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jueves, 1 de marzo de 2018

Loreena McKennitt - The Mask and Mirror (1994)



Si bien la fama internacional le llegó gracias a su disco anterior, “The Visit”, el disco con el que Loreena McKennitt sonó en todas las radios y tuvo hasta un single de éxito con su parte de guitarra eléctrica y todo fue “The Mask and Mirror”. La artista comenzó a trabajar en él poco después de publicar el citado “The Visit” aprovechando los viajes que hizo como parte de la promoción del mismo además de para ofrecer conciertos. En todo ese periodo continuó explorando el legado celta fuera de las Islas Británicas tocándole el turno a la Península Ibérica, junto con Marruecos, el eje principal del nuevo disco.

Loreena se interesó profundamente en la situación cultural de la España del S.XV con la convivencia de las tres grandes religiones “del libro” (judíos, islámicos y cristianos) en un mismo territorio y durante su gira de 1993 aprovechó para visitar Santiago de Compostela, Granada y seguir viaje hasta Marrakesh llegando a convivir varios días con tribus del desierto. Todo eso más su bagaje anterior en tierras irlandesas y bretonas, así como su amor por la literatura del S.XVI terminaron por conformar un disco muy sorprendente que iba a ir mucho más allá de la tradición puramente celta que cualquiera de los trabajos anteriores de la artista canadiense. En el aspecto instrumental esto iba a acentuarse. Ya en “The Visit” sonaba el sitar o la balalaika entre los instrumentos ajenos al mundo celta pero aquí la lista iba a ser mucho más extensa incluyendo percusiones e instrumentos de cuerda hindúes, armenios o africanos además de otros más modernos como la guitarra o el sitar eléctrico. Loreena McKennitt, además de cantar, toca el arpa, el acordeón, el piano, los sintetizadores y el dumbeg egipcio. La acompañan los habituales Brian Hughes (guitarras, oud, balalaika y sitar), Rick Lazar (todo tipo de percusiones), George Koller (bajo, tamboura, violonchelo y esraj), Patrick Hutchinson (gaita irlandesa), Hugh Marsh (violín) y Al Cross (batería). Se incorporan al grupo de la artista: Anne Bourne (violonchelo y voces), Nigel Eaton (zanfona), Ravi Naimpally (tabla), Abraham Tawfik (nai, oud), Donal Lunny (bouzuki y bodhran) y Ofra Harnoy (violonchelo) y aparece en una de las canciones el Victoria Scholars Choir.



“The Mystic's Dream” - El primer corte del disco se inspira en los textos sobre la tradición sufí que Loreena compró (junto con varios recuerdos más) en su visita a Granada de 1993. La canción comienza con una fondo grave y la voz de la cantante entonando una breve melodía. Suenan suavemente flautas y percusiones hasta que entra, solemne, el coro. Aparece así la melodía central de la pieza que luego será replicada por la propia artista cantando un texto propio. Antes de eso asistimos a un brillante despliegue instrumental en el que hay que destacar una percusión brillantísima. La gaita irlandesa reina por unos instantes dejando paso a la voz que le cederá su sitio en momentos puntuales. Todo el tema es una joya que no hace sino anticipar un viaje extraordinario.

“The Bonny Swans” - Mientras preparaba su disco anterior, Loreena estuvo en Irlanda estudiando sus tradiciones, no sólo musicales sino también literarias y decorativas, fijándose mucho, por ejemplo, en los tapices. En uno de los libros que adquirió encontró la historia que cuenta esta canción tras la adaptación de la propia artista. El tema, muy tradicional en sus formas (percusión celta, violines, guitarras y algún bouzouki), tuvo el sorprendente añadido de la guitarra eléctrica, solo incluido, y sonó insistentemente en todas las radios en la época. Quizá por estar concebido como “single”, es un corte que no termina de encajar bien con el resto del disco ni en cuanto a los arreglos ni en cuanto a la temática.




“The Dark Night of the Soul” - Tras sus primeras visitas a España, Loreena quiso profundizar en los textos del místico San Juan de la Cruz, algo que hizo en cuanto tuvo ocasión en sus visitas a Stratford. Se fijó especialmente en “La noche oscura del alma”, poema que estudió a través de varias traducciones en las que se dio cuenta de todo lo que podía variar un mismo texto según quién lo interprete. La música que la artista compuso para acompañar las palabras del poeta es maravillosa. Una balada inspiradísima con un arreglo instrumental muy sutil en el que violonchelo, violín y guitarra arropan una voz que necesita de pocas ayudas. Uno de los grandes momentos del disco sin duda alguna.




“Marrakesh Night Market” - La visita a un mercado de Marrakesh en pleno ramadán inspiró a la artista este tema. Durante esas fechas, los practicantes del Islam realizan la mayor parte de las actividades de la jornada tras la puesta del sol lo que insufla una vida extraordinaria a los mercados. Loreena traslada todo ese desenfreno a una composición que es una fiesta de ritmo cortesía de todo tipo de percusiones manuales, guitarras y bouzoukis. La melodía tiene un aire oriental en el que la artista profundizaría en trabajos posteriores.

“Full Circle” - El día que abandonaba Marruecos, Loreena madrugó para coger el avión y escuchó el canto de un muecín convocando a los fieles a la oración. Entonces pensó “¿dónde he oído yo algo parecido?” y recordó una visita al monaterio benedictino de St.Benoit-du-Lac, cerca de Quebec en el que la llamada era similar. Con esa idea en mente, la artista compone esta maravilla en la que su voz es casi milagrosa. Es cierto que George Koller hace una gran interpretación con el esraj pero la sobrecogedora forma de cantar de la artista canadiense eclipsaría aquí a la más grande de las orquestas.

“Santiago” - Loreena McKennitt llegó a Santiago de Compostela a principios de 1992 para cantar pero la ciudad, su historia y su catedral la atrajeron hasta tal punto que volvió pocos meses después para investigar sobre la que fue una de las grandes capitales de la cristiandad durante varios siglos. Regresaría de nuevo al año siguiente y en uno de esos viajes encontró esta melodía que le fascinó. En sus propias palabras, pese al aire semita de la pieza, tenía elementos árabes y también celtas lo que no era sino una muestra clara de hasta qué punto todas esas culturas estuvieron integradas en la España medieval. La composición, tarareada en su mayor parte por la cantante, es extraordinaria y resume de forma inmejorable todo el disco: ritmos desenfrenados, excepcionales interpretaciones, una riqueza instrumental difícil de encontrar y, por encima de todo, una voz privilegiada.

“Cé Hé Mise le Ulaingt? / The Two Trees” - La siguiente pieza combina una magnífica introducción de aire inconfundíblemente celta compuesta por el gaitero Patrick Hutchinson con una canción de la propia Loreena en la que pone música a un poema de William Butler Yeats. La primera es bellísima y rivaliza con otras piezas similares del gran maestro Liam O'Flynn. La segunda es una balada típica de la artista en la que escuchamos su voz acompañada de piano y violonchelo.

“Prospero's Speech” - Ya contamos tiempo atrás cómo en sus comienzos Loreena McKennitt formó parte de una compañía teatral amateur que solía interpretar habitualmente obras de Shakespeare. “La Tempestad” era una de ellas y a la artista le pareció una gran idea terminar este disco con el monólogo final de Próspero, el protagonista de la obra. No se nos ocurre un final mejor que esta maravilla inspirada, probablemente, en la polifonía del renacimiento. Un broche de oro para un disco fantástico.




Nos resulta muy curioso recordar ahora nuestras primeras impresiones tras escuchar “The Mask and Mirror” en su momento. Veníamos de escuchar a la Loreena McKennitt más centrada en la tradición celta y las incursiones en otras músicas que asomaban en “The Visit” no nos molestaron en absoluto. Sin embargo, este trabajo no nos terminó de gustar entonces. La variedad de instrumentos utilizada y la producción de algunos temas nos resultó algo recargada y poco fiel al estilo que nos había enamorado en los discos previos de la artista. Lo cierto es que lo que entonces vimos como una rareza, se reveló como el primer paso de una evolución que nos iba a descubrir a una artista mucho más completa. “The Mask and Mirror” fue un disco que tardamos en apreciar pero si hay algo que nos ha enseñado la experiencia como oyentes es que estos trabajos terminan por ser los más valorados con el tiempo, algo que también funciona en sentido contrario: discos que nos entusiasman con las primeras escuchas, se desploman frecuentemente en sucesivas revisiones.

Sea como fuere, hoy tenemos en muy alta estima este trabajo de Loreena McKennitt, artista que, por otra parte, tiene un nivel y una regularidad en sus discos que nos hace muy difícil escoger uno o dos por encima del resto. “The Mask and Mirror”, al menos entraría en la pugna por estar ahí.

Como despedida os dejamos con esta versión de "Santiago" interpretada en directo en la Alhambra.


 

miércoles, 6 de agosto de 2014

Loreena McKennitt - Parallel Dreams (1989)



Aunque “The Visit” fue el primer gran éxito de Loreena McKennitt en todo el mundo y el disco que la dio a conocer como artista para el gran público, ya un par de años antes había grabado un sensacional trabajo que la llevaría a ser muy popular en Canadá, su país. Fue, quizá, el disco en el que la artista se planteó más en serio su carrera discográfica, contando por primera vez con una interesante nómina de músicos, varios de los cuales pasarían a formar parte de forma estable de su banda de acompañamiento en los conciertos y en las siguientes grabaciones. Así, pasamos de dos primeros discos en los que la práctica totalidad de los instrumentos eran interpretados por la artista con algunos colaboradores puntuales a un trabajo más maduro en el que intervienen varios músicos de gran nivel. Además de ello, Loreena escribe por primera vez la mayor parte de las letras del disco.

“Parallel Dreams”, que es el título del álbum, habla de muchos tipos de sueños, desde el de los amantes que viven un amor imposible hasta el de una joven niña huérfana en el Dublin de Dickens que sólo aspira a un techo bajo el que cobijarse pasando por el origen del título: los “sueños paralelos” que unen a los pueblos nativos norteamericanos y a los antiguos celtas. Sueños de libertad, integración y amor en palabras de la propia artista en las notas del disco.

La formación que participa en la grabación está integrada por Brian Hughes (guitarra, bajo, teclados), Oliver Schroer (violín), George Koller (violonchelo, bajo), David Woodhead (mandolina, acordeón), Rick Lazar (percusión), Shelly Berger (bajo, pzud), Patrick Hutchinson (gaita irlandesa), Ratesh Dasj (tabla), Al Cross (percusión). Loreena McKennitt toca el arpa, los teclados y el bodhran además de cantar como muy pocas pueden permitírse.



“Samain Night” – Un simple fondo de teclados y unas notas de arpa que no tardan en versa acompañadas por el violín de Oliver Schroer es todo lo que necesita Loreena para crear un ambiente perfecto para su voz. Esta suena con toda la plenitud a la que nos tiene acostumbrados, despegando unos agudos primorosos. Gracias a la magia del estudio de grabación podemos escuchar a la cantante haciendo segundas voces para completar una combinación maravillosa. La canción, escrita por ella misma, es una deliciosa balada que recoge ¿cómo no? innegables influencias celtas pero que tiene una personalidad tremenda desde el primer momento.

“Moon Cradle” – La artista opta para este segundo tema por un acompañamiento más escueto, interpretado en su totalidad por ella, lo que significa, en la práctica, que vamos a escuchar su arpa y algunos arreglos de teclado muy tenues. Lo cierto es que la adaptación que hace la artista de un texto del poeta irlandés Padraic Colum, parece escrita a propósito para que podamos disfrutar de lo mejor de la voz de Loreena, llena de inflexiones y capaz, por sí misma, de sostener toda la composición.

“Huron ‘Beltane’ Fire Dance” – Recupera la artista a la mayoría de los miembros de la banda para el primer tema instrumental del disco. La pieza comienza con una serie de percusiones entre las que se filtra la voz de la artista entonando un precioso lamento. El ritmo se incrementa con la llegada de los instrumentos de cuerda y la adición de nuevos juegos percusivos hasta convertirse en algo infeccioso con la entrada de la melodía central a cargo del violín. La danza, que muy bien podría bailarse a orillas del lago Hurón como sugiere el título, es un ejemplo perfecto de cómo entiende la artista que debe ser su acercamiento al folclore de sus mayores: respetuoso pero innovador a la vez. Una pieza espectacular que se encuentra entre lo mejor del disco.

“Annachie Gordon” – En casi todos los discos de Loreena encontramos una canción mas extensa de lo normal que suele ser, además, una balada sobre un tema tradicional. En ella apreciamos las excepcionales características de la voz más agraciada del folclore contemporáneo y lo que ocurre en este caso no es ninguna excepción. La artista adapta una canción tradicional escocesa a la que se han enfrentado voces como la de Mary Black y lo hace de un modo impecable. Tiene mucho mérito que canciones tan largas como esta (o como “The Lady of Shallott” en el disco “The Visit” o “The Highwayman” en “The Book of Secrets”) terminen por ser en muchos casos las más recordadas de cada uno de los trabajos pero parece claro que Loreena pone en ellas algo más que termina por hacerlas especiales.

“Standing Stones” – Si este hubiera sido un disco convencional, éste podría haber sido perfectamente el single de presentación del mismo. Loreena pone música a un texto tradicional y se acompaña de todos los músicos del disco, entre los que destaca el magisterio a gaita irlandesa de Patrick Hutchinson y la forma en que un instrumento tan ajeno a la música celta como es la tabla, casa perfectamente con el resto del conjunto.



“Dickens’ Dublin (the Palace)” – Nos traslada ahora la cantante canadiense a la nochebuena del Dublín de 1842 para contarnos una historia de cuento en la que un niño deambula por las calles buscando un lugar en el que dormir e imaginando las cosas que podría tener en el futuro, desde un caballo con el que recorrer la campiña hasta un cachorrillo al que dormir abrazado para calentarse. El hilo conductor de toda la canción es la voz de un niño que recita una especie de salmodia acerca del nacimiento de Jesús. Extrañamente, el infante no aparece acreditado en el disco..

“Breaking the Silence” – Otra de las grandes canciones del disco está dedicada por Loreena a Amnistía Internacional. El texto habla de la situación turbulenta que vivían en aquel momento lugares como Sudáfrica, China o Nicaragua pero no hace falta un gran ejercicio de imaginación para trasladarla a nuestros días, 25 años más tarde, y comprobar qué poco ha cambiado todo con sólo sustituir algunos de esos nombres por los de Siria o Gaza. El tema es aún hoy, uno de los mejores de toda la discografía de la artista canadiense.



“Ancient Pines” – Cerrando el disco encontramos otra pieza cuasi-instrumental (Loreena canta pero sin texto) realmente delicada en la que la voz de la canadiense apenas se acompaña de un fondo electrónico y una preciosa melodía de violonchelo a cargo de George Koller. La pieza, con muchas reminiscencias de artistas como los irlandeses de Clannad, formó parte de la banda sonora de un documental titulado “Goddess Remembered” que profundizaba en los orígenes de las religiones que, en muchos casos, giraban alrededor de figuras femeninas.

Loreena McKennitt es una de las artistas más admiradas por nosotros en el blog, por lo que pronto habrá otra entrada dedicada a su música. Su voz, sus discos y su trayectoria nos parecen admirables y creemos que merece mucho la pena hacerse con su discografía, no demasiado extensa por otra parte, sobre todo si tenemos en cuenta que el primer trabajo que grabó cumplirá pronto los 30 años. Por el momento, os dejamos un par de enlaces en los que adquirir “Parallel Dreams”. No os arrepentiréis.





Nos despedimos con una excepcional versión en directo de "Huron 'Beltane' Fire Dance":

 

jueves, 13 de febrero de 2014

Loreena McKennitt - The Visit (1991)



“The Visit” es el título del cuarto disco publicado por Loreena McKennitt, trabajo que tiempo después fue considerado el primero de la rebautizada como trilogía de los viajes. Probablemente se trata también del disco que dio a conocer a la artista canadiense en todo el mundo.

En los trabajos anteriores, Loreena se centró en la música celta más tradicional aunque incorporó en su segundo disco alguna composición propia. El gran salto que dio la artista con ese trabajo, titulado “Parallel Dreams” radicaba en la instrumentación, mucho más rica y atrevida que en el disco de debut, sirviéndole además esta ampliación para conformar un grupo de músicos propio que acabaría por convertirse en la banda de acompañamiento de Loreena por muchos años.

Los primeros discos de la artista fueron grabados en un corto espacio de tiempo de no mucho más de una semana. Algo similar ocurrió con “The Visit” cuya fuerza motriz fue una impresionante exposición sobre la cultura celta que tuvo lugar en Venecia entre marzo y diciembre de 1991. En la exposición, titulada: “Los Celtas: la primera Europa” se repasaba la gran expansión producida a lo largo del milenio anterior al nacimiento de Jesucristo por parte de los pueblos situados entre el Rhin y el Danubio que llegaron hasta Irlanda por el oeste y al Mar Negro por el sudeste, conquistando Francia o la mitad de la península itálica, incluída Roma. El acontecimiento contó con la colaboración de más de 200 museos y coleccionistas particulares de toda Europa e incluía todo tipo de materiales y vestigios de la cultura celta procedentes de todos los lugares por los que se expandió este pueblo.



En anteriores entradas hablamos del gran valor de Loreena McKennitt como investigadora de la tradición celta, especialmente en su legado en zonas geográficas alejadas de aquellas en las que todos pensamos cuando hablamos de “celtas”, es decir: las Islas Británicas, la Bretaña Francesa y la costa cantábrica española pero fue en “The Visit” cuando la artista comenzó a explorar esos territorios menos evidentes de la cultura celta tras haberse centrado en las islas en su disco de debut y haberse aproximado a los celtas del otro lado del atlántico en el segundo. Acompañan a la artista canadiense en el disco: Anne Bourne (violonchelo), Al Cross (batería), Tom Hazlett (bajo), Brian Hughes (guitarras, balalaika), Patrick Hutchinson (gaita irlandesa), George Koller (bajo, violonchelo, violín, percusión y sitar), Rick Lazar (percusiones) y Hugh Marsh (violín). La propia Loreena toca sintetizadores, piano, arpa, acordeón y percusiones además de cantar como los ángeles.

Aunque la que encabeza la entrada es la portada original,
lo más probable es que en las tiendas encontréis ésta otra.

“All Souls Night” – Comienza el disco con los sonidos orientales del sitar que se combinan con los del violín justo antes de que aparezca la batería y la voz de la artista tarareando una suave melodía. Tras la introducción, se inicia la que posiblemente fue la canción que dio a conocer internacionalmente a la artista canadiense, ¡y de qué forma! Cuando Loreena deja escapar toda la potencia de su voz a través de una vibrante inflexión en el estribillo del tema, el oyente queda atrapado para siempre por uno de los timbres más brillantes que hemos escuchado. La canción, un tema folk con formas modernas es obra de la propia Loreena y tiene una doble inspiración en la noche de Todos los Santos céltica y la tradición japonesa de enviar farolillos flotantes para despedir las almas de los seres queridos.



“Bonny Portmore” – El disco continúa con un tema tradicional introducido por la gaita irlandesa. Se trata de una preciosa balada que en la voz de Loreena McKennitt alcanza categoría de himno. El tema tiene un claro trasfondo ecologista y es que el título se refiere a un roble centenario situado junto al castillo de Portmore, superviviente de las grandes talas que sufrieron los bosques irlandeses para proveer de madera a los distintos ejércitos y a la industria naval.

“Between the Shadows” – Primer instrumental del disco y uno de los cortes más intensos en el que el arpa de Loreena presenta la melodía principal que será replicada por el violín con un precioso acompañamiento de percusiones. A partir de ahí, asistimos a una serie de variaciones con distintos florilegios de Hugh March en una pieza memorable que es también uno de nuestros instrumentales favoritos de su autora.

“The Lady of Shalott” – El tema más intenso del disco es una adaptación de un poema artúrico de Alfred Lord Tennyson sobre una joven dama que tejía encerrada en una torre bajo una terrible maldición. Nunca debía mirar directamente hacia Camelot o sufriría un terrible castillo. Ella se las arregló para sortear el hechizo mirando al mágico reino a través del reflejo de un espejo mientras plasmaba en sus tapices las escenas que veía allí. En un momento determinado, vió la imagen de Sir Lancelot quedando perdidamente enamorada. Olvidando la maldición, dirigió su mira directamente a Camelot, momento en el cual el espejo se quebró y sus tapices salieron volando por la ventana. Desesperada, la dama se dirigió a Camelot en un bote que había a la orilla del río pero la corriente la arrastro en dirección contraria, languideciendo tiempo después mientras navegaba cantando una triste tonada. El romance es musicalizado con brillantez por Loreena con unos arreglos sobrios y llenos de elegancia que no interfieren en absoluto con su voz, magnífica como de costumbre. Un tema imprescindible este para cualquier seguidor de la cantante.

“Greensleeves” – Una historia mucho más inesperada rodea la siguiente canción. Poca presentación necesita un tema tan universal como “Greensleevess” pero lo inusual es que, durante las sesiones de grabación de uno de los discos anteriores, a Loreena se le ocurriera plantearse cómo sonaría una versión del mismo interpretada por Tom Waits. Sobre la marcha, comenzó a improvisar una aproximación a tan extraña combinación acompañada por sus teclados, Brian Hughes a la guitarra y George Koller al violonchelo. Se hizo una sola toma que alguien grabó y quedó ahí, sin mayores pretensiones hasta que alguien decidió rescatarla para que formase parte de “The Visit”. Por extraño que pueda sonar, tenemos la impresión de que, si algún día Tom Waits decidiera cantar esta canción, su interpretación no sería muy diferente de la de nuestra artista.

“Tango to Evora” – Todas las fotografías del disco estaban tomadas en A Quinta das Torres, en Portugal durante una estancia para rodar un documental a cargo del National Film Board of Canada sobre la quema de brujas como una forma de holocausto contra las mujeres que tuvo lugar entre los siglos X y XII en Europa. La pieza formaría parte de la banda sonora del film y en ella escuchamos una Loreena muy distinta de la habitual, con un comienzo de guitarra que tiene todo el sabor y la melancolía del viejo fado. El violín pone el alma de tango del título y el arpa el elemento exótico y una pequeña presencia céltica en la canción. Loreena tararea una pegadiza melodía llena de “saudade” que se iba a convertir, curiosamente, en una de sus piezas más interpretadas por otros artistas, existiendo versiones de cantantes griegas, turcas e, incluso, iraníes.

“Courtyard Lullaby” – Llegamos así a otra composición propia de la artista, una canción muy pausada y evocadora en la que se reserva algunos momentos realmente brillantes para desplegar toda la potencia de su voz que suena más afinada que nunca. Una canción de cuna preciosa que nos prepara para el tramo final del disco.

“The Old Ways” – La inolvidable experiencia de una noche de año nuevo vivida por la artista en Doolin, en el Condado de Clare, al oeste de Irlanda, marca este tema propio, emocionante como pocos, que comienza con una animada danza de violín, profundos lamentos de gaita irlandesa y una agitada percusión, todo ello subrayado con acertados “staccati” de piano que ganan en intensidad cada segundo hasta desembocar en una canción maravillosa con Loreena apenas acompañada por el arpa, alguna nota de guitarra eléctrica y acústica y un violín casi imperceptible de puro sutil. Tras este pequeño remanso, volvemos a escuchar el piano, imperial, anunciando la vuelta del brillante segmento inicial de la canción que termina en un magnífico clímax con las percusiones y el violín como protagonistas.




“Cymbeline” – El disco podría haber terminado perfectamente con el tema anterior pero Loreena se guardaba aun otra delicada sorpresa en forma de poema de William Shakespeare al que acompaña su propia música. Loreena deja una instrumentación mínima (arpa, algunas notas de sitar...) para que nada distraiga al oyente de su emocionante interpretación. Quizá el arreglo más puramente celta de todo el trabajo aunque también recuerda a la música medieval en muchos momentos.


El que fuera el cuarto trabajo de Loreena McKennitt alcanzó la categoría de Disco de Oro en Estados Unidos en los años noventa, cuando había que vender un buen número de discos para conseguir algo así. La cantante se benefició, sin duda, del mejor momento comercial de la música celta y de la “new age” como etiquetas pero es que, además, el disco era magnífico. Todas las canciones reflejaban un nivel de inspiración único y, a pesar de ser un trabajo artesanal, grabado en un estudio lejano aún de los estudios Real Music en los que acabaría grabando la artista, tiene un nivel de producción muy alto, con la artista cantando a dos o más voces en la mayoría de los cortes, mezcladas a la perfección. Realmente no hay un disco malo en la discografía de Loreena McKennitt por lo que se puede empezar por cualquiera de sus trabajos sin temor a errar en la elección pero habría muchas razones (y no es la nostalgia por ser el primer trabajo suyo que escuchamos la menor de ellas) para recomendar “The Visit” como primer acercamiento a la cantante canadiense para aquellos que tengan la desgracia (o la suerte, si entendemos el descubrimiento como premio) de no conocer aún su música. Si es vuestro caso, podéis adquirir el disco en los imprescindibles enlaces de costumbre:


Como despedida, os dejamos una breve versión de "The Lady of Shalott" en directo en La Alhambra de Granada: