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miércoles, 11 de junio de 2014

King Crimson - Red (1974)



Apenas unos meses después de publicar el disco anterior, los miembros de King Crimson volvieron al estudio para grabar “Red” uno de nuestros discos favoritos de la banda y también uno de los más influyentes que publicaron junto con el clásico “In the Court of the Crimson King” (se dice que Kurt Cobain tenía a “Red” entre sus discos preferidos).

Se diría que una sensación de agotamiento progresivo iba apoderándose de la banda que había adelgazado pasando de quinteto a cuarteto y ahora, tras la baja del violinista David Cross, quedaba constituida en trío. Si embargo, esa “pérdida de peso” en cuanto al número de integrantes no tenía correspondencia directa en las ideas que se iban a desarrollar en el disco. Vamos a escuchar una versión de King Crimson con mucho que decir aún pero también con un hueco para echar la vista atrás y recuperar algunos de los elementos que les hicieron legendarios. Como había ocurrido en otras ocasiones, no todo el disco procede de sesiones en estudio ya que “Providence” estaba sacada de una improvisación más extensa procedente de un concierto reciente. La formación “oficial” de la banda en el momento de la grabación era la formada por Robert Fripp (guitarra y mellotron), John Wetton (bajo y voz) y Bill Bruford (batería y percusiones). Como músicos de apoyo, figuran David Cross (violín), Mel Collins (saxo soprano), Ian McDonald (saxo alto), Robin Miller (oboe) y Marc Charig (corneta).

Bill Bruford, Robert Fripp y John Wetton en una versión alternativa de la foto de portada de "Red".


“Red” – El comienzo es rotundo, directo como uno de aquellos combates de Mike Tyson de finales de los ochenta en los que el adversario rodaba por los suelos en los primeros segundos del asalto inicial. La guitarra de Fripp, ácida y distorisionada, anunciaba el práctico destierro que iba a sufrir en el resto del disco su vieja acústica. Hablamos de Fripp y él fue quien calificó de “Red” como un disco de “heavy metal”. Exagerado, sin duda, pero no del todo desencaminado si tomamos como referencia los primeros minutos del tema inicial. Tras la presentación del “riff” inicial y su desarrollo llegamos a un interludio magistral, oscuro, un desafío para la imaginación del oyente que pronto es rescatado de la ensoñación por la vuelta del tema principal al que se añaden nuevas partes de guitarra que endurecen aún más la propuesta de la banda. Bruford, mientras tanto, obra a sus anchas y Wetton ejecuta con solidez las partes de un bajo, imprescindible para sostener todo el complejo engranaje construido por la banda.



“Fallen Angel” – Un sonido electrónico sobre el que aparece el violín de David Cross es la escueta introducción de una canción con un cierto aire melancólico en su comienzo y un fantasmal oboe que subraya alguno pasajes de forma mecánica. Llegamos así a una primera variación de esas que tanto han influido en músicos actuales como Steven Wilson en la que la guitarra repite con reiteración una breve secuencia de notas mientras van apareciendo el resto de instrumentos (particularmente la corneta de Marc Charig). Una segunda repetición de la estrofa nos deja oír en segundo plano un débil mellotron antes de afrontar el final. La frase de guitarra que antes destacábamos tiene un ligero aire a la evanescente melodía que abría “Lucy in the Sky With Diamonds” de los Beatles aunque no creemos que hubiera ni siquiera la menor intención de hacer un homenaje con ella.

“One More Nightmare” – Pocos sonidos pueden identificar tan bien a King Crimson como los primeros instantes de la introducción de la pieza con una guitarra inconfundible y un Bill Bruford inspiradísimo en la batería. La pieza es una sucesión de cambios, todos ellos con sentido, aunque el uso de las palmas como elemento rítmico central en muchos momentos nos deja muy sorprendidos, terminamos por acostumbrarnos. La sección central del tema parece una improvisación en la que los saxos tienen un papel fundamental aunque siempre se nos antoja subordinado a la continua demostración de capacidades de un Bruford estratosférico. El segmento final es, sencillamente, de otro mundo: jazz, rock, algo de blues... todo en perfecta armonía constituyendo un reto continuo. Nadie ha hecho jamás música así. La pieza se detiene (porque hace eso: detenerse) repentinamente porque no parece haber una buena solución para su final; cualquiera sería decepcionante.

“Providence” – Como comentamos, la pieza es un extracto de una improvisación de mayor duración que tuvo lugar durante un concierto en la gira estadounidense previa a la grabación del disco. En aquel momento, Cross era miembro aún de la banda lo que explica su papel protagonista en los primeros instantes del tema. En ellos es el violín quien marca la pauta entre aislados efectos de percusión, notas de guitarra que aparecen aquí y allá y sonidos no siempre identificables. Metidos en este batiburrillo sonoro agarramos la soga que nos lanza Bruford para subirnos a la nave y comenzar un viaje algo más coherente que ocupará la segunda parte de la pieza, en la que las guitarras reclaman un espacio que ocuparán hasta el final. No es el mejor momento del disco ni tampoco la mejor improvisación de King Crimson que hayamos podido escuchar pero en modo alguno es desdeñable y nos sitúa en la mejor de las posiciones para escuchar lo que viene a continuación.

“Starless” – La melancolía y el efecto casi sedante que produce el sonido de cuerdas del mellotrón van trabajando el estado de ánimo del oyente que comienza a resquebrajarse con las primeras notas de la guitarra de Fripp. A partir de ahí lo que ocurre es magia: Wetton canta (mejor que nunca) una melodía insuperable. Mel Collins tiene la osadia de acompañarle al saxo y consigue, por imposible que parezca, mejorar aún más el resultado. Vuelve Fripp a interpretar el tema de guitarra cediendo los trastos al vocalista para que golpee por segunda vez en lo más delicado de la sensibilidad del oyente antes de entrar en la segunda parte del tema. El bajo dibuja una línea ominosa sobre la que apenas se atreve a destacarse una insolente guitarra que ataca con obstinada precisión una repetitiva serie de acordes. Para cualquier otra banda, esto habría sido suficiente pero si hablamos de King Crimson, sólo puede ser el preludio de algo aún mejor. Efectivamente, a través de un “in crescendo” de locura todo se desboca hasta explotar en una improvisación de jazz rock liderada por el saxo de Mel Collins que parece haber estado esperando este momento durante todo el disco. La recapitulación final con el saxo repitiendo las frases que antes cantara Wetton y el mellotrón reinando en todo su esplendor ponen el mejor final imaginable a un disco fundamental.



Tras un periodo de efervescencia creativa como el vivido en los últimos meses por la banda, lo que no era del todo previsible era lo que ocurrió tras la publicación de “Red”: la disolución de King Crimson con visos de ser definitiva, aunque seguro que todo estaba meticulosamente planeado de antemano por la inaccesible mente de Robert Fripp.  Hoy sabemos que no fue así pero los King Crimson que volvieron varios años más tarde tenían poco que ver con los que firmaron un disco como “Red”. Tiempo habrá, en todo caso, para hablar de esa historia.


“Red” supone uno de los momentos cumbres del rock progresivo. A pesar de ser aún una música relativamente joven, la sucesión de obras maestras que había adornado los últimos años por parte de los buques insignias del género (“Close to the Edge”, “The Dark Side of the Moon”, “The Lamb Lies Down on Broadway”, “Thick as a Brick”...) iban a ser ya difíciles de superar por sus propios autores y desde ese punto de vista es más fácil entender que Robert Fripp echase el cierre por un tiempo hasta que surgieran nuevos retos y con una música que poco tendría que ver ya con ésta. Como ocurre con lo mejor del catálogo de King Crimson, “Red” ha sido recientemente reeditado con contenidos extra y nuevas mezclas a cargo de ese mago llamado Steven Wilson bajo la supervisión del propio Fripp. Además, los más osados tienen a su disposición una humilde cajita que bajo el título de “The Road to Red” recoge una pequeña colección de 24 discos con material procedente de los conciertos que siguieron a la publicación del disco en 1974.



Nos despedimos con una actuación televisiva previa a la publicación del disco en la que el grupo, aún con Cross en sus filas, interpreta "Starless":

 

domingo, 15 de julio de 2012

King Crimson - Larks' Tongues in Aspic (1973)



Si hay algo digno de admiración en la trayectoria de King Crimson (quizá deberíamos decir de Robert Fripp) es la capacidad de reinventarse (de reinventar a su banda) que ha demostrado a lo largo de las últimas décadas. La vida como miembro de la banda debe ser una de las experiencias más estresantes debido al alto nivel de exigencia que plantea el día. De otro modo no se explican bien las continuas entradas y salidas de miembros, los abandonos de Fripp, las disoluciones más tarde abortadas y el continuo cambio de estilo e incluso de formación, refiriendonos ya no sólo al cambio de miembros sino de configuraciones instrumentales: partiendo de la formación de trío con guitarra bajo y batería fueron un cuarteto al incorporar un saxofón, pasaron por momentos con presencia de distintos intérpretes de vientos, un violinista, teclistas e incluso durante unos años la banda existió como un doble trío de guitarra, bajo y batería.

Quizá la mayor de las crisis de King Crimson fue la vivida tras la publicación de “Islands” que teminó con una desbandada general de todos los integrantes de la formación salvo Robert Fripp. Este hecho, que en otras circunstancias habría supuesto el final de la carrera de King Crimson que habría cumplido con la máxima erroneamente atribuida a James Dean de vivir rápido, morir joven y dejar un bonito cadaver. Pero continuando con las citas de paternidad dudosa, los muertos que matamos en esta ocasión, gozan de buena salud y esto es así porque Fripp, lejos de enfrascarse en otros proyectos (particularmente su colaboración con Brian Eno en “No Pussyfooting”, buscó a los músicos necesarios para prolongar la existencia de King Crimson como banda.

El grupo que finalmente se conformó, comenzó a preparar cosas, ya en concierto, ya en ensayos en el estudio durante 1972 y quedó integrado por Robert Fripp (guitarras, piano, mellotron), John Wetton (bajo, voz y piano), Bill Bruford (batería), David Cross (violín, viola, mellotron, piano) y Jamie Muir (percusión). Como ocurría con las anteriores encarnaciones de King Crimson, las letras de las canciones no estaban escritas por ninguno de los músicos sino por una persona ajena a la interpretación, en este caso, Richard Palmer James, fundador de Supertramp y colaborador en varios proyectos anteriores del nuevo cantante de la banda, John Wetton.

Quinteto participante en "Larks' Tongues in Aspic"


El nuevo King Crimson reunía una formación de lo más heterogeneo. Bill Bruford afrontaba un gran reto después de abandonar una banda comoYes en lo más alto de su carrera, John Wetton, sin llegar a los niveles de éxito del batería, tenía ya una trayectoria en distintas bandas mientras que David Cross practicamente se iba a dar a conocer con este disco. Del quinto hombre, Jamie Muir, casi podemos decir que “Larks’ Tongues in Aspic” es su única aparición seria como músico (tras la grabación se retiró a un monasterio budista y hoy se dedica a la pintura). Pese a la procedencia tan diversa de los cinco músicos, durante los conciertos previos al disco y las sesiones de grabación, mostraron una compenetración más que notable y esto se nota en el resultado final. El título del disco hace referencia a la composición “The Lark Ascending” del compositor británico Ralph Vaughan Williams, pieza orquestal (originalmente para piano) con gran protagonismo del violín solista. Algunas partes de violín del primer tema del disco de King Crimson tienen una clara inspiración en la obra de Vaughan Williams.

“Larks’ Tongues in Aspic (part I)” – La primera diferencia que encontramos con los trabajos anteriores de King Crimson está ya en los créditos al aparecer la autoría de la pieza compartida entre todos los miembros del grupo cuando lo habitual es que todo el peso creativo recayera sobre las seis cuerdas de Robert Fripp. La pieza comienza con una extensa introducción a base de percusiones muy suaves que le dan un aire exótico y muy soprendente (no creemos que nadie esperase algo así en un disco de King Crimson, especialmente por la longitud del segmento). Poco después entra el violín de Cross construyendo una especie de colchón rítimico al que se añade la guitarra de Fripp lanzando la primera salva en forma de riff distorsionado, convirtiendo la pieza en una especie de experimento proto-heavy metal. Tras el aviso, entramos en la que podríamos llamar, la tercera sección, más jazzistica en todos los sentidos con Fripp dibujando arabescos acompañado del bajo de Wetton y un Bruford en su salsa con Jamie Muir disfrutando de lo lindo añadiendo percusiones por doquier a cual más disparatada. De repente se hace el silencio y toma la palabra metafóricamente hablando el violín (y la viola) de David Cross en una intervención de corte clasicista con toques dramáticos adornada con las sutiles percusiones de Muir. En los últimos momentos regresamos al violín eléctrico utilizado como elemento rítmico al que se añaden voces sintetizadas que recitan una oración ininteligible. Con unos leves arpegios de guitarra y unas suaves campanas se pone fin a uno de los temas más extraños y vanguardistas de King Crimson hasta el momento.



“Book of Saturday” – La primera de las tres canciones del disco aparece escrita por Fripp y Wetton y es precisamente el del vocalista el descubrimiento más interesante para los seguidores de la banda ya que se revela como un intérprete excelente cuya voz encaja a la perfección en la música del rey escarlate. A nuestro jucio, de forma mucho más acertada, si cabe, que la de Greg Lake en épocas pasadas. La canción, casi una miniatura, es una preciosidad en la que Fripp cumple a la perfección con su papel de acompañante aportando en cada momento, el elemento necesario.

“Exiles” – En esta ocasión es Cross quien colabora con Fripp en la composición de la pieza, a la que consideramos un clásico del repertorio de la banda además de una precursora de esa maravilla que llegaría un poco después con el título de “Starless” pero no nos adelantemos tanto. Es el violín precisamente el que marca el rumbo de la pieza en los primeros instantes acompañado a la prefección por el resto de instrumentos y la voz de Wetton, quizá el mejor cantante de la escena progresiva aunque este tipo de afirmaciones siempre son discutibles. Tras la primera intervención del cantante llegamos a un breve segmento instrumental en la linea de algunos momentos del corte que abría el disco. Para cuando Wetton vuelve a tomar la palabra, lo hace acompañado de un nuevo invitado en forma de piano al que más tarde se suma el mellotron.

“Easy Money” – Segunda de las canciones escritas por Fripp y Wetton y otro de los grandes clásicos de la banda. Se abre casi como una marcha militar con el vocalista haciendo algo de “scat” por encima del ritmo. Entramos así en la parte central de la pieza en la que tenemos que destacar de nuevo a Jamie Muir cuyas percusiones aparecen constantemente dejando pequeñas muestras sonoras por toda la pieza. “Easy Money” es un contraste de estilos realmente logrado: mientras las partes vocales de Wetton toman la forma de un blues clásico, la batería de Bruford es jazzística en la mayor parte de la composición. La guitarra de Fripp por su parte está dentro de los parámetros del rock más clásico con una cierta tendencia al hard rock.

“The Talking Drum” – Segundo instrumental del disco y, al igual que el primero, firmado por todos los componentes de la banda. El esquema tiene ciertas similitudes con el de su precedente por cuanto también comienza con un juego de percusiones que poco a poco va tomando forma hasta convertirse en una especie de carrera y la elección del término no es casual ya que la batería de Bruford comienza a marcar un ritmo ciertamente similiar al de “On the Run”, composición practicamente contemporanea incluída en el clásico “The Dark Side of the Moon” de Pink Floyd. En cualquier caso, ahí terminan las similitudes. El violín orientalizante de David Cross toma los mandos de la nave y anima a Fripp a soltarse con uno de sus solos habituales, aunque hablando con propiedad deberiamos llamarlo duo por cuanto el entendimiento con el violinista es total. En suma, otra pieza magistral a añadir a la lista junto con las anteriores.

“Larks’ Tongues in Aspic (part 2)” – Sin espacio para digerir la composición anterior llega Robert Fripp a golpe de guitarra para introducirnos en el corte que cierra el disco. Lo que comienza como un tema cercano al hard rock toma otro rumbo, siquiera momentanemente, unos segundos después con la melodía principal de la pieza. No tardamos en darnos cuenta de que ese breve remanso de paz era una mera ilusión. La composición vuelve tomar un cariz agresivo del que participa incluso el violín eléctrico que parece realmente cabreado. No es casual que estemos escuchando la única pieza del disco compuesta íntegramente por Robert Fripp por la carga de “mala leche” si se nos permite la expresión, que destila en todo momento. Como no podía ser de otra forma, la segunda parte de “Larks’ Tongues in Aspic” es un perfecto resumen del disco y ha permanecido en el repertorio Crimsoniano durante mucho tiempo. Cuiriosamente, existe una tercera parte de “Larks’…” incluida en el disco “Three of a Perfect Pair” de 1984 e incluso una cuarta en “The ConstruKction of Light” de 2000.

Con el disco que hoy os recomendamos, King Crimson inició un nuevo rumbo muy fructífero que les llevó a publicar varios LPs fundmentales y les convirtió en un referente del rock progresivo de los setenta aunque, en nuestra opinión, la banda de Fripp siempre ha tenido un punto de distinción que les sitúa ligeramente al margen de la corriente principal del género. Para los más puristas, King Crimson se han posicionado demasiado cerca de lo “snob” o lo pedante en demasiadas ocasiones. Para otros, entre los que nos contamos, su música ha tenido un cierto componente vanguardista y de ruptura que probablemente sea lo que les ha permitido trascender la etiqueta del rock progresivo y sobrevivir hasta hoy como banda en activo con cosas que decir aunque este último punto es también muy relativo ya que el que ha sobrevivido es Robert Fripp acompañandose de distintos músicos en cada etapa por lo que quizá no sea acertado hablar de una continuidad de King Crimson. Daremos por válida entonces la opinión de Fripp cuando afirma que King Crimson no es una banda sino una forma de hacer las cosas, independientemente de los miembros que circunstancialmente formen parte de ella.

Como es habitual cuando hablamos de King Crimson, Fripp se ha encragado de que todo seguidor tenga acceso a la mayor cantidad de material posible de cada una de las épocas de la banda y la etapa con la alineación compuesta por Fripp, Wetton, Cross y Bruford está documentada con profusión en cajas como “The Great Deceiver”, que recoge varios conciertos posteriores al disco, y en otros discos “semi-oficiales” de la etapa previa a la grabación, aún con Muir en sus filas (conciertos en Bremen o Guildford) . Todo ese material es de gran interés y ayuda a hacerse una idea de la forma de trabajar de la banda en aquellos años así como de la importante evolución que iban sufriendo todas las composiciones de King Crimson desde sus estados más primitivos hasta las versiones más o menos definitivas que llegaron a grabarse en discos de estudio. Por el momento, os dejamos un par de enlaces en los que adquirir el disco que hoy hemos comentado:

amazon.es

play.com


Así suena hoy "The Talking Drum":

 

Y así lo hacía "Larks' Tongues in Aspic (part 2)" en directo en 1974