Mostrando entradas con la etiqueta Edgar Froese. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Edgar Froese. Mostrar todas las entradas

domingo, 31 de marzo de 2024

Tangerine Dream - Thief (1981)



Aunque ya habían hecho la banda sonora de “Sorcerer”, de William Friedkin, unos años antes, podemos considerar “Thief” como el verdadero debut en Hollywood de Tangerine Dream por muchos motivos. Como contaba Edgar Froese, cuando se les contrató para hacer la música de “Sorcerer”, entregaron el material antes incluso de que se empezase a rodar la película y fueron luego los encargados del montaje los que decidieron qué partes de la música utilizar y dónde encajarían dentro del film. Con “Thief” fue diferente. El encargo surge de una recomendación del propio Friedkin a Michael Mann para que contratase a la banda alemana. Mann aún no era el director de culto que es hoy en día y apenas había rodado algunas series y una película para televisión por lo que tampoco tenía tanto donde elegir para el que sería su debut en la gran pantalla así que hizo caso a su amigo y contrató a la banda de Froese.


Mann envió a la banda un VHS con un montaje casi cerrado de la película a mediados de 1980 junto con algunas indicaciones de cómo quería que sonase la música en cada momento y los miembros de Tangerine Dream aprovecharon una gira por los Estados Unidos poco después para entregar al director una versión preliminar del trabajo y para contrastar con él el resultado. De aquella reunión salieron varias sugerencias que pudieron influir para mal en las críticas que recibió la música tras el estreno de la película ya que el director insistió en que quería algo frío y mecánico lo que hizo que alguna parte terminara por ser demasiado obsesiva (“irritante” llegó a decir Schmoelling en su momento). Michael Mann quería que la música fuera parte importante de la experiencia del espectador y escogió para lograrlo una mezcla del sonido que en algunas escenas tenía un volumen desacostumbradamente elevado para lo habitual en el cine hasta entonces. Incluso intentó cambiar otras cosas llegando a agotar la paciencia de Froese quien contaba que “Mann tenía muy claro cómo quería que fuera la banda sonora. Nosotros ya teníamos todo compuesto así que le explicamos todo sobre técnicas de grabación, mezcla y masterización, le dimos las cintas y le dijimos: ahí lo tienes, hazlo como te guste. Tras tres o cuatro días intentándolo sin resultados que le convencieran, Mann desistió de intentarlo y se quedó con la música tal y como se la entregamos”. A última hora, sin embargo, el director vio que necesitaba alguna cosa más para una escena concreta pero la banda ya estaba en otros asuntos y no le iba a ser posible componer nada más por lo que Mann recurrió al compositor Craig Safan (quien poco después haría la banda sonora de la serie “Cheers”) para escribir alguna pieza más que solo aparecería en la versión para el mercado americano de la banda sonora.


En aquel momento, Tangerine Dream era una banda adaptándose aún al último cambio de miembros con la incorporación de Johannes Schmoelling. El teclista ya había participado en “Tangram” y en los conciertos que dieron lugar al disco “Pergamon” aunque su integración “creativa” en la banda no sería completa, probablemente, hasta el siguiente trabajo de estudio: “Exit”. En todo caso, tengamos claro que el tercer miembro de la banda en “Thief” junto a Edgar Froese y Christopher Franke es Schmoelling y no Peter Baumann como se indica erróneamente en alguna reedición del disco.


“Beach Theme” - El disco comienza de un modo sorprendentemente melódico para lo que era la música de Tangerine Dream hasta la fecha pero eso iba a ser una característica importante en la etapa de Schmoelling en la banda. Es una pieza tranquila con un cadencioso ritmo de batería que según algunas fuentes fue una adición posterior por orden de Michael Mann y sin permiso del grupo. El tema central está interpretado a la guitarra eléctrica y los sintetizadores hacen funciones fundamentalmente de apoyo. Un buen tema para abrir el trabajo.




“Dr.Destructo” - La percusión es la principal protagonista en una pieza muy rítmica en la que de nuevo la guitarra tiene un gran peso aunque esta vez en un tono mucho más oscuro y agresivo. El corte es monótono y habría que ver su encaje con las imágenes de la película porque como escucha independiente no termina de funcionar del todo bien.


“Diamond Diary” - Continuamos con el tema más largo del disco (el único que supera los diez minutos de duración). El inicio es ambiental con diferentes capas de sintetizadores que se superponen unas a otras y recuerdan por el tipo de sonido a algunos momentos del disco “Force Majeure” (1979). Según avanza la música, la luminosidad inicial se disipa y aparecen matices más tenebrosos que desembocan en un espectacular juego de secuencias marca de la casa complementado de nuevo con las guitarras eléctricas. En la segunda mitad empieza a definirse lo que será el sonido de la banda en los ochenta con mucho sintetizador digital, sonidos menos elaborados y melodías muy sencillas. Unos Tangerine Dream más accesibles y con algo menos de gancho que en la etapa anterior pero que aún suenan atractivos.


“Burning Bar” - Llegamos a una de nuestras piezas favoritas del disco, llena de sabor setentero y aromas de la Escuela de Berlín: una secuencia electrónica muy atractiva adornada por todas partes con efectos y sonidos de esos que hacen las delicias de los aficionados al género. La melodía aparece más tarde y es extremadamente sencilla (apenas unas notas agrupadas de dos en dos). La lástima es que la composición no dure un poco más porque, un poco más trabajada, podría haber sido algo similar al “Arpegiator” de Jean Michel Jarre, compuesto más o menos por las mismas fechas.




“Beach Scene” - En las bandas sonoras es habitual que se repitan motivos y en este caso podemos escuchar una variación de la composición que abría el trabajo con algo más de énfasis en los teclados y un mayor desarrollo que ya podemos apreciar desde la introducción, más ambiental y larga que en el corte inicial. Esta pieza no aparecía en la versión americana de la banda sonora, que contenía en su lugar la pieza de Craig Safan que mencionamos antes, pero sí formaba parte de las ediciones europeas.


“Scrap Yard” - Volvemos a la electrónica secuencial con un toque melódico centrado en un pegadizo motivo que se repite continuamente. Es algo que va a caracterizar la evolución de la música de la banda en esta década y que ya se apuntó en el citado “Force Majeure” o en “Stuntman” (1979) de Edgar Froese en solitario. Como nos pasa con muchos de los cortes del disco, el mayor problema que le vemos es la corta duración, seguramente motivada por el hecho de que es música destinada a acompañar una escena concreta de la película. El potencial de este tipo de piezas se nos antoja realmente mucho mayor.




“Trap Feeling” - Llegando al final del disco nos encontramos el tema más ambiental del trabajo. Solo capas de sintetizadores con algún ligero efecto sonoro. Nada de batería, guitarras o potentes secuencias y, sin embargo, nos gusta mucho, especialmente si lo tomamos como una transición hacia el corte final.


“Igneous” - El cierre no es realmente una composición nueva sino una nueva mezcla más reducida de “Thru Metamorphic Rocks”, esa espectacular locura que cerraba el disco “Force Majeure” del que esta banda sonora se podría considerar como una especie de hermana pequeña pese a que en aquel trabajo aún no estaba Schmoelling.


Pese a las fricciones iniciales, la relación entre Mann y Tangerine Dream fue buena y, de hecho, les encargó una banda sonora más: “The Keep”. De todas formas, la acogida popular de la música no fue del todo buena en un primer momento. Quizá por la falta de costumbre del público a la hora de escuchar una banda sonora, no ya electrónica, sino principalmente secuencial, hubo muchas opiniones negativas que llevaron, incluso, a la nominación de Tangerine Dream a los premios “Razzies” de 1981 a la peor banda sonora del año. Sin embargo, si hablamos de crítica profesional, la cosa cambiaba mucho y las reacciones y críticas fueron muy buenas lo que abrió de lleno el mercado americano de las bandas sonoras para la banda hasta el punto de firmar más de quince en lo que quedaba de la década de los ochenta. Estas eran, en su mayoría, trabajos que la banda utilizaba como vía de financiación para adquirir nuevos equipos y mejorar, en general, las condiciones para su producción posterior. No hemos escuchado buena parte de esas músicas pero las que conocemos no nos parecen tan inspiradas como esta de “Thief” que tiene como mayor “pero” su escasa duración de apenas 40 minutos.

jueves, 11 de mayo de 2023

Tangerine Dream - Raum (2022)



El fallecimiento de Edgar Froese en 2015 parecía poner punto final a la trayectoria de Tangerine Dream como banda dado que se trataba del único miembro fundador que quedaba en el grupo y también de su principal impulsor, especialmente en las últimas tres décadas de existencia de la mítica formación alemana. Tangerine Dream siempre habían sido Edgar Froese y los músicos que en cada momento le acompañaban. Algunos tuvieron más peso que otros pero quien nunca dejó de ser importante fue el bueno de Edgar.


En el momento de la muerte de Froese, Tangerine Dream estaban integrados por Thorsten Quaeschning, Ulrich Schnauss y la violinista y violonchelista Hoshiko Yamane quienes decidieron seguir adelante con el proyecto, primero como banda de directo pero pronto también como un grupo de estudio publicando nuevo material procedente, en buena parte, de grabaciones inéditas de Froese de los años anteriores. Como resultado de esa primera revisión apareció un magnífico disco en 2017 titulado “Quantum Gate”, del que tendremos que hablar en algún momento. Hoy, sin embargo, vamos a centrarnos en el trabajo más reciente de los nuevos Tangerine Dream: “Raum”. Apareció a principios del año pasado y fue grabado ya sin Schnauss, sustituido por el teclista Paul Frick que se iba a convertir en el primer miembro de la banda que no coincidió en ningún momento con Froese.


Quizá como muestra de respeto o por un comprensible miedo a romper los lazos definitivamente con el fundador, en “Raum” seguimos encontrando material compuesto y grabado por Froese con la diferencia de que, en esta ocasión, se recurre a cintas más antiguas que en "Quantum Gate", incluyendo varias de los años setenta lo que ayuda a mantener la conexión entre el sonido actual de la banda y el más clásico que les hizo inmortales.


“Continuum” - El comienzo es muy sorprendente por la distancia que marca con el sonido habitual de la banda y lo hace fundamentalmente a través de una caja de ritmos muy vivaz que no encaja para nada con el estilo al que estamos acostumbrados. Superada la sorpresa inicial empezamos a disfrutar de una bonita secuencia muy cambiante que convierte la pieza en un agradable instrumental de pop electrónico con un tono muy actual pero en el que cuesta mucho reconocer a una banda como Tangerine Dream.




“Portico” - Cambia algo la cosa con el segundo corte, primero del disco en el que se utiliza material grabado por Froese. El comienzo es secuencial y combina atmósferas propias de los ochenta con sonidos y timbres más modernos, en una línea no muy lejana de lo que otros dinosaurios de la electrónica hacen en los últimos años (pensamos en cosas como la tercera parte de “Oxygene” de Jarre, por ejemplo). En todo caso, no es una composición que deje un gran poso aunque se deja escuchar.


“In 256 Zeichen” - Ya solo por la duración, cercana a los veinte minutos, las expectativas ante este corte son algo mayores que ante el resto. Comienza de forma muy relajada con distintos “pads” electrónicos evolucionando poco a poco durante unos minutos. Atmósferas y ambientes agradables, alejados de cualquier tensión que terminan cuando aparece el violín de Hoshiko ejecutando una melodía claramente minimalista que cambia por completo el rumbo del tema. Aparece una lenta línea de bajo y poco a poco se hacen cada vez más presentes las secuencias marca de la casa aunque en un tono más cercano al de los amables ochenta y noventa, lejos de la agresividad y personalidad de los Tangerine Dream de los setenta. Con el complemento de una discreta percusión entramos en la segunda mitad del tema, ahora sí con el sello de la banda dando una buena aproximación de lo que se podría esperar de ellos en nuestros días sin terminar de desprenderse del aire ochentero que tiene el tema principal que se repite una y otra vez en este tramo.


“You're Always on Time” - Uno de nuestros cortes favoritos del disco. Con un comienzo prometedor, aparece entonces un ritmo suave sobre el que empezamos a escuchar sonidos electrónicos que parecen evolucionar sin demasiado sentido hasta que entra la melodía central de la pieza. De nuevo con un sabor muy marcado a años ochenta pero eso es algo que encaja muy bien con el reciente “revival” que estamos viviendo en los últimos años con ejemplos claros como el gran éxito de gente como “The Weeknd”. En todo caso, es uno de los momentos de mayor inspiración de la banda en todo el disco, de nuevo con sonidos y efectos que nos recuerdan al Jean Michel Jarre más reciente.




“Along the Canal” - Confirmando que estamos en la mejor fase del disco llega la siguiente pieza. Una verdadera maravilla que hará las delicias de todos los aficionados al sonido electrónico clásico y que combina secuencias inspiradas con atmósferas llenas de magia y timbres nostálgicos como la inconfundible flauta del Mellotron recreada aquí probablemente con algún moderno software. “Along the Canal” es una esas piezas que justifica que una banda como Tangerine Dream siga activa en 2023.


“What You Should Know About Endings” - Las dos últimas piezas del disco vuelven a emplear material inédito de Froese comenzando por esta que comienza casi como prolongación de la anterior pero que no tarda en cambiar añadiendo velocidad a las secuencias. Hay algo más de gravedad en las atmósferas de fondo que bien podrían proceder del archivo de los setenta del bueno de Edgar pero esa oscuridad se diluye en los efectos sonoros aportados por el trío actual. 




“Raum” - El disco lo cierra otra “suite” larga en la que vuelve a estar presente Froese. El comienzo es muy similar al de “Continuum” aunque sin la peculiar caja de ritmos que tanto nos descolocó entonces. Entramos entonces en territorio secuencial, como acompañamiento al principio y ya con todo el protagonismo a partir del primer tercio de la pieza. De ahí hasta el final es una gozada para los amantes de las secuencias y los ritmos propios de la “Escuela de Berlín” perfectamente adaptados a nuestros días.



Jerome Froese declaró poco después de la muerte de su padre que no creía que Tangerine Dream debiera seguir adelante sin él. Entendemos perfectamente que pensase así pero lo cierto es que, visto el trabajo de la que podríamos llamar ya la banda de Thorsten Quaeschning y su absoluto respeto hacia la figura de Edgar, nos parece muy correcta la decisión de continuar con el legado. Lo que no sabemos es si esta historia se prolongará mucho más en el tiempo o si lo hará mientras quede material original del propio Edgar por ver la luz. En todo caso, y en tanto no conozcamos la respuesta, discos como este “Raum” nos parecen una buena forma de seguir disfrutando de un sonido que goza hoy de muy buena salud. Mejor incluso que en epocas pasadas.


martes, 28 de febrero de 2023

Tangerine Dream - Poland (1984)



Siempre nos ha llamado la atención la cantidad de artistas de primer nivel, especialmente de música electrónica y de rock progresivo, que han publicado discos en directo grabados en Polonia. Durante los años ochenta, fueron muchos los músicos que tocaron allí y se encontraron con un público joven y con muchas ganas de disfrutar de nuevos sonidos. Eso animó a muchas bandas a incluir al país comunista en sus giras, incluso a pesar de que en muchos casos los problemas eran mayores que en otros sitios y en el aspecto económico eran conciertos que no siempre salían rentables. Si hablamos de la música electrónica esto es particularmente llamativo ya que muchos de los buques insignia del género tienen, como decíamos al inicio, algún directo en Polonia en sus discografías. Es el caso de Klaus Schulze, Jean Michel Jarre o Tangerine Dream y también, parcialmente, de Kraftwerk.


El disco que traemos hoy pertenece a una época de auténtica devoción en Polonia por los sonidos sintéticos de la Escuela de Berlín. Klaus Schulze había tocado allí unos meses antes en varios conciertos de los que salió un disco en directo y en diciembre le llegaba el turno a Tangerine Dream. No es que fuera una experiencia nueva para el grupo la de tocar en países del Pacto de Varsovia porque ya habían tenido la ocasión de interpretar sus temas en la República Democrática Alemana o en Hungría y también en otros países comunistas como Yugoslavia. Quizá el hecho de que su música (como la de Schulze) fuera instrumental, sin textos que pudieran llevar un mensaje que alguien pudiera tachar de propaganda occidental, ayudase a la difusión de su obra más allá del Telón de Acero. En todo caso, los conciertos polacos iban a ser un reto en muchos sentidos. El principal problema fue la climatología y las temperaturas extremas del invierno polaco, mucho más riguroso de lo habitual en aquel 1983 lo que resultó en temperaturas de hasta 15 grados bajo cero. El hecho de que los conciertos programados en Varsovia tuvieran el como sede el Palacio de Hielo, pabellón en el que se jugaba al hockey, no ayudaba nada. Se dice que, aún con el recinto lleno en la hora de las actuaciones, la temperatura no superaba los 5 grados con los correspondientes efectos, tanto sobre los intérpretes como sobre el propio equipo electrónico (al parecer, los músicos tenían recipientes con agua caliente que se iba renovando cerca de sus respectivas posiciones en el escenario para poder templar sus manos durante los conciertos). A eso se sumaban las deficiencias propias de la instalación eléctrica con un suministro cuya potencia oscilaba durante las horas de la tarde-noche y que llegó a cortarse durante unos minutos en uno de los conciertos.


Estábamos ya en el comienzo del final de la alineación formada por Edgar Froese, Christopher Franke y Johannes Schmoelling con este último planteándose su abandono, abrumado por el altísimo ritmo de publicación de Tangerine Dream, especialmente desde la entrada de lleno del grupo en el mundo de las bandas sonoras en los primeros ochenta. Pese a todo, el trío estaba en plena forma y en “Poland” lo demostraron con un disco doble que recoge una gran cantidad de material nuevo compuesto especialmente para la gira y algunas ideas procedentes de la música para películas que habían realizado poco antes como la de “The Keep”. El esquema vuelve a planteamientos del Tangerine Dream clásico con temas muy largos y desarrollos progresivos lo que, como punto de partida, sirvió para tener a los fans contentos ante la perspectiva de un regreso a las formas que hicieron grande a la banda.



“Poland” - El comienzo del tema está marcado por los ritmos sintéticos y las secuencias con un sonido digital muy moderno entonces pero con un toque aséptico que enseguida lo diferenciaría de la áspera energía de un “Ricochet” o un “Rubycon”. En todo caso, el resultado no deja de sonar a Tangerine Dream con las adiciones propias de la época como el uso de voces sampleadas. Salvando las distancias, la primera parte de “Poland” podría recordar al soberbio “Arpegiator” de Jean Michel Jarre, con distintas secuencias entrecruzándose y ritmos hipnóticos por doquier. Conforme vamos avanzando aparecen las típicas guitarras de Edgar Froese para dibujar efímeras melodías a lo largo de una veloz sección con muchas similitudes con los trabajos que la banda hacía para la gran pantalla en esos años. A la mitad de la pieza entramos en una sección muy reposada, con largas notas y fondos atmosféricos que va evolucionando con la entrada de un ritmo continuo, muy lento, como de procesión hasta la aparición de la batería electrónica que nos lleva a uno de los fragmentos melódicos del disco que culmina con un segmento percusivo/secuencial que recuerda a momentos similares del entonces reciente “Hyperborea”. Un cierre fantástico para la primera pieza del disco.




“Tangent” - Comienza el corte con una preciosa melodía, nada habitual en la música de la etapa clásica de Tangerine Dream, mucho más centrada en ritmos y secuencias con excepciones contadas como “Stratosfear” o “Force Majeure”. Tras una breve pausa con sonidos de viento a modo de transición llega una melodía que se repite obsesivamente mientras en segundo plano escuchamos diferentes efectos y retazos sonoros. El tramo final anticipa a los Tangerine de trabajos posteriores como “Optical Race” con un veloz corte que bien podría ser la banda sonora de algún videojuego ambientado en las carreteras californianas como el clásico “Out Run”. Un tema muy ochentero que marca la evolución futura de la banda.


“Rare Bird” - Este corte no figuraba como tal en las primeras ediciones del disco sino que aparecía integrado en el anterior. Se trata de una pieza con una estructura más “pop” que el resto del disco y que funcionaba bien como tema separado. Una muestra más de lo que supuso la llegada de Schmoelling a la banda con temas más cortos y directos como hemos visto ya cuando hemos tratado otros trabajos de la formación.




“Barbakane” - La cosa comienza de modo tranquilo con un sonido de flauta sintética que evoluciona lentamente mientras vamos escuchando cómo se prepara por debajo una secuencia que amenaza tormenta. Pese a ello, la tensión finalmente se contiene y todo queda en un amago. En cuanto a sonidos y ritmos, la pieza es similar a lo que poco después se podría escuchar en discos como “Le Parc”. Entramos ahora en la parte que se publicó como “single” del disco bajo el título “Warsaw in the Sun”: una preciosa melodía en tiempo medio que podría contarse entre las más inspiradas de Tangerine Dream. La batería electrónica no hace sino sumar épica a una pieza fantástica que recoge todas las esencias del grupo en los ochenta. La parte final, por el contrario, nos recuerda muchísimo a ciertas partes de “Audentity”, el disco de 1983 de Klaus Schulze en lo que, seguramente, no pasa de ser una coincidencia sin importancia. También hay algo del “State of Independence” de Jon & Vangelis flotando en el ambiente y es que parece inevitable que cuando se comparte tecnología, eso termine permeando también las ideas de los diferentes artistas.




“Horizon” - El último tramo del trabajo comienza con una larga introducción ambiental en la que se mezclan fondos estáticos con efectos sonoros de todo tipo. No tardan en desplegarse las primeras secuencias y a combinarse con otras en un tramo magnífico que incluye una preciosa melodía de cuerdas que crece poco a poco de la nada. Llegamos así a un segmento central en el que desaparecen los elementos rítmicos por un rato y escuchamos un lento discurrir de melodías con cierto aire a Tomita antes del gran final. No hay sorpresas aquí. El trío alemán se reserva una apoteosis secuencial de la que estamos seguros que aprendieron mucho estrellas de las décadas posteriores como The Chemical Brothers. Notas que vuelan veloces, ráfagas de batería y ese típico sonido sintético tan propio de aquellos años llenándolo todo. Magnífico final para uno de los grandes trabajos de Tangerine Dream en los ochenta.



La relación de Tangerine Dream con el sello Virgin se había terminado unos meses antes y “Poland” iba a ser su primer disco con el joven sello Jive Electro. En el mismo periodo aparecerían varias bandas sonoras en diferentes discográficas fruto de los acuerdos con ellas de las productoras de cada film pero en eso poco podían decidir los miembros del trío. Existen multitud de ediciones del disco pero no todas ellas están completas llegando a faltar incluso secciones enteras del documento en varias de ellas. Afortunadamente, las ediciones más recientes no caen en ese error y hoy es fácil encontrar una grabación íntegra de la obra. “Poland” no solo es un buen resumen de lo que fueron Tangerine Dream en la etapa de Johannes Schmoelling sino quizá también el último gran disco en directo de la banda ya que en los años posteriores se centraron en otros aspectos de su carrera perdiendo importancia los conciertos. Pese a que siguieron publicando trabajos grabados en vivo como “Livemiles” o “220 Volts Live”, el repertorio no era tan inspirado como el que podemos escuchar aquí.

viernes, 30 de abril de 2021

Tangerine Dream - Logos (1982)



En su día reseñamos aquí la magnífica caja recopilatoria de Tangerine Dream titulada “In Search of Hades” que repasaba los años más interesantes de la banda en el sello Virgin pero en ella no estaba esa etapa al completo. Recientemente ha sido publicada la continuación de aquel lanzamiento bajo el título de “Pilots of Purple Twilight” que cerraría ese repaso con los cinco últimos discos de estudio de los alemanes para el sello de Richard Branson. Comoquiera que ya hemos hablado en su día de varios de ellos, no vamos a comentar aquí toda la caja pero sí uno de los discos que más interés tienen de los que en ella aparecen: “Logos”.


En 1982, los miembros de Tangerine Dream ofrecieron una extensa gira con la novedad de la incorporación del “sampler” a su arsenal de instrumentos. Como resultado, a finales de ese año apareció “Logos”, un directo que recogía buena parte del concierto ofrecido en el Dominion Center de Londres. El gran atractivo de los conciertos de la banda alemana siempre fue que la mayor parte del material era nuevo con algún que otro repaso a piezas sueltas de discos anteriores y, en esta ocasión, con adelantos de trabajos que aún no habían aparecido. En “Logos” se seguía esa misma línea y la práctica totalidad del material interpretado era nuevo. Lo cierto es que no se trataba de improvisaciones como era habitual en la etapa de los setenta con Peter Baumann sino de material preparado en estudio en las semanas anteriores a la gira y, de hecho, en muchas partes del disco se utilizan esas grabaciones con el añadido del sonido ambiente del público pero eso no resta interés al trabajo.


En casi todas las reseñas del disco se suele hacer hincapié en la importancia de la aportación de Johannes Schmoelling al mismo, hasta el punto de que Franke y Froese quedan en un segundo plano en muchos momentos y eso es algo que corrobora el propio Schmoelling cuando señala que “Logos” es probablemente su grabación favorita de entre las que hizo como miembro de Tangerine Dream. El disco original recogía un largo “set” de tres cuartos de hora de duración y un breve “bis” con el título de “Dominion”.

Imagen de la caja "Pilots of Purple Twilight"


“Logos, part 1” - El disco comienza de modo tranquilo con una serie de percusiones que van jugueteando sobre una lenta secuencia rítmica y los clásicos fondos sonoros de la banda con ese característico sonido de los ochenta. La melodía va surgiendo poco a poco pero sin terminar de definirse. Tras la introducción pasamos a una sección más ambiental llena de capas de sonidos que entran y salen y que van tomando forma lentamente hasta llegar al primer tema claramente reconocible en el que la melodía prima sobre todo lo demás. Estamos en los años en los que la “new age” comenzaba a crecer con melodías de este tipo y hay que reconocer que aquí la banda estaba inspirada con sonidos de flauta, teclados haciendo las veces de clavicordio, y los clásicos timbres electrónicos que definieron toda una época. El siguiente sector es más oscuro con trazos muy sutiles  garabateando breves temas en segundo plano y un fondo de órgano más propio de discos clásicos como “Phaedra” que de la época en la que tuvo lugar el concierto. Suena entonces un ritmo electrónico acompañado por “samples” vocales que se suman a la sección que acaba quedando como una transición hacia la siguiente parte en la que aparecen las clásicas secuencias de la banda  en un tramo que es de nuestros favoritos del trabajo. Cuando parecía que ya no iba a pasar nada más, entramos en una sección preciosa, puramente melódica y llena de inspiración. Sí, es muy “ochentera”. Sí, es hasta un poco tópica. Pero nos encanta. Parte de esa música acabaría formando parte de una de las bandas sonoras en las que la banda trabajaba en aquel entonces y que también aparece en “Pilots of Purple Twilight”.


“Logos, part 2” - Para los que a estas alturas estuvieran un poco descolocados por esta faceta más amable de Tangerine Dream, el comienzo de la segunda parte de “Logos” sería tranquilizador porque retorna a los ambientes experimentales y menos definidos de sus discos clásicos, al menos durante unos minutos. Es entonces cuando surgen una serie de notas saltarinas que poco a poco van combinándose para formar un curioso interludio sin mayor trascendencia que desemboca en una frenética sección de percusión que se transforma de repente en lo que podía ser la sintonía de cualquier serie de acción de los ochenta. Quizá sea de las partes que peor ha envejecido aunque con el “revival” de este tipo de sonidos que estamos viviendo esta puede ser una afirmación arriesgada. Después de otro interludio con percusiones varias llegamos a un final lento con un punto de épica.


“Dominion” - El disco se cierra con un breve “bis” que podría haber funcionado como “single”, muy acorde con muchos de los temas cortos que Tangerine Dream lanzó en esta década en diferentes discos como “Exit” o “Le Parc”. Resultón pero no demasiado interesante tras un par de escuchas.


Uno de los puntos fuertes de la caja “Pilots of Purple Twilight” que mencionabamos al inicio es que, además del disco tal y como apareció en su día, recoge también las grabaciones originales del concierto completo del que procedían los extractos que acabaron por convertirse en “Logos”, con una calidad cristalina que confirman, por un lado, el excelente nivel sonoro de la banda en la época y, por otro, el uso intensivo de material pregrabado que ya por entonces comenzaba a ser un “estándar” en las bandas y músicos electrónicos en sus conciertos.


Si tuviéramos que recomendar a alguien nuestros discos favoritos de Tangerine Dream, sería complicado que “Logos” apareciera en el listado, ni siquiera si nos limitásemos a los discos en directo pero no deja de ser un trabajo de un buen nivel y muy representativo de la etapa en la que Schmoelling formó parte de la banda.




sábado, 7 de marzo de 2020

Tangerine Dream - Hyperborea (1983)



Hace un montón de años, cuando descubrimos que había música más allá de “Los 40 Principales”, comenzamos a interesarnos por estilos más o menos diferentes. Dentro de esa época de apertura e investigación, los primeros nombres que nos llamaron la atención fueron los clásicos de la música instrumental de aquellos años: Jean Michel Jarre, Mike Oldfield y Vangelis. La “santísima trinidad”. Todos ellos eran músicos a los que no se puede considerar minoritarios y menos aún en los años ochenta, cuando los tres vivían un momento de gran popularidad pero lo importante es que con ellos habíamos encontrado tres ovillos de los que tirar en direcciones diferentes: Oldfield nos animó a profundizar en el rock progresivo y en el instrumental. Vangelis nos acercó a las bandas sonoras y Jarre a la música electrónica. Fue siguiendo este último hilo cuando descubrimos una serie de nombres que nos llamaron la atención. Eran tiempos sin internet y por mucho que escuchásemos hablar de bandas como Tangerine Dream, si no conocías a alguien que tuviera algún disco suyo, no era muy probable que llegases a escucharlos de forma consciente. La única alternativa era arriesgarse y buscar alguno de sus trabajos entre las series económicas del centro comercial de moda y probar suerte porque tampoco era cuestión de gastarse un dineral en una música que ni siquiera sabías si te iba a gustar o no. Así que una tarde nos plantamos en una tienda local y nos pusimos a rebuscar entre los discos de Tangerine Dream. Era el momento de saber a qué sonaba esa banda de tan extraño nombre. Ahí surgió otro problema: resulta que no era una banda de 6 o 7 discos. El expositor en el que se encontraban sus discos tenía no menos de 15 trabajos firmados por el grupo. En cualquier caso, estábamos decididos a llevarnos alguno a casa y, a falta de un criterio mejor, optamos por escoger basándonos en la portada y en la fecha de publicación. Siendo música electrónica, no queríamos algo demasiado antiguo por lo que buscamos entre los trabajos más recientes (en aquel tiempo aún pensábamos que cuanto más modernos fueran los aparatos, mejor sería la música). El que más nos llamó la atención fue “Hyperborea”, el más nuevo de entre varios discos con una característica común: la portada venía inscrita dentro de un marco monocromo en el que figuraba el nombre del grupo y el título del disco. Más tarde supimos que esa era la forma de presentar sus ediciones en CD de Virgin Records en la época y precisamente “Hyperborea” iba a ser el último disco de Tangerine Dream para Virgin.

Si descartamos las etapas más recientes, la formación con Christopher Franke, Edgar Froese y Johannes Schmoelling es la más duradera de la historia de Tangerine Dream (más incluso que la considerada clásica con Peter Baumann que tuvo alguna discontinuidad). Fue una etapa muy productiva en la que la banda publicó un buen número de discos, dio conciertos y grabó una gran cantidad de bandas sonoras. El punto negativo fue que casi todo este material estaba cortado por un patrón muy similar. “Hyperborea” era, estilísticamente hablando, una de las pocas excepciones a esto que decimos. El uso de instrumentos y sonidos nuevos como el sitar y la tabla, “samples” de última generación o máquinas como el PPG Waveterm con su tremenda (para la época) librería sonora y sus dos unidades de diskette de 5 ¼ que permitían almacenar los patrones creados, iba a ayudar a la banda a evolucionar en su sonido y eso siempre fue un punto a favor de este trabajo que, si bien no suele impresionar en la primera escucha, es de los que más han ganado con el tiempo para buena parte de los seguidores del grupo alemán.

Tangerine Dream en 1983


“No Man's Land” - Los miembros de la banda hablaban de una gran influencia de la música india a la hora de grabar el disco; particularmente de la banda sonora de la película “Ghandi” estrenada un año antes y en especial de las partes compuestas por Ravi Shankar. Esos sonidos y ritmos indios aparecen por doquier en la pieza que abre el trabajo. En ella asistimos a una interesantísima mezcla de percusiones y pulsos electrónicos que sustituyen en cierta forma a las habituales construcciones rítmicas de la banda, basadas en largas secuencias sintéticas. Sobre ellas aparecen a ráfagas diferentes melodías que muchas veces son simples apuntes pero que terminan por conformar una composición fascinante, muy diferente a lo que Tangerine Dream solían hacer pero que, de algún modo, conserva toda la esencia del grupo. En el tramo final, la mezcla de ritmos y secuencias (ahora sí) es preciosa y consigue cerrar la pieza dejando el mejor sabor de boca posible.




“Hyperborea” - Algo más convencional es el siguiente corte que comienza con un profundo fondo sintético muy elaborado al que se une la batería marcando un ritmo lento y constante. Escuchamos entonces el tema central, un tiempo lento muy en la linea de los trabajos de la banda con Schmoelling, melódico, evocador y, con la perspectiva de los años, inevitablemente ochentero. La segunda parte del tema cambia de tono y de ritmo y en ella aparece una nueva melodía interpretada con un sonido similar al de la guitarra eléctrica, las percusiones se vuelven épicas y el acompañamiento electrónico raya a gran altura.

“Cinnamon Road” - Si hay una parte de “Hyperborea” que podía radiarse en las FM de la época era este tema corto, muy rítmico y con ramalazos de Kraftwerk. Es un corte simpático, con un cierto potencial comercial pero demasiado ajeno a la linea general del disco. Un poco sorprendente esta concesión, especialmente si tenemos en cuenta que Tangerine Dream estaban descontentos con Virgin y la publicación del disco fue casi más un compromiso contractual que una necesidad artística. Desde luego, la profesionalidad de la banda quedaba fuera de toda duda, algo, por otra parte, no demasiado habitual dentro del mundillo.

“Sphinx Lightning” - La segunda cara del LP estaba ocupada en su totalidad por una larga suite. El comienzo era tranquilo, con una serie de notas rotundas dispersas en el tiempo a las que se unía la percusión. Todo muy solemne pero no tardaríamos en llegar, por fin, al segmento más propio de los Tangerine Dream clásicos con una inconfundible secuencia electrónica subrayada por la batería que nos transporta a los mejores momentos de la banda en lo que era una forma de cerrar el círculo con Virgin despidiéndose casi como empezaron 15 años atrás. La tercera parte de la suite vuelve a los sonidos del sitar como fondo para una melodía de flauta sintética que hace las veces de transición para el tramo final del trabajo en el que volvemos a los esquemas rítmicos de la pieza que abría el disco aunque algo subidos de revoluciones. Con esa premisa entramos en el extraordinario segmento final del disco que tiene un poco de todo, samples de percusión combinados de forma magistral y, sobre todo, un final por todo lo alto con un desarrollo melódico que es de lo mejor de la banda en toda la etapa de Schmoelling. Una verdadera maravilla para cerrar una época fundamental en el desarrollo de la música electrónica.




No encontraréis muchos listados que incluyan “Hyperborea” entre los mejores discos de Tangerine Dream y probablemente sea porque es un disco que no debe figurar ahí. Sin embargo, y quizá sea por las razones personales y no musicales que mencionabamos al principio, siempre ha tenido un hueco entre los que más escuchamos de la banda, quizá por encima de cualquier otro entre los que no pertenecen a la “etapa Baumann”. Sin ser un disco imprescindible (se puede vivir sin haberlo escuchado) creemos que no está de más darle una escucha de cuando en cuando, siempre con cuidado de no confundirse y acudir a la regrabación que la banda de entonces hizo en 2008, disco que no hemos escuchado pero que si está en la linea de otras regrabaciones que los Tangerine Dream modernos hicieron por aquella época, no merece demasiado la pena.

Nos despedimos precisamente con una versión en directo de uno de los cortes del disco interpretada por la formación de 2010 de la banda:


domingo, 24 de noviembre de 2019

Tangerine Dream - White Eagle (1982)



Cerramos hoy esta pequeña serie de tres entradas centradas en Tangerine Dream y lo hacemos con otro disco de la etapa de la banda con Johannes Schmoelling en sus filas: “White Eagle”. Cronológicamente se sitúa justo detrás de “Exit” y refleja un cierto deseo de la banda por volver a los temas largos en detrimento de las piezas de menos de diez minutos que habían protagonizado los últimos trabajos del grupo aunque no del todo puesto que la organización del disco es mixta con una “cara a” ocupada por una larga suite y una “cara b” compuesta de tres temas más cortos. No sorprendería, publicando en Virgin, que fuera una idea de Richard Branson quien probaría esa misma fórmula con su gran estrella, Mike Oldfield, en la misma época con la publicación de “Five Miles Out” en un formato similar.

Con “White Eagle”, la banda dejaba una de las últimas muestras de sus clásicas piezas largas justo antes de entrar de lleno en el mundo de las bandas sonoras que iba a requerir de ellos otro enfoque radicalmente diferente. Como gran novedad (más anecdótica que otra cosa), al margen de los sintetizadores, algunas guitarras y otras tantas percusiones a cargo del trío Froese / Franke / Schmoelling, hace una breve aparición en el disco la Orquesta Filarmónica de Munich.

Christopher Franke, Johannes Schmoelling y Edgar Froese


“Mojave Plan” - El desierto de Mojave es la inspiración para un disco cuyos títulos hacen distintas diferencias a norteamérica. Lugares geográficos de California como como este serán referencias continuas en la discografía de la banda en los años posteriores. El comienzo de la pieza es bastante intrigante con multitud de sonidos misteriosos, voces sintéticas lejanas y alguna percusión suelta hasta que, pasados los minutos iniciales aparece una secuencia muy sencilla a partir de la cual evoluciona el tema central con una tímbrica muy característica de la época en la fue grabada. En una palabra, y para no dar más rodeos, muy ochentera. Lo más interesante son algunos solos de teclado, suponemos que de Schmoelling, que recuerdan a solos similares de artistas de rock progresivo o de la electrónica más melódica de la década anterior. Más o menos mediado el tema se introducen una serie de secuencias muy veloces que marcan la transición entre las dos mitades para entrar ahora en un segmento atmosférico marcado por un ritmo como de ferrocarril que desemboca en un tema de pop instrumental muy llamativo, especialmente por la base rítmica, absolutamente convencional y alejada de lo que podíamos esperar de la banda. Este tramo finaliza con la aparición de voces procesadas que podrían estar sacadas directamente de las cintas originales de “Ricochet”. La parte final, dominada por un pulso grave continuo es lo mejor de toda la composición con una presencia melódica importante en la linea cinematográfica por la que iban a discurrir los años siguientes del grupo. El final, casi a modo de coda, nos permite escuchar a la orquesta que mencionábamos antes cuya presencia en el disco no pasa de testimonial.




“Midnight in Tula” - Del desierto de Mojave pasamos a Tula, la antigua capital de los toltecas. La pieza es todo un cañonazo lleno de ritmo con la banda desbocada ofreciéndonos una pieza atípica dentro de su repertorio pero que nos encanta. Un ejemplo de tecno-pop instrumental como no hay muchos y que, con una letra cantada por un vocalista apañado, podría haber sido uno de los grandes éxitos de la época en todo el mundo.




“Convention of the 24” - El disco prosigue con un fuerte contraste entre la veloz secuencia rítmica del siguiente corte y su pausado desarrollo melódico. De no ser por ciertos detalles, sería una pieza propia de la etapa clásica de la banda en la que incluso están presentes elementos inconfundibles como la guitarra de Edgar Froese. Hay novedades como cierto tipo de ritmos y efectos sonoros que se desarrollarían en discos posteriores como “Hyperborea” pero, en general, es una pieza que mantiene presente el espíritu de los años anteriores de Tangerine Dream en el oyente.




“White Eagle” - Cerrando el disco encontramos una pieza magnífica, un tema corto de menos de cinco minutos que está, sin lugar a dudas, entre lo mejor de Tangerine Dream en estos años. Es una soberbia pieza electrónica construida a partir de una brillante secuencia rítmica y unos fondos evocadores de entre la que surge una melodía magnífica. No es de extrañar que la pieza fuese utilizada como tema central de una serie de televisión alemana y que el single resultante de ese uso alcanzase un gran éxito en su país. En la última década es una de las composiciones de la banda que aparece asiduamente aún en el repertorio de sus conciertos.




A pesar de la presencia de una larga “suite” a la vieja usanza, el enfoque comercial del disco es innegable y marca lo que serán los años siguientes de la banda con un “pero” muy importante y es que, pese a ser una formación hoy legendaria, su talento para componer “hits”, temas de esos que los oyentes tararean una y otra vez y que vuelven periódicamente a sonar en forma de sintonías o a formar parte de recopilaciones del género, no es comparable al de otros artistas que enseguida nos vienen a la cabeza a todos. Eso y lo poco variado de la producción sonora de Tangerine Dream en los ochenta sería un lastre a la hora de compararla con sus etapas anteriores. Aún no eran una banda intrascendente pero, desde luego, habían dejado de ser la referencia en el mundo de la música electrónica que habían sido en el pasado. ¿Quiere decir esto que “White Eagle” es un mal disco? No. De hecho es un trabajo muy agradable que no cuenta ya a su favor con el factor sorpresa pero que no por ello deja de ser defendible, especialmente si lo abstraemos de su contexto.

domingo, 10 de noviembre de 2019

Tangerine Dream - Tangram (1980)



Cuando Tangerine Dream se unieron para hacer sus primeras grabaciones, Johannes Schmoelling estaba ultimando el papeleo para comenzar sus estudios como ingeniero de sonido no sin antes ingresar en la marina alemana para realizar su servicio militar. Comoquiera que era un pianista más que competente desde niño y, además, había sido organista en la iglesia de Delmenhorst, pudo cumplir con el ejército como miembro de la banda de la marina. Al terminar comenzó a trabajar en uno de los más prestigiosos teatros de Alemania, el berlinés “Schaubühne am Lehniner Platz” como técnico de sonido.

Allí fue donde contactó con él Edgar Froese cuando se vio en la necesidad de incorporar un tercer teclista a Tangerine Dream tras el breve periodo como dúo que siguió a la salida de Peter Baumann de la banda. Ya contamos en una entrada anterior lo precipitado del aterrizaje de Schmoelling en el grupo, casi con el tiempo justo para los dos conciertos en Berlín Oeste que quedarían documentados en el disco “Pergamon”. Tampoco los meses siguientes serían precisamente relajados puesto que el trío trabajaría frenéticamente en la banda sonora de “Thief”, en la grabación de “Tangram”, su siguiente disco de estudio, y, por si esto fuera poco, en la preparación de una nueva gira que ocuparía los meses finales de 1980 y los primeros de 1981 con más de 50 conciertos por toda Europa con un par de paradas en los Estados Unidos.

Con la llegada de Schmoelling, el sonido de Tangerine Dream se modernizó. Perdieron protagonismo los vetustos sintetizadores analógicos y otros instrumentos como el mellotron ganando sitio las limpias sonoridades digitales de los nuevos aparatos. La música no es tan improvisada, al menos en apariencia. Las melodías son más evidentes y los arreglos mucho más cuidados. Habrá quien diga que la banda suena más elegante y no faltaran los que piensen que su sonido es ahora más artificial y prefabricado. Nosotros siempre hemos sido unos firmes defensores de la etapa de Froese, Franke y Baumann como la mejor y más interesante de Tangerine Dream pero no por eso denostamos la de Schmoelling que para muchos seguidores rivaliza con aquella e incluso la supera. “Tangram” se organiza en dos “sets” sin título alguno al estilo de trabajos como “Rubycon” o “Ricochet”. Aparte de los sintetizadores, interpretados por los tres músicos, Christopher Franke toca guitarras y Edgar Froese, percusiones.



“Tangram Set 1” - Ya desde el comienzo queda claro el cambio sonoro de los nuevos Tangerine Dream con una serie de notas interpretadas con un timbre que luego sería utilizado hasta la saciedad en multitud de discos “new age”. Todo es muy pulcro, algo aséptico incluso aunque no tardan en aparecer elementos que nos recuerdan a los Tangerine Dream más clásicos, especialmente en la evolución de algunos instrumentos y el tratamiento de las pausas. Tras la introducción aparecen las inevitables secuencias rítmicas rodeadas de unos arreglos que no habrían desentonado en una producción del Alan Parsons Project lo que nos deja ya metidos de lleno en el corazón de la suite. Una pausa con la aparición de las percusiones y de unos sonidos como de flautas sintéticas nos lleva a un importante cambio en la pieza que nos sumerge en un tema con una estructura muy comercial y que bien podría haber servido como single, dado lo reconocible de sus melodías. Es entonces cuando escuchamos las guitarras de Edgar Froese en una intervención muy interesante que cierra esta primera parte del “set”. Un suave interludio de piano al que poco a poco se une un fondo electrónico nos recibe el siguiente tramo que desemboca en el estribillo más reconocible de todo el disco, una sintonía electrónica reforzada por arpegios de guitarra que no tarda en disolverse con la llegada de un segmento mucho más rítmico con ciertas similitudes con piezas anteriores de la banda, especialmente con el último corte del disco “Force Majeure”. El tramo final es el más fiel a la etapa anterior del grupo con poderosas secuencias rítmicas y melodías etéreas que no terminan de definirse. Un magnífico cierre para el “set” que iba a definir a los nuevos Tangerine Dream.




“Tangram Set 2” - La segunda parte del disco se abre con largos “pads” atmosféricos que evolucionan con lentitud por espacio de unos minutos hasta llegar a la primera parte rítmica de la pieza con secuencias muy simples e improvisaciones de Froese a la guitarra. No son minutos particularmente inspirados y tampoco presentan una gran evolución pese a que es una sección se mayor duración mayor que otras pero se deja escuchar. Entramos a continuación en una breve fase más experimental llena de ruidos y efectos de todo tipo que desemboca rápidamente en otro de esos momentos que podría perfectamente haber sido un “single” destinado a sonar en las radios de la época, con una melodía muy definida y un ritmo pegadizo. La última parte del “set” vuelve a la experimentación con “samples” sonoros de distintas procedencias, voces, etc. con un tratamiento muy vanguardista para concluir con una breve pieza de aire ligeramente clásico que se nos hace demasiado corta.




Tangerine Dream ha sido una banda que a lo largo de su historia ha conocido un gran número de idas y venidas de miembros. De hecho, una cuenta rápida nos daría más de una veintena de músicos que han sido en un momento u otro, miembros de la banda y eso sin contar a otro gran número de artistas invitados que han participado en sus discos y conciertos a lo largo del tiempo sin llegar a formar parte del grupo de forma oficial. Dentro de toda esa historia, la formación más estable fue precisamente la de Froese-Franke-Schmoelling quienes integraron la banda entre 1979 y 1985 de forma continuada, algo que no ocurrió con ninguna otra alineación. Esa estabilidad se vio reflejada en una producción extensísima en ese periodo lo que no permitió que la calidad media fuera demasiado alta, en especial en el terreno de las bandas sonoras en el que la banda entregó muchos productos de un nivel más bien bajo.

Con todo, Tangerine Dream es una banda fundamental en la historia de la música electrónica y lo es, no solo por sus discos de los años setenta sino también por buena parte de lo que hicieron en los ochenta, especialmente con Schmoelling en sus filas. En las próximas entradas seguiremos hablando de la banda alemana, primero centrándonos en sus primeros años y luego regresando a la etapa de la que hemos hablado hoy.

sábado, 31 de agosto de 2019

Tangerine Dream - Cyclone (1979)



Peter Baumann había amagado en dos ocasiones con dejar Tangerine Dream. La primera fue en 1973, justo antes de que la banda entrase en su etapa más reconocida. En aquel entonces, Baumann abandonó la formación temporalmente pero se reincorporó a tiempo para hacer historia con el grupo alemán. La segunda vez fue poco después, en 1975, cuando fue sustituido por Michel Hoenig en varios conciertos. A la tercera fue la vencida y tras la gira norteamericana de la que surgió el disco en directo “Encore” el teclista abandonó Tangerine Dream de forma definitiva.

El grupo había alquilado un estudio berlinés con mucha antelación para todo el mes de enero de 1978 pero la baja de Baumann les metió en problemas. Tuvieron que recurrir con urgencia a un par de viejos conocidos: Steve Jolliffe, flautista inglés que había formado parte brevemente de Tangerine Dream en 1969 sin llegar a grabar nada con ellos y Klaus Krieger, batería que era amigo de Edgar Froese desde sus tiempos de estudiante. El cuarteto se presentó en el estudio con apenas algunos bocetos y las primeras sesiones dejaron claro que la cosa no iba a ser fácil. Algo fallaba y nada de lo que iban haciendo terminaba de convencer a la banda. Según Jolliffe, fue él quien tomó las riendas entonces realizando casi en solitario la pieza que abriría el disco, con alguna aportación de Chris Franke y Klaus Krieger y, a partir de ese momento, las cosas comenzaron a fluir y la banda completaría el que iba a ser su disco más controvertido hasta entonces. ¿Por qué? Por la inclusión de letras.

Efectivamente, la incorporación de Jolliffe y Krieger iba a tener como principal consecuencia un viraje de la música de Tangerine Dream hacia el rock progresivo incluyendo textos cantados por el propio Joliffe. Se mantenía el carácter electrónico de su música pero la incorporación de texto era un cambio tan importante que iba a condicionar todo el disco, desde su grabación hasta su acogida por parte de los fans y de la crítica. Según Edgar Froese, las sesiones de grabación fueron tan desastrosas y el entendimiento entre los miembros tan difícil que se optó por dejar cantar a Jolliffe para ver si de alguna manera se podía salvar algo de todo el trabajo publicando un material mínimamente decente. En “Cyclone” Edgar Froese toca sintetizadores y guitarras eléctricas, Christopher Franke, sintetizadores y batería electrónica, Klaus Krieger, batería y percusiones y Steve Jolliffe, todo tipo de teclados e instrumentos de viento.


Publicidad de la época aparecida en la prensa especializada.


“Bent Cold Sidewalk” - El disco comienza con una serie de voces electrónicas seguidas de unos breves acordes de sintetizador tras los que entran en juego la voz de Jolliffe y la batería de Krieger. El cambio conceptual con respecto a lo hecho anteriormente era grande porque ahora estamos principalmente ante una canción rock con sintetizadores y no tanto ante una pieza de música electrónica. Si nos abstraemos de todo eso y de la trayectoria anterior de la banda para centrarnos en el tema en sí, lo cierto es que no es una mala composición aunque no encaje en lo que había sido el grupo hasta entonces. La cosa cambia tras esos primeros minutos con la aparición de una clásica secuencia rítmica a la que se suman los vientos en lo que no deja de ser una vuelta al sonido icónico de la banda sustituyendo los sonidos del Mellotron de discos como “Phaedra” por instrumentos “reales”. Este segmento central también incorpora alguna breve intervención vocal pero no altera en nada el concepto de un corte que tiene aquí sus mejores minutos. En el tramo final volvemos a la solemnidad progresiva del comienzo con Jolliffe retomando el tema central del comienzo en un final muy digno que chocó frontalmente con los fans pero que no es esa abominación que muchos quisieron ver en su momento.




“Rising Runner Missed By Endless Sender” - Es el tema corto del disco, quizá pensado para sonar en las radios aunque no fue single. Es una canción rápida en la que la voz de Jolliffe suena muy agresiva, quizá demasiado, y eclipsa todo lo demás, que por otra parte no estaba nada mal. Es un tema muy directo siguiendo la tendencia iniciada con “Stratosfear” de incluir melodías reconocibles dedicando menos atención a las texturas sonoras.




“Madrigal Meridian” - Pese a que “Cyclone” ha quedado para la historia como el disco “cantado” de Tangerine Dream, su tema más largo (ocupa toda la “cara b” del trabajo) era instrumental, de acuerdo con la tradición del grupo. Y no solo eso. Era un instrumental “canónico” que estilísticamente no difería demasiado de los discos anteriores. El comienzo, de hecho, iba más en la onda experimental de “Phaedra” o “Rubycon” que en la de trabajos más melódicos como “Stratosfear”. Capas y capas de sonidos, efectos electrónicos y atmósferas enrarecidas conforman la introducción de una pieza muy interesante. Es entonces cuando aparecen las secuencias electrónicas reforzadas por la batería y nos arrastran a una carrera vertiginosa en la que podemos comprobar cómo, si le quitamos las letras a las piezas anteriores, nos encontramos con unos Tangerine Dream que tampoco son tan diferentes de los de los discos precedentes. De hecho, hay momentos de gran brillantez en los que las diferentes secuencias rítmicas se entrelazan creando un tapiz sonoro verdaderamente atractivo. Fascinantes son los ramalazos melódicos casi barrocos que aparecen de vez en cuando y que escucharíamos de nuevo en discos posteriores, tanto de Tangerine Dream como de Edgar Froese en solitario. Los últimos instantes de la pieza nos regalan una sorprendente “coda” mucho más pausada que se desarrolla como una especie de concierto para clave, con un sonido similar al de ese instrumento confrontándose a las cuerdas sintéticas de la banda en lo que no deja de ser un anticipo de momentos así que se repetirán en discos posteriores. Así concluye “Madrigal Meridian”, una pieza a la cual sólo podemos poner una pega y es que es un poco plana en su desarrollo y quizá demasiada largo para las ideas que desarrolla que bien podrían haberse concentrado en algo menos de tiempo.




Poco después de la publicación del disco, Edgar Froese renegaba públicamente de él y, especialmente, de la aportación de Jolliffe al mismo. No en vano, el flautista y cantante dejó la banda nada más terminar la gira posterior al disco y nunca más volvió a ella (curiosamente a principios de este años, Jolliffe hizo una serie de conciertos en solitario reinterpretando todo el disco con ocasión del 40º aniversario del mismo). Visto con la perspectiva del tiempo, es evidente que “Cyclone” fue una gran ruptura con respecto a lo que Tangerine Dream habían hecho hasta aquel momento pero lo cierto es que, pese al innegable cambio que supuso la introducción de un vocalista y un batería, la esencia del sonido del grupo seguía estando ahí.

En nuestra opinión, “Cyclone” fue un disco precipitado. Quizá por la premura con que se hizo para respetar fechas de entrega o por aprovechar unos días de estudio que ya habían sido contratados, el resultado no fue del todo satisfactorio. Tampoco parecía justificada la sustitución de Baumann por otros músicos, máxime cuando pocos meses después de grabar “Cyclone”, Froese y Franke lanzarían un nuevo disco de Tangerine Dream con ambos artistas como únicos integrantes de la banda, probando que no era necesario nadie más para hacer un buen trabajo (ya  hablamos en su momento de ese disco). Tomando en cuenta todo esto ¿es “Cyclone” un mal disco? No. ¿Era necesario? Probablemente tampoco. Sin embargo está ahí y no está de más tenerlo en cuenta por mucho que no se encuentre entre los mejores de Tangerine Dream.

sábado, 27 de julio de 2019

Edgar Froese - Aqua (1974)



A diferencia de lo que ocurre en el rock, donde la presencia de los grupos es mayoritaria frente a los solistas, en la música electrónica ocurre justo al revés. Se diría que las posibilidades sonoras de los sintetizadores invitan a la aventura en solitario con más fuerza que otros estilos en los que, o bien se dominan varios instrumentos, o sigue existiendo la obligación de contar con otros músicos, al menos para plasmar las ideas del artista en un disco.

Pese a esta afirmación, frente a los Vangelis, Jean Michel Jarre, Wendy Carlos o Klaus Schulze, también existieron varias bandas en los inicios de la música con sintetizadores siendo, quizá, Kraftwerk y Tangerine Dream las más reconocidas hoy en día. Y tal vez lo sean porque de entre todas las formaciones que surgieron en su momento fueron las que más funcionaron como bandas reales en el sentido en que sus miembros estuvieron centrados en ellas y no tanto en sus carreras en solitario. Es cierto que de la primera formación de Tangerine Dream salieron Klaus Schulze o Conrad Schnitzler quienes desarrollaron extensísimas carreras en solitario con escasas colaboraciones pero también que aquella alineación ni era de un grupo de música electrónica ni duró suficiente tiempo como para ser tenida muy en cuenta en la historia de Tangerine Dream más allá del hecho anecdótico de haber contado con tan ilustres presencias en un momento determinado. Entrando ya en la etapa “clásica” de la banda, los discos en solitario de sus integrantes son muy escasos y ni Franke, ni Baumann, Schmoelling o Haslinger han destacado por tener una discografía “potente” fuera de Tangerine Dream. Tampoco Edgar Froese aunque éste sí fue más prolífico. Su posición como líder de la formación fue compatibilizada con varios discos en solitario que en muchos casos ejercían de complemento de lo que iba haciendo con el grupo. Hoy hablaremos de “Aqua”, el debut individual de Froese.

Aprovechando el contrato de Tangerine Dream con Virgin que dio como resultado la publicación de “Phaedra” en 1974, Edgar Froese comenzó a grabar casi a renglón seguido su primer disco firmado con su nombre. Desconocemos del todo las motivaciones ya que en el apartado estilístico, “Aqua” no difería demasiado de lo que Edgar hacía en Tangerine Dream e incluso cuenta con la colaboración de Christopher Franke en alguna pieza. Siempre se comentó que los ingresos de “Aqua” fueron destinados a adquirir nuevos equipos para la banda por lo que podemos sospechar que una de las razones de Froese para publicar el disco en solitario tenía que ver con que el contrato de Tangerine Dream con Virgin no les dejaba tantos beneficios como los que le podía dar uno nuevo a su nombre. Sea como fuere, el hecho es que nada más publicar “Phaedra”, Froese comenzó a grabar el que sería su disco de debut. Por alguna razón que se nos escapa, existieron dos ediciones prácticamente simultaneas en el tiempo en las que el orden de los cortes es diferente (también lo es alguna de las mezclas), una para Alemania publicada por el sello Brain Records y otra internacional lanzada por Virgin. Nuestro comentario seguirá el de la edición de Virgin.

Edgar Froese


“Aqua” - El título del disco no era casual y el agua iba a tener una gran presencia sonora en toda la grabación, agua que, por cierto, fue grabada en la bañera del apartamento berlinés del propio Froese. Tras un inicio acuoso escuchamos los clásicos sonidos burbujeantes que ya abundaban en “Phaedra”, acompañando a diversos efectos electrónicos y a misteriosas texturas sonoras que evolucionan en segundo plano. No es hasta transcurridos unos minutos que empezamos a escuchar otro tipo de sonidos dibujando los primeros esbozos de melodía que siempre terminan por disolverse dentro del conjunto. Lo cierto es que se hace muy difícil encontrar grandes diferencias estilísticas entre este disco y su hermano “Phaedra”. El tipo de atmósferas de este tema inicial es el mismo que reina en el clásico de Tangerine Dream y cualquiera de los cortes de los dos discos podría intercambiarse por otro sin suponer una gran variación.




“Panorphelia” - El segundo corte comienza de una forma muy diferente. Escuchamos un ritmo constante construido probablemente a partir de “loops” de cinta magnetofónica. De fondo, los sintetizadores desarrollan una melodía repetitiva con algún punto de contacto con la obra de Terry Riley. En cualquier caso, se aprecia un cierto intento de acercarse a una música más directa y accesible que la del corte anterior, siempre dentro de los parámetros de la música de la llamada “escuela de Berlín”, claro está. No debe esperar el oyente temas pegadizos al estilo de los que poco después popularizarían Jean Michel Jarre, Kraftwerk o Vangelis. En todo caso, este nos parece un corte de lo más interesante.

“NGC 891” - Como la mayor parte de los músicos interesados en la tecnología de su época. Froese buscaba también la innovación en el campo puramente sonoro y técnico. Así, en este corte hizo una especie de experimento con la grabación binaural. Esta es una técnica que sitúa los micrófonos en el lugar que ocuparían los oídos de una cabeza artificial construida a escala humana. La idea es que de esa forma se obtiene un sonido estéreo perfecto en el que cada canal contiene exactamente lo que escucharía una persona presente en el estudio de grabación por cada uno de sus oídos. La realidad es que esta experiencia es muy válida pero sólo apreciable cuando el oyente utiliza auriculares para la reproducción del disco lo que terminó por no ser demasiado práctico. Este corte del disco y el siguiente están grabados con esa técnica a modo de experimento. Como era de suponer, y con la idea de aprovechar esa novedad tecnológica, la composición está repleta de efectos sonoros que van de un canal a otro constantemente. Hay efectos como lo que parece ser el despegue de un avión o los sonidos de vehículos que están particularmente bien logrados pero en el fondo no son más que pirotecnia sonora. La parte más interesante para el seguidor de Tangerine Dream es la que comienza después en la que escuchamos por fin las características secuencias de la banda y una preciosa improvisación de Christopher Franke por encima de ellas en la que es su única aportación al disco.




“Upland” - El corte final es más cercano a “Panorphelia” en cuanto a la ambientación pero enseguida se diferencia de este por la aparición de una melodía de órgano que es, quizá, la más elaborada de todo el disco y, tal vez por ese motivo, también la más corta. El cierre es una colección de efectos sonoros a mayor gloria del sistema binaural utilizado para la grabación de la segunda cara del LP (la primera en la versión de Brain Records).


Pese a ser trabajos en solitario, lo cierto es que toda la discografía de Edgar Froese en Virgin podría integrarse perfectamente en la de Tangerine Dream de la misma época. Una escucha cronológica de ambas mostraría una coherencia de contenidos total y es que incluso la evolución estilística en el tiempo es simultanea. Evidentemente las aportaciones de Christopher Franke o Peter Baumann a Tangerine Dream fueron importantísimas pero es fácil comprobar al escuchar los discos de Froese en solitario cómo en ellos se encuentra toda la esencia de la banda. En todo caso, siempre es una buena idea tener bien cerca unos y otros discos en las estanterías para enriquecer en la medida de lo posible las escuchas de ambos.

miércoles, 10 de julio de 2019

Tangerine Dream - In Search of Hades (2019)




Pocos aficionados dudarán de la importancia de Tangerine Dream en la historia de la música electrónica, donde ocupan un lugar capital que pocas bandas podrían discutirles. De hecho se podría decir que definieron una forma de hacer música que fue seguida por prácticamente todos aquellos que se acercaron a un sintetizador en los años setenta y que ha calado de tal manera que en los últimos tiempos asistimos a una especie de “revival” del estilo que la banda marcó entre los años setenta y ochenta del pasado siglo ejemplificado a la perfección en la banda sonora de la popular serie de Netflix, “Stranger Things”. Dentro de su extensa y prolífica trayectoria hay un cierto consenso en señalar su etapa dentro del sello Virgin como la más brillante y de todos los discos grabados en ese periodo es habitual mencionar como los más importantes los grabados cuando la banda fue un trío integrado por Edgar Froese, Christopher Franke y Peter Baumann.

La formación "clásica" de Tangerine Dream.


Ya hemos dicho en más de una ocasión que esa etapa es, sin duda alguna, la que más nos gusta de toda la carrera de Tangerine Dream. Por ello, cuando conocimos la noticia de que iba a lanzarse una monumental caja recopilatoria centrada en esos años, nuestra reacción no pudo ser otra que de un incontenible entusiasmo. Si, además de eso, resultaba que el encargado de la selección y la elaboración del material iba a ser nada menos que nuestro admiradísimo Steven Wilson, la impaciencia por disfrutar de la caja era inevitable.

Vamos ahora con lo que más puede interesar al seguidor de la banda alemana: el contenido. “In Search of Hades”, que es el título del artefacto, se anunciaba como una caja de 16 cedés más 2 BluRays y el subtítulo ya daba una idea bastante aproximada del contenido: “The Virgin Recordings 1973-1979”. Eso se ajusta bastante a la etapa de Baumann en la banda pero no es del todo coincidente con ésta puesto que los primeros discos con él fueron anteriores a la firma de Tangerine Dream con Virgin, por lo que quedan fuera de la caja. Además, el músico dejó el grupo en 1977 tras lo que grabaron un par de discos más ya sin él que sí aparecen en la misma. En cualquier caso, y por muy interesante que pudiera resultar tener todos estros discos juntos, lo mejor iba a ser el material inédito que iba a ponerse a disposición de los seguidores de la banda por primera vez de forma oficial. Ahí es donde reside el mayor interés de “In Search of Hades” en nuestra opinión. Cuenta Steven Wilson que la propuesta que recibió era la de facilitarle las cintas originales de todos los discos de aquellos años de la banda para reeditarlos con nuevas mezclas en 5.1, algo que el ex-lider de Porcupine Tree había hecho ya con notable éxito con un montón de discos clásicos de bandas icónicas de los años setenta como King Crimson, Caravan, Jethro Tull, Emerson, Lake and Palmer, XTC o Yes. Al recibir el material se dio cuenta de dos cosas. La primera era que con aquello no iba a ser posible sacar un sonido multicanal suficientemente atractivo como para que ese trabajo mereciera la pena (de hecho, apenas hay un puñado de mezclas en ese formato en la caja). La segunda, que entre todas las cintas del archivo de Virgin había un montón de material inédito que merecía la pena rescatar convirtiendo así “In Search of Hades” en algo más que una bonita excusa para volver a “atracar” a los seguidores del grupo pasando a ser un objeto casi imprescindible para el fan de la banda.

El artefacto.


A continuación pasamos a detallar el contenido haciendo antes una consideración y es que dado el volumen  de música contenido en la caja, apenas le hemos podido dar un par de escuchas al contenido completo y solo alguna más a determinadas partes inéditas de “In Search of Hades”.

“Phaedra” - El primer disco de Tangerine Dream para Virgin fue “Phaedra”; para muchos críticos, su mejor trabajo. Es también el que atrae mayor interés para nosotros por cuanto que en “In Search of Hades” no sólo se encuentra la reedición del mismo junto con un par de nuevas mezclas en estéreo a cargo de Wilson sino hasta dos discos adicionales con material inédito procedente de las sesiones de grabación. Una auténtica gozada entre la que tenemos un montón de música completamente inédita junto con otros fragmentos en los que se adivinan versiones sin pulir de muchos momentos del disco. Tres discos magníficos que bien merecerían una edición por separado para aquellos a quienes el precio total de la caja les resulte excesivo pero que quieran tener la que sin dudarlo será considerada desde este momento como la edición definitiva de “Phaedra”, una de las cumbres de la música electrónica de todos los tiempos.




“Oedipus Tyrannus” - El actor británico Keith Mitchell fue una de tantas personas atrapadas por el sonido de “Phaedra”, una obra tan distinta a todo lo anterior que sonaba absolutamente futurista en 1974. Así, se puso en contacto con la banda para encargarles la música incidental de la obra de teatro “Oedipus Tyrannus” que el actor preparaba en un teatro londinense. Los miembros de la banda se desplazaron a los estudios de la CBS en Londres y grabaron la obra a partir de la cual elaboraron lo que parecía que iba a ser el siguiente disco. Sin embargo, el resultado de éste último no les convenció y el producto terminó en un cajón en las oficinas de Virgin. Un año más tarde, la obertura de esta banda sonora aparecería en un recopilatorio de la discográfica confiriéndole un carácter aún más mítico a “Oedipus Tyrannus” entre los fans de Tangerine Dream, algo aún más notable por cuanto que la banda tenía una gran tendencia a publicar discos y era extraño que un material así quedase inédito. Afortunadamente para todos nosotros, esa rareza en la carrera del grupo alemán queda perfectamente documentada en “In Search of Hades” de forma que podemos disfrutar por primera vez en su integridad de una obra que en modo alguno merecía permanecer en el olvido. La música de “Oedipus Tyrannus” tiene muchos puntos en común con la de “Phaedra”, especialmente en lo que se refiere al sonido pero es un poco más atrevida en cuanto a estilos, mostrando una mayor variedad musical en su contenido. Junto con el material inédito procedente de la grabación de “Phaedra”, este disco es el gran atractivo de la caja.




El resto de discos de estudio incluidos en “In Search of Hades” no ofrecen demasiadas novedades al margen de un excelente sonido que no siempre habían tenido las ediciones anteriores. En cuanto a material inédito, “Rubycon” ofrece como bonus un corte extra con una introducción más larga de la que aparecía en el disco original. “Ricochet” se nos muestra en la mezcla original en estéreo de 1975 y también en la nueva realizada por Steven Wilson en 2018. “Stratosfear” por su parte, incluye la banda sonora del documental que la banda realizó en su día sobre su concierto en la Catedral de Coventry (otro punto de interés de la caja) además de dos cortes del disco procedentes de un single promocional. El directo “Encore” apenas aporta los dos cortes del single que apareció en su momento entre los que había una curiosidad, “Hobo March”, que originalmente formó parte del disco de Edgar Froese en solitario, “Ages”, bajo el título de “Ode to a Granny A”. Los dos discos restantes, “Cyclone” y “Force Majeure”, no contaron ya con la presencia de Peter Baumann en la banda. Lo curioso es que entre el material adicional de ambos figura “Haunted Heights”, una pieza compuesta por él en solitario y que sólo había aparecido en una caja recopilatoria de la banda publicada en 1980. Junto a “Haunted Heights” se recuperan aquí otras dos rarezas que formaron parte de la misma colección: “Baryll Blue”, compuesta por Froese y “Chimes and Chains”, de Christopher Franke.

Pasamos ahora a otra tanda de material inédito. En su mejor momento Tangerine Dream ofrecían decenas de conciertos con un notable éxito. Uno de los puntos fuertes de los mismos era su carácter cuasi-improvisado. Al menos en la etapa de los setenta, cuando uno asistía a un concierto de Tangerine Dream no debía esperar oír las composiciones que había podido escuchar anteriormente en los discos. La banda en directo ofrecía una experiencia nueva en la que prácticamente todo el material era improvisado o desarrollado sobre la marcha partiendo de esquemas previos. Esto hizo que durante mucho tiempo, sus grabaciones en directo de los setenta fueran muy buscadas lo que provocó la aparición de numerosos discos piratas de muy variada calidad sonora. Para completar este “In Search of Hades”, Steven Wilson rescata tres de los conciertos más interesantes de esta etapa y nos los ofrece aquí por primera vez con una calidad notable. Se da la circunstancia de que Virgin disponía en aquella época del “Manor Mobile Studio” que no era sino una mesa de mezclas portatil de 24 pistas. En la práctica, un estudio de grabación ambulante del que directamente proceden las cintas utilizadas por Wilson para rescatar los conciertos. Al mando del Manor Mobile Studio estaba Phil Newell, toda una institución en la época y habitual, entre otros, en los discos y conciertos de Mike Oldfield. Las tres actuaciones recogidas aquí son la del 16 de junio de 1974 en el Victoria Palace Theatre de Londres, la del 26 de octubre del mismo año en The Rainbow (con John Peel ejerciendo de maestro de ceremonias) y el concierto del Royal Albert Hall del 2 de abril de 1975. Este último con el valor añadido de ser la única grabación disponible de Michael Hoenig con Tangerine Dream ocupando el puesto de un Baumann que estuvo ausente en la gira australiana y en el concierto de aquella noche. Este hecho es notable por cuanto Hoenig es autor de uno de los grandes discos electrónicos de los setenta y tuvo una presencia importante en la escena progresiva y electrónica alemana de la época, tanto en solitario como en su etapa como miembro de Agitation Free (a donde llegó justo cuando Christopher Franke dejaba la banda).




“In Search of Hades” se completa con dos BluRay que tenemos que confesar que aún no hemos visto por lo que poco más podemos decir de su contenido salvo que el primero contiene las mezclas en 5.1 y en estereo de “Phaedra” y “Oedipus Tyrannus” y el segundo las de “Ricochet” acompañadas del documental “Tangerine Dream at the Coventry Cathedral” junto con dos apariciones en televisión de la banda en aquellos años.

Es muy difícil afirmar de una recopilación que es algo que todo seguidor de la banda debe tener porque precisamente los seguidores suelen poseer ya todo el material, incluso en varias ediciones diferentes pero es que “In Search of Hades” merece mucho la pena. Incluso prescindiendo del hecho de que contiene siete discos de estudio ya publicados, seguimos creyendo que el material adicional de la caja es suficiente como para hacer un esfuerzo. Para los aficionados pero no fanáticos de la banda que quieran rellenar huecos en su colección, con la excusa del lanzamiento de “In Search of Hades” se han reeditado por separado los mencionados discos de estudio con los mismos extras que aparecen en sus correspondientes cedés de la caja. Esto no incluye el material descartado de “Phaedra” o la banda sonora de “Oedipus Tyrannus” ni, por supuesto, los conciertos.

miércoles, 29 de mayo de 2019

Tangerine Dream - Rockoon (1992)




Es natural que un padre quiera lo mejor para un hijo y más aún que trate de facilitarle las cosas cuando el vástago quiere seguir sus pasos profesionales pero también es natural que esto provoque la aparición de suspicacias. Más aún cuando no se trata de que el hijo se dedique a la misma profesión que su padre sino de que su desempeño lo hace a las órdenes de éste. Evidentemente, hay casos en los que el talento está ahí y se abre paso pese a todo. Sofía Coppola fue muy criticada cuando actuó en “El Padrino III” bajo la dirección de su padre pero supo revertir esa situación labrándose una exitosa carrera como directora. Muchos otros fueron capaces de alcanzar grandes logros sin depender de lo que había hecho su padre antes que ellos como Jean Michel Jarre o Michael Douglas por poner un par de ejemplos bien conocidos.

El problema, como decíamos, es cuando es el padre el que directamente le da esa oportunidad a su hijo en un momento en el que no ha demostrado nada aún. Recientemente se ha hablado de esto cuando Zidane ha hecho debutar a dos de sus hijos en el Real Madrid pero tampoco esto es nuevo. Algo así ocurrió también cuando a finales de los años ochenta, Edgar Froese incorporó a su hijo Jerome a su banda Tangerine Dream. En aquel momento fue sólo para tocar la guitarra en un tema de “Lily on the Beach” pero en el siguiente trabajo, “Melrose”, Jerome era ya miembro de pleno derecho de la banda junto con su padre y Paul Haslinger, llegando a firmar en solitario tres cortes del disco. Apenas un año después, tras la salida de Paul de la banda, Tangerine Dream quedaron reducidos a un dúo padre-hijo.

Llegamos así a “Rockoon”, quizá el disco más controvertido de la historia de la banda y, con toda probabilidad, el más polémico hasta aquel momento. “Rockoon” iba a suponer un cambio de estilo hacia sonidos más comerciales modelado en su mayor parte por Jerome, autor de la gran mayoría de los temas del trabajo. No fue en absoluto un disco precipitado. De hecho, es uno de los que más tiempo requirió para su gestación, cuestión no menor cuando una de las señas de identidad de Tangerine Dream en la década de los ochenta fue, precisamente, su extrema productividad con decenas de discos y bandas sonoras compuestas en muy poco tiempo. Atrás, eso sí, quedaban los tiempos de las montañas de sintetizadores y equipo analógico. En los créditos del disco figuraban como únicos sintetizadores el Korg 01/W y el Korg T1. Aparatos potentísimos para la época pero que hoy en día suenan demasiado ligados a aquellos años. Los teclados eran cosa de Edgar Froese aunque también Jerome los interpreta en el disco junto con diversas guitarras o la batería. Además de ellos, intervienen como músicos de estudio, Enrico Fernández (guitarra), Zlatko Perica (guitarra) y Richi Wester (flauta y saxo).


Edgar y Jerome Froese


“Big City Dwarves” - El disco tiene un comienzo extraño con una pieza que en una primera escucha nos da la impresión de haberla cogido ya empezada. Apenas hay un esbozo de melodía que se pierde enseguida a lo largo de un desarrollo muy anodino que no lleva a ninguna parte. Mediado el tema hay un cambio de ritmo acompañado de una secuencia electrónica y de un solo de guitarra no demasiado inspirado. Como apertura del disco, la pieza no resulta demasiado prometedora.

“Red Roadster” - Si el primer corte pagaba el peaje de no tener una introducción, éste segundo es todo lo contrario. Hasta bien entrada la pieza, tenemos la impresión de que todo es una larga preparación para una continuación que no termina de llegar. El uso de la batería es excesivo, no porque ocupe demasiado espacio en el conjunto sino porque todo lo que hace resulta prescindible: no aporta nada interesante a la pieza. En el segmento central escuchamos alguna idea atractiva en forma de secuencia pero nunca termina de despegar del todo. De nuevo acabamos perdiéndonos en medio de un solo de guitarra errático que nos lleva al un final en que la aportación del saxo no mejora en demasía lo que había sonado anteriormente.

“Touchwood” - Quizá la pieza más salvable de todo el trabajo. Comienza con un breve tema muy pegadizo que continúa en una linea pop instrumental muy agradable. En cierto modo entronca con la música de la etapa de los primeros años ochenta de Tangerine Dream, en la que la melodía cobró una importancia que no tuvo en su época más clásica. El problema es que el tratamiento sonoro es mucho menos trabajado y suena artificial si lo comparamos con períodos anteriores de la banda. En todo caso, y dentro del conjunto del disco, “Touchwood” es un temazo.

“Graffiti Street” - El siguiente corte continúa con la linea del anterior. En realidad es un canción rock instrumental realizada con teclados electrónicos. Se deja oir pero no es lo que uno esperaba oir en un disco de Tangerine Dream. Entre lo poco salvable destacamos la breve fanfarria con la que se cierra el tema. En cierto sentido continúa el camino iniciado con los tres discos de la banda en el sello Private Music en los años inmediatamente anteriores pero o hace sin aportar ninguna novedad y con mucha menos inspiración. Teniendo en cuenta que aquella etapa tampoco fue especialmente brillante, esto no dice mucho de este tema. Con él se cierra la tanda de cuatro piezas firmadas por Jerome Froese con las que se abría el disco.

“Funky Atlanta” - Sin ser una maravilla, esta pieza ya aporta una mayor riqueza rítmica en el comienzo, saliendose de la tendencia nada arriesgada de los temas anteriores. La guitarra tiene aquí mucha presencia también pero lo hace con mucho más sentido que en otras composiciones. Con todo, no dejamos de estar en presencia de una pieza correcta como mucho.

“Spanish Love” - Si nos abstraemos a los sonidos iniciales de sintetizador, que queremos creer que no trataban de imitar a una guitarra española, esta pieza de Edgar resulta hasta salvable, con retazos melódicos que nos recuerdan a algún momento de “Cyclone”, por nombrar un disco de la época clásica de la banda. Una composición aceptable.

“Lifted Veil” - Volvemos a Jerome que esta vez opta por sonidos atmosféricos en el inicio para acomodar la entrada de la guitarra y el piano en una pieza tremendamente circunscrita a la época del disco con los peores sonidos de fábrica de los sintetizadores abanderando decenas y decenas de CD's de “new age”. La aparición del saxo a lo Kenny G (otro que vivió su grán momento en aquellos años) termina de rematar un tema que no apuntaba nada bueno.

“Penguin Reference” - En esa linea de “new age” más o menos amable va la siguiente composición de Jerome que sigue pecando del uso de sonidos impersonales aunque por lo menos tiene un ligero arranque de rebeldía en la parte central con un apunte rítmico que no llega a cristalizar. Pese a ello es una de las mejores piezas firmadas por el hijo de Edgar en todo el disco.

“Body Corporate” - La última composición del fundador de la banda en el trabajo es una balada interpretada a los teclados por él mismo. Lejos de momentos de inspiración de algún trabajo anterior, el tema se cae del todo cuando aparece el saxo, meloso a más no poder. No es que importe demasiado porque a estas alturas el disco no era ya rescatable pero esperaríamos algo un poco mejor del bueno de Edgar.

“Rockoon” - El tema que da título al disco, curiosamente, no está del todo mal. Tras una introducción convencional pero muy eficaz, escuchamos un tema de guitarra eléctrica bien construido que se ve perfectamente arropado por la batería y los teclados. La pieza más progresiva del disco se convierte en un muy buen instrumental rock a partir de ahí con un motivo melódico muy acertado que se repetirá hasta el final de la pieza. Sin ser una maravilla, sí es este un tema que podría figurar dignamente en muchos de los trabajos del grupo en años anteriores.

“Girls On Broadway” - Cerrando el trabajo encontramos un corte rítmico que también estaría por encima de la media del disco. Aún manteniendo gran parte de los detalles que tanto lastran a “Rockoon” como los sonidos prefabricados y sin personalidad o los ritmos trillados, el uso que de ellos se hace aquí es algo más soportable por mucho que Jerome no resistiera la tentación de cerrar con un “golpe de orquesta” de esos que seis años antes del disco ya sonaban viejos.

Los ochenta, ya lo hemos dicho en alguna ocasión, fueron muy duros para las grandes bandas de la década anterior. Esto sirve para el rock pero mucho más para los grupos y artistas basados en sintetizadores. De repente, el trabajo de crear sonidos electrónicos se simplifica. Con algo tan simple como apretar un botón, el músico tenía a su disposición centenares de timbres diferentes y lo mismo se puede decir de los ritmos y acompañamientos. Esto homogeneizó el sonido de todo tipo de artistas siendo cada vez más difícil diferenciarse de los demás, algo que llegó a su extremo en géneros como el tecno-pop o la “new age” en los que resultaba casi imposible reconocer a determinados músicos frente a otros. Pese a todo, una banda como Tangerine Dream pudo mantener un cierto nivel en esos años que, si bien estaba lejos del de sus grandes discos, le permitió un tránsito digno por la década con el único “pero” de un excesivo volumen de lanzamientos que hacía imposible la excelencia. El problema es que ya en los noventa, la electrónica dio un salto cualitativo muy importante. Cuando se publicó “Rockoon” ya habían aparecido en el mercado los primeros trabajos de Orbital, Richard D. James (más conocido como Aphex Twin), Massive Attack o The Orb y estaban a punto de irrumpir bandas como The Prodigy. Todos ellos protagonizaban una revolución que de repente hacía parecer a las leyendas del género auténticos fósiles vivientes. El sonido, los conceptos y los ritmos estaban a años luz de los de discos como “Rockoon” y eso también influyó mucho en que hoy en día sea éste un trabajo muy mal considerado en general. Curiosamente, y pese a que también suscitó un amplio rechazo por parte de los fans de toda la vida de Tangerine Dream, funcionó bastante bien en determinados círculos: fue nominado a los premios Grammy en la categoría de “new-age” y se posicionó en puestos muy altos de muchas listas especializadas como Billboard.

Jerome Froese se mantuvo como miembro de Tangerine Dream durante más de una década y media por lo que su presencia, finalmente, no se debía únicamente al hecho de que era el hijo de Edgar. En nuestra opinión, “Rockoon” es un disco prescindible, incluso desde el punto de vista de un seguidor de Tangerine Dream. No pasa nada por oírlo alguna vez pero, desde luego, tienen trabajos más interesantes en los que invertir nuestro tiempo. Por otro lado, siempre es interesante tener presente todas las etapas de una banda a la hora de valorar su puesto en la historia por lo que si tenéis curiosidad por escucharlo, no seremos nosotros quienes os lo impidamos de ningún modo y menos cuando la propia banda lo ha puesto a disposición de quien quiera disfrutarlo en youtube.