Mostrando entradas con la etiqueta Barriemore Barlow. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Barriemore Barlow. Mostrar todas las entradas

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Jethro Tull - Minstrel in the Gallery (1975)



El éxito obtenido con la publicación de “Thick as a Brick” tuvo como consecuencia una cierta desorientación en los miembros de Jethro Tull que no tenían nada claro el rumbo que debería tomar la banda a partir de entonces. Podemos pensar que, en cierto modo, la gran acogida que tuvo ese disco no fue bien asimilada e influyó notablemente en los siguientes lanzamientos. El siguiente trabajo, cronológicamente hablando, fue “A Passion Play”, un nuevo disco conceptual demasiado confuso y que no tuvo buenas críticas. Tras él, llegó “War Child”, proyecto conflictivo que nació como un disco doble que debería acompañar a una película, que pasó por una etapa en la que parecía que iba a ser una especie de secuela de “Thick as a Brick” y que terminó siendo algo distinto, una vez descartada gran parte del material original. Con todo, terminó siendo un trabajo más que interesante.

Esto nos coloca en 1975 con la banda tratando de decidir qué camino tomar en el futuro. El sonido del disco anterior había dado un cierto giro hacia el rock duro, inédito en Jethro Tull y, para el nuevo trabajo Ian Anderson deseaba regresar a un tipo de producción en la que lo acústico volviese a tener un peso importante. No es extraño que “Minstrel in the Gallery”, que iba a ser el título del nuevo disco, fuera comparado inmediatamente con “Aqualung”, otro de los clásicos de la banda.

Las circunstancias personales de Anderson, que estaba atravesando un proceso de divorcio en aquellos momentos, se deslizan en los textos, más ácidos que de costumbre aunque sin referencias directas a esa situación. Integraban la banda en el momento de la grabación: Ian Anderson (flauta, guitarra y voz), Barriemore Barlow (batería, percusión), Martin Barre (guitarras eléctricas), John Evan (teclados) y Jeffrey Hammond-Hammond (bajo) en la que fue su última grabación con la banda antes de dejar la música y dedicarse a su verdadera pasión: la pintura. David Palmer se encargó de los arreglos orquestales como en discos anteriores. No tardaría en incorporarse a la banda como miembro activo a los teclados pero aún faltaba un tiempo para que eso sucediera. Como curiosidad, el disco fue el primero que la banda grabó en Montecarlo con la ayuda de lo que ellos llamaban su estudio de cuatro ruedas (su camioneta, vamos). El local donde se hizo la grabación pertenecía a una emisora de radio del principado y consistía en una gran sala en cuya parte superior había una especie de balconada que recordaba a las “Minstrel’s Galleries”, que eran, precisamente, unas balconadas que solía haber en algunos palacios y mansiones para que los músicos pudieran tocar piezas de baile ocultos a la vista del público que disfrutaba en el piso inferior. De ahí proviene el nombre del disco y del tema principal del mismo.


Imagen de la banda con el aire, siempre intimidatorio de Ian Andeson al frente

 “Minstrel in the Galery” –  Retazos de una conversación perdida sirven como introducción a la canción en la que la voz, la flauta y la guitarra de Ian Anderson actúan en un comienzo que tiene más de folk que de rock hasta que irrumpe Martin Barre con un solo revelador de guitarra eléctrica secundado por una poderosa batería. A partir de ese instante la canción se transforma en otra cosa gracias a las ráfagas guitarreras indiscriminadas de Barre. El carácter progresivo del tema se hace evidente a partir del minuto cuatro, momento en el cual aparecen también elementos de hard rock, que empezaban a ser característicos ya del sonido de la banda. Los escasos retazos de teclados que se escuchan, pertenecen a órgano Hammond principalmente y no a sintetizadores lo que se nos antoja como un signo más de las intenciones combativas del grupo con este disco.



“Cold Wind to Valhalla” – De nuevo, con una breve presentación como si de un concierto se tratase, una voz nos introduce en el siguiente tema, de evidente inspiración mitológica. Como ya hemos comentado en la introducción, se percibe un regreso a sonidos y formas que ya aparecían en el clásico de la banda “Aqualung”. Con respecto al corte inicial, destacamos aquí la vigorosa aportación del bajo (de toda la sección rítmica en realidad) que hace un trabajo extraordinario de principio a fin.

“Black Satin Dancer” – Se reserva Anderson el privilegio de abrir el siguiente tema con un solo de flauta para presentar la pieza más suave del disco, con arreglos de cuerda, piano y ¿glockenspiel?. No obstante, la pieza tiene toda la energía presente en las canciones de la banda. En su sección central, creemos apreciar alguna referencia a Cream antes de llegar al segmento final en el que resurge el espíritu combativo de Anderson y compañía con fragmentos del mejor rock progresivo previos al cierre que recupera el tono de los primeros momentos de la canción con el regreso del piano y las cuerdas.

“Réquiem” – Con la siguiente canción llega un cambio total de registro presentándosenos un tema acústico con un claro protagonismo de las armonías vocales al modo de Simon & Garfunkel. De nuevo aparecen suaves arreglos de cuerda adornando una canción que aparece como una curiosa rareza dentro del tono general del disco.

“One White Duck / O10=Nothing at All” – Continúa el disco por derroteros acústicos, dulces arreglos de cuerda y ausencia de batería o guitarras eléctricas de modo que la voz de Anderson y su particular forma de cantar, casi narrando en muchos momentos, nos conduce apaciblemente hacia el que es uno de los puntos culminantes del disco.

“Baker St. Muse” – Llegamos así a la suite central del disco, una larga pieza dividida en cuatro segmentos titulados respectivamente: “Pig-Me and the Whore”, “Nice Little Tune, “Crash Barrier Waltzer” y “Mother England Reverie”. Al enfrentarnos a una suite de estas características no podemos evitar la comparación con la obra maestra del grupo: “Thick as a Brick”, concebida como una larga canción de más de 40 minutos y sólo fragmentada en dos por las restricciones del formato vinilo. Lo cierto es que, sin llegar a los niveles de excelencia de aquella, “Baker St. Muse” es una magnífica pieza de rock progresivo con todos los ingredientes habituales del género; más rockera en la primera y segunda parte y con un giro hacia el folk en la tercera, nos quedamos, sin embargo con el segmento final, quizá el más reivindicativo, en el que Anderson se declara al margen del “star system” con versos como “no tengo tiempo para la revista Time o la Rolling Stone”, “no tengo una casa en el campo ni siquiera un coche” o “no quiero uno de los veinte mejores funerales” y se reclama como un simple músico: “algún día seré uno de los músicos que tocan en la balconada”. Se recuperan en la parte final de la suite, como corresponde, varios de los temas de las partes anteriores a modo de resumen cerrando de este modo una pieza excepcional que casi pone también el punto final al disco.

“Grace” – Y afirmamos esto porque la miniatura que da por concluido el trabajo es un tema que no llega al medio minuto de duración a modo de corta oración de agradecimiento por parte de Ian Anderson: “hola Sol / hola pájaro / hola, señora mía / hola desayuno. ¿os encontraré aquí también mañana?

Aparentemente estamos ante un muy buen disco de rock progresivo al modo en que Jethro Tull entienden éste género. No parece a primera vista un disco conceptual como sí podía serlo el tantas veces citado “Thick as a Brick” pero existe una curiosa interpretación alternativa que surge de la escucha del disco invirtiendo el orden habitual de las caras del vinilo, es decir, escuchando primero la cara B y después la A. De este modo, algunos han querido ver toda una trayectoria vital representada, desde la emancipación del artista en “One White Duck” hasta su conversión en músico anticipada en “Baker St. Muse” y culminada en “Minstrel in the Gallery”. “Cold Wind to Valhalla” representaría el descenso a los infiernos (o la obtención del éxito, no olvidemos que esto es rock’n’roll) para cerrar la historia con el clásico “Requiem”. No deja de ser una interpretación, probablemente equivocada pero siempre nos ha llamado la atención.

Ya sea en su orden “normal” o en el alternativo, os recomendamos escuchar el disco puesto que consideramos a Jethro Tull una banda que se cuenta entre las más importantes de una época que cambió la fisonomía del rock. Podéis adquirir el disco en los siguientes enlaces:


fnac.es


Cerramos con una versión en directo del tema que abre el disco:

miércoles, 18 de mayo de 2011

Jethro Tull - Thick as a Brick (1972)


"Thick as a Brick" tenía todos los ingredientes para convertirse en un despropósito monumental. Corrían los primeros años de la década de los 70 y Jethro Tull aún disfrutaban de la gran acogida de su anterior trabajo, "Aqualung" pero su líder, Ian Anderson, no estaba contento con buena parte de las críticas que se hacían al disco y a la banda en general. La visión que parecía tener todo el mundo de la música del grupo era la de un grupo más de rock progresivo e incluso se hablaba de "Aqualung" como de un disco conceptual. Anderson no entendía nada y no estaba en absoluto de acuerdo con esa idea.

La reacción fue la de darle al mundo las proverbiales tres tazas de caldo componiendo el disco conceptual por excelencia: una única canción de 45 minutos, dividida en dos partes sólo por las limitaciones del formato del disco de vinilo. Lo inesperado es que una obra compuesta intencionadamente como una parodia de todo un género, basada en un supuesto poema escrito por un niño de 8 años para un concurso que ganó y del que fue descalificado poco después, se conviertiera en una de las obras maestras de estilo parodiado. Paradoja sobre paradoja.

El propio Anderson dijo años después que el disco era una parodia del estilo pretencioso de bandas como Yes o ELP como lo fueron en los 80's películas como "Aterriza Como Puedas" frente al cine de catástrofes tan en boga en los 70's.

Sea como fuere, "Thick as a Brick" es un album magnífico y suele ocupar los puestos de honor en la mayoría de las listas que se hacen sobre los mejores discos de rock progresivo. En él os vais a encontrar los habituales toques folk de la banda, rock al más alto nivel y un punto de inspiración en todos los músicos como se alcanza en muy contadas ocasiones. Ignoramos la opinión de Anderson de hoy en día sobre todo esto pero no creemos que se muestre descontento del resultado final. La formación que interpreta el disco era la integrada por Ian Anderson (voz, flauta, guitarra, violín, saxo y trompeta), Martin Barre (guitarra y laud), John Evan (piano, órgano y clave), Jeffrey Hammond (bajo y voz), y Barriemore Barlow (batería y percusiones) recien incorporado a la banda tras la salida de Clive Bunker. Contaron, además, con la participación de David Palmer haciendo los arreglos de cuerdas.

El disco no es difícil de encontrar a buen precio hoy en día. Un par de sitios donde adquirirlo son:

play.com

amazon.com

Un fragmento de los primeros minutos de la obra: