherlands Radio Chamber Philharmonic bajo la dirección de Thierry Fischer. El pianista no es Jeroen Van Veen por una vez sino Ronald Brautigan. El título del mismo hace referencia a una frase de un reportero especializado en economía que decía desde Wall Street en 2008, en pleno comienzo de la crisis actual, que “el cielo no se estaba cayendo” quitando importancia a la gravedad de la situación. Ter Veldhuis subtituló sarcásticamente su concierto como “el cielo cayendo” cuando lo escribió un año después a la vista de los acontecimientos. La obra es una de las más “convencionales” de su autor quien lo explica  de la siguiente manera: “cuando escucho una orquesta sinfónica, inmediatamente se apodera de mí una sensación de nostalgia; probablemente porque lo normal es que su repertorio proceda de un tiempo muy anterior y porque la propia orquesta no ha cambiado demasiado en los últimos 200 años. Así, cuando escribo para orquesta, trato de no forzarla demasiado hacia lo contemporaneo y trato de “preservar” lo que tiene de sublime su sonido”. En nuestra opinión, el manejo de la orquesta por parte del compositor es notable y este concierto es un magnífico ejemplo de ello.

“Pianoboek 1” – El primero de los dos libros de piano incluidos en el disco está fechado en 1979 y el músico lo escribió para su primera novia que estudió con él en el conservatorio. Aparentemente faltarían al menos dos piezas ya que las nueve aquí contenidas están numeradas del 1 al 11 faltando las que ocuparían el número 5 y el 10 respectivamente. Todas las piezas son muy breves (alrededor del minuto de duración) y funcionan como una especie de estudios minimalistas, por llamarlas de algún modo.

“Pianoboek 2” – El segundo libro es de 1986 y las piezas son algo más largas (no demasiado) y complejas en palabras de su autor. El libro comprende nueve composiciones que, a grandes rasgos, siguen una línea muy similar a las que integraban el primer libro.

“Intervallen” – Cerrando la obra encontramos en un sólo corte, 12 estudios escritos para pianistas aficionados basados en sendos intervalos clásicos: segunda menor, segunda mayor, tercera menor, tercera mayor, cuarta perfecta, quinta disminuida, quinta perfecta, sexta menor, sexta mayor, séptima menor, séptima mayor y octava perfecta. Fueron escritos en 1988 como divertimento personal y en ellos encontramos trazas de Satie.




Los lectores que tengan cierta afinidad hacia la corriente minimalista entendida en un sentido amplio, pueden disfrutar mucho con este disco de Jacob Ter Veldhuis aunque, con un par de excepciones, no tiene mucho que ver con su faceta más experimental y conocida. Trataremos de profundizar en ella más adelante aunque sus grabaciones no son fáciles de encontrar a buenos precios. Quizá esta iniciativa de Van Veen sea sólo la primera de una serie de grabaciones en las que podamos ir descubriendo el resto de la obra de Jacob. En tal caso, estaremos de enhorabuena. Podéis adquirir el disco hoy comentado en los enlaces habituales:

klassiekshop.nl

vanveenproductions.com

Nos despedimos con un "trailer" del disco:

 

domingo, 22 de junio de 2014

Jeroen Van Veen - Piano Music (2014)



Recientemente, en una respuesta a un comentario de un lector, anticipábamos la noticia de la aparición en el sello Brilliant Classics de una caja dedicada a la música de Jeroen Van Veen. Los habituales estaréis ya muy familiarizados con este intérprete que ha aparecido por aquí en un buen número de ocasiones, la gran mayoría de las cuales relacionado con la música de su compatriota Simeon Ten Holt. Hoy toca hablar de su obra propia que le situaría en una posición destacada dentro de la rama más popular del minimalismo europeo que ha ido conformándose en los últimos años. Los más fieles recordarán la entrada que le dedicamos a la caja “Minimal Piano Collection” en la que Van Veen repasaba distintas músicas de clásicos del género como John Adams, Philip Glass, Wim Mertens, Michael Nyman o Yann Tiersen entre otros. En un segundo volumen que en algún momento tendremos que comentar, el pianista holandés amplió el repertorio de autores y se atrevió a incluir los dos primeros libros de sus “Minimal Preludes” así como alguna que otra pieza breve. Es ahí donde retoma la grabación de sus propias obras nuestro artista  que nos brinda en esta caja titulada, simplemente, “Piano Music” una oportunidad inmejorable de conocer su faceta como compositor.

Sandra y Jeroen Van Veen


La caja consta de cinco discos, el primero de los cuales está dedicado en su integridad al tercer libro de “Preludios Minimalistas”, escritos entre 2008 y 2012. Conforman el libro un total de siete preludios numerados de forma peculiar del 25 al 37 faltando el que haría el número 30 y viéndose desplazados los que ocuparían los ordinales del 32º al 36º al cuarto libro. Es complicado entrever un estilo propio en los preludios ya que buena parte de ellos, por una u otra cosa, termina por recordarnos algunos “clichés” de la larga nómina de músicos que Van Veen ha interpretado en estos años. Así, el primero de la serie (el nº 25) tendría un estilo cercano al de Yann Tiersen. Curiosamente, y de modo contrario a lo que cabría esperar, el extenso preludio nº 26, homenaje a Philip Glass sí que nos deja vislumbrar detalles originales bajo el envolotorio “glassiano”. Continúa el disco con la más breve de las piezas, una animada danza realmente brillante que se nos hace demasiado corta y más cuando precede al extensísimo preludio nº28 de más de media hora de duración. Es éste una obra llena de dinamismo que explota a la perfección las cualidades rítmicas del piano y el efecto hipnótico de la repetición. En el libreto que acompaña la caja, Van Veen habla de su música como “música de LEGO” en referencia al célebre juguete de construcciones que todos disfrutamos en la infancia. Nos llama la atención este modo de describir su obra ya que nos recuerda mucho la brillante definición que una amiga nos hizo del “Canto Ostinato” de Simeon Ten Holt cuando lo escuchó por primera vez: lo calificó como “un tetris musical”, concepto que sería básicamente el mismo que aplica el propio Van Veen a su obra. Sin alcanzar la profundidad ni el desarrollo de la obra maestra de Ten Holt, el preludio nº 28 es una muy notable pieza de música en la que se filtran muchas influencias siendo la que más nos llama la atención la presencia de un sentido dramático que nos parece reflejo del mejor Piazzolla en la sección central, antes del regreso al tema principal. Con la llegada del preludio nº 29 asistimos a un cambio radical de estilo. Van Veen nos muestra su lado más profundo, pausado, casi estático, jugando en la imaginaria frontera entre el impresionismo y el minimalismo con una mano en Arvo Pärt y la otra en Ludovico Einaudi si tan disparatada combinación tuviese alguna posibilidad de plasmarse en música. Y si la referencia a Einaudi era marginal en la pieza anterior, en el preludio nº 31 nos parece bastante más clara, algo comprensible si tenemos en cuenta que Van Veen ha publicado recientemente una antología de siete discos (prolífico nuestro hombre) dedicada al italiano. El último corte del disco lo ocupa el preludio nº 37, subtitulado “goodbye Nokia”. La explicación es más que evidente cuando escuchamos la pieza y comprobamos que se trata de una serie de variaciones y juegos más o menos ocultos sobre el famoso tono que se convirtió en emblema de la compañía de teléfonos móviles sacado realmente, como es bien sabido, de una composición del español Francisco Tárrega. Es esta última la única composición del disco para piano a cuatro manos.



El segundo de los discos de la caja contiene tres obras, comenzando por el cuarto libro de preludios que consta, como avanzamos antes, de los que van del 32º al 36º añadiéndose también el 38º. Como ya ocurriera en muchos de los preludios del libro anterior, en el inicial de la colección se mezcla un ambiente propio de Satie con un tipo de melodías que nos acercan al italiano Einaudi. Es por tanto una pieza de agradable escucha aunque puede pecar, a veces, de superficial, especialmente por la excesiva repetición de los motivos principales. Los primeros momentos del preludio nº 33, sin embargo, nos remiten de un modo inequívoco a Glass. Concretamente al Glass solemne de la primera y quinta parte de “Metamorphosis”. Hay un cambio importante poco después con lo que se parecería mucho a un arreglo para piano solo de “Organic” de la banda sonora de “Koyaanisqatsi”, originalmente para flauta y orquesta, también obra de Glass. Ambas secciones se alternan varias veces incrementándose la duración de la segunda y apareciendo un segundo intérprete en la figura de Sandra Van Veen que oficia de tercera y cuarta mano en el tramo final de la pieza. Llegamos así al preludio nº 34 que, a pesar de las pocas escuchas que le hemos dado aún a toda la caja, tiene todas las papeletas para convertirse en uno de nuestros favoritos. Muy rítmico y con una acertada melodía, la evolución de la misma que se diría construida con técnicas del librillo de Simeon Ten Holt consigue que no decaiga en ningún momento y que nos quedemos con ganas de mucho más (no en vano, es la pieza más breve del CD a pesar de alcanzar los seis minutos). Los preludios reflejan en muchos casos la música con la que Van Veen trabajaba en el momento de su composición. Así, mientras grababa la versión para órgano y tres pianos de “Canto Ostinato”, escribía el preludio nº 35 para dos pianos y órgano, dedicado a Aart Bergwerff, organista que intervenía en aquella grabación. Nos resulta una pieza muy atractiva por sí misma que muestra suficientes rasgos originales como para no vincularla a ningún tipo de influencia de otro artista más allá de la del propio minimalismo como género. El 36º preludio vuelve a sumergirnos en un estado de calma casi absoluta con notas que van cayendo lentas, cadenciosas, perezosamente desde el piano sin levantar apenas al vuelo. Algo así como “Fur Alina” de Arvo Pärt aunque con una cierta energía subyacente que parece estar a punto de salir por alguna parte en cualquier momento y que tendría algo de Michael Nyman. En cualquier caso, Van Veen no nos permite escuchar cómo sonaría esa hipotética explosión de sonido. Por fin, el último de los preludios, numerado con el 38, es una veloz composición en la que creemos reconocer una sólida influencia del maestro Ten Holt. Con todo, es uno de los mejores de toda la colección y no decae en ningún instante a pesar de durar casi quince minutos.

Continúa el disco con “Ballade for Frank” pieza de 2012 para piano y carillón que no es sino una adaptación del preludio nº32 con el que se abría el disco. La presencia de un instrumento como el carillón condiciona cualquier composición en la que es utilizado y no siempre para bien aunque aquí nos parece un hallazgo muy agradable. Cerrando este segundo volumen de la caja nos encontramos con “Slash”, del mismo año que la anterior y compuesta para dos pianos preparados. Es éste un instrumento realmente complicado de tocar (y, especialmente, de preparar) para que suene aceptablemente bien. En la reciente caja dedicada por Van Veen a diferentes versiones de “Canto Ostinato” que comentamos en su momento, era precisamente el sonido recargado del piano preparado en la versión de la obra para ese instrumento el mayor “handicap” que nos impidió disfrutar de aquella grabación. Ese mismo problema lo tenemos aquí ya que el timbre que oímos no nos recuerda nunca al de un piano como sí lo hace en otras grabaciones que hemos escuchado para este instrumento, principalmente de piezas de su creador, John Cage.

El tercer disco recoge la tercera y la cuarta parte de “Incanto” (las dos primeras aparecieron ya en la “Minimal Piano Collection”). El título y el origen rítmico de ambas composiciones tiene una explicación realmente curiosa y es que, según dice el propio autor, “Incanto” fue la primera cafetera que se compró y que poseía, en palabras de Van Veen “un sonido y rimo específicos muy particulares”. Lo cierto es que el oyente desprevenido podría confundir la pieza (especialmente “Incanto nº 3”) con una adaptación de “Canto Ostinato” ya que los ritmos y las breves células melódicas que la componen tienen un cierto parecido con las de esa composición. Desde nuestro punto de vista, “Incanto” es la composición más puramente minimalista de toda la caja. Aparece primero en orden de escucha “Incanto nº 3, en la que melodías y ritmos son muy cambiantes formando un todo muy atractivo perfectamente diseñado para la interpretación del matrimonio Van Veen a dos pianos. A continuación, y a modo de interludio, se encuentra una composición de este mismo año para piano y cinta magnetofónica titulada “Minimal Blurrr” que es algo muy cercano a los experimentos “ambient” de Brian Eno en compañía de Harold Budd: pianos etéreos, casi líquidos en algunos momentos, acompañados de diferentes efectos de sonido. Es una pieza breve para lo habitual en el compositor pero muy notable por cuanto tiene de indagación en territorios que no son los habituales en el músico holandés. La pieza que mayor peso tiene en el disco es “Incanto nº4” cuyas tres partes superan los 50 minutos de duración. La música va creciendo de un modo paulatino a partir de una breve célula melódica que se presenta de forma suave, como no queriendo causar ninguna molestia. Poco a poco, repetición tras repetición, el motivo va ganando en complejidad e intensidad atrapándonos poco a poco en una tupida red de sonido. La inclusión de “Minimal Blurrr” entre las dos partes de “Incanto” tiene mucho más sentido al escuchar ésta composición ya que puede ser entendida como una perfecta transición: a pesar de haber sido escrita más tarde. En “Incanto nº4” también es muy fuerte la presencia de Harold Budd por lo que el orden escogido para el disco nos parece muy coherente. El autor divide la pieza en tres partes siendo la primera la de mayor duración (supera la extensión conjunta de las otras dos). Durante la misma asistimos a toda una serie de repeticiones de un mismo motivo en las que se alterna la velocidad, los acentos de la melodía, las tonalidades, etc. mientras se mantiene casi inalterable otra línea melódica que hace las veces de bajo continuo. El mismo juego se repite en las dos partes restantes en las que la base melódica es prácticamente la misma interpretada en una octava diferente. Como resultado de esto, la segunda parte es más grave, solemne, y el autor adapta también el “tempo” de la propia ejecución para contribuir a un ambiente de mayor severidad. En todo caso, hay una importante evolución en la pieza que tiene que ver con un incremento progresivo del ritmo que termina por variar nuestra percepción de forma radical conforme avanzan los minutos. Llegados al ecuador del movimiento, Van Veen vuelve a ralentizarlo todo al extremos para recomenzar el proceso compositivo anterior introduciendo sutiles matices rítmicos de modo que el resultado termina siendo, como rezaba el título en latín de una obra de Ten Holt: “eadem sed aliter” (lo mismo pero de otra manera). La tercera parte de “Incanto nº4” vuelve al motivo inicial de la primera para desarrollarlo de modo similar, con una mayor economía de medios al principio, una austeridad a la hora de incorporar variaciones que no hay con confundir con falta de ideas en modo alguno. Nos resultan particularmente destacables los últimos minutos de la pieza en la que asistimos a una verdadera exhibición de cómo organizar eficazmente los diferentes motivos que han ido apareciendo en los largos minutos anteriores para conseguir un final apoteósico. Una verdadera delicia.

El cuarto disco de la serie recoge tres obras recientes. La primera de ellas, escrita en este mismo año, lleva por título “The Four Elements” y consta de cuatro partes dedicada, efectivamente, a cada uno de los cuatro elementos clásicos. Es una obra para piano y cinta magnetofónica, formato que parece interesar mucho en los últimos tiempos a su autor. Se abre con “Air”, composición que nos recuerda mucho a su “Minimal Blurrr” tanto por su estructura como por las similitudes con el sonido de Harold Budd. La misma tónica sigue con “Water”, tema “ambient” que podría formar parte de cualquier disco del dúo Budd y Eno de sus mejores épocas. Algo más de intensidad aunque sigue discurriendo por parámetros similares encontramos en “Earth”, con un mayor peso melódico y más cercano a planteamientos minimalistas que ambientales. Cerrando la obra tenemos “Fire”, quizá la más interesante de la serie en términos de sonido y juegos tímbricos. En conjunto, “The Four Elements” contiene música a tener muy en cuenta aunque se mueva en una línea un tanto indefinida que separa cierto minimalismo del “ambient” más clásico. Como ambos géneros gozan de nuestras preferencias, disfrutamos sin problemas de esta pieza que, sin embargo, sospechamos que gustará más a los afines a los experimentos de Eno o Budd que a los seguidores de un Steve Reich o un Philip Glass. Continúa el disco con un arreglo actual de “Repeating History”, obra de 2010, para 2 pianos. Como sugiere el título, en ella Van Veen hace un repaso por la historia de la música repetitiva adaptando nada menos que el “preludio en do” del primer libro de “El Clave Bien Temperado” de Johann Sebastian Bach al lenguaje minimalista. Se trata, en realidad, de una pieza que ya tiene en su concepción original un componente repetitivo fundamental pero Van Veen la somete a un proceso de, llamémosle, deconstrucción profundizando en algunos aspectos “minimalistas” de la obra que son potenciados de forma que el oyente sienta que está en presencia de una pieza contemporánea. La última obra contenida en el cuarto disco es “Molly”, composición para dos pianos de 2013 que no encierra sorpresa alguna (y menos si se escuchan del tirón todos los discos de la caja). Van Veen nos ofrece un nuevo ejemplo de estructuras que siguen los principios más o menos aceptados de la composición minimalista con células breves que van cambiando con cada repetición, algo que se ve muy beneficiado de la utilización de dos pianos (la pieza tiene también versión para cuatro) que permite una mayor riqueza en las variaciones y un mayor rango de elementos sonoros con los que jugar en cada momento. Como curiosidad, la obra está dedicada a Sandra Mol que no es otro que el nombre de soltera de Sandra Van Veen, esposa de Jeroen y 50% de Piano Duo, el nombre artístico que el matrimonio ha escogido para sus discos y conciertos conjuntos.

Trailer promocional de "NLXL" con la música de Van Veen

El quinto y último disco de la colección recoge una extensa obra conceptual titulada “NLXL”, mismo título que el libro de fotografías de Karel Tomeï en el que está basada. En su libro, el artista recoge una serie de panorámicas aéreas de diferentes paisajes de Holanda, centrándose en las estructuras geométricas de todo tipo que ofrecen los campos, las ciudades, etc. (no es esta la primera vez que Van Veen se inspira en la obra de Tomeï para alguno de sus discos ya que la portada de la caja “Solo Piano Music” dedicada a Simeon Ten Holt utilizaba ya una imagen del libro “NLXL”). Van Veen agrupó las imágenes por temáticas y compuso una serie de piezas breves para diferentes instrumentos de teclado que estarían basadas en cada escena. Alternándose entre los diferentes grupos de composiciones podemos escuchar sonidos grabados en localizaciones físicas a modo de guía que ayude al oyente a situar cada pieza junto a su correspondiente entorno visual. Al margen de su gran extensión, “NLXL” es también la obra de la caja que presenta una mayor variedad musical lo que incluye también un gran número de instrumentos que incluyen dos pianos, pianos eléctricos, sintetizadores, pianos de juguete y grabaciones en cinta. A pesar de existir hasta 27 cortes en el disco, si atendemos a la división en “soundscapes” del mismo nos encontraríamos con 10 partes diferentes. La primera haría referencia a imágenes del Mar del Norte y aparece prologada por unas notas dispersas de piano de juguete acompañada de efectos sonoros de olas rompiendo en la costa. A partir de ahí escuchamos el primer tema musical en el que piano, piano de juguete y sintetizadores se alternan en la ejecución de la melodía central. La sola presencia del piano de juguete nos traslada de forma inevitable a la música de Yann Tiersen con la que encontramos importantes similitudes en este movimiento. La segunda parte estaría centrada en imágenes de dunas y se nos presenta tras una serie de efectos sonoros de pájaros. La música insiste en la melodía de la parte anterior a la que se añaden algunos temas nuevos de acompañamiento pero el gran cambio viene de la mano de la instrumentación, casi por completo electrónica durante toda esta sección. Más trinos de pájaros hacen las veces de transición hacia la tercera parte, dedicada a la pequeña población de Oud-Maarsseveen, principalmente dedicada a la agricultura y en la cual, la distribución geométrica de las fincas, vista desde el aire, ofrece preciosos espectáculos repetitivos muy acordes con la música que sigue sonando muy cercana a los planteamientos estéticos de Yann Tiersen en los primeros instantes para girar de forma radical hacia una especie de duplicado del Philip Glass de los momentos más intensos de bandas sonoras como “Koyaanisqatsi”. Una serie de sonidos de automóviles nos ponen en situación sobre el siguiente entorno visual que aborda Van Veen en la obra: la autopista A-10 cercana a Amsterdam. De nuevo asistimos a una importante similitud con el Glass de “Koyaanisqatsi” pero esta vez, no en cuanto a las melodías sino en cuanto a la sonoridad con un órgano afilado muy próximo al que abría aquella obra del compositor norteamericano. El tema musical, en cambio, es una nueva variación del que podemos considerar ya como el leitmotiv de toda la obra. Un nuevo cambio nos introduce en la sección dedicada a los trenes en la volvemos a escuchar una música con una gran influencia de Philip Glass y es que parece evidente que, a la hora de poner música a imágenes, Van Veen se ha dejado influir por el compositor que más ha trabajado en ese campo de todos los pertenecientes a la corriente minimalista y alrededores. Sólo el último segmento de esta parte nos muestra a un Van Veen original, con un cierto aire clasicista que se deja notar especialmente en la miniatura que cierra la sección de los trenes. La sonoridad electrónica y el tono barroco de la obra nos hacen pensar inmediatemente en los trabajos seminales de Wendy Carlos dedicados a J.S.Bach. Llegamos a la siguiente parada del recorrido; nada menos que Amsterdam. Escuchamos como presentación los típicos sonidos urbanos, ambulancias, tranvías, coches que llevan la música alta, etc. Van Veen cambia de nuevo de discurso introduciendo ritmos electrónicos y timbres algo más agresivos en sus teclados. La música no tiene ahora nada que ver con ninguna otra que hayamos escuchado en la caja y se acercaría más a planteamientos estéticos de autores no estrictamente minimalistas como Clint Mansell o a minimalistas de las últimas generaciones como Max Richter o Geoff Smith. Por su originalidad dentro de la obra, tenemos que destacar este corte titulado “Industrial Threat” como uno de los mejores de todo el trabajo. Tras él pasamos al siguiente “soundscape” dedicado a la industria. Para ello, Jeroen hace una referencia nada velada al “Canto Ostinato” de Ten Holt utilizando las siete notas iniciales de la obra para, mediante su repetición continua a cargo de diferentes instrumentos, crear una pieza independiente que comienza igual pero se desarrolla de forma completamente diferente mostrándonos las infinitas posibilidades de este modo de componer en el que, al igual que ocurre con los fractales en matemáticas, la menor variación en cualquier parámetro crea una multiplicidad de nuevas posibilidades realmente inabarcable. Llegamos así a la penúltima parte de la obra, encabezada por un “soundscape” titulado, simplemente, “Extrema”. En él escuchamos un ritmo discotequero que nos sugiere un nuevo giro de 180º en la obra pero que no sigue por los mismos derroteros ni mucho menos. Asistimos ahora a una serie de cortas pero poderosas secuencias de piano que se suceden formando una interesante red de sonido que termina revelándose como una de las más interesantes partes de toda la obra. En su parte final vuelve la referencia a Glass que ya escuchamos en la sección dedicada a la autopista A-10. El último tramo de “NLXL” está centrado en el barrio de “Zaanse Schans”, uno de los más pintorescos de toda Holanda en el que se conservan varios molinos de postal, casas de cuento infantil, museos de zuecos tradicionales y demás atractivos turísticos. Se guarda para el final nuestro músico algún as bajo la manga como la sensacional pieza titulada “Sliced Country”, una maravilla llena de ritmo en la que explota sus mejores cualidades como compositor e intérprete. Como cierre de la obra y al mismo tiempo de la caja, Van Veen realiza una recapitulación de la misma centrándose en el tema central con el que ésta daba comienzo más de una hora atrás. Podéis disfrutar de una versión en directo de "NLXL" al completo cortesía del propio Van Veen a través de su canal de youtube:



Nos produce una gran satisfacción comprobar cómo intérpretes de la talla de Van Veen, no sólo pelean por un tipo de música en el que creen contra la opinión de sus maestros que le decían que “no hay futuro en la música minimalista” sino que además, encuentran tiempo para escribir su propia música que se nos muestra aquí como llena de interés. Van Veen ya demostró que podía destacar en la música "clásica" como intérprete (su grabación de "Les Noces" de Stravinsky para cuatro pianos es considerada por muchos como la mejor interpretación de esa obra) pero escogió otro camino diferente. Cierto es que aún le falta liberarse del todo de algunas influencias que todavía se dejan notar con demasiada nitidez (aunque intuimos que es algo buscado conscientemente por el artista) pero poco a poco va edificando un discurso propio que, habida cuenta de su juventud, tiene que dar aún muchos momentos de disfrute a sus oyentes. Esto no significa en modo alguno que vaya a abandonar su labor divulgativa a la hora de grabar la obra de otros compositores no demasiado conocidos por el gran público ya que mientras escribíamos estas líneas os llega la noticia de la próxima publicación de otra colección a cargo de Van Veen dedicada a la música para piano de otro compatriota suyo: Jacob Ter Veldhuis en Brilliant Classics. Esperamos ese disco con impaciencia mientras disfrutamos de la obra propia de Jeroen.

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Os dejamos con una pequeña muestra de varias de las piezas contenidas en la caja: