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domingo, 8 de enero de 2017
David Peña Dorantes - Orobroy (1997)
La primera vez que escuchamos “Orobroy” fue como una revelación. De repente, todas las ideas preconcebidas que teníamos ante una música como el flamenco se venían abajo. Corría el año 1998 y aquel piano nos cautivó de un modo que no sucede muchas veces. Hace ya un tiempo que hablamos de David Peña Dorantes con ocasión de la reseña que aquí apareció de “Sur”, su segundo trabajo por lo que creemos que ya es hora de acercarnos al que fue su disco de debut. Una revolución colosal en una música que, como todas las de raíz, no es demasiado proclive a las innovaciones.
Lo primero que llama la atención al enfrentarse a la música de Dorantes es, lógicamente, el uso del piano. Es éste un instrumento que nadie relacionaría con el flamenco pero que, en manos del intérprete de Lebrija se transforma en el conductor perfecto de todas las esencias de ese arte. Pese a comenzar como guitarrista en su infancia, su uso del piano evita utilizar los esquemas armónicos de aquel instrumento como habían hecho otros antes que él. Dorantes construye todo un sistema nuevo al piano y lleva al flamenco a una dimensión diferente en la que se da la mano con todo tipo de estilos situándose así de pleno derecho dentro de la linea de innovadores en la fusión del flamenco con otras músicas junto con Pedro Iturralde, Paco de Lucía, Jorge Pardo o Carles Benavent.
En 1997, lleva la música de su espectáculo “Orobroy” al estudio de grabación convirtiéndolo en uno de los discos más importantes de cuantos se han grabado en nuestro país en cualquier estilo. Dorantes compone toda la música del trabajo y toca el piano. Además de él, participan en el disco las niñas de la asociación “Villela Or Gao Kaló” del barrio de las Tres Mil Viviendas en los coros, Pedro Peña e Inés Bacán (cante), José Luis Medrano y José Rosell (metales) y Soraida Ávila (arpa). Junto a ellos escuchamos una sección de cuerda de catorce músicos, las percusiones de Tino di Geraldo, Rodney D'Assis y Ángel Peña y las palmas de Juan Luis Vega, Miguel Serrano, el citado Pedro Peña y Pedro María Peña.
“Semblanzas de un Río” - Sobre el rumor del agua se filtran las primeras notas del piano de Dorantes que introducen un precioso pasaje en el que metales y cuerdas nos preparan para el tema central. Éste llega de inmediato de la mano del propio músico con un excelente acompañamiento de cajón y palmas. Es una pieza llena de ritmo y expresividad en la que la técnica del pianista y la limpieza de su ejecución realzan su gran belleza. Los arreglos orquestales son igualmente acertados subrayando las partes más destacadas de la partitura.
“Abuela Perrata” - Un aire más intimista nos recibe en la siguiente pieza. Las cuerdas nos conducen hasta un magnífico dúo de violonchelo y arpa que es relevado por el piano. Ya en solitario, Dorantes nos regala una preciosa melodía que se sobrepone a la nostalgia inicial para ganar en gravedad justo antes de dejarnos en compañía, de nuevo, del cello que nos acompaña hasta la despedida.
“Orobroy” - El tema central del disco es también el más impresionante. Dorantes comienza a esbozar un tema al piano que va ganando en presencia tras unos cuantos compases y que se eleva a las alturas con la entrada de la percusión y las cuerdas. Un pequeño interludio cantado en romaní por un coro infantil nos sitúa ya en la parte central de la pieza en la que, tras la repetición de la melodía principal, asistimos a una extraordinaria melodía de piano de una energía contagiosa. Practicamente nada más publicarse el disco, “Orobroy” se convirtió ya en un clásico del género además de en una pieza radiada con profusión en todo tipo de emisoras y en sintonia habitual de distintos espacios audiovisuales.
“Ventanales” - Con algunos rasgos jazzísticos comienza la siguiente pieza que, tras la introducción de piano solo entra de lleno en terrenos flamencos con la aparición de las palmas. Durante los siguientes minutos escuchamos una fusión perfecta entre ambos estilos en la que ambos son reconocibles y ninguno de los dos pierde su esencia.
“Gallardo” - En el siguiente tema, el más breve del disco, se incorporan los ritmos latinos al repertorio de Dorantes. El intercambio entre estos y el flamenco es revelador y da buena cuenta de la categoría como intérprete del pianista, capaz de navegar entre ambos mundos con una solvencia abrumadora.
“Silencio de Patriarca” - El trabajo gira ahora hacia una mayor introspección y solemnidad. La pieza es profunda y de larga evolución, mostrandonos nuevos aspectos a cada compás. El piano pasa a un segundo plano cuando comienza a cantar Pedro Peña y sólo después recupera el protagonismo.
“Gañanía” - Un ritmo desbordante y lleno de energía abre una pieza en la que escuchamos por primera vez en el disco el refuerzo de la batería aunque con la intensidad de las palmas parece innecesario. Con todo, es un excelente enlace hacia otro de los grandes momentos del disco.
“Nana de los Luceros” - Inés Bacán canta en esta preciosa canción de cuna interpretada con un gran sentimiento tanto por su parte como por el propio Dorantes al piano. Los arreglos de cuerda de la parte final son deliciosos y ponen un broche de oro a una composición magistral.
“Oleaítas, Mare” - El trabajo se cierra con el corte más largo del mismo. Se trata de una pieza de piano solo muy personal. Discurre de modo tranquilo, como un cuaderno de apuntes en el que poco a poco se va dibujando una idea que culmina en los últimos minutos.
Hay discos que son grandes en su género pero sólo unos pocos consiguen quitarse esa coletilla para quedarse en “grandes” a secas. Creemos que “Orobroy” lo es y se encuentra ya entre las mejores grabaciones surgidas en nuestro país como ya dijimos antes. Dorantes, además, se prodiga en directo con distintos formatos lo que le ha llevado a triunfar en escenarios de todo el mundo. Sólo le ponemos un pero y es que su producción discográfica es demasiado espaciada para nuestro gusto. De hecho, entre su segundo disco, “Sur”, y el tercero, transcurrieron once años. En todo caso seguiremos pendientes de todos los movimientos de uno de los más grandes artistas nacionales de los últimos años.
domingo, 3 de noviembre de 2013
David Peña Dorantes - Sur (2002)
Las músicas más populares han vivido durante siglos de la
voz y de los instrumentos más sencillos, aquellos cuyo aprendizaje puede
hacerse de un modo casi autodidacta, no demasiado caros y fáciles de mantener.
Por ello, casi todo el folclore se ha nutrido de guitarras, flautas, violines,
percusiones, etc. No pretendemos afirmar que sea sencillo tocar un violín pero
por cuestiones de espacio, mantenimiento, transporte y demás, es evidente que
es un instrumento mucho más “cómodo” que un contrabajo, por ejemplo, y más aún
si hablamos de intérpretes aficionados que son los que han mantenido las
tradiciones de todas las músicas de raíz durante décadas y décadas.
Probablemente no haya otro motivo que explique la escasa
presencia de un instrumento como el piano en el flamenco, género que ha vivido
siempre ligado a capas sociales de un poder adquisitivo generalmente bajo o muy
bajo. Afirmamos esto porque nos parece claro que, cuando un pianista interpreta
flamenco, el resultado suele ser magnífico revelándose éste como un instrumento
particularmente adecuado para los ritmos, melodías e inflexiones del género.
Existe muy poco repertorio flamenco para piano. Las transcripciones de
compositores clásicos como Falla o Turina son excepciones y, en todo caso, no
son tampoco música creada ex profeso para el instrumento sino adaptaciones. En
el terreno de los intérpretes, tampoco han sido demasiados los pianistas que
han optado por el flamenco y aunque ha habido nombres como los de Felipe
Campuzano o Chano Domínguez que podrían entrar en la categoría relajando mucho
el criterio, ninguno es comparable al que hoy tenemos en el blog.
David Peña Dorantes es un sevillano de Lebrija que pertenece
a una familia con ascendentes flamencos de categoría desperdigados por todo su
árbol genealógico siendo quizá el más conocido de ellos el cantaor Juan Peña
“El Lebrijano”. Desde muy pequeño era inevitable que se interesara por la
música y tocó la guitarra antes de pasar al piano ingresando en el Real
Conservatorio Superior de Música (en alguna biografía se puede leer que fue el
primer gitano en cursar estudios universitarios de piano, armonía y
composición) obteniendo la base teórica y técnica que junto con su bagaje
familiar le iba a convertir en uno de los músicos más interesantes de todo el
panorama nacional. No todo fue fácil de todas formas. Dorantes crea su primer
espectáculo bajo el título de “Orobroy” con el apoyo, entre otros, de Yehudi
Menuhin pero tiene que ir a Francia para estrenarlo en el entorno del Festival
de Arte Flamenco de Mont de Marsan en 1996. Allí obtuvo un triunfo absoluto y
sólo después de eso, consiguió actuar por primera vez en España durante la
Bienal de Flamenco de Sevilla. La aceptación de su espectáculo fue total por
parte de todo aquel que asistió al mismo, tanto aficionados como críticos y
gracias a ello, en 1998 “Orobroy” pasó de ser un espectáculo en directo a
convertirse en un disco maravilloso del que tendremos tiempo para hablar en el
blog más adelante.
“Orobroy” llama la atención del productor francés Hughes de
Courson, famoso por sus mezclas entre músicas tradicionales de diversas partes
del mundo con autores clásicos (Bach y la música africana, Mozart y la egipcia
o Vivaldi y la música celta entre otros) quien se ofrece para producir el
próximo disco del pianista lebrijano. La mayor parte del disco se grabó en
París y Dorantes contó con un grupo de músicos del mundo flamenco realmente
notable al que se unieron algunos artistas invitados y la Orquesta Sinfónica de
Radio Sofía que le da una nueva dimensión al sonido del pianista. Los créditos
completos del disco incluyen a David Peña Dorantes (piano), Manuel Nieto
(bajo), Tino di Geraldo (batería, percusiones), Tete Peña (cajón, tinaja),
Manuel Soler (palmas), Nacho Gil (saxo), Theodosii Spassov (kaval –flauta de
origen búlgaro-), Giorgi Petrov (gadulka –especie de violín de la misma
procedencia-), Jesús Sancho y Chiqui Fernández (violines), Rafael Fernández
(viola) y Gretchen Talbot y Álvaro Fernández (cellos). Se añade un coro de
niñas búlgaras en una de las piezas y la aparición especial de la cantaora
Esperanza Fernández en otro de los cortes.
“Sur” – Un quinteto de cuerdas abre el disco con una melodía
que nos recuerda al Adiemus de Karl Jenkins pero en cuanto empiezan a sonar el
cajón y las percusiones acompañando al piano de Dorantes entramos en un mundo
absolutamente diferente. El saxo dibuja entonces una melodía arrebatadora que,
de algún modo, nos remite a artistas tan grandes como Paul Winter. A partir de
ahí llega una locura en la que se combinan ritmos flamencos con melodías de
incierta procedencia y empieza el recital del bajo y el piano, desbocado,
incontenible en una fiesta llena de emoción. El sonido del kaval en la parte
final rompe cualquier frontera que quisiéramos imponernos y nos acompaña hasta
el final, en un climax de gran intensidad.
“La danza de las sombras” – Continuamos con un tema que
contiene flamenco y aires jazzisticos casi al 50%. Sensacional la sección
rítmica (percusiones, bajo y palmas) dando la réplica al piano en estado salvaje
de Dorantes, magnífico en todo momento.
“Caravana de los Zincali” – El piano dibuja una preciosa
introducción que no tarda en adornarse con flautas, percusiones y la primera
aparición de la orquesta en pleno. Escuchamos entonces un precioso coro infantil
entonando una melodía de gran belleza. Con la entrada de la batería y el bajo
tenemos ya todos los elementos que integran la pieza. El talento de Dorantes se
muestra aquí en todo su esplendor en una composición que muestra una gran
cantidad de elementos manteniendo un equilibrio que no siempre es fácil de
alcanzar. Podéis escuchar una versión en directo a continuación:
“Niñez” – El Dorantes más personal e íntimo tenía que aparecer por fuerza en un tema con un título como este. Escuchamos aquí un solo de piano del músico de reminiscencias flamencas pero formas impresionistas demostrando que está sobrado de recursos y referencias lo que hace que su música, pese a estar sólidamente enraizada en un género tan específico como el flamenco, trasciende todas las clasificaciones.
“Barrio Latino” – Desde el título intuimos ya por dónde van
a ir los tiros en la siguiente pieza y no nos equivocamos. Dorantes abandona
por un momento su música para introducirse en los ritmos latinos del otro lado
del Atlántico y lo hace de forma magistral sin desentonar lo más mínimo consiguiendo
hermanar músicas con pocos puntos en común a priori.
“Batir de alas” – Segundo de los temas del disco con
presencia de la orquesta aunque muy diferente al anterior ya que aquí su papel
aparece más subordinado al piano que en la primera ocasión. La pieza tiene un
cierto aire cinematográfico y encontramos alguna relación siquiera lejana con
músicas que también proceden del continente americano (quizá a nivel
subconsciente nos evoque a alguna banda sonora de Pedro Aznar pero no
terminamos de identificarla). Una gran pieza, en todo caso, a sumar a un buen
número de ellas que hemos podido escuchar ya en “Sur” a estas alturas.
“A ritmo de berza” – Tras unas cuantas piezas en las que
Dorantes se ha adentrado por caminos diferentes al flamenco, retorna aquí a sus
orígenes en una excelente composición por bulerías plena de ritmo y duende (sea
lo que sea esto último).
“Di, di, Ana” – Llegamos a una de las dos únicas piezas del
disco que no están compuestas por David. En este caso es obra de Pedro Peña Fernández,
padre del pianista y hermano de “El Lebrijano”. Se trata de una canción intensa
y trágica interpretada magníficamente por Esperanza Fernández. Quizá nuestra
pieza favorita de todo el trabajo junto con el corte inicial.
“El mentidero” – Escrita por Pedro Peña Dorantes, es otra pieza flamenca en la que podemos reconocer ritmos latinos mezclándose con los propios del género (tanguillos, si hacemos caso a quienes entienden de esto algo más que nosotros).
“De pan y miel” – Despidiendo el trabajo tenemos otro
precioso corte jazzístico con toques latinos (Lito Vitale pulula por ahí en
algún momento). Sólo piano y batería son empleados en una pieza tranquila,
pausada y con un punto de intrascendencia si la comparamos con el resto de un
disco soberbio.
La música de David Peña Dorantes tiene la esencia del
flamenco más puro, aunque aparezca oculta en el piano. Fuera de nuestro país,
lo catalogan de jazz, new age, world music y demás etiquetas en las que cabe
todo aquello que no entra en los 4 o 5 estilos principales pero tampoco debe
sorprendernos cuando aquí hemos hecho lo mismo con la música celta por poner un
ejemplo. “Orobroy” fue un disco impresionante que abrió un camino cuyo destino
estamos aún por descubrir pero “Sur” supuso una evolución sorprendente, una
apertura en términos estilísticos que ampliaba radicalmente el panorama de la
música de su autor que no era simplemente una curiosidad que hacía flamenco al
piano sino un músico que se encontraba en un escalón superior a la mayoría. Que
utilizó su lengua natal para darse a conocer pero que demuestra manejar muchos
más idiomas que le permiten entenderse con músicas de la más variada
procedencia. Ni que decir tiene que en el blog tenemos a Dorantes por uno de
los 5 o 6 músicos españoles más interesantes y con un potencial más prometedor.
Si aún no lo conocéis, os recomendamos este “Sur” sin ninguna duda. Se puede
adquirir en los enlaces acostumbrados:
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