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sábado, 31 de octubre de 2020

Carlos Alomar - Dream Generator (1987)



En alguna entrada anterior de este blog definimos al sello Private Music como un “cementerio de elefantes” y es que el que fuera uno de los buques insignia de la música “new age” en los años ochenta comenzó reclutando a un buen número de artistas que, si bien tenían una trayectoria muy extensa en otros estilos, normalmente había sido como integrantes de una banda o como músicos a la sombra de un artista principal. A veces, ni siquiera eso y habían hecho la mayor parte de sus carreras en el anonimato sin llegar a publicar discos con su nombre como era el caso de Suzanne Ciani.


El propio Baumann daba el perfil ya que fundó Private Music después de una breve carrera en solitario después de dejar Tangerine Dream. Entre sus primeros “fichajes” estaban Yanni (teclista por aquel entonces del grupo Chameleon), James Newton Howard (quien aún no había empezado su exitosa carrera como compositor de bandas sonoras y acumulaba una larga experiencia como músico de sesiones para Elton John, Carly Simon, Chaka Khan e incluso Julio Iglesias), Jerry Goodman (violinista de la Mahavishnu Orchestra), Eddie Jobson (ex-Roxy Music), Patrick O'Hearn (ex-Zappa como también lo fue el propio Jobson) o Andy Summers (ex-Police). Otro nombre que encaja en la lista es el de Carlos Alomar cuya carrera transcurrió en buena parte como músico de David Bowie. El guitarrista puertorriqueño solo grabó un disco en solitario y lo hizo precisamente para Private Music en 1987. Alomar no es un artista amante de los focos y ha estado siempre en un segundo plano. Muchos creen que su trabajo con Bowie se limitaba a tocar la guitarra pero lo cierto es que hizo un poco de todo, desde componer hasta producir pasando por la coordinación de la banda del artista británico. Sin ir más lejos, el primer número uno de Bowie en los Estados Unidos cuenta entre sus créditos a Carlos Alomar como compositor ya que fue él el responsable del famoso “riff” de guitarra de “Fame”, la colaboración de Bowie y John Lennon grabada en 1975. No fue la única aportación del guitarrista a la discografía del Duque Blanco ya que el sello de Alomar apareció en un buen número de canciones del artista.


En cualquier caso, poco o nada tendría que ver el trabajo de Alomar con Bowie y otros artistas con lo que podemos escuchar en “Dream Generator”. Es este un disco que en su día sonaba tremendamente moderno y experimental con Alomar tocando una interminable lista de sintetizadores y samplers entre los que no faltaban los más populares de su época como el Kurzweil 250, el Yamaha DX7, El Oberheim OB8 o el Prophet 5 entre otros, además de varias guitarras diferentes. El proceso de composición y grabación fue bastante particular y seguro que eso tiene mucho que ver en el resultado final y es que Alomar se valió del “Digitar” para la orquestación y la elaboración de las partituras. Se trataba de una especie de controlador MIDI de guitarra con el que el músico podía ir enviando las notas a los diferentes sintetizadores. Pese a todo ello, Alomar no estuvo solo y en disco participaron otros músicos como Chuck Kentis (teclados), Tony Smith (batería), Carol Grossman (piano), Danny Marx (guitarra), Carmine Rojas (bajo) y Andy Heermans (voz).


El trabajo tiene un nexo común y es que todos los cortes tienen títulos relacionados con el proceso del sueño lo que justifica lo extraño de muchos de los sonidos utilizados y nos hace catalogarlo como un álbum conceptual.


Carlos Alomar



“Hallucination” - El comienzo del disco es un adelanto de todo lo que nos espera después con sintetizadores ligeramente estridentes, samples orquestales y ritmos potentes. Todo extremadamente ochentero, incluidas las guitarras. Todos los tópicos del “AOR” tan de moda en esa década se aglutinan en los primeros minutos. Luego llega un plácido puente más tranquilo con sonidos electrónicos de fondo para un breve solo de guitarra eléctrica nada efectista antes del final, de nuevo pleno de ritmo.


“Siamese Dreams” - El segundo corte es más experimental con ritmos y sonidos percusivos que le dan al tema desde el principio un curioso aire oriental. Las melodías no terminan de aparecer quedándose en meros apuntes antes de disolverse en bucles sonoros. La segunda parte con la entrada de la guitarra y la batería es más convencional y nos lleva por caminos ya trillados con toques de ese elegante rock plastificado de los ochenta al estilo de Robert Palmer. Algunos cambios rítmicos rompen la monotonía pero no consiguen llamarnos especialmente la atención.


“Global Alpha 9” - El comienzo es un clásico arpegio de sintetizador que hemos oído en decenas de ocasiones como introducción de todo tipo de teleseries norteamericanas de la época. Muy similar también a trabajos de gente como Jerry Goodman que también publicaban en Private Music por aquel entonces. Es la primera pieza, en todo caso, en la que Alomar concede protagonismo a su guitarra encargada de las melodías principales. Es un corte agradable pero que en términos de sonido, al igual que todo el disco, ha envejecido bastante mal.



“Winkin', Blinkin' & Nod” - Ritmos programados y percusiones sirven de introduccíón para una veloz pieza en la que destaca el bajo eléctrico, probablemente sampleado, ejecutando una serie de fraseados muy inspirados. Por lo demás, nada demasiado destacable más allá de un sonido que ha terminado por definir una época pero también para quedar encasillado en ella.


“Sleepwalker” - Una de las piezas que mejor ha sabido sobrevivir al lastre de una tímbrica tan asociada a unos sintetizadores y años muy concretos es esta composición. Su tono tranquilo y su carácter melódico permiten que nos olvidemos por un momento de esos aspectos para centrarnos en la música en sí que, en este caso, es bastante inspirada.


“Insomniac” - La siguiente pieza muestra ya de inicio un cambio con la introducción de samples vocales y ritmos “funk” muy interesantes. En cualquier momento podría comenzar a cantar Prince y no nos sorprendería en absoluto. Las cuerdas y los metales sintéticos, habituales en este estilo, brillan especialmente como también lo hace la propia guitarra de Alomar. Probablemente la mejor pieza del disco con permiso de la siguiente.




“Dream Generator” - Quizá porque comparte título con el propio disco, este corte es el que más trascendió de todo el trabajo e incluso era el elegido habitual de Private Music a la hora de incluir alguna pieza de Alomar en los recopilatorios y los “samplers” promocionales que se enviaban a la prensa especializada del momento. Este hecho no deja de ser curioso porque “Dream Generator” es uno de los cortes menos comerciales del disco. De hecho puede ser el más experimental. Comienza con un tintineo electrónico sobre el que se desarrolla una breve melodía sintética al estilo de la Suzanne Ciani de la época. Luego entramos en un segmento que nos recuerda muchísimo al estilo de Isao Tomita con un punto cinematográfico que le viene como anillo al dedo. Una pieza notable, muy por encima del nivel medio del disco.



“R.E.M.” - Con el siguiente tema volvemos a las andadas con una especie de instrumental-country-electrónico que si ya sobre el papel suena raro, convertido en música es aún más extraño. Lo mejor son las guitarras de Alomar, especialmente las acústicas que apenas se habían dejado oir en lo que llevamos de disco. De hecho, creemos que esta composición habría quedado mucho mejor prescindiendo de todos los sintetizadores y de la batería y quedandose como un tema de guitarra al estilo de Michael Hedges o William Ackerman pero ese tipo de sonidos era propio de la discografía de estos (Windham Hill) y no tanto de Private Music que siempre optaba por piezas predominantemente electrónicas.


“ZZZ” - Percusiones a medio tiempo y acordes electrónicos nos recuerdan inmediatamente a la música de otro compañero de Alomar en Private Music: Patrick O'Hearn. La pieza no está mal aunque tampoco tiene nada que la haga destacar especialmente sobre el resto. Quizá el aspecto melódico está más cuidado y todos los desarrollos nos llevan a algo, cosa de la que adolecían otros cortes del disco. Interesante sin más.


“Feline Lullaby (Sam's Song)” - El cierre del disco se aparta un poco de la tónica del resto con una pieza puramente ambiental en el estilo del mismísimo Brian Eno, incluyendo las guitarras que por momentos recuerdan a las de discos como “Apollo: Atmospheres and Soundtracks” y otras veces a las del mismísimo Robert Fripp. Una sorpresa muy agradable para cerrar un disco no del todo convincente.




En su día, cuando apareció “Dream Generator”, recordamos bastantes críticas elogiosas hacia el disco y nosotros mismos lo tuvimos en muy alta estima. Sin embargo, y como le ocurre a muchos de sus contemporáneos, esa valoración se ha desplomado con el paso del tiempo al mismo ritmo al que se iban quedando anticuados la mayor parte de los sonidos que en él se utilizan. Este es un mal común a muchos trabajos de la época pero que afecta especialmente a los editados por el sello de Peter Baumann. Hoy en día hay muchos discos de Private Music que nos cuesta volver a escuchar y eso incluye a artistas como los propios Tangerine Dream o Suzanne Ciani a los que admiramos mucho. Tampoco parece que el propio Alomar quedase muy satisfecho porque su carrera como artista en solitario empezó y terminó aquí. “Dream Generator” apareció a la vez que Alomar dejaba de colaborar con Bowie tras participar en “Never Let Me Down” pero el guitarrista continuó colaborando en discos de figuras como Carly Simon, Jennifer Rush o Cyndi Lauper antes de volver con Bowie bien entrada ya la década siguiente. Hoy este disco queda como una rareza con momentos interesantes que nunca está de más revisar de cuando en cuando pero siendo muy conscientes de las fuertes ataduras del trabajo con el momento en que fue grabado.

domingo, 12 de junio de 2016

David Bowie - Let's Dance (1983)



En un músico de la categoría de David Bowie, sorprende comprobar la sequía creativa que sufrió a lo largo de casi toda la década de los ochenta. Cierto es que en esos años estuvo muy centrado en su carrera como actor interpretando algunos de sus papeles más recordados en películas como “Feliz Navidad, Mr.Lawrence”, “Principiantes”, “Dentro del Laberinto” o “La Última Tentación de Cristo” pero extraña que el cantante “desperdiciase” tanto tiempo desde el punto de vista musical.

Hay una excepción a todo esto y no es una excepción menor ya que hablamos de uno de los discos más vendidos de su autor y que contó, además, con varios “singles” que siguen estando hoy entre sus canciones más conocidas. Habían pasado tres años desde “Scary Monsters” y Bowie quería dar un giro en su carrera. La primera consecuencia fue inesperada. Después de trabajar con él durante muchos años y de preparar juntos el nuevo disco, al menos en sus primeras fases, el productor Toni Visconti dejó de recibir noticias de Bowie. Cuando llamó a “Coco” Schwab, la asistente personal del músico para ver qué pasaba, ésta le confirmó que el artista llevaba dos semanas trabajando en la grabación del disco con otro productor y que las cosas iban muy bien. Visconti y Bowie no volvieron a trabajar juntos hasta muchos años después de aquello.

El músico acababa de firmar por EMI tras terminar una larga relación con el sello RCA y eso le obligaba en cierta forma a entregar un primer disco que se vendiera bien lo que obligaba a incluir en él canciones “comerciales”. Ese hecho tuvo mucho que ver en la elección de Nile Rodgers como productor. El miembro de Chic había grabado varios discos clásicos de la música “disco” en los últimos años de los setenta y a partir de ahí comenzó a colaborar con otros artistas como Diana Ross, Robert Wyatt o Duran Duran. Hubo un momento en que todo lo que tocaba se convertía en oro y Bowie, una de cuyas mejores cualidades ha sido siempre la de reconocer fácilmente el talento ajeno, no dejó pasar la oportunidad de colaborar con él. Visconti no fue el único colaborador habitual de Bowie que desaparecería de los créditos en este disco. El guitarrista Carlos Alomar tampoco aparece ya que se le llamó apenas unos días antes de comenzar la grabación y ya tenía compromisos adquiridos. La guitarra la interpretaría en su lugar Stevie Ray Vaughan a quien acompañarían en la grabación del disco: Carmine Rojas (bajo), Omar Hakim y Tony Thompson (baterías) y Rob Sabino (teclados). Además, participa en la grabación una sección de metales muy interesante cuyos arreglos corrieron por cuenta de Nile Rodgers, guitarrista también en el disco. Bowie, por una vez, se limita a cantar y no toca ningún instrumento.

Bowie junto a Nile Rodgers durante la grabación del disco.


“Modern Love” - El disco comienza fuerte y sin concesiones. Nos recibe con todo un “hit” lleno de  atractivo. La batería marca un ritmo enérgico y el piano la acompaña dibujando el esqueleto de una canción memorable. A partir de ahí, los vientos y los coros acompañan a la perfección a un Bowie sobrio que firma un éxito que triunfó en las listas de medio mundo igual que lo hizo unos años después la versión que del mismo hizo Tina Turner.

“China Girl” - El que fue segundo “single” del disco era una versión de un tema que Bowie compuso junto a Iggy Pop para el disco de éste “The Idiot” (1977). Lo cierto es que la interpretación de David nos parece muy superior, volviendo a mostrar todas sus cualidades vocales, ocultas en el primer tema del trabajo bajo una ejecución “estándar”. Los arreglos son también extraordinarios, especialmente en cuanto al bajo, omnipresente en toda la pieza con una línea inolvidable. También los teclados están muy cuidados e incluso escuchamos un buen solo de guitarra en la parte final que nos devuelve al Bowie más rockero dentro de un tema como éste, eminentemente “pop”.




“Let's Dance” - El “single” de presentación del disco fue una exquisita mezcla de “funk” y rock. La más clara muestra del sentido que tenía la contratación de Nile Rodgers como co-productor del disco. Comienza con unos coros que recuerdan a los años inocentes del rock'n'roll que desembocan en un infeccioso ritmo funky subrayado por las guitarras de Rodgers, la sección de viento y una batería sincopada impecable. El final es magnífico y la parte que contiene el solo de guitarra la habría firmado el mismísimo Prince.




“Without You” - Cerrando la “cara a” del LP tenemos una canción algo más tranquila que las tres anteriores y quizá algo más floja aunque manteniendo un nivel alto. Escuchamos aquí al Bowie más vulnerable cantando en falsete la mayor parte del tiempo. Las guitarras, alejadas esta vez del “funk” recuerdan a producciones anteriores del músico con Brian Eno.

“Ricochet” - La canción más extraña del disco es la escogida para abrir la “cara b”. El esquema es poco convencional ya que no se ajusta a la secuencia clásica de estrofa-puente-estribillo. De hecho, casi se podría decir que carece de este último ya que toda ella se organiza a partir de una larga estrofa con apenas variaciones. Con todo, es un muy buen tema con cierto grado de experimentación en lo tocante a los arreglos los tratamientos electrónicos de la voz de Bowie y los coros. Hay también mucha influencia de otros artistas de la escena neoyorquina de aquellos años como los Talking Heads de la etapa con Brian Eno.

“Criminal World” - Una de las grandes joyas olvidadas en la discografía de Bowie es esta versión del éxito de Metro, la banda formada por Duncan Browne, Peter Godwin y Sean Lyons y que apareció en su disco homónimo de 1977. A partir de un suave ritmo cercano al reggae se desarrolla un bonito tema que desemboca en un estribillo memorable. Bowie hace suya la tema y la defiende con maestría consiguiendo, al igual que con “China Girl”, mejorar notablemente el original, considerablemente más lento y, nos atreveríamos a decir, descafeinado.

“Cat People (Putting Out Fire)” - Se incluye aquí una canción que Bowie escribió para la película del mismo título que se estrenó en 1982. De hecho, el cantante sólo hizo la letra ya que la música aparece firmada por el afamado productor Giorgio Moroder. La versión del disco nos agrada más que la que sonó en la película. Una vez más, Bowie le da un lavado de cara completo a un tema que en manos de Moroder sonaba artificial y sin fuerza y aquí lo hace transformado en una canción robusta y mucho más consistente.

“Shake It” - Cierra el trabajo otro tema rebosante de ritmo “funk” en el que se hace evidente el papel de Nile Rodgers. Casi podríamos considerarlo una anécdota dentro del alto nivel de un disco en el que lo más flojo mejora buena parte de los discos más destacados de la mayoría de artistas de aquel momento.

El disco se convirtió en un superventas (no ganó el Grammy al mejor disco del año porque en 1984 competía con “Thriller” de Michael Jackson) y convirtió de repente a Bowie en una estrella del “pop” más comercial, algo que, además de sorprenderle, le desconcertó mucho. No terminaba de entender el cambio generacional que había experimentado el núcleo de sus seguidores y se preguntaba cuántos de los que iban ahora a sus conciertos tendrían en su casa algún disco de, por ejemplo, The Velvet Underground.

Es cierto que “Let's Dance” era un disco muy distinto a lo que Bowie había hecho antes. Baste recordar que llegaba después de la “trilogía Berlinesa” y de “Scary Monsters” pero hay que reconocer que el giro hacia una música más “comercial” le salió mejor que la gran mayoría de compañeros de generación cuyo tránsito por los años ochenta fue, en general, desafortunado. Podríamos decir que Bowie tenía una especial habilidad para caer de pie en casi cualquier circunstancia pero no queremos olvidarnos de lo que pasó después y es que sus siguientes trabajos fueron, en general, muy flojos, hasta el punto de que el músico tomó la decisión de “abandonar” su carrera en solitario y formar una banda como Tin Machine para relanzarse.

En todo caso, “Let's Dance” es un disco recomendable al 100% y una inyección de optimismo y buenas vibraciones que siempre esta bien retomar de cuando en cuando.

Nos despedimos con un anuncio de Pepsi de 1985 con "Modern Love" como tema central y Tina Turner de estrella invitada: