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viernes, 30 de junio de 2023

Mahavishnu Orchestra - Birds of Fire (1973)



John McLaughlin es uno de los guitarristas más completos que ha dado el mundo de la música en las últimas décadas. Admirado por los más grandes, su estilo tiene la particularidad de haber bebido de las fuentes más diversas. En sus comienzos se interesó por el jazz y el flamenco pero no tardó en abrirse a otros estilos como el blues, el rock y, particularmente, la música india. En el Reino Unido comenzó a desarrollar una carrera muy interesante y llegó a grabar un primer disco en solitario pero enseguida vio que aquello se le quedaba pequeño, especialmente si quería desarrollar un estilo de música tan ecléctico como el que tenía en mente. Así, antes de cumplir los treinta, se trasladó a los Estados Unidos para formar parte de la banda de Tony Williams y, poco después, de la de Miles Davis durante una de sus etapas más creativas participando en discos tan importantes como “In a Silent Way” o el imprescindible “Bitches Brew”. En esa grabación se pusieron las bases de la fusión jazz-rock surgiendo de él poco después dos de las bandas fundamentales del género: los Weather Report de Joe Zawinul y la Mahavishnu Orchestra del propio McLaughlin.


El grupo se formó en 1971 y su estilo era tan diverso como la procedencia de sus miembros, empezando por el batería panameño Billy Cobham (quien coincidió con McLaughlin en la banda de Davis) y el bajista irlandés Rick Laird. Ambos ya habían grabado con McLaughlin en un anterior disco del guitarrista. A ellos se unieron el teclista de origen checo Jan Hammer y el violinista norteamericano Jerry Goodman. En cierto modo, se repetía la historia de la banda que grabó el “Bitches Brew” de Davis en la que se juntaron talentos inmensos que luego hicieron fortuna por su cuenta. En las notas del disco, el manager de las giras de la Mahavishnu Orchestra comenta: “en sus inicios, cuando tocaban en institutos, en facultades o como teloneros de algún otro grupo, veías al público experimentando algo que nunca antes habían sentido. Esa gente probablemente nunca había comprado un disco de jazz. Ni siquiera un disco instrumental. Cuando la Mahavishnu Orchestra subía al escenario y empezaba a tocar aquella música a ese volumen se convertía en una revelación. Era el asombro hecho banda”. Es difícil pensar en una descripción mejor.


“Birds of Fire” - La cosa comienza con varios golpes de gong seguidos de una introducción de guitarra y bajo llena de misterio y a partir de ahí, la locura. Batería, guitarras eléctricas corrosivas improvisando sobre un fondo de teclados con clara influencia india y todo con un ritmo desenfrenado y cambiante. Es jazz, sí, pero también rock progresivo con un toque de psicodelia. Un sonido revolucionario en una época en la que era difícil “revolucionar” a causa de la eclosión de bandas diferentes a todo lo anterior en los años previos.




“Miles Beyond” - El homenaje de McLaughlin a Miles Davis llega con esta pieza llena de “swing” en la que reina el Fender Rhodes de Hammer durante la introducción. Luego aparece la banda en pleno con ese aroma rockero que imprime la guitarra con riffs a ritmo de kalashnikov. Una mezcla explosiva que consigue crear un ambiente muy propio del gran Miles con el toque personalísimo de la banda.


“Celestial Terrestrial Commuters” - El siguiente corte es otro derroche de energía en el que teclados, guitarra y violín se van relevando en una lucha por demostrar quién lleva la voz cantante y que queda desierta por empate técnico. La sección rítmica de Laird y Cobham es una barbaridad. Es una pena la corta duración del tema que desemboca en el siguiente, “Sapphire Bullets of Pure Love”, que no es más que una loca colección de sonidos de sintetizador Moog sin mucho sentido y que apenas dura unos veinte segundos.


“Thousand Island Park” - La admiración de McLaughlin por el flamenco se deja ver, a su manera, en este tema en el que el guitarrista es el protagonista absoluto pese al excelente acompañamiento del resto de la banda, especialmente de Laird y del piano de Hammer. Igual que ocurría con los dos anteriores cortes, este enlaza con otro de escasa duración, “Hope”, aunque con mucha más sustancia que la marcianada anterior. Es un intenso “in crescendo” que anticipa el sonido de bandas posteriores como Oregon, Shadowfax o Montreux, más cercanas al mundo de la “new age”.


“One Word” - Por duración, el corte central del disco. Una epopeya que se extiende a lo largo de diez minutos y que combina sintetizadores espaciales con ritmos frenéticos, magníficas secciones de bajo, guitarras wah-wah, locos solos de violín eléctrico y, como no, el clásico e interminable solo de batería. Una barbaridad en la que se mezclan las esencias del Miles Davis eléctrico con el vértigo de King Crimson y que se pasa volando.




“Sanctuary” - La composición más ambiental del disco con notas de guitarra que nunca se acaban y que nos recuerdan de nuevo a Robert Fripp y un drama creciente en el que brilla puntualmente Goodman y más extensamente el dúo Laird-Cobham.


“Open Country Joy” - A medio camino entre el “country” del título y la “new age” al estilo Windham Hill que llegaría unos cuantos años después, la introducción casi bucólica de Goodman rompe en una explosión eléctrica con el teclado de Hammer rivalizando con el violín eléctrico y la guitarra de McLaughlin antes de despedirnos con una vuelta al relax del inicio.




“Resolution” - Cerrando el trabajo tenemos otro corte retador, con una épica que traslada la solemnidad del Holst de “Marte” a territorios que mezclan jazz y rock. El único “pero”: que la cosa parecía evolucionar hacia un gran final que nunca llega.



Como ocurre habitualmente con estas grandes reuniones de talento, la formación original de la Mahavishnu Orchestra no duró mucho y poco después de grabar “Birds of Fire”, que apenas era su segundo disco, McLaughlin tuvo que rehacer por completo su formación manteniendo un gran nivel con músicos como Jean Luc Ponty (realmente el primer elegido como violinista pero que no puedo incorporarse en su día por temas legales) o Narada Michael Walden. Siguieron siendo un gran grupo pero ya sin el factor sorpresa de sus dos primeros trabajos. McLaughlin, por su parte, ha tenido una carrera extraordinaria en la que destacan sus increíbles grabaciones en directo con Paco de Lucía y Al Di Meola. Además, es uno de esos nombres que nunca faltan en las listas de los mejores guitarristas de todos los tiempos. “Birds of Fire” es, probablemente, el disco que mejor ilustra la extensión de su talento como intérprete y también como compositor. En todo caso, es una de esas obras imprescindibles que todo buen melómano debe, al menos, conocer.

martes, 14 de junio de 2022

Paul Winter Consort - Icarus (1972)




Parece mentira pero después de varios cientos de entradas en el blog, aún quedan artistas de mucha relevancia dentro de las llamadas nuevas músicas que no han tenido la suya pese a haber sido mencionados en multitud de ocasiones cuando hemos hablado de otros artistas. Tal es el caso de Paul Winter, una de las mayores figuras del ámbito de la música “new age” en los años setenta y ochenta. Winter estudió piano, clarinete y saxofón, instrumento al que se dedicó al cien por cien desde el momento en que cayó en sus manos. Su primer amor fue el jazz pero enseguida se dejó llevar, como le ocurrió a muchos músicos de su generación, por la música brasileña, especialmente desde que, a mediados de los años sesenta, vivió un año en el país sudamericano. De hecho, sus primeros discos en solitario y con su primera formación, el Paul Winter Sextet, estuvieron centrados en los ritmos y melodías de Brasil.


A finales de la década, Winter reformó su grupo creando el Paul Winter Consort, una formación de verdadero lujo por la que pasaron algunos de los músicos más impresionantes del género y, de hecho, una banda tan importante como fue Oregon surgió a partir de la grabación de uno de los discos del Consort: “Icarus”, que es justo el trabajo que vamos a comentar hoy aquí. “Icarus” fue una gran apuesta del sello Epic. La banda de Winter había grabado ya tres discos para A&M y con este cuarto lanzamiento daban el salto a Epic donde iban a hacer un importante esfuerzo por liberar todo el potencial del grupo. El disco se iba a grabar en cinco estudios y tres ciudades diferentes e iba a contar con la producción, nada menos que de George Martin. El funcionamiento del Consort era totalmente democrático y también lo eran las aportaciones de sus miembros hasta el punto de que en muchas ocasiones, el propio Winter ni siquiera firmaba ninguna composición del disco en solitario como sí hacían otros integrantes. La alineación de la banda para “Icarus” era un verdadero lujo. Aparte de Winter, que tocaba el saxo soprano y aportaba voces en varios cortes, en el disco participan: Paul McCandless a los vientos, David Darling al violonchelo, Herb Bushler al bajo, Ralph Towner a las guitarras, piano y órgano y Colin Walcott, batería y percusión. Como invitados en temas puntuales aparecen Billy Cobhan, Milt Holland, Barry Altschul, Larry Atamanuik o Andrew Tracey.




“Icarus” - Abre el disco una composición de Ralph Towner introducida por el violonchelo de Darling que ejecuta una breve melodía que más tarde será replicada por Winter al saxo. El papel de Towner es el de mero acompañamiento a la guitarra mientras que es la sección rítmica, con un magnífico Colin Walcott la que gana protagonismo con el paso de los minutos. Una pieza preciosa que se hace muy corta y que contiene ya todas las claves del sonido del Paul Winter Consort.




“Ode to a Fillmore Dressing Room” - La única pieza del disco firmada por Darling comienza con una serie de diálogos a cargo de todo el grupo pero enseguida se centra en un dueto entre su violonchelo, (pulsado, no frotado) y el sitar de Walcott al que se une la guitarra de Towner. Es una composición reflexiva y muy profunda con elementos de jazz, world music y algunos detalles folkies muy logrados.


“The Silence of a Candle” - Volvemos a Towner en la única canción con texto del disco. El propio Ralph es el encargado de cantar (casi podríamos decir de entonar) acompañado por su piano y por un acertadísimo bajo a cargo de Herb Bushler en una balada de aire folk en la que apreciamos la sutileza del Consort con aportaciones instrumentales precisas y alejadas del exhibicionismo por parte de todos sus miembros.


“Sunwheel” - Entramos en territorios más rítmicos, aspecto en el que la banda se encuentra como pez en el agua. Es, quizá, la pieza más jazzística de todo el trabajo con el grupo sonando por momentos en la onda de jazz-fusión de la Mahavishnu Orchestra o de Weather Report, algo en lo que la presencia de Cobham seguro que tiene mucho que ver pese a que la composición la firme, una vez más, Ralph Towner.


“Juniper Bear” - Walcott aparece ahora como co-autor de la composición junto con Towner y se nota porque todo el peso de la misma lo lleva él al sitar, la tabla y demás percusiones exóticas. Towner, por su parte, se encarga de las guitarras que adoptan un tono rockero de carretera muy curioso en la parte final.


“Whole Earth Chant” - No es hasta el sexto corte del disco que vemos a Paul Winter acreditado como compositor de una pieza y ni siquiera es en solitario puesto que la firma con Walcott. Es un tema dominado por las percusiones y ritmos africanos en el que volvemos a escuchar al grupo en todo su esplendor, con un gran McCandless, un Winter protagonista y un Darling desatado. Junto a ellos, una sección rítmica arrolladora en la que vuelve a destacar Cobham. En la segunda parte de la pieza surge una melodía que se iba a convertir en un clásico imprescindible del Consort en el futuro y no es raro el concierto en el que el público termina cantándola junto con el grupo aunque se queda en un esbozo que enseguida se diluye en un final vibrante.




“All the Mornings Bring” - Los que conocimos a Paul McCandless por su etapa como uno de los músicos estrella del sello Windham Hill en donde era, no solo uno de los más destacados artistas en solitario sino también un apoyo imprescindible en las grabaciones de todo aquel compañero que se lo pedía, no tardamos en reconocer su impronta desde las primeras notas de esta pieza firmada por él. Una composición en su línea con toques de jazz-fusión que está entre nuestras favoritas del disco.


“Chehalis and Other Voices” - Ralph Towner se pone el traje del Miles Davis más misterioso para regalarnos una introducción fascinante que desemboca pronto en una demostración de sus habilidades a la guitarra. Una pieza enigmática con reminiscencias de “Sketches of Spain” y llena de vericuetos por los que perderse una y otra vez.


“Minuit” - Cierra el disco una adaptación de una pieza del poeta y músico guineano Keita Fodeba a cargo del propio Paul Winter. Una canción sencilla que crece con cada repetición del estribillo al que se unen poco a poco los miembros del grupo y algunos vocalistas invitados formando un precioso coro. Que nos despide lentamente.





Decíamos en la introducción que Paul Winter fue toda una institución en el ambiente de las nuevas músicas durante varias décadas y eso puede resultar chocante si reparamos en que en sus propios discos, como ocurre en el que nos ocupa hoy, su participación dista mucho de ser en un papel protagonista. Ni es el principal compositor, ni sus aportaciones instrumentales ocupan un papel destacado por encima de las de otros miembros del grupo. Sin embargo, su espíritu está presente en todas las piezas del mismo. Pese a que “Icarus” es un disco extraordinario (George Martin, productor nada menos que de los Beatles, llegó a afirmar que era la mejor grabación en la que había participado), el éxito masivo iba a llegar tiempo después. Primero en los ochenta con la incorporación de sonidos de animales a su música (ballenas y lobos, principalmente) y más tarde en los noventa y a raiz del Grammy obtenido por su disco en directo en España y las celebraciones anuales del solsticio de invierno que el Paul Winter Consort realizaba en la catedral de St.John the Divine.


Otra de las grandes aportaciones del Consort fue la extraordinaria calidad de todos los músicos que pasaron por él. Si ya la alineación de “Icarus” era impresionante, la lista de músicos que más tarde formaron parte de la banda lo es aún más: nombres como los de Glen Velez, Paul Halley, Russ Landau, Rhonda Larson, Glen Moore, Nancy Rumbel, Arto Tuncboyaciyan o Eugene Friesen figuran entre los más destacados artistas en solitario del género en las últimas décadas y todos ellos formaron parte en un momento u otro de la formación de Winter. Si no habéis tenido la ocasión de acercaros aún a la música del Paul Winter Consort, tenéis la posibilidad ahora de hacer un gran descubrimiento.