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miércoles, 27 de noviembre de 2013

Porcupine Tree - In Absentia (2002)



Muchas cosas cambiaron en muy poco tiempo en los meses posteriores a la publicación de “Lightbulb Sun” dentro de Porcupine Tree. Quizá las más significativas fueron las relativas a la toma de contacto de Steven Wilson con dos músicos muy diferentes que influyeron de formas opuestas en el enfoque de la música de la banda de cara al siguiente disco. Los lectores habituales del blog conocen sobradamente ambos nombres: Aviv Geffen y Mikael Akerfeld.

¿Qué importancia tuvieron ambos sobre el sonido de los nuevos Porcupine Tree? Tiene que ver con la relación que Wilson estableció con cada uno de ellos. Con Aviv Geffen sintonizó de tal manera que decidieron colaborar en el futuro. Como la música del israelí era un pop rock elegante y sin estridencias, Wilson orientó esa parte de su repertorio a su proyecto con Aviv que llevaría el nombre de Blackfield. De este modo, con esa salida para el lado más “popero” de Wilson, Porcupine Tree se podía liberar de ese enfoque que había tenido un peso importantísimo en sus dos trabajos más recientes, el ya comentado aquí “Stupid Dream” y el mencionado más arriba “Lightbulb Sun”. ¿Qué tipo de estilo iba a reemplazar a esta faceta pop de Porcupine Tree en los tiempos venideros? Ahí entra en acción Akerfeld, líder de Opeth, banda que empezaba a hacerse un hueco importante entre los seguidores del rock más duro con ciertos toques de rock progresivo. Wilson iba a trabajar con los suecos en la producción de su siguiente trabajo y eso marcó la nueva orientación de Porcupine Tree hacia un metal progresivo que sería la seña de identidad de la próxima etapa de la banda.

Al margen del cambio estilístico, o de forma paralela al mismo, hubo otras dos novedades muy importantes: la banda dejó su anterior sello discográfico para recalar en Lava Records, algo más humilde que el anterior pero que a Wilson le pareció un entorno ideal para desarrollar sus nuevas ideas. El segundo cambio vino de la mano de la renuncia de Chris Maitland, batería de la banda desde que esta existió como tal y participante en varios proyectos de Wilson como No-Man o I.E.M. La baja de Maitland era un golpe importante, tanto que ni siquiera se plantearon sustituirle y la idea era continuar con bases rítmicas programadas. Lo cierto es que justo antes de empezar a grabar, surgió la posibilidad de contar con Gavin Harrison, batería sensacional y tremendamente versátil que tan pronto grababa con Eros Ramazzoti como lo hacía con Iggy Pop, Lisa Stanfield o Franco Battiato (a título de curiosidad, uno de sus últimos trabajos antes de entrar a formar parte de Porcupine Tree fue en el disco “Nunca el tiempo es perdido” de Manolo García).

Casi todos los temas del disco iban a ser obra de Steven Wilson quien se iba a centrar esta vez en una serie de retratos de personajes siniestros, perturbadores, como los que suelen aparecer en todos sus discos pero con especial atención ahora en los “serial killers” y en los clásicos “abusones” juveniles.

Gavin Harrison, la gran incorporación de Porcupine Tree para el disco.

“Blackest Eyes” – Un comienzo suave no hace presagiar en modo alguno la súbita explosión rockera que escuchamos a continuación en forma de agresivo riff. Sin embargo, no estamos ante una canción “heavy” como podríamos pensar ya que enseguida experimenta un nuevo giro hacia un pop robusto pero civilizado. El texto nos presenta a una madre cantando nanas a su hijo sin sospechar que en un futuro se iba a convertir en una bestia. Como jugando con esa potencialidad, la música gana en energía y dureza conforme avanza la canción con varios regresos al riff del comienzo. Un gran comienzo para un disco prometedor.



“Trains” – Empieza la canción con un formato de balada acústica muy logrado con unos preciosos fondos de mellotron. Los juegos vocales de la parte central de la canción son fantásticos y preceden a un interludio en el que se combinan guitarras acústicas, palmas y un ambiente casi infantil que recuerda a la época en la que el protagonista disfrutaba visitando las vías del tren. Un gran tema que supuso un éxito considerable para la banda y que, aún hoy, forma parte del repertorio de Wilson en solitario siendo la única composición de Porcupine Tree como banda que sigue interpretando.

“Lips of Ashes” – Llegamos a un interludio casi instrumental (apenas hay dos estrofas de texto) lleno de sonidos acústicos, psicodélicos, que recuerdan a épocas pasadas de la banda. Un sonido muy “floydiano” en general que nos parece una transición magnífica para continuar con el disco y en el que queremos apreciar una cierta influencia de Opeth (especialmente en algunos arreglos vocales), con quienes Wilson empezaba a trabajar en aquellas fechas.

“The Sound of Muzak” – Dura crítica de Steven a la situación de la industria musical que produce canciones clónicas, sin alma, para un público al que todo le da igual. “the music of the future will not entertain, it’s only meant to repress and neutralise your brain”. La canción es magnífica de principio a fin pero si hay algo que destaca sobremanera en la misma es la excepcional interpretación de Gavin Harrison a la batería. Si el lector tiene interés, podrá encontrar videos en youtube en los que el músico ofrece clases magistrales utilizando, precisamente, esta canción como base para las mismas.

“Gravity Eyelids” – Un ambiente perturbador de sintetizadores abre la pieza y pronto se suman a él una serie de bases rítmicas programadas. De inicio, la canción parecería encajar mejor en un proyecto más orientado al trip-hop como era el disco “Wild Opera” de No-Man. La forma casi desgarrada de cantar de Wilson refuerza esta opinión. La entrada del mellotrón y el piano justo antes de la entrada del estribillo es inquietante y cuando aparecen el bajo de Colin Edwin combinado con la batería de Harrison nos damos cuenta de que estamos ante otra canción magnífica que en sus últimos momentos se transforma radicalmente con una “coda” en clave de metal progresivo realmente magnífica.

“Wedding Nails” – De nuevo un riff lleno de energía nos prepara para unos minutos de rock instrumental con toques de jazz y algunas secciones de “ambient” electrónico que no deja de ser un anticipo de lo que Wilson nos iba a brindar en años recientes, ya como artista en solitario. La autoría de la canción es compartida entre Steven y el teclista Richard Barbieri.

“Prodigal” – Llegamos a una canción de desesperanza con un esquema clásico que, en sus primeros compases tiene muchos puntos en común con lo que hacían en años anteriores badas como Radiohead. Es un tema oscuro en que algunos punteos de guitarra y notas sueltas de piano parecen aportar cierta luz de tanto en tanto. Mientras, las letras retratan a un personaje en plena caída, que ha probado de todo para hallar un aliciente sin éxito “I tried the capsule and I tried the smoke, I tried to aid escape like normal folk but I never seemed to get the joke”.

“3” – Una personalísima línea de bajo arropada por los sintetizadores va preparando la llegada de la batería en un magnífico tema instrumental que recuerda los momentos más psicodélicos de discos anteriores como “Up the Downstair” o “The Sky Moves Sideways”. Aparece entonces una sección de cuerda fantástica para marcar el cambio hacia la segunda parte de la pieza en la que escuchamos los únicos dos versos cantados de todo el tema, envueltos en las clásicas guitarras acústicas marca de la casa y la nostalgia personificada en el mellotrón.

“The Creator Has a Mastertape” – El bajo vuelve a ser quien marca la pauta de una composición veloz, con clara influencia del krautrock, distorsiones en las guitarras y también en la voz de Wilson. Por temática, esta canción es un claro antecedente de “Index” del segundo disco en solitario del artista ya que nos encontramos ante un tipo similar de coleccionista, tanto de objetos como de personas. El título del tema se nos antoja un homenaje al tema de Pharoah Sanders que ocupaba la práctica totalidad de su LP “Karma” y que tenía por título “The Creator has a Masterplan”.

“Heartattack in a Layby” – Tras la agotadora demostración del tema anterior, entramos ahora en una melancólica balada que, como ocurre a menudo con las letras de Wilson, parece una simple canción de desamor más hasta que el texto va revelándonos lo siniestro de la historia que nos narra el protagonista mientras fantasea con el deseo de su pareja de volver con él, algo muy lejano de la realidad y que nos hace ponernos en lo peor.

“Strip the Soul” – Por tercera vez en el disco es el bajo el que abre las hostilidades de un tema aún más inquietante que el anterior en el que el protagonista nos habla de su mujer e hijos, probablemente ya asesinados como dan a entender algunas de las líneas del texto “they are not gone they are not gone they are only sleeping”. Un nuevo psicópata para la ya extensa colección de Wilson. La canción, con todo, es una de las más interesantes del disco y la única que firma Colin Edwin al 50% con el vocalista.

“Collapse the Light Into Earth” – Un piano ligeramente distorsionado es el único acompañamiento de la voz de Wilson en los primeros instantes de una emocionante balada a la que se van añadiendo elementos, como un fondo electrónico que crece poco a poco acompañado de las cuerdas hasta conformar un final épico que la convierte en una de nuestras canciones favoritas de la banda. Una “delicatessen” que pone punto y final a un disco memorable.



Aún hoy muchos fans consideran a “In Absentia” como el gran disco de Porcupine Tree y, si atendemos al hecho de que reúne un poco de todos los estilos que ha ido recorriendo la banda en estos más de veinte años, tenemos que darles la razón. En “In Absentia” encontramos rock progresivo, psicodelia, toques de metal, momentos pop, electrónica, trip hop o ambient sabiamente repartidos y equilibrados a lo largo de la hora larga que dura el disco. Hay también algo de Blackfield, de I.E.M. o de No-Man en el disco que, en ese sentido, puede considerarse como una magnífica puerta de entrada, no sólo en el universo de Porcupine Tree sino en el más amplio de su líder Steven Wilson. Por ello, no tenemos otro remedio que recomendarlo encarecidamente. No os dejará indiferentes. La alineación de la banda en el disco es: Steven Wilson (voz, guitarras, piano, banjo), Richard Barbieri (sintetizadores, mellotron, órgano Hammond), Colin Edwin (bajo) y Gavin Harrison (batería, percusiones). Como invitados especiales aparecen Aviv Geffen, que hace coros en dos canciones, y John Wesley, coros en tres canciones y guitarra en la primera del disco.

Para adquirirlo, os dejamos un par de posibles enlaces como es costumbre aquí:

amazon.es

fnac.es

Nos despedimos con un video de Gavin Harrison demostrando sus habilidades en "The Sound of Muzak"

sábado, 16 de febrero de 2013

Porcupine Tree - Octane Twisted (2012)



Aprovechamos la entrada anterior para reseñar hoy lo último aparecido en el mercado bajo el nombre de Porcupine Tree. Una de las principales cualidades de Steven Wilson es la inteligencia y es esta característica del músico la que mejor explica la aparición de este disco. Desde que apareció el último trabajo de estudio de la banda, hace ya casi cuatro años, Wilson se ha centrado en otros aspectos de su carrera, publicando discos en solitario, con Blackfield, con Mikael Akerfeld (como Storm Corrosion) o en bajo su “alter ego” Bass Communion. Sin embargo, nuestro músico es plenamente consciente de que, por el momento, el mayor activo comercial que tiene, el que mayor tirón conserva de cara al público, es Porcupine Tree. Por ello, se encarga de ir dejando lanzamientos cada poco tiempo que mantengan el nombre del grupo en el candelero.

Así, tras “The Incident”, hemos podido disfrutar de un par de grabaciones en directo de la banda como “Anesthetize” en DVD y doble CD de audio o “Atlanta”, sólo en formato de descarga y con fines benéficos. Ambas grabaciones correspondían a la gira de presentación del recientemente comentado “Fear of a Blank Planet” y esa es la diferencia principal con “Octane Twisted”, disco doble en directo que recoge material procedente de la última gira de la banda hasta ahora, centrada en “The Incident”, el disco de 2009.

Recordaremos que “The Incident” fue un disco conceptual consistente en una larga suite de 50 minutos dividida en catorce secciones con el fin de hacer más sencillo el acceso a determinadas partes del disco. Acompañando al largo tema, teníamos un segundo disco con cuatro canciones más a modo de complemento pero al margen del concepto general del álbum. “Octane Twisted” recoge la versión en directo de “The Incident” al completo como fue interpretada en el concierto celebrado en “The Riviera”, Chicago el 30 de abril de 2010, además de otros cuatro temas más interpretados en el mismo concierto. Como regalo final, se incluyen tres canciones más grabadas en el Royal Albert Hall londinense el 14 de octubre del mismo año.




La capacidad en directo de los miembros de Porcupine Tree es extraordinaria y nos cuesta mucho encontrar ejemplos de conciertos que suenen de un modo tan similar a una cuidada grabación en estudio. Desde los primeros compases del “The Bild House” (segundo corte del disco, el primero, “Occam’s Razor” es apenas una introducción), disfrutamos de la impecable ejecutoria de Gavin Harrison a la batería y de la gran energía que despide la banda. Tras esta primera descarga, entramos en los pasajes más acústicos y progresivos del disco con la breve “Great Expectations” antes de escuchar el piano que abre “Kneel and Disconnect”, una de las piezas más tranquilas en la podemos disfrutar de las preciosas armonías de la voz de Wilson y la de John Wesley. “Drawing the Line” es un claro ejemplo del inconfundible sonido de la banda, con una introducción más bien suave de teclados y batería que va evolucionando en un potente tema rockero en el que Wilson evidencia algún problema vocal que no ha querido disimular con retoques en estudio pero que no ensombrece la actuación en modo alguno. En sus primeros discos, Porcupine Tree destacaron por combinar electrónica y rock con maestría y en el tema que daba título al disco, “The Incident”, lo demuestran una vez más acercándose al trip-hop de Massive Attack por momentos. “Your Unpleasant Family” es otro breve tiempo medio de transición que enlaza con “The Yellow Windows of the Evening Train”, sorprendente instrumental a base de teclados y “samples” vocales que nos deja a las puertas del tema central del disco: “Time Flies”, una extensa y floydiana canción que es toda una declaración de intenciones desde el primer verso “I was born in 67, the year of “Sgt.Pepper” and “Are You Experienced?”. De todos los acontecimientos de aquel año, para Wilson los más notables fueron los discos de los Beatles y Hendrix. Al margen de eso, estamos ante un fantástico corte progresivo con un sensacional tramo instrumental en el que la guitarra de Steven tiene un protagonismo absoluto con un ácido sólo realmente memorable. “Degree Zero of Liberty” recupera las notas de la introducción del disco una vez más y sirve de puente hacia “Octane Twisted”, otra clásica canción de los Porcupine Tree más recientes, sumergidos de lleno en el prog metal en la que Harrison da otra verdadera lección a las baquetas. “The Seance” funciona como una especie de coda de la canción anterior en modo acústico y contrasta con el sonido mucho más duro de “Circle of Manias, penúltima canción del disco y de esta parte del concierto. Cerrando “The Incident” encontramos “I Drive the Hearse” que se ha convertido en poco tiempo en otra de las canciones insignia de la banda siendo, curiosamente, el tema más pop de todo el disco.



El segundo disco recoge, como ya señalamos, cuatro (o cinco) canciones más procedentes del mismo concierto de Chicago y tres de la actuación londinense. Comienza con “Hatesong” del disco “Lightbulb Sun” un agresivo tema con una base rítmica de gran presencia y destellos de rock duro que en la versión del concierto se acerca a terrenos psicodélicos en muchos momentos. Continúa con un set formado por la magnífica balada “Russia on Ice” (procedente del mismo disco que la anterior) y un corte titulado “The Pills I’m Taking” extraído de la parte central del largo “Anesthetize” del disco recientemente comentado aquí “Fear of a Blank Planet” con un maravilloso (una vez más) Gavin Harrison en un segmento que mezcla jazz y hard rock sin complejos. También hay cabida en el concierto para los temas más clásicos de la banda como “Stars Die” de la época de “The Sky Moves Sideways” que aparece en una preciosa versión con un espíritu más acústico que la original. La sorpresa del concierto la pone “Bonnie the Cat”, tema ¿rapeado? que aparecía en el segundo disco de “The Incident” y que cierra la parte dedicada al concierto de Chicago. De la actuación del Royal Albert Hall sólo tenemos tres temas pero de una duración que supera ampliamente la media hora tomándolos en conjunto. Comienza con una larga versión de “Even Less”, originalmente incluída en “Stupid Dream” y que suena mejor incluso que en el original con la banda demostrando que sus capacidades les convierten en una de las mejores formaciones en directo hoy en día. Acercándonos al final del disco encontramos “Dislocated Day”, procedente de “The Sky Moves Sideways” en otra brillante versión con un gran sólo de guitarra de Wilson antes de llegar al punto final que pone “Arriving Somewhere But not Here”, tema estrella de “Deadwing” y uno de los favoritos de los seguidores del grupo. Afirmar a estas alturas que se trata de la mejor versión de todo el doble disco podría parecer una exageración pero es lo que creemos firmemente.



Porcupine Tree tienen ya una discografía muy consolidada y, además, con una rara cualidad y es que podrían escoger casi cualquier combinación de canciones de la misma para configurar el programa de un concierto y funcionaría a la perfección. Esa es una de las virtudes de este lanzamiento: nos da la oportunidad de disfrutar de “The Incident” al completo en directo en el primer disco y también de una selección de canciones magnífica en el segundo con un repertorio bastante diferente del de otros lanzamientos de las mismas características del grupo.

Dentro de los trabajos que sirven para que Porcupine Tree siga estando de actualidad, encontramos también reediciones del viejo catálogo de la banda que incluyen mucho material difícil de encontrar. En este grupo se encontrarían los próximos lanzamientos que ha anunciado Wilson en entrevistas recientes: la reedición del disco “In Absentia” con material inédito y descartes y la más interesante del disco “Yellow Hedgerow Dreamscapes”, lleno de material raro de la primera época de la banda cuando aún no era tal sino sólo un pseudónimo del propio Wilson.

A pocas fechas para la aparición del nuevo disco en solitario de Steven Wilson, “The Raven that Refused to Sing”, no es mala idea darle un repaso al sonido en directo de la banda con la que alcanzó mayor fama. “Octane Twisted” se vende en formato de doble CD y en edición especial en la propia web del grupo incluyendo un DVD extra (al margen de las cada vez más habituales ediciones en vinilo). Podeis adquirirlo aquí:

fnac.es (2xCD)

burningshed.com (2xCD + DVD)

Os dejamos con el trailer del lanzamiento del disco:

domingo, 10 de febrero de 2013

Porcupine Tree - Fear of a Blank Planet (2007)



En los primeros meses de 2006, mientras se encontraba en Israel terminando la grabación del que sería el segundo disco de Blackfield, la mente de Steven Wilson pensaba y creaba la mayoría de las canciones del que sería el siguiente disco de Porcupine Tree. Seguimos sin encontrar una explicación de cómo este hombre es capaz de mantener un nivel tan alto en términos cuantitativos y también, sobre todo, en términos cualitativos en su producción discográfica, máxime si tenemos en cuenta que “Blackfield II” y “Fear of a Blank Planet” son, probablemente, los mejores discos que grabaron las respectivas bandas.

Con la perspectiva de los años que han pasado desde su lanzamiento, creemos que este disco supuso el punto culminante de la evolución estilística de la banda; el momento en que alcanzaron su plenitud. Su siguiente trabajo de estudio, sin ser necesariamente peor, no llega más allá que “Fear of a Blank Planet” y puede parecer un ejercicio continuista. Wilson ha mostrado siempre un gran interés por el periodo de la infancia y la adolescencia y en muchas de sus letras afronta los problemas habituales en esa edad. Lo que no había hecho hasta este momento es escribir todo un disco conceptual centrado en ese tema. De alguna forma, y atendiendo a su temática y también al propio esquema del disco, concebido como una larga suite de más de 50 minutos dividida en varias canciones pero con una clara unidad estilística, existe una cierta conexión entre este disco y el recientemente tratado aquí “The Wall” de Pink Floyd.

La forma de presentarnos la historia es tremendamente original puesto que parte de la novela “Lunar Park” del autor de “American Psycho”, Brett Easton Ellis. En ella, el protagonista, llamado igual que el escritor, está casado con una actriz famosa y tiene un hijo con ella y una hijastra cinco años menor que éste, procedente de una relación extramatrimonial de la esposa pero aceptada por Brett. En la novela, que mezcla elementos de paranoia post 11-S, con terror clásico con historia de fantasmas incluida, el personaje de de Brett tiene una fuerte dependencia de todo tipo de drogas legales y no legales y la desatención que tiene con su hijo se refleja en la aparición de todo tipo de desórdenes en el joven: déficit de atención, aislamiento psicosocial, ensimismamiento y alejamiento de la realidad con la que sólo interacciona a través de pantallas (televisión, videoconsolas, internet) etc. que sólo son tratados con medicación y más medicación (fundamentalmente nitrazepam para combatir el insomnio) convirtiendo al joven Robby en una especie de zombie (situación que, nos recuerda inevitablemente al Pink de “Confortably Numb”). Lo que hace distinta la versión de Wilson de la de Brett Easton Ellis es que el lider de Porcupine Tree adopta el punto de vista del pequeño Robby por lo que la historia la narra el adolescente y no el padre.

Los créditos del disco los componen los miembros de la banda, es decir, Steven Wilson (voz, guitarra, piano, teclados), Richard Barbieri (teclados), Colin Edwin (bajo) y Gavin Harrison (batería). Como músicos invitados participan el guitarrista de Rush, Alex Lifeson, Robert Fripp con sus “soundscapes” y John Wesley (coros).



“Fear of a Blank Planet” – El título del primer corte del disco es una referencia al “Fear of a Black Planet” del grupo de hip-hop Public Enemy aunque no hay más relación entre los dos trabajos. La canción comienza con una rápida melodía de guitarra acústica que no tarda en transformarse en un abrumador cañonazo de metal progresivo. Robby hace un recorrido por su devenir diario... la luz del sol que le despierta, la cama sin hacer, música sonando en algún sitio de la habitación, la televisión siempre encendida... sale de casa al centro comercial donde todo es igual que siempre así que regresa a jugar con la videoconsola como apunta la estrofa que resume su situación: “cuando pongo mis dedos en los mandos, la X-box es mi dios. Mi madre es una zorra y mi padre hace tiempo que desistió de tratar de hablarme”. Continúa el recorrido a través de la medicación que toma (mogadon, un tipo de nitrazepam al que aludíamos antes), y la confusión que le produce “no encontrarás a una persona dentro de mí”, el aburrimiento que le lleva a ver porno en internet, las relaciones insustanciales con sus amigos o la absoluta falta de sentido del sexo “el sexo es divertido pero solo es otra de las maneras de pasar el rato en un día cualquiera” canta Robby a través de Wilson. Toda esta situación tiene lugar en medio de una canción poderosa, con los músicos en un estado de inspiración total. Estamos ante un tema de rock duro con elementos progresivos que supone una espectacular introducción para el disco. En la mayor parte de la canción la voz de Wilson suena con cierta distorsión, como si le oyésemos a través de un viejo transistor reforzando la idea de irrealidad y letargo en la que vive el protagonista. No será la última vez que Wilson haga uso de este recurso en el disco.


Video que se proyectaba en los conciertos de la gira acompañando
al tema de apertura del disco. El director es Lasse Hoile


“My Ashes” – El disco da ahora un giro hacia sonidos más suaves. Unas notas de teclado acompañadas por guitarra y piano son el envoltorio con el que Wilson y Barbieri, autores del tema, revisten una canción triste en la que Robby hace una especie de recorrido sobre su vida lamentándose por todo lo que no hizo. La referencia a sus propias cenizas puede interpretarse como una narración que hace después de muerto o como una visión de la vida que pudo ser desde vista desde su vida real. Conforme avanza el tema, van apareciendo el resto de músicos destacando el precioso sonido de cuerdas (¿mellotron?) que acompaña al estribillo. A partir de entonces aparece ya la batería de Gavin Harrison con su inconfundible estilo haciendo las veces de conductor durante el resto de la canción. Las cuerdas ganan en intensidad resaltando la segunda parte del estribillo y llevándonos hasta el final de la canción.

“Anesthetize” – Entramos en el tema más extenso de todo el disco: una impresionante suite de casi 18 minutos separada en 3 fragmentos distintos. El primero comienza con un marcado ritmo de guitarra subrayado por la batería de Harrison. El esquema de este segmento y la forma de tocar la guitarra nos recuerda mucho a la música del líder de The Durruti Column, Vini Reilly. La primera frase de la canción “A Good Impression of Myself” es prácticamente la misma con la que se abre la novela de Brett Easton Ellis (“You do an awfully good impresion of yourself”) y esto es una constante en todo el disco en el que existen más citas casi literales de otros pasajes de la novela. El título del tema no hace sino reflejar la situación del protagonista durante la primera parte de la canción: abotargado, entumecido por la medicación “simplemente no estoy aquí... cállate, sé feliz y deja de quejarte, por favor”. Tras esta sección entramos en un largo interludio instrumental en el que escuchamos la mejor versión posible de Porcupine Tree con un elegantísimo rock lleno de guiños al progresivo clásico pero también a sonidos más duros. Un potente riff de guitarra marca el cambio hacia el hard rock que se consuma con la entrada de un robusto bajo y una batería a piñón fijo. La historia es prácticamente la misma de la canción que abría el disco, con el protagonista colocado por la medicación, vagando por el centro comercial y llegando a concebir ideas suicidas “perdidos en el supermercado, vagando como zombies, ¿qué sentido tiene? ¿qué puede comprar el dinero? Mis manos sostienen una pistola y Dios me está tentando, ¿qué me dices? Creo que me estoy muriendo”. Tras unos momentos de gran intensidad, llegamos a una transición electrónica muy ambiental sólo interrumpida por unas notas de guitarra que nos trasladan hasta la parte final del tema con teclados psicodélicos y unos preciosos juegos vocales entre Wilson y John Wesley. La letra, mucho más enigmática que en el resto del disco, nos muestra al protagonista en la playa en compañía de alguien de quien no sabemos nada y que, posiblemente, sea un fantasma “te podía ver pero no oir, sujetabas tu sombrero en la brisa mientras te alejabas, mientras eras robado de mi lado”. En los instantes finales de una suite tan memorable como esta, escuchamos un nuevo solo de mellotron que nos remite a tiempos pasados y a grupos clásicos del género.

“Sentimental” – Llegamos a la que es una de nuestras canciones preferidas que comienza con un piano que ejecuta una melodía de corte minimalista hasta que aparece la batería de Gavin Harrison en una de sus mejores interpretaciones de todo el disco, con una ligera distorsión con la que parece sonar a través de una vieja emisora de AM, contrastando con la producción exquisita del resto de instrumentos. Las guitarras de nuevo, nos recuerdan a las del citado Vini Reilly pero también tienen un cierto toque deudor de Robert Fripp, quien no interviene en el disco hastá más adelante. En la canción, el protagonista se lamenta cuando ve que está creciendo y que se la acaban las excusas de la adolescencia “no quiero ser mayor, no es divertido que te digan que no puedes seguir echandole la culpa de todo a tus padres”.

“Way Out of Here” – La canción más oscura y desgarradora del disco tiene toda una historia detrás. Nos habla de alguien que está junto a las vías del tren, soñando con escapar de su vida actual cuando una canción concreta que suena en su iPod, le hace darse cuenta de que es tarde y debe volver a casa donde se encontrará con las preguntas que tanto odia “¿qué tal estás?”, “¿como te ha ido en clase?”, “¿Quieres hablar de ello?” Más tarde nos habla de cómo esa persona quiere olvidar a alguien para terminar recordando su relación como si de un mal sueño se tratase. Arielle Daniel era una joven de 17 años, fiel seguidora de Porcupine Tree hasta el punto de fundar el grupo de seguidores de la banda en MySpace. Uno de sus hobbies era la fotografía y sus temas favoritos eran los paisajes y más concretamente los trenes en movimiento. En noviembre de 2005, mientras se encontraba en compañía de otra amiga fotografiando las vías del tren, fueron arrolladas por un mercancías falleciendo ambas en el acto. La canción y su impresionante videoclip fueron dedicadas a la joven. El tema es una maravilla de principio a fin, desde el comienzo ambiental a base de sonidos electrónicos con la voz de Wilson, trémula, debil, emocionada como pocas veces, acompañada de unos leves acordes de guitarra. Con la entrada de la batería y llegando al estribillo, el tema se transforma en un grito de rabia. Aunque se alternan los momentos ambientales con los más duros, el estilo es predominantemente hard rock siendo una de las canciones más intensas de todo el disco. La canción cuenta con la única participación de Robert Fripp y sus “soundscapes” en el disco, aunque tocó en algún tema más, finalmente descartado y publicado en un lanzamiento posterior de la banda.




“Sleep Together” – El final de la historia de Robby nos muestra al chico en la encrucijada en la que debe decidir qué quiere hacer con su vida “este es el momento, esta es tu vía de escape, hazlo ahora o húndete, hazlo o húndete y permanece hibernado”. A pesar de los latigazos heavy de las guitarras, se trata de la composición más electrónica de todo el trabajo y se mueve siempre por territorios oscuros e inquietantes, recordándonos en muchos momentos a los primeros discos de la banda en los que el peso de la electrónica era mayor. El cierre del tema lo pone un psicodélico final orquestal que sirve también para poner fin a un disco fascinante.

Porcupine Tree son una banda que ha pasado por tantas etapas distintas y bajo cuyo nombre han aparecido discos tan diferentes que es muy difícil afirmar que uno u otro trabajo sean el mejor del grupo. Sin entrar en ese tipo de comparaciones, lo cierto es que “Fear of a Blank Planet” es uno de los mejor valorados en el momento de su lanzamiento y hoy en día, seis años después, sigue manteniéndose en un puesto de privilegio entre las preferencias de los seguidores de la banda. Nosotros creemos que no sólo es uno de los mejores del grupo sino de todos los aparecidos en las últimas décadas dentro del rock progresivo o metal progresivo y os recomendamos a todos su escucha. Los interesados en adquirirlo tenéis un par de enlaces para hacerlo a continuación:



Os dejamos con la versión en directo de "Anesthetize":