Lejos de
dormirse en los laureles tras hacer un disco como “The Celts”,
Enya comenzó de inmediato a trabajar en un nuevo trabajo. Ayudó,
claro, el interés de los directivos de Warner que se interesaron por
“fichar” a la artista irlandesa desde el momento en que
escucharon la banda sonora con la que se dio a conocer y que le
ofrecieron un gran contrato. Es conocida la frase de Rob Dickins
(director de Warner Music UK entre 1983 y 1998) quién afirmó que
“unas veces la compañía se preocupa de hacer dinero; otras, de
hacer música. Firmamos a Enya para lo segundo”.
Dickins
estuvo muy implicado en la grabación del disco, participando incluso
en el diseño gráfico y estando presente en la mayor parte de las
sesiones. La complicidad entre él y Enya fue tal que aparece
mencionado en la letra del mayor éxito del disco (“Orinoco Flow”)
en los versos: “we can steer we can near with Rob Dickins at the
wheel”, en traducción muy libre, “podemos ir a cualquier sitio
con Rob Dickins al timón”.
Viendo lo
que sucedería después, llama especialmente la atención la gran
evolución tecnológica que se produce entre “The Celts” y
“Watermark” en sólo unos meses, propiciada, evidentemente, por
la firma con una potencia discográfica como era Warner Music. Ese
salto no iba a transformar radicalmente el sonido de Enya pero sí
iba a potenciar aquellos aspectos más originales de su propuesta en
aquel entonces.
“Watermark”
- El primer tema del disco es un instrumental de piano como lo fueron
las primeras piezas que Enya grabó en su momento para aquella
cassette recopilatoria. Evidentemente, aunque el talento musical era
el mismo, la producción es ahora extraordinaria con unos coros
deliciosos pero que aún son una mera sombra del glorioso despliegue
al que asistiremos en los minutos siguientes.
“Cursum
Perficio” - Una de las piezas más emblemáticas del disco es esta
poderosa canción que empiza también con el piano como introducción
para la solemne y profunda melodía coral con Enya cantando en latín
una serie de notas cuyo estilo tendría una cierta cercanía con el
“Carmina Burana” de Orff, especialmente por su reminiscencia
medieval y su ritmo. La segunda parte de la pieza insiste en este
plantemiento con el desarrollo de espectaculares polifónias, con
rotundas percusiones y cuerdas llenas de fuerza. Una obra maestra que
quedaría eclipsada por otras composiciones del disco a las que no
tiene nada que envidiar.
“On Your Shore” - El órgano sustituye al piano en la introducción de una canción delicada, con la voz de Enya sonando cristalina y sin necesidad de ser multiplicada en el estudio. Es una clara heredera de “I Want Tomorrow” del disco anterior y marcaría un camino que todos los discos posteriores seguirían, incluyendo siempre al menos una balada de similares características a esta. En los instantes finales escuchamos el clarinete de Neil Buckley en una deliciosa intervención.
“Storms
in Africa” - Secuencias electrónicas y percusiones, muy ligeras
aún, nos reciben en un corte que podría pertenecer a cualquier
disco de las estrellas de la música hecha con sintetizadores de la
época. Todo cambia con unas simples notas vocales ensoñadoras y una
magnífica melodía cantada por la artista en modo coral. Las
percusiones africanas interpretadas por Chris Hughes ganan presencia
progresivamente mientras las voces se multiplican por obra y gracia
de la maestría de Nicky Ryan en el estudio de grabación. La pieza
tiene tan buena acogida que en posteriores ediciones del disco se
añadió una versión en inglés de la misma titulada “Storms in
Africa II”. En las últimas ediciones se volvió, sin embargo, al
“tracklist” inicial.
“Exile” - Llegamos a la que es una de las mejores canciones escritas por Enya de entre aquellas que siguen los patrones a los que nos referíamos cuando hablábamos de “On Your Shore”. Un maestro de la música tradicional celta como es el gaitero Davy Spillane interviene con una magnífica melodía de flauta adornando una melodía maravillosa cargada de melancolía y profundidad.
“Miss
Clare Remembers” - Recordábamos antes que la primera grabación de
Enya en solitario fue para un “cassette” de varios artistas al
que la cantante aportaba dos instrumentales de piano. El primero era
“An Gaoth ón Ghrian” y el segundo éste que recupera aquí. Es
una composición breve, romántica y con un cierto toque de pieza de
aprendizaje pero no desentona en absoluto aquí.
“Orinoco
Flow” - Llegamos al tema que lo cambió todo. La pieza que hizo que
Enya pasase de ser una artista conocida en Gran Bretaña a una
estrella de dimensiones planetarias. La canción aparece en gran
cantidad de sintonías, anuncios, series de televisión y varios
artistas utilizan “samples” de la misma en sus propias canciones.
Lo curioso es que técnicamente puede ser una de las más sencillas
de todo el trabajo ya que se basa en unos acordes muy sencillos que
se repiten constantemente (y que proceden de un sonido de fábrica
apenas modificado del sintetizador Roland D50), un texto esquemático
y un estribillo que se repite constantemente (“sail away”) hasta
el punto de convertirse en el subtítulo del tema cuando aparece como
“single”. La canción se convierte pronto en un símbolo de una
nueva forma de hacer música que tendría decenas de imitadores en
los años posteriores con grandes resultados en algunos casos.
“Evening
Falls” - Nueva balada de corte clásico en la que la voz de Enya,
casi “a cappella”, desgrana una melodía de excepcional belleza
con el único acompañamiento, primero de un tenue colchón de voces,
después de un órgano y, finalmente de ambos juntos. Sin necesidad
de pirotecnias de ningún tipo, Enya firma una canción
extraordinaria.
“River” - Quizá el instrumental más extraño del disco. Completamente electrónico y construido con timbres poco convencionales, no termina de sonar del todo bien. Más o menos por la misma época, la irlandesa grabó un tema como “Oriel Window” de similares características pero infinitamente más inspirado que quedó relegado a “cara b” de single.
“The
Longships” - Volvemos a oír el piano y las percusiones en
combinación con los coros en los que la voz de Enya es replicada
hasta el infinito en un corte en el que apreciamos de nuevo la
inspiración por los sonidos africanos. Podría haber sido otra de
las grandes canciones del disco pero le falta algo que no sabemos
identificar para enamorarnos por completo.
“Na
Laetha Geal M'Óige” - Cierra el trabajo una balada cantada en
gaélico en la que escuchamos por segunda vez a Davy Spillane, esta
vez interpretando las “uilleann pipes” en las que es maestro. Una
pieza magnífica que, además, encaja perfectamente como cierre de un
disco cuya primera escucha, allá por 1988, supuso un “shock”
para muchos.
Leíamos
recientemente en una prestigiosa publicación musical, al hilo del
nuevo disco de Enya, que parecía que había que pedir dsiculpas a la
hora de elogiar un trabajo de la artista irlandesa y que en algún
momento parecía que muchos se sentían avergonzados de “confesar”
su admiración por su música. Es cierto que en un momento
determinado, los discos de la cantante resultaban repetitivos y sin
una evolución palpable en términos estilísticos o sonoros pero no
es menos cierto que a nivel compositivo, todos sus trabajos rayan a
un nivel, como mínimo, notable. No creemos que el número de
artistas que puedan decir eso tras treinta años de carrera sea muy
elevado. Aunque “The Celts” fue un primer paso, es “Watermark”
el gran hito que convierte a Enya en estrella, reforzado por el
posterior “Shepherd Moons” que comentamos aquí tiempo atrás. El
estrellato no cambió en absoluto a la artista pero sí influyó en
la percepción popular de su obra. Enya se convirtió en un icono, en
una marca que trascendía lo musical hasta convertirla en sinónimo
de algo bonito pero sin fuerza, ñoño, cursi. Creemos que va siendo
hora de revisar esta idea. Discos como “Watermark” están fuera
de toda sospecha pero creemos que su obra posterior sale airosa de
una re-escucha. Trataremos de que siga presente por aquí para
comprobarlo.