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viernes, 15 de abril de 2022

Vangelis - The Dragon (1978)




En 1971, Vangelis tenía ya muy claro que no quería seguir con Aphrodite's Child. Tras la grabación del legendario “666, The Apocalypse of John”, que realmente era más un disco personal que de la banda, el grupo se disolvió y cada uno de sus integrantes se fue por su lado. Como primer paso, Vangelis firmó por el joven sello BYG, fundado entre otros por Jean Georgakarakos, productor francés de origen griego. La discográfica estaba especializada en free jazz y pensaron que alguien como Vangelis encajaba muy bien en el espíritu del sello. Lo primero que organizaron fueron un par de sesiones en los estudios Marquee londinenses. Para ello, se contó con Giorgio Gomelsky, manager de Aphrodite's Child, quien se llevó a un grupo de músicos de sesión para acompañar al artista griego entre los que se encontraban Anargyros Koulouris, miembro inicial de Aphrodite's Child que apenas llegó a tiempo de participar en el último disco del grupo debido al largo servicio militar griego de la época, el violinista Michel Ripoche, quien también había tocado en ese mismo trabajo, el bajista Brian Odgers y los baterías, Tony Oxley (para la primera sesión) y Micky Waller (para la segunda). Gomelsky, entre otras cosas, había sido el primer manager de los Rolling Stones así que era de todo menos un novato.


Las sesiones no parecieron convencer a nadie, empezando por el propio Vangelis, y las cintas quedaron guardadas en un armario sin visos de que fueran a ver la luz; menos aún cuando el sello se declaró en bancarrota y cesó su actividad en 1973. Todo esto cambió cuando los fondos de BYG fueron adquiridos por Charly Records, modesta discográfica británica especializada en reediciones. En 1978, alguien dentro del sello descubrió las cintas de las dos sesiones de Vangelis y decidió publicarlas. Está claro que, en ese momento, el músico era ya una figura mundial y no se podía desaprovechar la oportunidad de lanza un par de discos con su nombre. La primera de las sesiones se publicó bajo el título de “Hypothesis” y la segunda con el de “The Dragon”. El asunto acabó en los tribunales porque ninguno de los musicos participantes estaban de acuerdo con la publicación de dos trabajos que ni siquiera estaban terminados desde el punto de vista de los arreglos y la producción. La discográfica perdió el juicio pero ya había una gran cantidad de copias de los dos LP's en el mercado y, de hecho, no son discos demasiado difíciles de encontrar hoy en día en tiendas de segunda mano, sin contar las ediciones piratas que han aparecido en todos estos años en formato CD.


Hoy nos vamos a centrar en “The Dragon”, la segunda de las sesiones londinenses que apareció dividida en tres extensos cortes improvisados procedentes, como hemos dicho, de jam sessions sin mucha planificación previa.


“The Dragon” - El tema central del disco es esta suite en la que destaca el soberbio trabajo de Vangelis a las percusiones que acompaña al violín de Ripoche, encargado de la melodía principal. Es un tempo medio con un marcado aire bizantino que recuerda a fragmentos de “Earth”, el disco de Vangelis, publicado poco antes. El solo de guitarra que entra poco después nos acerca ya a terrenos más propios del rock progresivo y toma ya una forma más clara con el bajo ejecutando una melodía circular repetidamente. Con el paso de los minutos, puede llegar a cansar porque no deja de ser un mismo esquema repetido continuamente con una cierta dosis de improvisación pero es una buena muestra de lo que pasaba por la mente de Vangelis en aquellos años y podemos encontrar semillas de cosas que florecieron más tarde.





“Stuffed Aubergine” - El tono del segundo corte es completamente diferente ya que comienza como una lenta pieza de teclado  y guitarra que puede recordar en algún momento a la banda sonora de “Sex Power”, uno de los primeros trabajos del músico griego. Se une el bajo y una guitarra acústica para dar algo de ritmo a la vez que suenan los clásicos fondos etéreos del Vangelis de las bandas sonoras de Frederic Rossif que llegarían poco después. Desde el punto de vista del trabajo con los sintetizadores y teclados, aquí vemos ya claramente muchos de los elementos clásicos de la música del griego. Es un corte más “jazzy” que el primero, quizá también menos atractivo pero igualmente anticipador de lo que iba a venir en el futuro.


“Stuffed Tomato” - Vangelis mira decididamente hacia sus orígenes en la introducción de una pieza que bebe de las raíces tradicionales de la música griega y bizantina y nos muestra las habilidades del músico con todo tipo de instrumentos, en este caso con el bouzouki. Tras ella llega un corte brusco en el que entran batería y bajo para transformarlo todo en una jam session mucho más rockera con Vangelis dibujando una pegadiza melodía de sintetizador, de esas que se harían inolvidables en sus discos más populares. La cosa toma carrerilla y nos embarcamos en un tramo fascinante lleno de vértigo con los músicos funcionando como una máquina perfectamente engrasada. Ahora sí estamos ante la pieza de free jazz que probablemente buscaban los responsables del sello BYG cuando “ficharon” a Vangelis. Con una breve vuelta al tema central se cierra el corte y, de paso, el disco.





Hay una cosa verdaderamente frustrante para los seguidores de Vangelis y es su absoluto desprecio por el mercado discográfico. Esto ha provocado que una cantidad ingente de material del griego no haya visto nunca la luz y esto abarca, desde grabaciones como esta que hemos comentado hoy, que al menos tiene una edición espuria, hasta bandas sonoras nunca publicadas, otras que solo lo han sido parcialmente, ballets, música para teatro, para desfiles de moda, conciertos repletos de música inédita y toneladas de material improvisado y grabado por el artista, imaginamos que a efectos testimoniales o para hacer frente a posibles compromisos discográficos que haya que afrontar en un momento determinado. Sumando todo aquello de lo que tenemos constancia de su existencia no es aventurado afirmar que, muy probablemente, Vangelis tiene mucha más música sin publicar que publicada y no es que la discografía del músico sea precisamente de las cortas.


Documentos como este “The Dragon” son de gran interés para el seguidor más completista del músico ya que ilustran una etapa aún inicial de su carrera (recordemos que, aunque se publicaron en 1978, las grabaciones datan de 1971) pero en la que ya se intuyen muchas de las cosas que iban a ser desarrolladas con los años. “The Dragon” no es una obra terminada y pulida, ni mucho menos pero cuando hablamos de Vangelis eso tampoco es de vital importancia ya que el griego no destaca por darle especial importancia a los acabados y los adornos ya que prefiere la espontaneidad de la creación en tiempo real. Como ya hemos dicho, al no ser este un lanzamiento oficial, no lo váis a encontrar en las tiendas habituales pero no será difícil hacerse con una copia de segunda mano del vinilo a poco que busquéis. Si tenéis la oportunidad, no la dejéis pasar.

domingo, 4 de febrero de 2018

Vangelis - China (1979)



Pese a la enorme distancia cultural que siempre ha separado a China del resto del mundo y, particularmente, del hemisferio occidental, siempre ha habido artistas de este lado del globo muy interesados en la cultura del gigante asiático y eso ha terminado por reflejarse en algunas de sus obras más reconocidas.

Ocurrió con el compositor alemán Carlo Maria Von Weber, quien compuso a principios del S.XIX su “Obertura China” basada en material tradicional pero también con el italiano Giacomo Puccini cuya ópera “Turandot” tenia una gran influencia china (también su “Madama Butterfly” presenta rasgos propios de la música tradicional china aunque la acción se sitúe en Japón). Incluso compositores renombrados como Alexander Tcherepnin llegaron a vivir y componer en la antigua Catay. Ya en el S.XX hubo varios músicos norteamericanos muy interesados en la música China, desde Harry Partch (sus padres fueron misioneros allí) hasta Henry Cowell que la conoció en el barrio chino de San Francisco junto al que creció. Más conocido es el caso de John Cage, estudioso del “I Ching” o el de Lou Harrison, habitual asistente a todas las representaciones de ópera que se celebraban en Chinatown en su juventud.

Vangelis nunca estuvo en China pero su cultura le atrajo en un momento determinado. No fue la suya una inmersión a fondo, fruto de un estudio detallado de obras musicales y circunstancias sociales, sino algo intuitivo como todo lo que rodea el proceso de creación del músico griego. Sin embargo, siendo Vangelis como es un superdotado a la hora de aprender a interpretar un instrumento (en el sentido más amplio del término “interpretar”) y en lo tocante a entender la esencia de una música determinada (en este caso la china), el resultado de su visión del país oriental podría no ser todo lo ortodoxo que se podría esperar de otros pero nunca será decepcionante. El propio músico aclaraba en su momento que no pretendía hacer un disco de música tradicional china pero sí, al menos, de capturar su espíritu, en su opinión, cercano al de la griega. Con su propio talento y algunos conceptos básicos adquiridos en sus visitas al barrio chino de Londres, lecturas sobre taoismo o sobre la historia reciente del país, el artista compuso el que es hoy uno de sus trabajos mejor valorados.

“China” iba a ser el primer disco de estudio del músico tras terminar su contrato con RCA aunque no se puede decir que con él llegase a una nueva discográfica puesto que Polydor ya había editado alguna banda sonora suya anteriormente. Estaba reciente aún la creación de Spheric por parte del músico. Era una editorial destinada a salvaguardar los derechos de la obra del griego y a gestionar los contratos de sus futuras grabaciones, fundada para ordenar en cierta forma una producción que ya en aquel entonces tenía tintes caóticos por la cantidad de sellos, editoras, etc. que poseían los derechos de su música. El “fichaje” por Polydor no era el único indicio de que el músico se iba a tomar más en serio su carrera: el lanzamiento de “China” iba a ir acompañado por tres grandes conciertos de presentación en Londres, Bruselas y París cosa excepcional en la carrera de un artista muy poco dado a las giras y a los espectáculos en directo. Vangelis interpreta todos los instrumentos salvo el violín en una de las piezas que corre a cargo de Michel Ripoche, multi-instrumentista que ya había colaborado con el griego en el “666” de Aphrodite's Child y en un par de sesiones publicadas de forma “pirata” tiempo después. Curiosamente en esos discos Ripoche tocó el bajo y varios instrumentos de viento. Nunca el violín que sí tocó en el disco “Pin Ups” de David Bowie.

Poster promocional del disco.


“Chung Kuo” - Comienza el disco con una serie de sonidos electrónicos secuenciados que desembocan en una especie de fanfarria electrónica de aire ciertamente oriental. Entramos así en en núcleo central de la pieza marcado por una lenta serie de notas pulsantes que se repiten en bucle mientras entra la melodía central, parsimoniosa al principio y solemne en cuanto irrumpe el clásico timbre marca de la casa que Vangelis utiliza en casi todos sus trabajos de la época, procedente de su inconfundible Yamaha CS80.




“The Long March” - En la segunda pieza del disco, se retoma una de las melodías de la primera en un solo de piano que anticipa claramente al Vangelis de la banda sonora de “Chariots of Fire”, especialmente de la larga suite que ocupó la “cara B” de aquel disco. El juego de variaciones sobre el tema citado es maravilloso y nos destapa a un Vangelis soberbio, incluso sin necesidad de ornamentación electrónica.

“The Dragon” - Uno de los grandes clásicos de la discografía del músico en nuestra opinión aunque no es de los que suelen aparecer en las abundantes recopilaciones. Un espectáculo de principio a fin en el que una melodía tremendamente atractiva es ejecutada al unísono por diferentes timbrés electrónicos sobre una abrumadora linea de bajo que pronto desaparece para que sean las percusiones las que tomen el relevo como contrapunto de las cuerdas sintéticas. Es Vangelis en estado de gracia con lo que sólo queda sentarse a disfrutar de una escucha que, tenemos que confesar, en nuestro caso muchas veces se interrumpe aquí para repetir la reproducción de “The Dragon” antes de continuar con el resto del disco.

“The Plum Blossom” - De nuevo Vangelis al piano acompañado en esta ocasión del violín de Ripoche que ejecuta una vibrante melodía. En la segunda sección se añaden los sintetizadores para subrayar el papel del piano por un lado y para dar la réplica, a modo de violín sintético, al real.

“The Tao of Love” - El corte más romántico del disco está interpretado en su parte central por el propio Vangelis al koto con el acompañamiento posterior de los sintetizadores. Pese a que la melodía es muy inspirada, no termina de llamar nuestra atención.

“The Little Fete” - Vangelis se atreve con la flauta sakuhachi en la introducción de un tema cuya principal novedad es el recitado por parte de dos intérpretes chinos de un poema de Li-Bai. Siempre nos llamó la atención que el músico utilizase una traducción inglesa en lugar del texto original pero en todo caso tampoco es uno de nuestros temas favoritos del trabajo.

“Ying & Yang” - Mejora algo la cosa con el siguiente corte aunque continúa con la inspiración claramente folclórica de los últimos cortes. El músico griego, reconocido multi-instrumentista, se atreve con varios instrumentos tradicionales en la primera sección para incorporar después los sintetizadores en el espectacular segmento final. En ese tramo recuperamos al Vangelis más “espacial” y épico para cerrar un gran tema.

“Himalaya” - Llegamos al corte más largo del disco y a uno de los más descriptivos. En su comienzo no podemos evitar imaginar el viento y las inclemencias climatológicas que rodean habitualmente a las montañas que le dan título. Superada la introducción escuchamos un ritmo procesional y al compositor griego elevándose con una melodía de piano muy esquemática pero que se adapta a la perfección al ritmo cadencioso marcado por una especie de cascabeles. Un grandísimo tema de un Vangelis ambiental con muchas pistas de cuál iba a ser su evolución posterior en términos de sonido.




“Summit” - La pieza final del disco funciona como una coda llena de sonidos electrónicos muy sutiles que se nos antojan un precedente de la música de Blade Runner. Es un tema delicadísimo y atmosférico de esos que no se aprecian en su totalidad hasta después de varias escuchas.

Muchos de los seguidores de Vangelis tienen a “China” como uno de los grandes discos del músico griego y ahí es donde tenemos que mostrar una cierta discrepancia. Creemos que es un disco que contiene grandes momentos pero que es muy irregular. La parte más tradicional nos parece muy meritoria pero no nos engancha en ningún momento de modo que lo que más disfrutamos del trabajo es todo aquello que nos recuerda al Vangelis de siempre. ¿Es “China” un buen disco? Creemos que sí. ¿Es uno de los, pongamos, diez mejores de su autor? En nuestra opinión dista mucho de serlo aunque es un buen intento. Como siempre, lo mejor es que cada uno escuche y decida según su criterio.

Os dejamos con un maravilloso video con Vangelis en su estudio que enlaza "The Dragon" y "The Plum Blossom":


 

viernes, 17 de junio de 2011

Aphrodite's Child - 666, the Apocalypse of John (1972)


Aphrodite's Child fue una banda de corta trayectoria surgida en Grecia en la segunda mitad de la década de los 60. Formada por el popular Demis Roussos (voz, bajo y guitarra), Lucas Sideras (batería), "Silver" Koulouris (guitarra) y, sobre todos los demás, por Vangelis Papathanassiou (teclados). Tras un par de discos más o menos pop con varios éxitos internacionales, la banda no atravesaba por su mejor momento artístico. La idea que Vangelis tenía para el futuro no se parecía demasiado a la del resto del grupo. De hecho, probablemente nunca fue la misma ya que el proyecto del teclista en Aphrodite's Child estaba centrado en obtener el éxito suficiente para poder dedicarse a lo que realmente quería hacer y que no tenía mucho que ver con los singles de éxito de tres minutos a los que parecía abocado el futuro del grupo.

Aprovechando una gira por los países mediterraneos en la que no pudo participar por una lesión en un dedo, ocupando su puesto su hermano Niko, Vangelis se encerró en el estudio y comenzó a grabar una monumental obra que, a la postre, sería la última de la banda: "666". Basada, como resultará fácil adivinar, en el Libro de las Revelaciones, 666 iba a ser un disco cuádruple en el que el artista iba a dar rienda suelta a todas sus ideas. Finalmente, el lanzamiento se quedó en un disco doble que se publicó en 1972, muchos meses después de que el resto de los miembros del grupo grabasen sus partes y cuando de facto la banda ya no existía como tal.

El trabajo es una pequeña obra maestra a caballo entre la psicodelia y el rock progresivo, con inspirados pasajes instrumentales, alguna que otra canción con cierto potencial comercial y una agresividad rayana en la violencia a lo largo de toda su extensión. El disco no estuvo exento de polémica, por la temática del mismo y, especialmente, por uno de los cortes, de título impronunciable representado por el símbolo del infinito e interpretado por Irene Papas en una especie de trance sexual, posesión diabólica o violento ataque de histeria. Sólo el hecho de que los casi 40 minutos del corte fueran reducidos a 5 en la versión final, permitió que el trabajo saliera a la luz. Al margen de los miembros de la banda y de Irene Papas, intervienen en esta joya del rock conceptual el letrista Costas Ferris, Harris Halkitis (bajo, saxo y percusión) y Michel Ripoche (vientos).

Otro punto de polémica fue el texto del LP que afirmaba que el disco había sido grabado bajo la influencia de Sahlep. Algunas versiones relacionaban esta frase con la pertenencia de los miembros de la banda a algún tipo de culto satánico. Otros a alguna droga alucinógena. Realmente parece referirse a una bebida elaborada a partir de cierta orquidea a la que Paracelso atribuía ciertas características afrodisiacas.

Sea como fuere, "666" es un disco que todo amante del rock de los 70 debería escuchar y que hoy sigue recordandose como una pieza muy destacada y casi de culto entre un nutrido grupo de aficionados.

El doble CD se encuentra con cierta facilidad a buen precio hoy en día:

play.com

amazon.fr

Podeis escuchar uno de los mejores temas del disco, "The Four Horsemen", aquí: