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domingo, 12 de enero de 2025

Philip Glass - Songs from Liquid Days (1986)



Hubo un momento en el que Philip Glass estuvo cerca de convertirse en una estrella del pop. Sucedió en 1985 cuando escribió su primer ciclo de canciones y, con diferencia, el más exitoso. Estamos en un momento en que la popularidad de Glass empezaba a trascender los círculos clásicos gracias a discos como “Glassworks” o las bandas sonoras de películas como “Koyanisqatsi” o “Mishima”. El compositor llevaba ya un tiempo en la nómina de artistas de CBS y, suponemos, alguien pensó que era la hora de intentar dar el gran paso con un disco más comercial, al menos en cuanto al formato. Luego veremos que tampoco fue exactamente así pero sí, si lo comparamos con su obra anterior.


Cuenta Glass que el primer problema a la hora de escribir canciones se lo encontró a la hora de escoger los textos ya que él no era un escritor ni había tenido nunca inclinaciones literarias desde el lado de la creación. Pensó entonces que lo mejor era recurrir a cantautores habituados a ese proceso y, dentro de ellos, a algunos conocidos suyos del mundo del rock, el pop y las vanguardias electrónicas. La primera persona a la que recurrió fue David Byrne, el líder de Talking Heads, quien, como Glass, había participado meses antes en la ópera colaborativa “The Civil Wars”. En la parte del proyecto encargada a Philip participó como narradora la artista multimedia Laurie Anderson así que Glass también le propuso a ella la creación de algunos textos. El siguiente participante sería Paul Simon, para quien el compositor había escrito una coda para la canción “The Late Great Johnny Ace” un par de años antes con lo que aquí se presentaba una ocasión perfecta para devolver favores. Desconocemos cómo entraron en contacto Philip Glass y Suzanne Vega. La cantautora llevaba un tiempo moviéndose por los círculos literarios y musicales de Nueva York pero cuando escribió las letras para las canciones de Philip, aún no había publicado su primer disco. De hecho, por las fechas de grabación y publicación de este, es más que probable que pudieran haber sido escritas en los mismos días. Lo curioso es que posteriormente han colaborado más veces como ya comentamos aquí cuando hablamos del disco “Days of Open Hand” de Suzanne. Recientemente, la cantante ha estado de gira, nada menos que como narradora en la ópera “Einstein on the Beach”.


El segundo problema con el que se encontró Glass fue el de encontrar las voces e intérpretes adecuados para cada canción y curiosamente, la elección no iba a ser de figuras importantes sino de personajes más bien secundarios como Bernard Fowler (colaborador durante mucho tiempo de los Rolling Stones y de Jagger en solitario haciendo segundas voces) o Janice Pendarvis, cuya carrera tenía como momentos más relevantes sus coros para Roberta Flack y, sobre todo, para Sting. A ese elenco se suma el trío vocal “The Roches” y, quizá, la única gran estrella del elenco: Linda Ronstadt. Cierra el reparto el tenor Douglas Perry que ya había interpretado el papel de Ghandi en la ópera “Satyagraha” del propio Glass. En la parte de los instrumentistas, además del Philip Glass Ensemble participan en el disco los miembros del Kronos Quartet.


“Changing Opinion” - Comienza el ciclo con la canción de Paul Simon interpretada por Bernard Fowler. Tras una introducción de la sección de viento del Philip Glass Ensemble entra una larga parte de piano inconfundible interpretada por Michael Riesman y que nos deja ya en manos de Bernard Fowler. En el tramo final se suma a la mezcla la flauta de Paul Dunkel para cerrar una canción magnífica pese a no suponer ninguna novedad estilística frente a otras piezas del músico más allá de la adición de voces y texto.


“Lightning” - Lo más parecido a un “single” que hay en el disco es esta apabullante pieza con letra de Suzanne Vega y con Janice Pendarvis como vocalista. Es una descarga de energía dominada por los teclados que nos reciben con los clásicos ostinati “glassianos” y un ritmo frenético. La melodía principal es sencilla pero ineludible y cuenta con una épica que podríamos calificar como de “wagneriana”. Las percusiones añaden fuerza a una mezcla cuya intensidad va subiendo compás a compás hasta la explosión final. Seguramente es la pieza más difundida del disco e incluso recordamos haberla escuchado con frecuencia de niños aunque no podemos precisar si fue como sintonía recurrente de algún programa de radio o TV o porque se difundía en las emisoras comerciales con regularidad.




“Freezing” - La segunda canción de Suzanne Vega es radicalmente distinta en lo musical. Linda Ronstadt es la voz principal con las integrantes las Roches a los coros y el Kronos Quartet en la primera parte de la canción. Luego se suma el Philip Glass Ensemble, especialmente con los teclados a una canción lenta que tiene todas las características de la música de su autor.


“Liquid Days” - Sin solución de continuidad enlazamos con la siguiente canción, primera de dos consecutivas con letra de David Byrne. Seguimos escuchando al Kronos Quartet y las Roches en una pieza algo más rápida en la que la flauta vuelve a jugar un papel importante.


“Open the Kingdom” - Subtitulada como “Liquid Days part II”, es nuestra canción favorita de todo el trabajo. Douglas Perry toma las riendas de una pieza magnífica introducida por un piano solemne y que está llena de cambios de ritmo en una evolución extraordinaria. Es como si resumiéramos lo mejor de una ópera como “Satyagraha” en apenas cinco minutos con un “in crescendo” final realmente espectacular. Uno de los mejores Glass de siempre, en nuestra opinión.




“Forgetting” - Cerrando el ciclo volvemos a la combinación Kronos Quartet / The Roches / Linda Ronstadt para interpretar un texto de Laurie Anderson. Es una canción que mezcla partes vocales lentas (con el cuarteto de cuerda) con otras más rápidas en las que interviene parte del grupo de Glass. Un buen cierre para una colección de temas que han quedado bastante olvidados en el repertorio “glassiano”.


Glass y su ensemble llegaron a actuar interpretando “Lightning” en el Saturday Night Live, con todo lo que eso conlleva, y la canción sonó con cierta asiduidad en aquellos años en la radio, incluso aquí en España pero en ningún caso podemos hablar de un éxito popular aunque “Songs from Liquid Days” es el único disco del músico que llegó al top-100 general de la revista Billboard (puesto 91) permaneciendo trece semanas en las listas. En todo caso, la crítica de la época, pese a ponderar en su justa medida el trabajo, no pasó de considerarlo “un Glass menor”. En nuestra opinión, esta valoración no es del todo correcta y creemos que “Songs from Liquid Days” es uno de sus mejores trabajos de los ochenta y un paso hacia la comercialidad muy contenido que mantenía toda la esencia del compositor en aquellos tiempos además de revelar una desconocida habilidad para escribir canciones cortas más allá de las que se podían escuchar en el contexto de sus óperas. Con los años, Glass ha llegado a escribir varias más con resultados notables en muchos casos pero lejos del nivel de esta colección según nuestro criterio. Sin ponerle un “pero” al disco, siempre nos llamó la atención que el músico no hubiera pensado en que fueran los autores de cada texto los encargados de cantarlo. Hay cortes como el último de Laurie Anderson en los que creemos que su voz habría funcionado de maravilla aunque seguramente había asuntos legales y de contratos de los artistas con sus respectivas discográficas que lo habrían complicado mucho.

lunes, 21 de junio de 2021

Talking Heads - Fear of Music (1979)



La escena neoyorquina de finales de los setenta en el rock y géneros afines fue particularmente agitada y llena de interconexiones entre bandas y artistas (incluso de disciplinas no musicales) que hace su cronología algo particularmente enrevesado. A partir del impacto causado años atrás por The Velvet Underground surgieron varios movimientos que van desde el punk de The Ramones hasta la vanguardia  de Sonic Youth o tendencias como la denominada “no wave”. Existe un interesante disco recopilatorio, tenido por muchos críticos como hito fundacional del movimiento que llevó por título “No New York”. La grabación tuvo como impulsor a Brian Eno, quien asistió a un festival underground en aquellas fechas y que vio en las bandas que allí actuaban un potencial extraordinario y el nacimiento de una nueva forma de hacer las cosas.


¿Qué pintaba Eno en Nueva York? A mediados de 1977, John Cale, miembro de The Velvet Underground, invitó a Eno a un concierto de los Ramones en Londres. Los teloneros eran una banda que estaba empezando, llamada Talking Heads. Al acabar el concierto, y realmente impresionado por lo que allí había visto, Eno invitó al líder de la banda, David Byrne, a su casa para escuchar algo de música juntos. Poco después de aquel encuentro, Eno anunció que sería el productor del siguiente disco de Talking Heads que de aquel curioso modo daban calabazas por segunda vez a un miembro de la Velvet Underground. Lo explicamos. Parece ser que iba a ser John Cale el encargado de la producción de aquel trabajo pero es que años antes, cuando los Talking Heads daban sus primeros conciertos en Nueva York fue el propio Lou Reed el que se interesó en “ficharlos” para su sello e incluso llegaron a tener un contrato preparado que solo se frustró cuando un abogado cercano a la banda le echó un vistazo y les indicó que sería una locura firmarlo porque le entregarían a Reed todos los derechos y los beneficios del disco.


La cuestión es que Brian Eno quedó impresionado por la banda de Byrne hasta el punto de que en el siguiente disco que publicó, “Before and After Science”, se incuia un corte titulado “King's Lead Hat” que no es más que un anagrama de “Talking Heads”. Lo mejor de todo es que la admiración era mutua. Ya antes de grabar su primer disco, durante una entrevista para una revista de la época, la reportera cuenta cómo durante la misma, los miembros de la banda escuchaban en bucle a Roxy Music y la bajista, TinaWeymouth era una admiradora de “Another Green World”, el disco de 1975 de Eno en solitario.


En cualquier caso no vamos a hablar hoy de ese primer disco de Talking Heads con Brian Eno como productor sino del segundo (el tercero de la banda) titulado “Fear of Music”. Pese a que el anterior “More Songs About Buildings and Food” ya era excelente, quizá sea este trabajo el que supone el salto estilístico que hizo de Talking Heads una referencia ineludible en su día además de sentar las bases de una fusión de estilos y músicas de diferentes procedencias que iba a ser muy importante en los años posteriores. Para empezar, aparte de los integrantes de la banda, a saber: David Byrne (voz y guitarra), Jerry Harrison (guitarra, teclado y coros) y el matrimonio formado por la bajista Tina Weymouth y el batería Chris Frantz, en “Fear of Music” aparecen varios artistas invitados, especialmente en el corte que abre el disco. Entre ellos, Robert Fripp, o el percusionista egipcio Hossam Ramzy (con una trayectoria extensísima que le ha llevado a colaborar con artistas tan diversos como Loreena McKennitt, Peter Gabriel, Chick Corea, Robert Plant, Anne Dudley o Shakira). Brian Eno, lógicamente, también hace sus cositas además de encargarse de la producción e incluso firma como autor en un par de cortes.


“I Zimbra” - Quizá no sea la mejor canción del disco pero es la que marca el camino a recorrer en los años siguientes por Eno y el propio Byrne (incluso de Fripp y sus King Crimson de los ochenta). Las influencias de la música de Fela Kuti, los ritmos infecciosos, las guitarras, el bajo... todo es como una presentación del futuro. Audaz, fresco, sorprendente y perfectamente construido.




“Mind” - La siguiente canción siempre nos ha parecido como salida de un disco de Bowie. No habría desentonado en absoluto, por ejemplo, en “Station to Station”. Guitarras aventureras, un bajo juguetón y los arreglos precisos en la parte electrónica acompañan a la perfección a David Byrne, lo que no siempre es fácil dado el particular carácter del cantante a la hora de interpretar.


“Paper” - Ese histrionismo de Byrne aparece más claramente en esta canción, que nos enseña unas curiosas guitarras que casi parecen “country” en algún momento pero que cambian continuamente de ritmos frenéticos a pasajes más melódicos. Una canción que contiene varias en un tiempo muy corto y llena de detalles que solo se aprecian tras unas cuantas escuchas.


“Cities” - De nuevo la sección rítmica comandada por el imperativo bajo de Tina Weymouth, saltarín y caprichoso en toda la pieza, es la que marca la pauta de toda la canción. Estamos en la misma época en la que Mike Oldfield quiso grabar en Nueva York con músicos locales y creemos que el sonido de su “Platinum” tuvo a los Talking Heads como una de las influencias principales. Especialmente el bajo nos parece muy influido por la forma de tocar de Tina que aquí es fundamental.


“Life During Wartime” - Se cuenta que la canción surgió mientras los músicos estaban en plena jam-session improvisando un poco sobre varias ideas. Lo cierto es que el ritmo prácticamente enlaza con el de la pieza anterior, con esa mezcla de funk y música disco y una importante presencia de las congas dentro de la percusión que le dan a la canción un aire muy curioso. Es, probablemente, la canción más recordada del trabajo.




“Memories Can't Wait” - El siguiente corte rompe un poco con la línea de los anteriores con unas guitarras más agresivas, cercanas al metal en el comienzo y unos teclados mucho más presentes. Es una de las canciones que más se salen de la línea general del disco pero también es una de nuestras favoritas, quizá por esa rareza.


“Air” - Asistimos a un nuevo giro estilístico en este corte en el que aparece un coro femenino en la introducción y unas texturas electrónicas muy marcianas poco después creando una atmósfera extrañísima pero que nos encanta con momentos que nos recuerdan a cosas que una banda como Radiohead hizo muchos años después, también reflejadas en la forma de cantar de Thom Yorke, cercana a veces a los registros de Byrne en esta canción.


“Heaven” - Quizá nuestro tema favorito del disco es este tiempo medio muy contenido pero en el que tenemos las melodías más inspiradas. Volvemos a ver planeando sobre toda la canción al espíritu de Bowie pero en ningún caso como una copia o plagio sino, probablemente, como un homenaje. Al fin y al cabo, Eno venía de firmar la “Trilogía de Berlín” con él en los años anteriores.




“Animals” - En el aspecto rítmico y vocal es la canción más arriesgada del disco, con los instrumentos cambiando constantemente de compás y un Byrne obsesivo y hasta amenazador durante todo el tema. El germen del seminal “My Life in the Bush of Ghosts” estaba ya plantado. La coda final, con voz y coros repitiendo una melodía obstinadamente es de lo mejor de todo el trabajo.


“Electric Guitar” - De nuevo un ritmo muy marcado centra toda la pieza con el bajo embarcándose en todo tipo de aventuras. Roger Waters es un tipo muy peculiar y nunca reconocería algo así pero hay momentos en el disco de Pink Floyd, “The Wall”, aparecido unos meses después que “Fear of Music” que se nos antojan influidos por este tema.


“Drugs” - El cierre del trabajo nos remite otra vez a la “Trilogía de Berlín” de Bowie y Eno por la presencia preponderante de la electrónica. Si en los créditos del corte no figurase Byrne acompañando a Eno no nos habría sorprendido. En todo caso es otro claro anticipo de lo que ambos haría más tarde en el ya citado “My Life in the Bush of Ghosts”.





Ya iba siendo hora de traer por aquí a los Talking Heads, una de las bandas más reconocibles, influyentes y únicas de su tiempo, liderada por un creador inclasificable como David Byrne a quien también prestaremos atención en el futuro porque hay trabajos suyos cuya reseña es imprescindible. Tanto él como la banda al completo volverán a aparecer por aquí con toda seguridad.

domingo, 27 de julio de 2014

Brian Eno & David Byrne - My Life in the Bush of Ghosts (1981)



Señoras y señores, hoy toca ponerse de pie para hablar de uno de esos discos que por sí solos explican muchas cosas. Un trabajo en cuyo proceso de elaboración sus dos autores coinciden en utilizar una misma palabra como clave: “serendipia”. Si hacemos un poco de historia comprobamos como Brian Eno había entrado en una larga serie de trabajos en los que la característica común era la colaboración con otros artistas. Así ocurre con la serie de discos que comienza con “After de Heat” (1978, con Cluster) y sigue con “Ambient 2: The Plateaux of Mirrors” (1980, con Harold Budd), “Ambient 3: Day of Radiance” (1980 con Laraaji) para terminar con “Fourth World Vol.1: Possible Musics” (1980, con Jon Hassell). Justamente en ese espacio de tiempo, Eno produjo tres discos de Talking Heads (“More Songs About Buildings and Food”, “Fear of Music” y “Remain in Light”) por lo que parecía natural que surgiera la idea de hacer un disco junto con el líder de la banda, David Byrne quien grabaría así su primer trabajo fuera de la mítica formación neoyorquina.

Había, sin embargo, una diferencia importante entre esta colaboración y las anteriores de Eno y es que Byrne, aunque tocaba varios instrumentos y componía la mayoría de las piezas de los discos de Talking Heads, era, esencialmente, un vocalista mientras que en todos los trrabajos anteriormente citados los co-participantes eran instrumentistas. Esto no supondría ningún problema a priori ya que Eno, al margen de las grabaciones con Roxy Music, había grabado un puñado de discos “de canciones” en estos años pero “My Life in the Bush of Ghosts” iba a ir por otros derroteros bien distintos. Hay un hecho muy importante a tomar en consideración y es que el disco se grabó entre agosto de 1979 y octubre de 1980 (y no se editaría hasta 1981). En ese tiempo, los dos artistas no se dedicaron exclusivamente a trabajar en esa única obra sino que, cada uno por su lado, continuaron con sus respectivos proyectos musicales. Es por ello muy complicado determinar de dónde surgieron según qué ideas que aparecen en “My Life in the Bush of Ghosts”. Así, hay similitudes entre algunas partes del trabajo y el disco de Eno con Hassell al que nos referíamos hace un momento pero este, que apareció antes, se grabó más tarde, en realidad, que el que nos ocupa. No ocurre lo mismo con “Exposure” de Robert Fripp, grabado y publicado antes de comenzar las sesiones de “My Life...” En ese disco, que ya contiene algunas ideas que se repiten en el de Byrne y Eno, también interviene éste último. Si nos fijamos en Byrne, cronológicamente hablando, el disco se sitúa entre la gira de “Fear of Music” y la grabación de “Remain in Light”, ambos trabajos de Talking Heads, como ya dijimos, con Eno como productor. En el primero de los discos toca Fripp y en el segundo Hassell por lo que la cantidad de referencias cruzadas entre este grupo de músicos con la presencia común de Brian Eno en todas las combinaciones posibles hace muy difícil delimitar la autoría de los hallazgos y el reparto de méritos. El título del disco hace referencia a una novela de Amos Tutuola que, curiosamente, ni Eno ni Byrne habían leído cuando grabaron el LP (aunque sí conocían obras anteriores del escritor.

Retomando una idea que quedó apenas esbozada más arriba, la duda sobre si de la colaboración de Eno y Byrne iba a surgir un disco instrumental o un disco de canciones iba a tener una respuesta perfectamente ambigua: se trataba de un disco de canciones pero que funcionaba como uno instrumental. ¿cómo se explica ese sinsentido? Fácilmente: la parte vocal de cada uno de los temas iba a proceder de grabaciones ya existentes y aquí se encuentra la clave de la revolución que supuso “My Life in the Bush of Ghosts”. Grabaciones de locutores radio se combinan con discusiones en antena entre oyentes y políticos sin identificar, extractos de discos folclóricos con cantos del mundo del Islam, sermones radiofónicos de exaltados predicadores norteamericanos, exorcismos reales, recitados del Corán o fragmentos de gospel. Alrededor de ese material básico, Eno y Byrne construyen un universo musical único cuya trascendencia a través de su influencia en otros artistas ha sido fundamental. Todo ello aún con tecnología analógica y la vieja técnica del “corta y pega” pero en sentido literal, cortando fragmentos de cinta magnetofónica y pegándolos con otros hasta formar “loops” rítmicos a partir de repeticiones de secuencias vocales. Toda una obra de alta artesanía al servicio de conceptos musicales que iban siendo inventados sobre la marcha, conforme surgía la necesidad de solventar un problema. No es esta la primera vez que se emplean este tipo de técnicas ni mucho menos (Holger Czukay hizo collages sonoros partiendo de emisiones radiofónicas y Riley o Reich trabajaron con “loops” vocales abundantemente mucho tiempo antes) pero quizá sí fue la primera en que el resultado era música pop. Eso sí, un pop avanzado en casi una década a su tiempo, un pop revolucionario, rompedor y arriesgado como pocos.

La amalgama de sonidos y grabaciones empleadas así como lo diverso de sus procedencias, complicó y retrasó sobremanera el lanzamiento del trabajo que se fue posponiendo hasta obtener los correspondientes permisos y autorizaciones de los propietarios de los derechos de los registros originales. No terminaron ahí los problemas. Poco después del lanzamiento del disco, una asociación islámica británica protestó por la utilización de recitados del Corán como base de una pieza musical bailable. Explica Byrne que en aquel momento entendieron que si eso molestaba a alguien no había inconveniente en eliminar ese corte del disco reemplazándolo por otro. Aún faltaban casi 10 años para que el Ayatolá Jomeini proclamase una “fatwa” hacia Salman Rushdie y todos los implicados en la publicación de sus “Versos Satánicos” pero la decisión de los artistas parecía fundamentada. A pesar de ello, circulan copias (muy cotizadas) del disco original conteniendo “Qu’ran”, el corte eliminado.

Participan en el disco, aparte de Eno y Byrne que interpretan guitarras, bajos, sintetizadores, batería, percusiones y todo tipo de objetos, digamos, no musicales, John Cooskey y Chris Frantz (batería, el segundo, miembro de Talking Heads), Dennis Keeley (bodhran), Mingo Lewis, Jose Rossy, Steve Scales y Prairie Prince (percusiones), David Van Tieghem (percusión y batería), Busta Jones, Tim Wright y Bill Laswell (bajo).

Edición expandida del disco aparecida en 2006


“America is Waiting” – Una serie de percusiones y efectos sonoros abren una pieza en la que la voz de un oyente de radio que llama indignado a un programa de una emisora del area de San Francisco es el único vestigio de letra. Guitarras ácidas y ritmos obsesivos van incorporándose a la pieza hasta formar un todo absurdo y atrayente hasta tal punto que no nos permite despegar nuestra atención de lo que suena.

“Mea Culpa” – Si hay una pieza realmente impresionante en el disco es esta distorsionada conversación entre un político y un oyente exaltado en una radio de Nueva York. Las voces de ambos forman “loops” rítmicos aprovechando a la perfección las enseñanzas del Steve Reich de “Come Out” o “It’s Gonna Rain” y anticipando al mismo tiempo todo lo que vendría después en la era del “sampling”. Ritmos electrónicos y demás artificios sonoros se combinan de forma magistral para componer un collage sonoro inteligente dotado de una estructura musical reveladora. Sin quererlo, Eno y Byrne estaban abriendo una caja de sorpresas que ya nadie podría cerrar.

“Regiment” – Si los temas anteriores estaban construidos a partir de elementos “no musicales”, en esta pieza ocurre algo muy diferente. Los músicos parten de un canto procedente del Líbano a cargo de Dunya Yusin, que apareció en el disco “The Human Voice in the World of Islam” del que Eno y Byrne se servirán en alguna ocasión más a lo largo del trabajo. La oración de la cantante es adornada de ritmos funk en los que destaca el bajo de Busta Jones. Siempre se ha citado “My Life...” como un claro antecesor de otro disco seminal como fue el “Zoolook” de Jean Michel Jarre y no nos extrañaría que cuando el francés preparaba las partes de bajo de Marcus Miller en su disco tuviera muy presente ésta pieza. Por lo demás, y al margen de esto, volvemos a escuchar guitarras muy agresivas y una percusión rica y cuidada, características ambas presentes en todo el disco.



“Help Me Somebody” – Un intenso sermón a cargo del reverendo Paul Morton sirve como excusa para una de las piezas más cercanas al sonido de Talking Heads del disco. Guitarras rítmicas y una sección de percusión brillante en la que destaca Steve Scales, quien pasaría a ser un estrecho colaborador de Byrne en el futuro.

“The Jezebel Spirit” – De nuevo los ritmos funk están presentes en otra pieza que aprovecha una grabación de un exorcismo real en la que el oficiante se enfrenta, nada menos que con el espíritu de Jezabel. En el tema encontramos todo lo que hace grande este disco con una presencia de los sonidos puramente electrónicos algo mayor que en otras composiciones.



“Very Very Hungry” – En la edición original del disco, este era el lugar que ocupaba la eliminada “Qu’ram”. En su sustitución se utilizó la que era también cara B del single de “Jezabel Spirit”. A pesar de ser inicialmente un descarte, el tema tiene mucho interés y es que en él la creación de ritmos mediante “loops” vocales alcanza los momentos más inspirados del disco. Estamos ante una pieza de pura experimentación (y una de las pocas del disco en las que no intervienen más músicos que los dos que firman el trabajo). Quizá sea porque estamos acostumbrados a escuchar el disco en esta versión pero lo cierto es que “Qu’ram”, el tema de la polémica, siendo más que interesante (en youtube es sencillo encontrarlo) suena diferente al resto del disco, más adelantado y actual si cabe, al menos desde la perspectiva del oyente de 2014.



“Moonlight in Glory” – Un extracto de un disco de espirituales a cargo de una agrupación del estado de Georgia es el punto de partida de otro arreglo soberbio en el que Eno y Byrne se lucen como intérpetes de todos los instrumentos pero, sobre todo, como maestros del manejo de los recursos disponibles en un estudio de grabación. Al margen del gospel en sí, escuchamos varias voces sin identificar a lo largo del tema.

“The Carrier” – Tercer corte basado en una pieza del disco “The Human Voice in the World of Islam” (el segundo era “Qu’ram”). Quizá se trate de la pieza más interesante del disco desde el punto de vista puramente musical, además de una de las más influyentes. Las guitarras anticipan claramente el trabajo de Eno con U2 en los años posteriores y algunos desarrollos rítmicos y sonoridades han aparecido tiempo más tarde en discos de artistas tan diferentes como Phil Sawyer, Jean Michel Jarre o Peter Gabriel.

“A Secret Life” – Los tres últimos cortes del disco no cuentan con ningún invitado especial al margen de los propios autores y forman una especie de suite. El primero de ellos con profusión de elementos melódicos árabes, utiliza como base una grabación de la cantante egipcia Samira Tewfik sacada de una recopilación de EMI Records. Estamos ante una pieza misteriosa y ambiental en la que el sello de Eno está muy presente.

“Come With Us” – Otro predicador radiofónico aparece en el siguiente corte aunque mucho más distorsionado que en los casos precedentes, de modo que su voz apenas se deja oir en un par de momentos muy puntuales. Los sonidos electrónicos se mezclan con un ritmo continuo a medio camino entre el sonido de un cronómetro y el latido de un corazón.

“Mountain of Needles” – Cerrando esta pequeña suite y, a la vez, el disco, escuchamos una pieza que facilmente podría haber firmado Eno en solitario puesto que reúne todas las características de sus discos de la serie “Ambient”. Una preciosa miniatura que pone un punto final perfecto a un disco imprescindible para cualquier aficionado con una mínima curiosidad musical.

Con su mezcla de voces de las más diversas procedencias, ritmos africanos, música funk y experimentos electrónicos, “My Life in the Bush of Ghosts” es uno de esos discos raramente influyentes que nunca aparecieron por los puestos más altos de las listas. No deja de resultar curioso porque a la calidad intrínseca del trabajo se une la relevancia de los nombres de los firmantes y hasta hechos tan propensos a convertir un disco en leyenda como el tener un corte “censurado”. Es posible también que la valoración real de “My Life...” haya llegado con el paso de los años y que su prestigio se haya visto cimentado en la aparición de obras de artistas posteriores que no serían fáciles de concebir si no hubiera existido éste disco. Pensamos en artistas como Public Enemy, Jean Michel Jarre o Moby por citar sólo unos pocos ejemplos.

Como ya hemos dicho, hubo dos ediciones del disco en su momento, una con “Qu’ran” y la más difundida con “Very Very Hungry”. La que nosotros recomendamos es otra distinta, de 2006, en la que, al margen de versiones algo más largas de varios de los cortes, podemos encontrar algunas piezas inéditas que sólo habían circulado en discos pirata. Antes de que os lo preguntéis, no. No incluye “Qu’ram” porque, ¿para qué meterse en líos 25 años más tarde, verdad?

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miércoles, 21 de agosto de 2013

The Balanescu Quartet - Possessed (1992)



Alexander Balanescu es un músico rumano que ha aparecido por aquí en alguna ocasión relacionado con artistas tan dispares como Michael Nyman y los Pet Shop Boys y casi siempre al frente de su propio cuarteto. El violinista destacó desde muy joven en su Rumanía natal lo que le llevó a formar parte durante tres años del prestigioso cuarteto Arditti en calidad de segundo violín. Poco después y a raíz de su intervención en un disco ya comentado aquí con música de Michael Nyman (“And Do they Do / Zoo Caprices”) terminó por integrarse en la Michael Nyman Band simultaneando su participación en ella con la Gavin Bryars Ensemble. No tardó en formar su propio cuarteto acompañado de la violinista Clare Connors, el intérprete de viola Bill Hawkes y la violonchelista Caroline Dale aunque todas estas formaciones estaban tan relacionadas entre sí que los dos primeros formaron parte en algún momento de la banda de Nyman y, en el caso de Connors, también de la de Bryars.

Con el Balanescu Quartet, Alexander no sólo se dedica a tocar música de un repertorio contemporáneo más o menos clasicista sino que también ha acompañado a grupos electrónicos y de pop como los mencionados Pet Shop Boys pero el disco que hoy nos ocupa va un paso más allá y es que en él, Balanescu, con la ayuda de Clare Connors, responsable de los arreglos, afronta el reto de transcribir al cuarteto de cuerda varias de las composiciones más populares de una formación como Kraftwerk, bandera del tecno-pop y de la música electrónica. El experimento, que se completaba con tres composiciones propias de Alexander y otra versión, en este caso de David Byrne.

Aunque es evidente que las revisiones de Kraftwerk son la bandera de enganche que el cuarteto utiliza para hacer más atractivo el disco, éstas sólo ocupan la mitad su duración con lo que tampoco debemos enfocar este trabajo centrándonos en ellas si bien parece claro, desde la misma tipografía de la portada, claro homenaje al disco “The Man Machine”, que el trabajo gira alrededor de estos arreglos. Como curiosidad, a pesar de que estamos hablando de un cuarteto de cuerda, el disco no fue publicado por ninguna compañía clásica sino por el sello de música electrónica Mute.

Alexander Balanescu con su característico sombrero

“Robots” – Comienza el disco con la revisión del clásico “The Robots” del disco “The Man Machine”. La transcripción de Clare Connors imita, incluso, los efectos electrónicos del comienzo del tema por lo que no se limita sólo a las partes más melódicas. Un ritmo fuertemente sincopado es dueño y señor de la pieza y junto a él fluyen, sorprendentemente bien los diversos temas musicales escritos por el cuarteto de Düsseldorf. El cello interpreta las bases rítmicas acompañado por uno de los violines, que es quien realmente lleva la citada síncopa. Sólo en la parte final escuchamos una percusión como elemento ajeno al propio cuarteto aunque bien podría proceder del golpeo de la caja de alguno de los instrumentos del grupo ya que no aparece acreditado el uso de ningún otro artefacto en la pieza.

“Model” – Continuando con “The Man Machine”, Balanescu y compañía afrontan ahora la revisión de “The Model”, la canción más convencional si lo miramos desde los estándares del pop de todo el repertorio de Kraftwerk. Es muy sorprendente compbrobar con qué naturalidad funciona un himno electrónico como es este trasplantado a un medio tan ajeno en principio como es el cuarteto de cuerda. El esquema, en el fondo, es el mismo que en la pieza inicial, con uno de los violines marcando el ritmo junto a la viola, el chelo encargándose de lo que serían las líneas de bajo en el original y el otro violín interpretando la melodía principal con cierta distorsión intencionada que encaja muy bien con el tono de la pieza.

“Autobahn” – Cambio de disco y de estilo. Se trata de de revisar el inmortal “Autobahn” y encontramos aquí un arreglo algo más complejo que los anteriores como corresponde a una pieza con raíces en las corrientes vanguardistas de los sesenta, especialmente en el minimalismo norteamericano, en lugar de en el pop como era el caso de las anteriores. Nos llama por ello más la atención, teniendo en cuenta la procedencia estilística de Alexander Balanescu, que en su versión, obvie las partes más decididamente avanzadas de la extensa pieza original dejando sólo un limitado espacio de poco más de dos minutos en los instantes finales del tema, cuando sería una música ideal para que el cuarteto pudiera dar lo mejor de sí mismo.

“Computer Love” – El primero de los dos cortes extraídos del disco “Computer World” nos parece la revisión más acertada de todo el disco y es que Clare Connors convierte los primeros instantes de la pieza en una composición minimalista con todas las de la ley. Más tarde el arreglo se acerca más al de los dos primeros temas del disco en especial en cuanto al tratamiento del ritmo. En la parte central del tema retomamos la esencia minimalista y los miembros del cuarteto se permiten alguna licencia interpretativa que funciona realmente bien.



“Pocket Calculator” – A pesar de que en la versión de Kraftwerk, todos los temas escogidos tenían letra, sólo es en éste en el que el cuarteto Balanescu respeta esa condición con el propio Alexander haciendo las voces de la pieza adaptandose fielmente a la entonación del original. Una vez más, tenemos una versión magnífica que nos hace olvidarnos de las evidentes diferencias entre la instrumentación del disco de 1981 y este.

“Possessed” – Cerrada la parte dedicada a Kraftwerk, entramos en el terreno de las composiciones propias de Alexander Balanescu y lo hacemos con la pieza más extensa de todo el trabajo en la que se incorpora al grupo el batería y percusionista Steve Arguelles. Tenemos que reconocer que nos movía la curiosidad por comprobar cuál sería el estilo como compositor de un músico al que siempre habíamos escuchado interpretando piezas ajenas y lo cierto es que la música de Balanescu nos causa una gran impresión. Un oyente atento, forzando un poco la comparación, encontraría influencias de Michael Nyman pero nunca en un grado tan importante como para desmerecer la labor del músico rumano. En la parte central de la composición, encontramos un extenso fragmento que podría pertenecer a cualquier obra del autor de “The Draughtsman Contract” pero es una influencia que podemos escuchar en otros artistas como Yann Tiersen y nunca le acusaríamos de copiar. Sea como fuere, “Possessed” nos parece una composición notable que dice mucho de su autor y nos fuerza a tomarlo en cuenta como algo más que un intérprete.

“Want Me” – A Steve Arguelles se unen otras invitadas como son el trío vocal Miranda Sex Warning (Katharine Blake, Kelly McCusker y Jocelyn West) quienes aportan una gran cantidad de matices a la pieza. Las similitudes con la obra de Nyman (imposible no mencionarlas) son aquí algo más evidentes que en la pieza anterior y se ven acentuadas, precisamente, por la parte vocal que nos hace recordar fragmentos de “Prospero’s Books” o “The Cook, the Thief, His Wife and Her Lover”.

“No Time Before Time” – Cerrando la serie de piezas propias, Alexander Balanescu, prescinde ahora de invitados limitando al cuarteto su paleta de sonidos y acercándose más que nunca a Michael Nyman. Estamos convencidos de que cualquier oyente medianamente familiarizado con la obra del compositor británico le atribuiría la autoría de esta composición sin apenas dudarlo, sin necesidad de escuchar más allá de cuatro o cinco compases. Incluso la estructura, combinando diferentes temas y pasando de uno a otro de forma brusca, sin transición ni advertencia alguna es clara deudora de Nyman. Habiendo sido colaboradores tan estrechos durante tanto tiempo, nos vemos impulsados a perdonar estos guiños estilísticos al bueno de Alexander.



“Hanging Upside Down” – Para cerrar el disco, escoge Balanescu un arreglo de Clare Connors de esta canción de David Byrne aparecida en su disco “Uh-Oh”, de publicación reciente en el momento en que apareció “Possessed”. El tema, una animadísima canción, optimista y pegadiza a más no poder, toma un inesperado color africano en la trascripción de Clare, que quizá estuviera presente en el original pero que, de ser así, nos había pasado claramente desapercibido. El cierre del disco se produce, de este modo, con uno de sus mejores momentos.


No suelen salir del todo bien este tipo de experimentos en los que un músico se propone introducirse en estilos ajenos al suyo y adaptar un tipo de composiciones a un medio tan distinto a aquel para el que fueron concebidas. La buena noticia es que, muy de vez en cuando, estas adaptaciones no sólo salen airosas del envite sino que consiguen atraparnos casi tanto como los originales. Pocos habrían imaginado que la música de Kraftwerk podría adaptarse a un cuarteto de cuerda pero el tiempo ha demostrado que funciona perfectamente en formatos incluso más insospechados (existe un disco de cumbias, cha-cha-chas y demás arreglos latinos sobre música de los alemanes que algún día tendremos que tratar aquí). La otra parte del disco, dedicada a la música propia de Alexander Balanescu nos resulta igualmente interesante por cuanto nos presenta la obra de un músico al que habíamos oído en multitud de grabaciones pero siempre interpretando obras ajenas y la experiencia es muy satisfactoria. Os animamos a acercaros a este disco, ya sea como aficionados a Kraftwerk, a la música de Michael Nyman, a la música contemporánea para cuarteto de cuerda o, simplemente a los experimentos más curiosos. Lo podéis encontrar, como siempre, en los siguientes enlaces:

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Nos despedimos con una combinación realmente marciana: El Balanescu Quartet, interpretando "The Model" de Kraftwerk con David Byrne como cantante, una thereminista, batería electrónica y sintetizadores. Glorioso.