Hace ya unos meses que vio la luz “The Future Bites”, el último disco en solitario de Steven Wilson y va siendo hora de hablar del que posiblemente ha sido su trabajo más controvertido por las mismas razones que el anterior: su alejamiento casi definitivo del rock progresivo en el que en un momento determinado se le llegó a ver casi como al nuevo mesías. No vamos a ahondar demasiado en algo que no es sino la evolución lógica y, por otra parte, anunciada desde hace mucho tiempo por el propio músico. Años atrás, Wilson mantenía vivos un montón de proyectos paralelos con cada uno de los cuales exploraba distintos géneros y estilos que siempre le habían gustado. Todo ello acompañado de un volumen de producción insostenible que le llevaba a publicar discos con una frecuencia abrumadora hasta el punto en que llegó a declarar que había sacrificado la familia por la música. Eso cambió con el cese de actividad de Porcupine Tree, momento en el que Wilson se centró en su carrera en solitario con regresos puntuales a otros proyectos como Blackfield o No-Man. En los primeros trabajos de esa etapa, el músico siguió una línea continuista con lo que fue Porcupine Tree pero poco a poco se ha ido desmarcando hasta llegar a “The Future Bites”, un disco en el que las guitarras ceden todo el protagonismo a los sintetizadores y a la electrónica, elementos que por otra parte ya estaban muy presentes en los primeros trabajos de Porcupine Tree o en varios de los de No-Man. Es decir, que no hablamos de un salto al vacío sino de una incursión muy meditada en un territorio que Wilson conoce bien pese a que a muchos seguidores se les olvide.
“The Future Bites” es un disco conceptual sobre la sociedad de consumo actual, sobre nuestro modo de vida centrado en el individualismo, las redes sociales y la adquisición de productos únicos que nos distingan del resto. En muchos sentidos es su disco más personal ya que el grueso de los instrumentos de todos los cortes los toca él con participaciones puntuales de viejos colaboradores en canciones concretas (Nick Beggs, Adam Holzman y Richard Barbieri) y de invitados como el batería de The Cure, Jason Cooper o los miembros de la banda Mystery Jets, Blaine Harrison y Jack Flannagan. La presencia más sorprendente es la de Elton John que participa en una de las canciones del disco recitando una serie de artículos de consumo “imprescindibles” para la vida de hoy.
“Unself” - Los dos primeros cortes del disco se pueden entender perfectamente como uno solo ya que el que abre el trabajo no deja de ser una breve introducción a base de unos pocos acordes de guitarra acústica acompañando a un breve texto sin más recorrido.
“Self” - El comienzo real de la acción llega con “Self”, un corte en el que las voces y su tratamiento tienen un papel protagonista, desde los coros hasta la propia voz principal de Wilson ligeramente retocada pasando por las de niños que aparecen en algún momento. Magníficos arreglos de teclado (destacando ese órgano que flota en en todo el inicio), excelentes guitarras en la línea del Bowie de “Fame” e incluso breves momentos para el riesgo con un segmento lleno de distorsión. De lo mejor del disco pese a su corta duración.
“King Ghost” - Seguimos con otro de los grandes cortes del trabajo que se abre con un ritmo y un arreglo que nos recuerda al “Sign of the Times” de Prince. A continuación unos arpegios electrónicos se mezclan con un brillante estribillo en falsete que nos lleva a terrenos poco explorados por Wilson pero en los que se muestra tan competente como siempre. Una joya electrónica que se vio acompañada por un extraordinario videoclip.
“12 Things I Forgot” - Tras la electrónica llega este auténtico homenaje al pop más convencional con una gran canción que habría encajado sin problemas en cualquier disco de Blackfield. Sorprende que haya críticas hacia este supuesto giro hacia el pop por parte de Wilson cuando es un tipo de música que llevamos varios años escuchando en el proyecto de Steven junto a Aviv Geffen. Esta es una canción de factura impecable aunque, justo es reconocerlo, no aporta ninguna novedad.
“Eminent Sleaze” - Llegamos al que en nuestra opinión es el tema más controvertido del disco y el que menos nos gustó cuando apareció como segundo adelanto del mismo. Un tiempo medio con toques de funk y soul que recuerda un poco a Isaac Hayes en el que lo mejor son los arreglos de cuerda, completamente setenteros y los coros además del “stick” de Nick Beggs. Tras varias escuchas el tema consigue interesarnos algo más pero sigue siendo de los que menos nos gustan de todo el trabajo.
“Man of the People” - El viejo Wilson más progresivo se deja entrever en esta pieza que tras un comienzo electrónico muy sutil que parece llevarnos hacia una canción relajada, casi “chill out”, evoluciona con unos guiños brutales a los Pink Floyd de “Welcome to the Machine”. Una de esas canciones en las que cada escucha revela nuevos detalles y acaba por gustar mucho más que al comienzo.
“Personal Shopper” - A nuestro juicio, el tema principal del disco y el equivalente electrónico a los potentes cortes progresivos que siempre aparecían en los anteriores discos de Wilson. Secuencias y líneas de bajo arrolladoras, Wilson cantando en falsete de nuevo y un estribillo cantado por el coro absolutamente magnífico. Cada nueva sección de la canción mejora la anterior hasta convertirla en una de las mejores de Wilson en toda su carrera en solitario. De esos temas que no te cansas de escuchar una y otra vez con un sonido tan ochentero como la sintonía de inicio de “El Coche Fantástico” pero que a la vez suena completamente actual. Es aquí donde aparece Elton John en un interludio leyendo una lista de objetos de consumo sobre unas guitarras indisimuladamente “floydianas”. En la edición “deluxe” del disco aparece una versión extendida de “Personal Shopper” de casi 20 minutos y en ningún momento se hace larga.
“Follower” - Desde aquí hasta el final el disco baja el nivel, algo lógico dada la categoría del corte anterior. Pese a todo hay cosas interesantes como este corte dominado por un ritmo “motorik” propio del “krautrock” alemán en el que escuchamos guitarras rítmicas y un solo flamígero que bien habría podido firmar el Prince más desatado. Dentro de un disco muy electrónico, esta es la pieza con influencias más claras de Kraftwerk.
“Count of Unease” - Termina el disco con una canción lenta en la que encontramos el tono anímico del Wilson de “The Raven that Refused to Sing”. Fascinantes los teclados que van surgiendo en el tramo central y que van construyendo poco a poco una atmósfera extraordinaria llena de melancolía.
La acogida de “The Future Bites” fue bastante similar a la de su anterior trabajo “To the Bone”: buenas críticas por parte de los medios más generalistas y rechazo del sector de los fans más aferrados al Wilson de Porcupine Tree. Nuestra opinión es que es un paso muy acertado hacia un sonido evolucionado. Como el propio artista ha dicho en alguna entrevista “estoy más emocionado por las posibilidades que me presenta la música electrónica en el siglo XXI que por la guitarra” y eso se refleja perfectamente en este trabajo en el que los instrumentos electrónicos ocupan un lugar privilegiado.
Tenemos que hacer referencia al hecho de que el lanzamiento de “The Future Bites” se vio acompañado del de varios singles en los que había gran cantidad de material no incluido en el disco además una edición de lujo con bastantes más canciones y versiones alternativas como indicamos antes. Entre ellas hay una remezcla de “King Ghost” a cargo, nada menos que de Tangerine Dream o canciones magníficas como “Eyewitness” o “Move Like a Fever” que no nos habría importado escuchar dentro del disco “normal” cuya duración por otra parte (apenas 40 minutos) es bastante inferior a lo que solía ser en trabajos anteriores del músico. También apareció una limitadísima edición de un solo ejemplar al módico precio de 10.000 libras esterlinas que se vendió casi inmediatamente y cuyos beneficios iban destinados a una organización benéfica que colabora con distintos festivales de música al aire libre. Os dejamos con una de esas “caras b” que no aparecen en el disco.
Buena entrada, con algunos detalles que desconocía.
ResponderEliminarPor el momento no he conectado al 100% con la carrera en solitario de Steven Wilson (de Porcupine Tree todavía no he podido terminar ningún disco entero), pero este último álbum me ha gustado bastante. Está claro que no es progresivo en sentido estricto, pero sí que tiene ese "plus" de imaginación que lo distingue sobradamente del pop-rock convencional, y su vertiente técnica y sonora es sobresaliente. Por lo menos, se siente más como una obra meditada y coherente que To the Bone, también agradable pero con poco calado, para mi gusto al menos. Seguramente Wilson va hacia (si no ha logrado ya) un espacio propio algo menos maniqueo que lo ofrecido en algunas de sus obras progresivas "ortodoxas".
Cuando escucho algo nuevo de Wilson suelo pasarme por tu blog para ver qué opinión te merece. Suelo coincidir con muchas de tus apreciaciones. ¡Saludos!
Yo tardé bastante en conectar con él. Recuerdo haber comprado un recopilatorio de Porcupine Tree hace mucho tiempo que se quedó en la balda con otros discos sin que me llamase demasiado la atención pero poco a poco fui oyendo otras cosas hasta que de repente algo hizo "clic" y empecé a conectar con Wilson (sé que repito la palabra pero es que creo que es la que mejor lo define).
EliminarDesde entonces hasta hoy, raro es el proyecto en el que se haya implicado que no me haya llamado la atención. De hecho creo que es uno de los dos o tres artistas que más ha aparecido por aquí.
Un saludo, Conde.