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miércoles, 8 de agosto de 2018

Max Richter - Nosedive (2017)



Hace varios años ya que vivimos en la que muchos han llamado la “edad de oro” de la ficción televisiva. El talento que antes parecía reservarse para esa primera división que era el cine ahora está mucho más dividido y estamos disfrutando de verdaderas joyas en formato serial. Productos cada vez más cuidados en los que las interpretaciones, los guiones y las técnicas narrativas están muy por encima de lo que era habitual apenas un par décadas antes en el medio.

Como es lógico, este despliegue de recursos ha terminado por llegar a todos los aspectos de la producción televisiva incluyendo, claro está, a las músicas. Seguro que muchos de nosotros nos costaría nombrar al autor de la banda sonora de cualquier serie popular de los ochenta o noventa con contadas excepciones (Miami Vice, Twin Peaks, Expediente X y pocas más) y esto tiene mucho que ver con el hecho de que los músicos, como los actores o directores de la mayoría de ellas pertenecían a un segundo o tercer escalón, alejado del olimpo de la gran pantalla.

Eso ha cambiado en los últimos tiempos y ahora encontramos nombres como los de Michael Giacchino en “Lost” o David Arnold en “Sherlock” junto a bandas sonoras como la de “Stranger Things” que han sido capaces de traer a un primer plano un género como fue la música electrónica secuencial que parecía haber caído en el olvido. El propio Max Richter, de quien hablaremos hoy, compuso una música absolutamente inseparable de las imágenes de esa joya que fue “The Leftovers”. Hablamos de figuras ya consagradas en el cine que no tienen reparos en trabajar también para la pequeña pantalla.

Entre las ficciones más cuidadas e inquietantes de los últimos tiempos destaca la producción británica “Black Mirror” que, a diferencia de otras, tiene para cada capítulo una banda sonora diferente lo que ayuda a diferenciarlos (las historias de cada uno de ellos son independientes y carecen de continuidad). La lista de músicos que han participado en la serie, especialmente en las últimas dos temporadas, es impresionante e incluye nombres como los de Clint Mansell, Sigur Ros, Cristobal Tapia de Veer y, en el capítulo que hoy nos ocupa: Max Richter.

El compositor alemán tiene una cada vez más sólida carrera discográfica que se ve reforzada de forma paralela con sus trabajos para el cine y la televisión. Tanto es así que a su contrato con el gigante clásico Deutsche Grammophon ha unido la creación de su propio sello llamado “Studio Richter” en el que, con distribución de la citada discográfica, va dando salida a sus trabajos destinados a la pantalla. Y es a través de “Studio Richter” como nos llega “Nosedive”, la banda sonora del primer capítulo de la tercera temporada de “Black Mirror”. Se trata, en realidad, de un EP con siete temas que apenas dura unos 25 minutos pero cuyo contenido musical merece mucho la pena. Seis de los siete cortes del disco están escritos para quinteto de cuerda con el acompañamiento de Richter a los sintetizadores y, en cuatro de ellos, con el añadido del piano de Andy Massey. El corte restante es puramente electrónico. El quinteto de cuerda protagonista de la grabación está formado por Louisa Fuller y Natalia Bonner (violines), John Metcalfe (viola) y Caroline Dale y Will Schofield (violonchelos). Todos ellos salvo Schofield, habituales en la música de Richter desde sus primeros discos.

Escena de "Nosedive", capítulo de la serie "Black Mirror".


“On Reflection” - El tema central de la banda sonora es también el más largo del disco. Una composición que comienza con una serie de acordes de piano marca de la casa alrededor de los cuales van creciendo las cuerdas. Es una pieza muy cercana a determinados pasajes de la monumental “Sleep” de la que ya hablamos en su momento. Con cada repetición del ciclo va ganando presencia la viola que desgrana una melodía “nymanesca”, una de las influencias más claras de Richter en sus inicios. Si nos fijamos mejor, incluso el piano ejecuta una serie de notas muy próximas a la música que Nyman escribió para “Drowning by Numbers” aunque mucho más ralentizadas aquí. En todo caso, es esta una pieza exquisita en la que Richter es plenamente reconocible.




“Dopamine 1” - El siguiente corte, brevísimo, apenas consta de una leve progresión electrónica sustentada en el colchón sonoro del quinteto. Una obra con muchas posibilidades que debería ser desarrollada en el futuro.

“The Sorrows of Young Lacie” - Una de las características de “Sleep” es la repetición de una serie de temas principales en distintos momentos de las ocho horas de duración de la obra. Aquí se repite ese esquema recuperando el motivo central del corte que abría el disco, eliminando el solo de viola y resaltando más la parte de piano.

“Dopamine 2” - Los sonidos sintéticos encuentran aquí un espacio en el que desarrollarse con mayor amplitud que en la primera transición aunque en esencia el tema es muy similar. Excelente como música ambiental, podría dar mucho más de sí.

“The Journey, Not the Destination” - Aunque en los créditos del disco sólo se menciona como intérpretes de este corte a los miembros del quinteto de cuerda, es un gazapo evidente puesto que el piano es el protagonista de toda la primera parte y es secundado por la electrónica de Richter poco después. Quizá sea la pieza más dinámica del trabajo, con ritmos electrónicos, secuencias sintéticas y acordes minimalistas que dejan a las cuerdas como un elegante acompañamiento. Una gran composición en la linea del Richter más reciente, por ejemplo, el de la obra dedicada a Virginia Woolf que comentamos aquí tiempo atrás.




“Nocturne” - El único corte puramente electrónico del disco no es sino la abstracción de las partes sintéticas de otra de las composiciones previas del trabajo, despojada del resto de instrumentos. Una pieza ambiental muy aparente pero quizá innecesaria.

“The Consolations of Philosophy” - Cierra el EP la tercera recreación del tema central. La diferencia es el protagonismo del violonchelo que le da un tono mucho más melancólico si cabe. No hay mayor novedad que esa en todo caso para poner el punto final a un disco muy breve pero de mucho interés para los seguidores del músico alemán.

Hoy en día, Max Richter es uno de los compositores estrella del sello Deutsche Grammophon, lo que le garantiza la posibilidad de darle salida a todo lo que vaya componiendo sin demasiado riesgo financiero. Ello facilita que trabajos como este “Nosedive” vean la luz en formato físico, cosa que no sería sencilla de otro modo dada su corta duración. Sus seguidores estamos, pues, de enhorabuena aunque esto obliga a ser más selectivos y a andarse con mucha atención al resto del público que quiera acercarse al mundo sonoro del músico alemán ya que pueden encontrarse con lanzamientos como este que, por su corta duración, tendrían una gran probabilidad de desilusionarle. Poniendo eso por delante, desde aquí recomendamos su escucha.

Así presentaba uno de los creadores de la serie el capítulo "Nosedive".


 

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Max Richter - Three Worlds: Music from Woolf Works (2017)



La forma en la que Max Richter va quemando etapas en su carrera nos tiene verdaderamente sorprendidos. Tuvimos noticia de él con “Blue Notebooks”, uno de sus primeros discos que en aquel entonces nos causó una buena impresión pero en modo alguno nos hacía pensar en lo que iba a venir después. La idea que nos quedó fue la de un compositor muy interesante pero también algo lastrado por sus influencias que eran demasiado evidentes en muchas de sus obras.

Los elementos básicos que aparecían en aquella grabación se iban a repetir, con ligeras variaciones en sus siguientes trabajos pero paulatinamente se producía también una evolución por la que los conceptos tomados de otros artistas se iban disolviendo y dejando paso a una voz propia. Había piezas en sus primeros trabajos que atribuiríamos sin dudarlo a Philip Glass en algún caso o a Michael Nyman en otros. Eso ya no existe en el Richter más reciente cuyo estilo es ya plenamente reconocible. Además de eso, ha introducido un elemento de riesgo en su música muy de agradecer. Primero con apuestas de tan improbable éxito como reescribir las “Cuatro Estaciones” de Antonio Vivaldi a su manera, reto del cual salió airoso e incluso reforzado de cara a la crítica, algo completamente inesperado dado lo irreverente de la empresa. Más tarde escribiendo una obra de ocho horas de duración concebida para ser “escuchada” durante el sueño que, además, ha conseguido llevar de gira por multitud de ciudades. En paralelo a su carrera discográfica ha conseguido labrarse una interesante reputación en el mundo de las bandas sonoras alcanzando momentos brillantes en varias películas y en series de culto como la maravillosa “The Leftovers” cuyas tres temporadas son inseparables de la partitura de Richter que consigue llevar al extremo la emoción del espectador en los planos más conmovedores.

Su última propuesta tiene un ánimo transversal puesto que cruza varias propuestas artísticas. Se trata de poner música a un ballet basado en tres obras literarias de Virginia Woolf. La iniciativa parte realmente del coreógrafo Wayne McGregor, auténtico revolucionario de la danza contemporanea en el Reino Unido cuyo trabajo le hizo merecedor de la Orden del Imperio Británico cuando apenas tenía 41 años. En sus obras ha colaborado con alguno de los más prestigiosos compositores como Mark Anthony Turnage, Nico Muhly, Gabriel Yared o, más recientemente, Steve Reich. Su trabajo no se ha limitado a los escenarios sino que ha participado en la creación de videoclips musicales para artistas como los Chemical Brothers o Radiohead. En 2008 McGregor y Richter colaboraron por primera vez en el ballet “Infra” que cosechó multitud de premios y nominaciones en su momento y ambos repitieron experiencia en 2014 con la nueva partitura de Richter sobre las “Cuatro Estaciones” de Vivaldi como base.

En 2015 se estrenó “Woolf Works”, el ballet de McGregor que supuso su primera producción completa para el Royal Ballet. La obra constaba de tres secciones, cada una de ellas dedicada a una obra de Virginia Woolf. Los textos escogidos fueron: “Mrs.Dalloway”, “Orlando” y “The Waves”. Originalmente el ballet duraba cerca de dos horas pero con vistas a su publicación en disco, Richter consideró que era una duración excesiva por lo que hizo una selección de poco más de una hora que es lo que escuchamos en el CD publicado hace pocos meses por Deutsche Grammophon. Participan en el mismo la Deutsches Filmorchester Babelsberg dirigida por Robert Ziegler, un quinteto de cuerda del que forman parte dos antiguos miembros del reconocido Duke Quartet, John Metcalfe y Louisa Fuller junto con Natalia Bonner, Ian Burdge y Chris Worsey. Además de ellos escuchamos en el disco a Grace Donaldson (soprano), Mari Samuelsen (violin), Hila Karni (violonchelo) y Sarah Sutcliffe (narración).




Explica Richter en las notas del disco que para la primera parte, basada en “Mrs.Dalloway”, se centró en tres personajes de la novela: Peter, Sally y Septimus, apareciendo representado un cuarto (la propia ciudad de Londres) en el sonido de la campana del Big Ben que se escucha en varios momentos.

“Words” - Abriendo la sección podemos escuchar la única grabación que existe de la voz de Virginia Woolf procedente de un ensayo que la escritora leyó en 1937 para la BBC. La oímos sobre el fondo de la campana citada anteriormente.

“In the Garden” - La primera pieza musical propiamente dicha es un tema para piano y quinteto de cuerda. La melodía central recae en la viola de Metcalfe que ejecuta un tema de gran belleza subrayado, principalmente, por los dos violonchelos a los que se unen los violines en el tramo final. La pieza se organiza como un “in crescendo” y es una de las más líricas que ha escrito Richter en su trayectoria.




“War Anthem” - El siguiente tema es orquestal con el violonchelo de Hila Karni como instrumento solista. Es una pieza profunda y oscura con un desarrollo muy lento, casi plomizo, que entronca con la tradición de algunas de las obras de los compositores contemporáneos más reconocidos hoy en día como Arvo Pärt aunque también posee ese toque dramático que Nyman consigue darle a alguna de sus obras.

“Meeting Again” - Para cerrar la parte dedicada a Mrs.Dalloway volvemos a oir la campana del Big Ben y al quinteto de cuerda que acompaña a Richter. Esta vez la pieza es melancólica, con el clásico estilo minimalista del compositor al piano (esa parte parece tomada a préstamo de Philip Glass) que sirve como introducción a un desarrollo repetitivo pero de un efecto hipnótico muy bello.


La segunda sección del disco está dedicada a “Orlando”. En esa novela, Woolf abordaba los cambios que puede llegar a sufrir una persona y, en especial, la libertad sexual. Para ilustrar esto, Richter opta por tomar un tema universal utilizado por decenas de compositores de todas las épocas,  “La folía”, y por realizar una serie de variaciones utilizando desde instrumentos solistas clásicos hasta síntesis por ordenador, pasando por la orquesta en pleno o los viejos sintetizadores analógicos. Según el músico, en el disco podemos escuchar la mitad de las variaciones que acompañaban la coreografía de McGregor. A título de curiosidad, el personaje de Orlando fue interpretado en la gran pantalla por la actriz Tilda Swindon, quien también ejercía de narradora en el disco de Richter “The Blue Notebooks” del que hablamos anteriormente.

“Orlando” está compuesta por once cortes de escasa duración. El primero, “Memory is in the Seamstress”, es una introducción en la que Sarah Sutcliffe recita un breve texto de la obra dando paso a “Modular Astronomy”, para orquesta y sintetizadores, una verdadera revelación en todos los sentidos. Richter combina ambos elementos de forma magistral creando un sonido híbrido entre ambos que consigue maravillarnos. Una verdadera joya.
 

 “Entropy” es un interludio puramente electrónico en el que el músico utiliza estructuras clásicas de un modo muy atractivo. Un gran tema ambiental. Llegamos así a “Transformation” con la orquesta sonando de nuevo, ahora con Mary Samuelsen como violín solista. Otro gran tema con un punto épico que puede recordar al Clint Mansell de “Requiem por un Sueño”. El siguiente tema, “Morphology”, sigue con el protagonismo orquestal pero a la misma se suman los sintetizadores de Richter aportando elaboradas texturas y capas de sonido que se confunden con las cuerdas haciendo difícil identificar dónde empiezan unas y terminan las otras. Quizá la mejor pieza de todo el disco sea la breve pero intensa “The Tyranny of Symmetry”, una majestuosa pieza para orquesta de una fuerza irresistible que termina demasiado pronto.
 

Tras ella pasamos a “The Explorers” en donde volvemos a disfrutar de sonidos electrónicos envolviendo al violonchelo de Ian Burdge que desgrana una sucesión de notas en una cadencia típicamente barroca de gran inspiración. “Persistence of Images” recupera el mágico sonido de “Modular Astronomy” en lo que podría ser una prolongación de aquella. En “Genesis of Poetry” es donde más claramente escuchamos el tema de la folía que se filtra entre secuencias electrónicas deudoras de la “Escuela de Berlín” de los años setenta. Sin solución de continuidad llega “Possibles”, un tema ambiental exclusivamente electrónico que enlaza con el final de “Orlando”,
“Love Songs”, en donde escuchamos a un romántico Richter al piano con otra variación muy reconocible del tema central.


La tercera parte de la obra se centra aparentemente en “The Waves” aunque lo cierto es que Richter utiliza como inspiración principal la muerte de la propia Virginia. La pieza comienza con la actriz Gillian Anderson (la popular Scully de Expediente X) leyendo la nota de suicidio que Woolf dejó a su marido Leonard y todo en ella trata de evocar esa escena final, con sonidos acuosos recordando el icónico momento en que la escritora se adentra en las aguas del río por última vez.

“Tuesday” - La pieza más extensa de todo el trabajo tiene una enorme carga emotiva procedente del texto con el que Virginia Woolf se despedía de su marido. Sobre sus palabras se filtran poco a poco los sonidos de la orquesta que se recrean, especialmente en la primera parte, en las tesituras más agudas de las cuerdas. Richter teje un vaivén que se va apoderando del ánimo de oyente. Entretanto van apareciendo el resto de instrumentos que ya en la sección central forman verdaderas “olas” de sonido, justo antes de la entrada en escena de la soprano Grace Donaldson, realmente breve y sin un protagonismo especial. De hecho es después de su intervención y ya con la orquesta en pleno cuando asistimos a los mejores momentos de la pieza que, a nuestro juicio queda un poco coja por la falta de alguna variación en el tramo final. Por el contrario, en ese tramo es cuando más se acerca a sonidos ajenos, especialmente al Michael Nyman de “El Piano”.

En conjunto, “Three Worlds: Music from Woolf Works” es un disco un tanto irregular. Encontramos en él al Richter clásico en la primera parte junto con el más avanzado en la segunda para terminar con una última sección en la que encontramos algunos detalles del músico “clonador” de sus comienzos. Nuestra valoración general pese a todo, es positiva porque los buenos momentos del trabajo pesan más que los menos inspirados. Por todo ello seguiremos pendientes de los próximos trabajos de Richter que se ha ganado a pulso una atención preferente. Nos despedimos con Richter en concierto interpretando uno de los cortes del disco:

 

domingo, 30 de noviembre de 2014

Max Richter - The Blue Notebooks (2004)



Afortunadamente (creemos) hoy es ya muy complicado encontrar músicos que se reclamen como pertenecientes a un sólo campo o corriente estilística. Aunque su formación pueda ser académica y del más alto nivel, como es el caso de nuestro protagonista de hoy, la intercomunicación entre todo tipo de corrientes e incluso, entre diferentes modalidades artísticas es tal que no sorprende que un compositor que ha tenido la oportunidad de formarse con Luciano Berio, abrace con naturalidad el punk o la música electrónica.

Ese sería el caso de Max Richter, compositor británico nacido en Alemania que dio sus primeros pasos como miembro fundador de la formación Piano Circus, agrupación creada en un principio para interpretar “Six Pianos” de Steve Reich junto a quienes grabó varios discos de música contemporanea (en el ámbito del minimalismo y alrededores) para el sello Argo, subsello de Decca. Con ellos tuvo la oportunidad de explorar La música de algunos de los músicos que luego han influido más claramente en su obra, particularmente Philip Glass y Michael Nyman. Poco después colaboró con The Future Sound of London en el celebrado “Dead Cities”. Allí comenzó a dar muestras de su valía pasando de ser un simple intérprete invitado a componer alguna de las piezas del trabajo y contribuir con sus propios arreglos electrónicos al resto del disco. Sin llegar a formar parte del grupo oficialmente, sí colaboró con ellos durante un par de años. Punk y electrónica forman parte de su bagaje como oyente desde que asistió a sus primeros conciertos con 14 años de edad. Como él mismo indica, éstos fueron de The Clash y de Kraftwerk pero sus fuentes son mucho más amplias y van desde Bach o Debussy hasta Lamonte Young pasando por Pink Floyd, King Crimson, Soft Machine o Brian Eno.

Su carrera en solitario comenzó en 2002 con la publicación de “Memoryhouse”, tras lo cual inició una prolífica carrera como compositor de bandas sonoras que iban a ir intercalándose con discos propios como el que hoy nos ocupa: “The Blue Notebooks”. La música de Richter combina sonidos electrónicos y acústicos con conceptos minimalistas y neoclasicistas. Intervienen en la grabación del trabajo: Louisa Fuller y Natalia Bonner (violines), John Metcalfe (viola), Philip Sheppard y Chris Worsey (violonchelos) y el propio Max Richter interpretando piano y sintetizadores. La actriz Tilda Swindon recita algunos textos de acompañamiento en varios de los cortes, procedentes de la obra de Franz Kafka “Blue Octavo Notebooks”, especie de diarios que el escritor completaba periódicamente. Aunque actualmente, la mayor parte del catálogo de Richter ha sido incorporada al sello Deutsche Grammophon, el disco se publicó en su momento en el sello Fat Cat, al que Richter envió las demos porque “escuché el primer disco de Sigur Ros y me sonó como Arvo Pärt con guitarras así que pensé que aquel sería un buen sitio para mi música.

Max Richter


“The Blue Notebooks” – Notas de piano se combinan con sonidos electrónicos y el mecánico teclear de una máquina de escribir sobre la que Tilda Swindon lee el primer texto. Una miniatura con regusto a Satie o a sus equivalentes más actuales como Harold Budd que nos da la bienvenida a un trabajo más que interesante.

“On the Nature of Daylight” – La melancolía de las cuerdas al más puro estilo del Michael Nyman posterior a “The Piano” nos recibe en el que podemos considerar el tema central del disco en el que las cosas transcurren con parsimonia. La melodía principal a cargo de la viola tiene también el marcadísimo sello de Nyman en lo que, quizá, sea el mayor defecto de la música de Richter: en momentos puntuales, la influencia de otros músicos es demasiado evidente y se acerca a la copia. Ocurre en este disco con Nyman y en otros posteriores con Glass. Con todo, la pieza es una preciosidad que hace que le perdonemos cualquier otro defecto.



“Horizon Variations” – Abundan en el disco los cortes ambientales a base de sonidos electrónicos y melodías de piano cuya duración apenas supera el minuto. Éste es un notable ejemplo de este tipo no carente en absoluto de calidad y una cierta proximidad con planteamientos similares de Wim Mertens, por ejemplo.

“Shadow Journal” – Las texturas electrónicas se muestran en su faceta más elaborada en esta pieza en la que volvemos a escuchar a Tilda y su máquina de escribir sobre una serie de arpegios sintéticos que sirven de fondo al recitado. Es entonces cuando escuchamos una esquemática melodía de violín durante unos instantes que sirve para rasgar el ambiente durante unos compases. Aparecen entonces una serie de percusiones dando paso a la sección de cuerda completa que refuerza la inquietante sensación que acompaña al oyente durante toda la composición. El trabajo de producción y la elaboración de las texturas sonoras de esta pieza revelan a Richter como un interesantísimo creador, no sólo en la labor compositiva sino en todo lo que rodea hoy la grabación de un disco.



“Iconography” – Veloces arpegios de órgano se combinan con un coro sintético para crear una luminosa pieza que nos rescata de los abismos en los que nos había sumido el corte anterior. Estamos ante un tema repetitivo que pasa en un suspiro con ecos de Philip Glass pero con personalidad propia.

“Vladimir’s Blues” – Nueva miniatura de piano en la que la presencia del citado Philip Glass es mayor que en el corte precedente (también de Yann Tiersen). En cualquier caso, y dado que es un tema que hace las veces de transición, no hay mucho que reprochar al respecto.

“Arboretum” – Regresamos a las piezas ambientales a base de sintetizadores con una mayor presencia rítmica a partir del breve recitado de Swindon con el que comienza el tema. La fusión entre electrónica y sonidos clasicistas encuentra aquí uno de sus mejores momentos de todo el disco.

“Old Song” – Todo el disco está imbuído de una elegancia exquisita, de una sutileza nada habitual y estas características se ponen de manifiesto en este corte en el que el piano, apagado, difuso, dibuja una serie de trazos en el aire que sobresalen entre indeterminados sonidos ambientales, como los que podrían proceder del exterior de un recinto cerrado en medio de la calle.

“Organum” – Vuelve Richter al órgano en un pasaje minimalista más elaborado a partir de mínimos elementos melódicos. Una delicia concentrada en apenas tres minutos que podría seguir sonando ad infinitum y, probablemente, no repararíamos en el tiempo transcurrido durante su escucha hasta mucho tiempo después.

“The Trees” – El último de los cortes “largos” del disco es esta pieza llena de romanticismo en la que el piano, con medida parsimonia, crea un estado de ánimo en el que las cuerdas encuentran el entorno adecuado para desplegarse, melancólicas, hasta emocionar al oyente. Conforme avanza la composición aparecen de nuevo las influencias más habituales en la música de su autor pero sin llegar a eclipsar su propia personalidad. Cada repetición del núcleo central va acompañada de la incorporación de nuevos instrumentos y de un papel más activo en los que ya estaban presente para terminar en un precioso in crescendo que se encuentra entre lo mejor de todo el trabajo.

“Written on the Sky” – Cierra el disco otra miniatura, en esta ocasión de piano, en la que Richter repasa la melodía de “On the Nature of Daylight” en una preciosa transcripción de la misma. Una despedida sobria para un trabajo sensacional.


La acogida de “The Blue Notebooks” entre la crítica fue entusiasta, casi diríamos que exageradamente, no tanto por la calidad del disco, que es alta, sino por lo hiperbólico de afirmaciones como la de Pitchfork cuando sostenían que “es uno de los más conmovedores y universales discos de música clásica de los que tenemos memoria en los últimos tiempos”. Sin llegar a tanto, sí que creemos que el disco tiene los ingredientes suficientes para gustar a los seguidores del blog y aún hoy es la obra más reconocida de su autor junto con la premiada banda sonora de “Waltz With Bashir” a la que Richter curiosamente incorpora dos de los temas de “The Blue Notebooks”. Incorporado ya a la nómina de compositores contemporáneos del gigante de la música clásica Deutsche Grammophon, Richter ha osado, incluso, rescribir una obra tan icónica como “Las Cuatro Estaciones” de Antonio Vivaldi llevándola a su terreno pero esto será objeto de una eventual entrada más adelante. Por ahora, aquellos interesados en este “The Blue Notebooks”, pueden adquirirlo en los enlaces habituales:

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