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viernes, 8 de mayo de 2020

Chris Squire - Fish Out of Water (1975)



Yes fue una banda muy particular por muchos motivos pero uno de los que más nos llama la atención es su aparente falta de liderazgo claro. En Pink Floyd siempre hubo una figura central en todas sus etapas. Jethro Tull o King Crimson son inimaginables sin Ian Anderson y Robert Fripp e incluso Genesis en la etapa de Peter Gabriel tenían en el cantante una figura de referencia indiscutible. Con algunas excepciones este tipo de esquema se repite en bandas de todo tipo de estilos y épocas. Con Yes no es tan claro. Es evidente que Jon Anderson ha cumplido esa función en muchos momentos pero también lo es que la banda funcionó relativamente bien en periodos en los que el cantante no formaba parte de ella. De otros miembros icónicos como Rick Wakeman o Steve Howe se podría decir prácticamente lo mismo. Sin embargo hubo un miembro cuya presencia ha llegado a definir lo que era Yes y lo que no lo era. Hablamos, claro, de Chris Squire, bajista fundador y único miembro de la banda presente en todos y cada uno de los trabajos publicados por ella hasta su fallecimiento en 2015.

Su aportación como compositor fue mayor en los primeros discos de la banda y se fue diluyendo en los trabajos más clásicos en muchos de los cuales no firmaba ninguna pieza en solitario aunque sí participaba en las que aparecían acreditadas a todo el grupo. Pese a ello, no es descabellado afirmar que Squire era el guardián de las esencias de Yes lo que se refleja en un hecho: se trata del miembro de la banda (contando solo a los más relevantes) con la discografía en solitario más escueta. De hecho se limita a dos discos de los que uno casi no podemos ni contarlo puesto que se trataba de un raro disco navideño de versiones publicado ya en 2012. Aunque sí participó como músico en discos de otros artistas (principalmente compañeros en Yes), podemos afirmar que la carrera de Squire se desarrolló por y para Yes.

La excepción es el disco que comentamos aquí hoy: “Fish Out of Water”, publicado en 1975 durante un descanso que todos los miembros de Yes en aquel momento pactaron para centrarse en sus diferentes proyectos individuales. Un poco antes, Rick Wakeman había dejado la banda para publicar en solitario y el resto de integrantes decidieron que quizá sería una buena ocasión para probarse lejos del grupo. Yes no volverían a publicar un disco de estudio hasta 1977, ya con Wakeman de nuevo en sus filas. En el ínterin, todos los demás miembros de la banda hicieron sus respectivos debuts en solitario: Steve Howe publicó “Beginnings” en octubre de 1975 (con la participación de Alan White, Bill Bruford y Patrick Moraz) y apenas una semana después aparecería el disco de Squire del que hablaremos hoy. Ya en 1976 sería Alan White quien iba a publicar su “Ramshackled” (con Anderson y Howe como invitados en una de las canciones) y poco después aparecería “Olias of Sunhillow” de Jon Anderson, el único de estos trabajos que podemos considerar un disco en solitario ya que el bueno de Jon toca todos los instrumentos.

Lo primero que llama la atención es que, mientras sus compañeros miraron hacia Yes a la hora de buscar músicos para su disco, Squire pareció buscar en King Crimson ya que, aparte de Bill Bruford (que perteneció a ambas bandas), el bajista recurrió al saxofonista Mel Collins y al letrista Peter Sinfield, ambos ex-integrantes de la banda de Robert Fripp. Junto a ellos, intervienen en el disco los teclistas Patrick Moraz y Barry Rose. El otro participante es Andrew Pryce Jackman, pianista y encargado de las orquestaciones y que ya había colaborado con Squire en los tiempos en que ambos eran integrantes de The Syn, la primera banda del bajista y a la que él mismo consideraba el embrión de Yes.

Chris Squire


“Hold Out Your Hand” - El comienzo del disco es tremendo, con unos teclados que son herencia directa de Yes y una linea de bajo que comienza a gobernar el tema entre constantes cambios de patrón rítmico. Aquellos que pensábamos que la voz de Jon Anderson era fundamental en Yes comenzamos a darnos cuenta aquí de la importancia de Squire a la hora de reforzarla en las segundas voces y los coros. Transcurridos los primeros minutos cuesta ver la diferencia entre esta pieza y cualquier otra contenida en los discos clásicos de Yes. Quizá el detalle de los arreglos orquestales del final del tema sea el único elemento que se aleje de la linea de la banda hasta entonces.




“You By My Side” - La segunda pieza comienza sin solución de continuidad como una extensión de la anterior aunque el cambio de estilo se hace evidente enseguida. El piano y la melodía central son herederos de los Beatles e incluso el tema de flauta podría recordad a algún experimento con el mellotron de la banda de Liverpool.

“Silently Falling” - La flauta se alía con el resto de la orquesta en la introducción de la siguiente canción que tiene mucho de banda sonora del Hollywood clásico en ese inicio. Si embargo, todo esto se rompe con el martilleo continuo del piano y el bajo de Squire que irrumpen para convertir la pieza en una enérgica suite de rock progresivo en toda regla. Mediado el tema entramos en un remanso de voz y piano que poco a poco se va acelerando para llevarnos al tramo final que no es sino una larga despedida en la que quizá sobra alguna repetición de motivos.

“Lucky Seven” - La cara b del LP comenzaba con un corte que al oyente despistado le podría recordar el característico estilo de los primeros trabajos del Alan Parsons Project con la particularidad de que el disco de Squire es anterior a la formación del grupo de Alan. Con un corto “riff” de piano eléctrico se construye todo el armazón de la pieza que luego se desarrolla de forma brillante con el bajo de Squire destacando sobremanera y esas voces que nos trasladan inevitablemente a Yes. A destacar la intervención de Mel Collins que llega a convertirse en el protagonista absoluto de la pieza por momentos.




“Safe (Canon Song)” - La pieza más larga del disco comienza con un arreglo de corte clasicista en el que flauta, cuerdas y arpa evolucionan hasta la entrada de la voz y el bajo. Con la aparición en escena de los teclados y la batería entramos en una sección que suena a Yes con orquesta por todas partes. Un experimento curioso que la propia banda iba a tardar muchos años en intentar. No es que el resultado sea particularmente interesante pero no funciona del todo mal. Lo siguiente es un extenso tramo en forma de canon, como indica el título, con diversos instrumentos repitiendo por turnos la sección principal para llegar a una última sección que resulta un poco pretenciosa al estilo de los excesos orquestales de Rick Wakeman pero mucho más contenida, destacando el delicadísimo final con Squire al bajo.




Cuando decíamos más arriba que Chris Squire era quien mantenía la esencia de Yes pensabamos en un hecho: los discos en solitario de Rick Wakeman, Jon Anderson o Steve Howe eran muy diferentes a los de la banda. Representaban la intención de los músicos de explorar caminos ajenos a Yes, muchas veces con estilos radicalmente distintos. En cambio, este “Fish Out of Water” es un disco continuista. Muchos seguidores de la banda incluso se refieren a él como el disco perdido de Yes y eso, lejos de ser una crítica, es todo un elogio que pocos integrantes de una banda tan legendaria como esta consiguen recibir en sus carreras en solitario.

Como ya hemos comentado, Chris Squire no volvió a sentir la necesidad de volver a grabar en solitario, quizá porque con Yes ya hacía la música que quería hacer y no tenía necesidad alguna de salir de esa zona de confort. Al margen de Yes, el bajista participó puntualmente en otras bandas y grabó con otros músicos, incluyendo varios compañeros en el grupo y estrellas como Steve Hackett de Genesis pero si por algo será recordado nuestro protagonistas es por su pertenencia a Yes y por ser el único que siempre estuvo en el grupo.

miércoles, 1 de mayo de 2013

King Crimson - Islands (1971)




Una de las características más extrañas de King Crimson en sus primeros años de vida era su continuo estado de crisis, merced al cual, la amenaza de la disolución rondaba continuamente sobre la banda, llegando a materializarse en alguna ocasión. Es posible que en esa continua tensión se encuentre el principal motor creativo de un grupo para el que cada nueva gira o cada nueva grabación se convertían en un reto casi inasumible y descabellado en muchos momentos.

Pongámonos en antecedentes: tras “In the Court of the Crimson King” (1969), la banda publicó dos nuevos discos en 1970. En el primero de ellos ya se habían registrado cuatro incorporaciones de músicos y una baja y entre los dos discos del citado año ocurrió casi lo contrario, es decir, tres miembros del grupo desaparecen de la alineación y se incorpora uno nuevo. Tras “Lizard” y la correspondiente gira, dejan King Crimson el vocalista Gordon Haskell y el batería Andy McCulloch, sustituidos por Boz Burrell (bajo y voz) y Ian Wallace (batería). Lejos de estabilizarse, tras “Islands” todos los músicos participantes en el disco salvo Robert Fripp dejaron la banda definitivamente pero eso será materia para otra entrada.

Volvamos a 1970 para encontrarnos con un trío formado por Robert Fripp, Mel Collins y Peter Sinfield. Sólo tres personas, la última de las cuales ni siquiera tocaba algún instrumento. La banda comenzó la búsqueda de una sección rítmica y un vocalista que, en principio, debería ser también el bajista. La primera incorporación fue la de Ian Wallace, batería que había tocado en el primer grupo de Jon Anderson e, incluso, en alguna ocasión con Yes así como junto a otros artistas británicos menos conocidos como Viv Stanshall (el maestro de ceremonias del final de la cara a del “Tubular Bells” de Mike Oldfield). Más complicado fue encontrar al último miembro del grupo lo que costó un buen número de audiciones “horribles” en palabras de Robert Fripp. Pasaron por ella nombres tan ilustres como el de Brian Ferry pero ninguno de ellos daba lo que el guitarrista esperaba. Se llegó a pensar en la posibilidad de que fueran dos las incorporaciones en lugar de una que hiciera la doble tarea de bajista y cantante pero finalmente se optó por otra vía. El nombre escogido fue el de Boz Burrell, solvente vocalista al que el propio Fripp enseñó las nociones básicas para que tocase también el bajo, siquiera de forma provisional. Sea como fuere, la opción fue la definitiva y la que terminó por asentarse para el disco.

El concepto del disco es ligeramente reminiscente del viaje de Ulises en la Odisea de Homero, recorriendo varias islas del mediterraneo. El letrista Peter Sinfield había residido en Formentera durante algún tiempo y allí escribió alguno de los textos de “Lizard” y todos los de “Islands” y la isla le inspiró para escribir este trasunto de la obra homérica que parte de la isla balear en la que, presumiblemente, concluye.

Acompañan en “Islands” a los miembros de King Crimson, el pianista Keith Tippett, la soprano Paulina Lucas, el oboe Robin Miller, Marc Charig a la corneta y Harry Miller al contrabajo.

Imagen de la formación que grabó "Islands"

“Formentera Lady” – Un sólo de contrabajo (no pulsado sino frotado con arco) abre el disco y sirve de presentación para una serie de arabescos de piano y flauta poco usuales en el rock hasta entonces. Entra entonces la voz de Burrell entonando una pausada melodía con un aire como de romance antiguo. Bajo y batería entran entonces marcando un ritmo metronómico con aderezos varios de flauta y percusión antes de retomar la narración inicial para repetir el esquema una vez más. Alrededor del minuto seis entramos en un segmento instrumental en el que aparecen por fin la guitarra de Fripp (en un plano secundario) y el saxo de Collins (más protagonista). Es esta parte en clave jazz-rock el momento más indiscutiblemente crimsoniano de la pieza y enlaza sin descanso con un poderoso instrumental rock.

“Sailor’s Tale” – Un vertiginoso golpear de platillos anuncia el cambio radical del disco que entra en una sección vigorosamente rockera en la que Fripp y compañía se desenvuelven con maestría combinando diferentes tiempos y ambientes. Citamos a Fripp porque suyos son los momentos más interesante con su guitarra buscando los límites acompañada de un casi imperceptible fondo de mellotron sobre el regular golpeo de Ian Wallace. Con el avance de la pieza, los teclados ganan en intensidad y la sección rítmica toma los mandos regalándonos uno de los más memorables instrumentales de la banda en estos años. Imprescindible en su repertorio en directo en adelante.

“The Letters” – De nuevo asistimos a una mutación en el comienzo del siguiente corte que se nos presenta entre suaves acordes de guitarra sobre los que Burrell canta una suave tonada. La tranquilidad se rompe en mil pedazos con la irrupción del saxo, agresivo como nunca y la ácida guitarra de Fripp que interrumpen bruscamente el desarrollo de la canción. Tras el sobresalto volvemos al jazz-rock con aire improvisado. La segunda intervención del cantante no tiene nada que ver con la anterior ya que, aunque la melodía es la misma, la intensidad, rozando el desgarro, es manifiestamente superior cerrando así la cara a del disco.

“Ladies of the Road” – La segunda parte del LP comienza con una especie de blues con un punto de psicodelia que nos sorprende con un estribillo inconfundiblemente deudor de los Beatles, influencia que no queda en el juego de voces sino que podemos encontrar también en algunos fraseados de guitarra. Por un momento nos sentimos transportados al “White Album” del cuarteto de Liverpool sin que por ello la composición pierda ni un ápice de su atractivo, siendo una de nuestras favoritas de la banda.



“Prelude: Song of the Gulls” – Si hay una sorpresa en el disco es esta pieza instrumental de cámara en la que sólo intervienen instrumentos clásicos. La melodía es una preciosidad que nos hace plantearnos hasta dónde habría dado de sí Fripp si hubiera cultivado algo más esta faceta de su música. Seguramente es una impresión nuestra sin mucha relación con la realidad ya que son músicos entre los que no encontramos demasiados nexos comunes pero creemos que esta composición pudo tener mucha influencia en un músico como Ray Lynch cuando grabó su “Nothing Above My Shoulders But the Evening” muchos años después.



“Islands” – Como cierre tenemos una preciosa balada llena de melancolía en la que todos los músicos invitados tienen un papel primordial (al igual que en la pieza precedente), especialmente Keith Tippett al piano, que deja en un segundo plano a los integrantes de la propia banda. El punto final va precedido de una extraña coda en la que escuchamos lo que parece un comienzo (o todo lo contrario) de una sesión de grabación con los músicos poniendo a punto sus instrumentos.

A pesar de haber grabado un disco tremendamente sólido y convincente, tras la gira que lo siguió, todos los integrantes de King Crimson salieron del grupo en desbandada dejando a Robert Fripp sólo ante el futuro. Las relaciones no eran las ideales pero los conciertos ayudaron a limar asperezas y se dice que en un momento dado, todos los músicos ofrecieron a Fripp continuar con el proyecto pero la cosa había llegado a un punto de no retorno tras el cual, fue el propio guitarrista el que optó por la disolución y posterior reconstrucción de todo el concepto de King Crimson. Como la mayor parte de la discografía “clásica” del grupo, “Islands” ha sido recientemente remasterizado por Steven Wilson por lo que no es complicado encontrar el trabajo en las tiendas. Os sugerimos un par de enlaces:



Nos despedimos con una rara versión en directo del tema que da título al disco:


lunes, 16 de mayo de 2011

King Crimson - In the Court of the Crimson King (1969)


Existen en el mundo de la música muchos grandes discos en todos los géneros. Algunos de esos grandes discos alcanzan la categoría de obras maestras. Un grupo aún más selecto de ellos ha pasado a la historia como un hito de los que marcan un antes y un después por su propia categoría musical pero también por la influencia que han tenido en el desarrollo de un estilo en los años posteriores. El trabajo que nos ocupa, se encuentra, sin duda, en esta última categoría.

Como tantos otros grupos en la época, los miembros del King Crimson original habían hecho sus primeras armas en pequeñas bandas, grupos de amigos locales sin más pretensiones. Robert Fripp había formado parte de un grupo profesional llamado, sencillamente, "Giles, Giles and Fripp" junto con el bajista y cantante Peter Giles y su hermano Michael a la batería. Éste último sería de la partida en la primera formación de King Crimson. Completaba la banda Ian McDonald a los vientos y el guitarrista y cantante Greg Lake, que se ocuparía del bajo en la banda a petición de Fripp. Igual que hubo un "quinto Beatle", existió un "quinto Crimson" en la figura de Peter Sinfield, autor de las letras del grupo.

Comunmente se cita a "In the Court of the Crimson King" como el disco que inaugura el rock progresivo como género y, ciertamente, en él se encuentran ya todos los elementos definitorios del estilo. Evidentemente, hay rock, pero también jazz, blues, estructuras clásicas, excelentes instrumentistas y largas canciones con un nexo temático de unión entre ellas.

Sería un ejercicio inútil tratar de escribir aquí algo más sobre esta obra, pudiendo el lector pasar directamente a disfrutarla. Son sólo cinco canciones pero todas y cada una de ellas tienen una belleza intemporal. "In the Court of the Crimson King" es un disco que hay que escuchar con mucha atención y volver sobre él periódicamente. La experiencia merece mucho la pena. La versión que podemos disfrutar aquí es la reciente remasterización realizada por Steven Wilson bajo la supervisión del propio Robert Fripp en 2009, con ocasión del 40 aniversario del album.

Para adquirir la obra, como siempre, un par de vías recomendadas:

play.com también en la misma web, la edición especial en forma de boxset de 5 CDs + DVD con cantidad de extras deluxe

amazon.com

Una muestra de la impresionante "Epitaph":