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jueves, 22 de agosto de 2019

Ludovico Einaudi - Divenire (2006)



Hay artistas con los que tenemos un problema. Lo tienen todo para gustarnos: talento, inspiración, afinidad con estilos o músicos de los que disfrutamos habitualmente... además de todo eso, están entre las recomendaciones habituales de la gente que sabe de nuestras preferencias musicales. “A ti que te gusta “x”, te tiene que gustar “y” es una frase que hemos oído en multitud de ocasiones en relación con artistas como el que hoy nos ocupa. Pese a todo, tenemos un buen puñado de discos de Ludovico Einaudi a los que no terminamos de prestar la atención que quizá merezcan.

Dentro de esa relación “particular” que tenemos con su música nos ocurre lo siguiente: escuchamos sus discos con cierta frecuencia. Cuando lo hacemos, realmente los disfrutamos mucho pero terminada la escucha no tenemos la necesidad de escuchar otro disco suyo en breve, algo que sí que nos suele ocurrir con muchos otros artistas, incluyendo varios estéticamente próximos al italiano. Quizá esa sea la razón de que en todos los años de funcionamiento del blog solo hayamos reseñado un trabajo del bueno de Ludovico. En los últimos meses hemos vuelto a incluir su obra entre nuestras escuchas más o menos habituales por lo cual, es probable que comience a aparecer por aquí más a menudo. Hoy vamos a hablar de uno de sus discos más populares, “Divenire”, aparecido en 2006 cuando Einaudi ya tenía una trayectoria muy consolidada con varios discos en el mercado. En “Divenire”, el músico grabó por primera vez con orquesta y utilizó algunos recursos electrónicos. Ese uso de la orquesta ayudó a Einaudi a llegar a un público más amplio y la gira posterior al lanzamiento del trabajo, en la que muchas de sus piezas antiguas para piano solo también se adaptaron al formato de piano más orquesta, confirmó esta apertura. En la grabación participa la Royal Liverpool Philharmonic Orchestra dirigida por Robert Ziegler. También aparece el violonchelista Marco Decimo en un par de cortes. El piano y la electrónica corren por cuenta del propio Einaudi.

Ludovico Einaudi en una imagen de su web.


“Uno” - Comienza el disco con un tema más experimental de lo habitual en Einaudi en el que le escuchamos al piano pero tocando sobre una interesante serie de efectos electrónicos que llevan su música a terrenos que no solía pisar hasta este momento y la emparenta con otros artistas recientes como Olafur Arnalds o Nils Frahm. El corte es más ambiental que melódico pero eso, en la trayectoria del italiano, es más un elogio que una crítica ya que siempre ha parecido centrarse en los aspectos melódicos antes que en otras cuestiones.

“Divenire” - El primer tema en el que escuchamos a la orquesta nos la presenta en segundo plano apoyando la secuencia inicial de acordes de Einaudi a las teclas. Conforme la melodía de piano va tomando forma, las cuerdas van subiendo de intensidad y una vez que el tema se despliega en toda su extensión, la orquesta lo arropa de un modo magnífico. En la segunda parte, centrada en el piano, las cuerdas vuelven a un rol secundario pero igualmente importante, antes del clímax final, heredero directo de la mencionada parte central. De lo mejor de todo el trabajo.

“Monday” - La primera pieza del trabajo para piano abandona cualquier intención de sorprender y nos muestra al Einaudi más reconocible, con un enfoque clásico salpicado de retazos minimalistas. Es muy difícil reprocharle nada al pianista italiano ya que su música es formalmente impecable y para oyentes como nosotros, que disfrutamos la obra de pianistas que hicieron carrera en los mejores años de la “new age”, parece claro que, en comparación con aquellos, Einaudi sale ganando en prácticamente todos los aspectos.

“Andare” - El siguiente corte procede de una improvisación en directo entre Einaudi al piano y el violonchelista Marco Decimo. Con posterioridad, el compositor italiano retocó la pieza en estudio añadiendo efectos electrónicos y distintas ediciones del sonido del violonchelo para añadir nuevas capas a la composición. La base de piano recuerda mucho a la de “Divenire” pero la evolución del tema es bastante diferente.

“Rose” - Einaudi vuelve a recurrir a los efectos electrónicos para acompañar a su piano. En esta ocasión se trata de una retroalimentación sonora por la que los aparatos devuelven al músico el propio sonido de su instrumento pero invertido de forma que se construye un diálogo entre piano y electrónica muy curioso.

“Primavera” - Quizá sea esta la pieza más conocida de todo el trabajo y no nos sorprende en absoluto. Einaudi juega con elementos muy efectistas, especialmente con la orquesta que nos regala momentos de éxtasis casi “vivaldiano” que funcionan muy bien. No es nuestra composición favorita pero no podemos negar sus muchas virtudes.

“Oltremare” - Regresamos al piano solo y a los desarrollos lentos en esta pieza con toques minimalistas que nos muestra a un Einaudi brillante y desenvuelto en el territorio que mejor conoce y que le ha brindado sus mayores éxitos. En algún momento recuerda, quizá demasiado, a nuestro admirado Wim Mertens pero dada la procedencia estética de ambos, tampoco es algo que nos deba llamar la atención en exceso. “Oltremare” es, con mucho, la pieza más larga del disco con 11 minutos de duración, algo digno de ser destacado en un músico que acostumbra a realizar composiciones de alrededor 5 minutos en su mayor parte.

“L'Origine Nascosta” - Einaudi retorna aquí a la fórmula de piano más efectos electrónicos en una composición intimista con toques folclóricos en la que los samplers sirven para recrear la orquesta en momentos puntuales consiguiendo un resultado similar a los soundscapes de Robert Fripp.

“Fly” - El único tema del disco en el que aparece una guitarra eléctrica. Comienza con un piano rítmico sobre una base de guitarra y electrónica y enseguida entra en una fase de protagonismo total del piano. Esa parte de la composición es muy cinematográfica, por decirlo de algún modo, ya que evoca todo tipo de imágenes. En la parte final, el uso de la electrónica y la guitarra gana peso dibujando una conclusión con más tensión de lo habitual en la música de Einaudi lo que se agradece mucho.

“Ascolta” - Posiblemente sea esta la pieza más electrónica del disco ya que este tipo de sonidos sirven como estructura de todo el tema pese a que luego es el piano el que ejecuta toda la parte melódica. En todo caso es un tema 100% Einaudi sin sorpresa alguna.

“Ritornare” - El último corte de piano del disco es también uno de los más extensos. Comienza de forma muy pausada y continúa en esa linea meditativa durante los primeros minutos antes de entrar en el segmento central donde nos presenta el motivo principal. No es una composición que ofrezca grandes novedades para el seguidor del músico italiano pero como casi todo lo que hace, es de agradable escucha.

“Svanire” - El cierre del disco prescinde del piano y de la electrónica para ofrecernos una bonita pieza de violonchelo con acompañamiento de orquesta que nos remite casi inmediatamente a Arvo Pärt, referencia que cada vez está más presente en la música de Einaudi como quizá veamos más adelante.


Sin restar un sólo mérito a su obra, creemos que la carrera de Einaudi se ha beneficiado mucho del tiempo en el que se ha desarrollado. Su música no es demasiado diferente a la que muchos otros artistas hacían apenas dos décadas antes. De haber aparecido en 1984, sus discos habrían ido directos a las secciones de “new age” donde habrían tenido un lugar de privilegio junto a los de otros pianistas como George Winston, Michael Jones o Philip Aaberg por poner sólo tres ejemplos. Pero el buen momento de la “new age” pasó y la propia categoría terminó por disolverse hasta desaparecer de las tiendas de discos como tal, pasando la mayoría de sus artistas a formar parte de otras clasificaciones como “ambient”, “chill out”, “world music”, etc. Quizá por su imagen, su procedencia o por determinados aspectos de su música, Einaudi entró directamente en el cajón de la “música clásica” beneficiándose de que, en su tiempo, los músicos que componen principalmente para piano y con un gran componente melódico no son tantos ni tienen tanta presencia como antaño, lo que impide englobarlos en una categoría aparte. Ese tinte clásico con el que se le ha adornado hace que Einaudi hoy tenga un estatus realmente privilegiado. Es una de las estrellas del sello Decca y puede permitirse dar conciertos cuyas entradas se mueven en precios más propios de estrellas del rock y grandes divos de la música clásica llenando sin problemas los teatros más prestigiosos.

Por nuestra parte trataremos de ir reseñando poco a poco toda la obra del italiano que hasta ahora no ha tenido la presencia debida en el blog. Para los que queráis disfrutar en su totalidad de "Divenire", nos aprovecharemos de la generosidad del músico que lo pone a disposición de todos nosotros en su canal de youtube:


 

domingo, 24 de noviembre de 2013

Philip Glass - The Concerto Project Vol.I (2004)



Continuando con el repaso, algo caótico, todo hay que decirlo, que estamos haciendo a la serie de discos “The Concerto Project” de Philip Glass, nos ocupamos hoy del primero de ellos que recoge dos obras de gran interés.

Se diría que la carrera de Glass carece de una preparación rigurosa y sistematizada. Tendemos a pensar que los músicos “serios” son organizados, racionalizados hasta el extremo y que, por tanto, cada paso que dan está planificado cuidadosamente. No parece que esto ocurra con nuestro compositor en modo alguno, especialmente si atendemos a los relatos que suelen acompañar cada grabación en los que se nos narra el proceso de creación de la obra o las obras recogidas en el disco. Esto viene a colación porque el origen del “Concierto Para Cello No.1” se parece mucho al de varias obras de similares características del músico: un intérprete coincide con él en algún acto, concierto, etc. Hablan y surge la posibilidad, el comentario o el encargo de que Glass componga una pieza para su instrumento. El compositor toma nota y, poco después, comienza a trabajar en algo que encaje con lo que se habla en la conversación. Sucedió así en 1999 cuando el afamado violonchelista Julian Lloyd Webber (hermano pequeño de Andrew y uno de los mejores intérpretes de su generación) asistió a un concierto de Glass en Londres. Ambos músicos hablaron sobre la posibilidad de que el compositor escribiera alguna pieza para violonchelo sugiriendo Glass que podría ser para 2001, celebrando así el 50º cumpleaños de Julian. Poco después de aquella conversación, Lloyd Webber tocaba en el festival de Beijing y allí le propusieron regresar en 2001, si fuera posible con algún estreno mundial. Sólo hace falta sumar dos y dos para dar con el resultado lógico de la operación. Sería en la capital china dónde tendría lugar el estreno del primer concierto para violonchelo de Philip Glass y Julian Lloyd Webber (¿quién si no?) tendría el honor de ser el intérprete.

Julian Lloyd Webber

Un concierto para violonchelo no tiene nada de particular ya que es una de las formas de concierto más habituales en la música clásica. Más raro es, sin embargo, el segundo de los conciertos recogidos en el disco por tratarse de un instrumento solista poco habitual en ese rol como es el timbal. Cierto es que se escribieron conciertos para timbales en el barroco y el clasicismo pero durante mucho tiempo, ese formato pasó al olvido hasta las últimas décadas en las que ha habido algunos compositores que han dado el paso escribiendo piezas para timbales. Entra en escena aquí el percusionista Jonathan Haas, virtuoso del instrumento y llamado por algunos “el Paganini de los timbales”. Haas tenía el sueño de llegar a interpretar un concierto moderno para timbales y siempre tuvo dos nombres en mente para llevarlo a cabo: Philip Glass y Frank Zappa. El fallecimiento del segundo en 1993 hizo innecesaria la elección. Glass tenía ya en su haber alguna obra con protagonismo de los timbales (Haas cita su “Prelude to Endgame” para contrabajo y percusión que él mismo había interpretado) y se mostró muy interesado en la posibilidad de escribir el concierto, algo que sucedió gracias a la colaboración de varias orquestas que financiaron el encargo formal. No iba a ser finalmente un concierto al uso sino un doble concierto con dos percusionistas como intérpretes solistas, el propio Haas y, en la versión del disco, Evelyn Glennie.

Jonathan Haas

Las dos obras recogidas en el disco están interpretadas por la Royal Liverpool Philharmonic Orchestra bajo la dirección de Gerard Schwarz.

CONCERTO FOR CELLO AND ORCHESTRA

“Movement I” – No tenemos que esperar ni un instante para escuchar al violonchelo que marca la pauta desde el comienzo con una melodía realmente interesante que se repite una y otra vez añadiendo en cada repetición más notas a la misma. Las cuerdas más graves de la orquesta actúan reforzando al solista y los metales acentúan los momentos más rítmicos hasta llegar a una pequeña transición con un breve solo. Llega entonces una pausa y un giro melódico en el que la pieza gana en ritmo y poco después de una breve sección melódica a cargo del solista irrumpe la orquesta en pleno en un momento típicamente “glassiano” que se desarrolla durante unos instantes. Llegando al ecuador del movimiento encontramos los compases más clásicos del concierto, entendiendo como tales aquellos en los que violonchelo y orquesta interactúan de un modo más coordinado. La última parte del movimiento retorna a los pasajes más reposados y contiene alguna de las melodías más bellas del cello en la obra.

“Movement II” – La estructura del segundo movimiento es similar a la de su equivalente en el “Concierto No.1 para Violín” del mismo autor: la orquesta abre los primeros compases con un apunte de melodía que se repite varias veces y sobre esa base aparece el violonchelo para interpretar su parte, llena de lirismo. A continuación son las maderas las que entran en diálogo con Julian Lloyd Webber por unos instantes antes de dejarle de nuevo sólo frente a las cuerdas en uno de los instantes más emotivos y técnicamente complicados de la partitura del solista. Todo el movimiento constituye una de las piezas más clasicistas de Glass y es un buen ejemplo del giro hacia esta tendencia del músico de Baltimore.



“Movement III” – El tercer movimiento se presenta con una afilada introducción a cargo de los metales tras la que escuchamos la vuelta al tema inicial del concierto por parte del cello. Entonces, todo se acelera como si asistiéramos al inicio de una tormenta que explota instantes después con flautas, campanas y la orquesta en pleno en un precioso segmento que sólo baja la intensidad cuando aparece el cello en una danza con aires de vals que apenas dura unos compases. Vuelve la agitación con la aparición de las percusiones en una parte que en todo momento nos da la impresión de estar diseñada pensando en un último crescendo que nos llevará a un final en lo más alto, destinado a provocar la ovación de un público entregado y, efectivamente, eso es lo que sucede con una pieza que culmina en un espectacular climax.

CONCERTO FANTASY FOR TWO TIMPANISTS AND ORCHESTRA

“Movement I” – Y si intenso era el final del concierto anterior, ¿qué podemos decir del comienzo de éste? No recordamos fácilmente una descarga de energía y ritmo mayor que la que se produce en el inicio del primer movimiento con las percusiones desatadas en una auténtica vorágine de ritmo que nos muestra cómo un instrumento aparentemente secundario puede desenvolverse a la perfección como solista. Aunque ya habíamos escuchado piezas con gran protagonismo de la percusión en Glass (pensamos en la ópera Akhnaten), nunca alcanza la brillantez de este movimiento inicial. Soberbio.



“Movement II” – El segundo movimiento del concierto cambia la espectacularidad por un tono mucho más solemne y serio. La orquesta adopta un rol grave y los percusionistas subrayan determinados pasajes con sobriedad. Conforme avanza la pieza, la orquesta va subiendo el tono y, paralelamente, Jonathan Haas y Evelyn Glennie adquieren mayor protagonismo creciendo en presencia de un modo constante.

“Cadenza” – Si raro resulta que se escriba un concierto para timbales, más extraño es aún que ese concierto contenga una “cadenza”, es decir, una pieza breve en la que el único protagonista sea el instrumento central. En este caso, no suenan sólo timbales puesto que hay alguna otra percusión para ampliar las posibilidades melódicas. Sin llegar a entusiasmarnos, tenemos que reconocer que el experimento es más que digno y que las posibilidades de la percusión en la orquesta clásica no siempre se explotan lo suficiente.

“Movement III” – Enlazando con el final de la “cadenza” entra como un auténtico disparo el movimiento final del concierto, intenso y lleno de ritmo. A pesar de tener una presencia destacada, las percusiones en el movimiento final pasan más desapercibidas integrándose en la orquesta como un elemento más y de un modo parecido al que lo hacen en otras obras de su autor y destacando únicamente en un breve solo en la parte central del movimiento.

Particularmente, hemos de afirmar que este primer volumen es nuestro favorito de la serie de cuatro que, hasta ahora, integran el “Concerto Project” de Glass. Meses atrás apareció, también en Orange Mountain Music, una nueva grabación del concierto para cello y para este próximo mes de diciembre el sello Naxos ha anunciado su propia grabación del “Concerto Fantasy” por lo que los aficionados no podrán quejarse de la disponiblidad de las obras. Por nuestra parte, os dejamos los habituales enlaces en los que encontrar el disco comentado hoy:


play.com


Nos despedimos con un video en el que Glass habla del concierto para cello poco antes de su estreno en los Estados Unidos.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Michael Nyman - The Piano Concerto / MGV (1994)



Tras la ruptura de la pareja artística que formó con Peter Greenaway, no estaba muy claro el futuro como compositor de Michael Nyman. Es cierto que, antes incluso de Prospero’s Books, el músico ya había hecho una relevante banda sonora como fue la de “El Marido de la Peluquera”, aunque su aportación fue muy breve en cuanto a la duración de las piezas y la presencia en la pantalla de las mismas. Además, de modo simultaneo a la aparición de la última película de Greenaway en la que colaboró, nuestro músico preparaba la publicación de sus tres primeros cuartetos de cuerda, en lo que parecía un acercamiento a formas musicales clásicas, independientes de la música para el cine.

Esto es algo que ha sucedido con otros músicos y el ejemplo más evidente es el de Philip Glass. Tras una etapa más o menos larga centrada en aspectos experimentales y vanguardistas y una actividad, podríamos decir que “alimenticia” trabajando para el cine, hay músicos que buscan una cierta trascendencia y encuentran en la composición de piezas en formatos tradicionalmente asimilados a la música culta la vía para conseguirla.

Suponemos a Nyman enfrascado en la difícil toma de decisiones acerca del rumbo a seguir cuando cayó en sus manos un auténtico caramelo: el encargo para una nueva banda sonora que acompañaría a la película “El Piano”, de Jane Campion. El gran atractivo del guión radicaba en que la protagonista de la historia no dice una sola palabra en todo el metraje y su único medio de expresión es, precisamente, el piano. Evidentemente, Nyman iba ser el encargado, no sólo de la música incidental sino de las melodías que Ada (que es como se llama el personaje de Holly Hunter) interpreta a lo largo del film.

El éxito de la película arrastró también a su banda sonora que se convirtió en un superventas mundial pero eso será materia, quizá, de otra entrada en el futuro. Lo que nos interesa ahora es lo que Nyman hizo con ese material un año más tarde y que no es sino una combinación de los dos aspectos de los que hablamos anteriormente: la música para el cine y las formas más clásicas de la música culta. En 1993, los organizadores del Festival de Lille decidieron encargar a nuestro músico la composición de una pieza con ocasión de la puesta en servicio de la línea de alta velocidad entre la frontera belga y la localidad de Calais (lo que poco después se convertiría en el Eurostar). El resultado fue la pieza llamada “MGV” (Musique à Grande Vitesse). Como complemento al programa, Nyman escribió un concierto para piano adaptando la banda sonora de la película de Jane Campion. Explica el músico que, gracias al encargo, consiguió tres objetivos diferentes: “crear una estructura musical más coherente de la que se puede conseguir con los fragmentos más breves e independientes entre sí que forman una banda sonora, construir texturas más dinámicas y elaboradas que las que usó en la película (para la que contó con una sección de cuerda y un conjunto de saxofones únicamente) y reescribir las partes de piano de forma que funcionen frente a la orquesta como en un concierto clásico”.

Un año más tarde de aquello, la discográfica Decca, a través de su subsello más vanguardista, Argo, publicaría un disco con grabaciones de ambas obras que es el que ahora pasamos a comentar. La primera mitad del mismo contiene “The Piano Concerto” en donde el “the” no está de más por las razones que hemos comentado más arriba. La interpretación corre por cuenta de la Royal Liverpool Philharmonic Orchestra dirigida por el propio Nyman. Kathryn Stott es la pianista en la grabación.

THE PIANO CONCERTO:

“The Beach” – El primer y más largo movimiento del concierto se abre con un trémulo sonido de cuerdas sobre el que escuchamos las primeras intervenciones del piano. El título del movimiento no es casual ya que la evocación de las olas rompiendo suavemente en una playa está más que lograda. El papel del piano no es tanto el de instrumento enfrentado a la orquesta sino el de complemento de la misma. Paulatinamente la música va ganando en fuerza hasta que la orquesta se hace con los mandos, primero con las enérgicas cuerdas y más tarde con puntuales subrayados de los metales. Para la elaboración de la música de “El Piano”, Nyman echó mano del folclore escocés, por ser esa la tierra de procedencia del personaje de Ada. Así, todas las partes de piano tienen base en composiciones tradicionales. A la hora de organizar el material musical para el concierto, el músico inglés seleccionó los fragmentos elaborados a partir de cada una de las tres canciones utilizadas siendo repartido en los distintos movimientos de la obra. De este modo, “The Beach” utiliza como base la pieza “Bonny winter’s noo awa”, cuya melodía reconstruida es la más reconocida de la película. Es en la parte central del movimiento en la que aparece de un modo más evidente a cargo del piano siendo replicada por la trompeta y más tarde por el grueso de la orquesta en un fragmento que funciona realmente bien y cumple con lo esperado de un concierto en términos clásicos. Además, el aficionado puntual a la música de Nyman (el que le conoció con esta banda sonora, vamos) encontrará en este primer movimiento del concierto la práctica totalidad de las músicas más reconocidas de la película.



“The Woods” – Sin solución de continuidad entramos en el siguiente movimiento, introducido por los metales que ejecutan otra de las melodías que han perdurado en el recuerdo de los aficionados que disfrutaron con el film de Jane Campion. Nyman compila en este corte toda la música completamente original que formó parte de la banda sonora y que en la misma se correspondía principalmente con las partes orquestales en contraposición a las basadas en música tradicional que ejecutaba la pianista. A pesar de ello, el piano tiene una importante presencia en esta parte del concierto aunque no con el protagonismo del movimiento anterior.

“The Hut” – Aunque formalmente Nyman divide el concierto en cuatro movimiento, lo cierto es que estos se suceden sin interrupción. Tras el anterior, más lento que el primero, llega este tercero que es el más vivo de toda la obra. El piano se erige en auténtico protagonista marcando un ritmo poderoso desde el primer momento y la orquesta se une a la fiesta poco después. La herencia de la poderosa máquina rítmica que es la Michael Nyman Band se deja ver aquí por primera vez en todo el concierto. El compositor inglés juega aquí con dos temas diferentes: el primero, mucho más acelerado que en su versión tradicional es el que hemos escuchado en los primeros momentos y toma su inspiración de la popular canción “Flowers of the Forest” que se hace muy difícil de reconocer si uno no es consciente de su uso aquí. El segundo tema es “Bonnie Jean” que sufre el proceso inverso al anterior, sonando en el concierto a una velocidad considerablemente inferior a aquella con la que suele ser interpretado. Antes de llegar al movimiento final, Nyman retoma por unos instantes el tema principal de la película mezclado con material procedente del primer movimiento.

“The Release” – Como cierre, el compositor británico diseña un bonito fondo de violines sobre el que dialogan el piano y los metales antes de entrar en un breve interludio que nos recuerda a Tchaikovsky y que precede al solemne regreso al tema principal (es decir, la melodía que hemos tomado prestada de “Bonny Winter’s Noo Awa”) que se combina con el “Flowers of the Forest”, cuya presencia es también muy destacada en el concierto. Lo cierto es que, pretendido o no, el movimiento final es muy cinematográfico y encajaría a la perfección como melodía para los créditos finales de la película.

Sin quitarle interés a “The Piano Concerto”, es la segunda obra del programa la que más llama nuestra atención por encontrar en ella al Nyman más puro (siempre en nuestra opinión). Para la interpretación de “MGV”, la orquesta se ve reforzada por los miembros de la Michael Nyman Band, a saber: Michael Nyman (piano), Alexander Balanescu (violín), Clare Connors (violín), Anthony Hinnigan (cello), John Harle (saxo soprano), David Roach (saxos soprano y alto), Andrew Findon (saxo barítono, piccolo), Nigel Barr (trombón) y Martin Elliott (bajo)

MGV

“1st region” – Nuestro músico divide la composición en cinco etapas que pretenden reflejar el viaje del TGV desde París a Lille. Parte de una sólida base rítmica que evoca inevitablemente al tren y que va sufriendo ligeras variaciones paulatinas que la transforman continuamente. Como es habitual en los músicos de raíz minimalista, las maderas tienen una importante labor como elemento rítmico que Nyman no tiene el menor complejo en acompañar con un bajo eléctrico. Son las cuerdas las que llevan la melodía principal cuyos cambios vienen precedidos de breves intervenciones de los metales.

“2nd region” – Como ocurre en el concierto anterior, también aquí los distintos movimientos van enlazados sin solución de continuidad formando un todo compacto. La transición entre los dos primeros viene marcada por un cambio de ritmo de las maderas que nos lleva a una sección con ciertos elementos caóticos que parecen ir cada uno por su lado aunque aparecen sólidamente unidos por el ritmo general de la orquesta. En muchos momentos de la obra se deja entrever una atractiva melodía que, conforme avanza la misma, va ganando en presencia hasta convertirse en el tema principal del último movimiento.

“3rd region” – La manera en que se desarrollan los primeros momentos de la tercera etapa del viaje nos recuerda a un Steve Reich al que, de repente, le hubiese dado por explotar su vena melódica. Es este, sin embargo, un movimiento muy rico en cambios de ritmo e instrumentaciones con secciones puramente rítmicas combinadas con otras donde reina la melodía. Sin ser nuestro movimiento favorito, sí que podemos afirmar que es el más variado en todos los sentidos.

“4th region” – Acercándonos al final de la obra, Nyman comienza a prepararnos para lo que está a punto de ocurrir. El cuarto movimiento es también el más breve y está basado en una corta melodía que se repite una y otra vez por parte de las distintas secciones de la orquesta que nos parece ir montada en un tren lanzado a tumba abierta por las llanuras del norte de Francia con algún que otro breve remanso más tranquilo (¿un tunel, quizá?) .

“5th region” – El gran final llega tras una inesperada interrupción a base de percusiones golpeadas con una maquinal exactitud. La orquesta comienza entonces a preparar la última parte de la obra con la aparición en toda su extensión de la melodía central de MGV, apenas esbozada en los movimientos precedentes. Como si estuviera acercándose a la estación, la percusión baja el ritmo pero sólo es una falsa apariencia antes de acelerar definitivamente con Nyman haciendo un guiño autoreferencial al sorprendernos con la melodía principal de su antigua obra “And Do They Do” que se repite una y otra vez por parte de las flautas de modo simultaneo al despliegue total de las cuerdas y finalmente del resto de la orquesta y de la Michael Nyman Band que cierran un movimiento sensacional que reúne todo lo mejor de la música de su autor.



Es evidente que la popularidad de Nyman llegó de la mano de la música para el cine pero creemos que su obra va mucho más allá de su faceta más conocida. En MGV tenemos un ejemplo muy claro de lo que da de sí el músico británico cuando no está sujeto a las ataduras de las imágenes y los códigos de tiempo. Seguiremos hablando de ambas facetas del este artista en el futuro. Por el momento, los interesados en haceros con esta disco lo podéis hacer en los siguientes enlaces, aunque será en la reedición publicada en el propio sello del músico ya que la original está descatalogada tras el cierre del sello Argo: