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sábado, 9 de septiembre de 2017

Steven Wilson - To the Bone (2017)



Poco tiempo después de la publicación de su anterior trabajo, Steven Wilson puso sobre aviso a todos sus seguidores: el próximo disco iba a suponer un cambio de estilo notable con respecto a lo que había editado hasta ahora. No faltaron las especulaciones sobre qué iba a suponer eso exactamente. Conociendo el bagaje musical de Wilson, el giro podría ser hacia cualquier sitio aunque no tardó mucho el propio artista en ofrecer alguna pista más hablando de un disco de pop progresivo inspirado por los discos que escuchaba de joven citando expresamente cuatro trabajos muy concretos: “So” de Peter Gabriel, “Hounds of Love” de Kate Bush, “The Colour of Spring” de Talk Talk y “The Seeds of Love” de Tears for Fears.

Evidentemente no se trataba de una ocurrencia de un día para otro ya que Wilson siempre ha declarado su admiración por esos cuatro artistas y grupos e incluso ha tenido la oportunidad de trabajar de primera mano con material de alguno de ellos como es el caso del disco de Tears for Fears en cuya remasterización y mezcla ha estado trabajando en los últimos meses con vistas a su reedición, algo que hizo ya con “Songs from the Big Chair” de la misma banda en 2014.

La idea de escuchar a un Steven Wilson más enfocado en el pop resultaba interesante y nos llevaba a pensar en algunas de sus colaboraciones como las grabadas bajo el nombre de Blackfield junto con Aviv Geffen o, incluso, en determinadas canciones de No-Man, el grupo que Wilson integró con Tim Bowness. Tampoco había que perder de vista el hecho de que su “Hand. Cannot. Erase” tenía varios momentos que podrían encajar perfectamente en la definición de “pop progresivo” que parecía ser la más descriptiva del nuevo proyecto. Poco a poco se fueron sabiendo más detalles incluyendo los nombres de los músicos participantes en el proyecto comenzando por el de la persona que haría las veces de co-productor junto con el propio Wilson: Paul Stacey, conocido por su trabajo junto a los Black Crowes y especialmente con Oasis a partir de 1999.

Junto a ellos participan en el disco la cantante Ninet Tayeb (ya habitual de Wilson puesto que interviene en “Hand. Cannot. Erase” y “4 1/2”), el guitarrista eslovaco David Kollar, el bajista Nick Beggs (con Wilson desde 2011), Robin Mullarkey, Adam Holzman (teclista que acompaña a nuestro artista desde 2012), Craig Blundell, Jeremy Stacey (batería y hermano gemelo de Paul), Pete Eckford, Mark Feltham (quien ya tocaba la armónica en los discos de Talk Talk), Sophie Hunger, Jasmine Walkes, David Kilminster, Dave Stewart junto con la London Session Orchestra y Paul Draper. Andy Partridge (de XTC, banda cuyos discos también remasterizó Wilson recientemente) colabora en la letra del corte que abre el disco.

Steven Wilson junto a Ninet Tayeb


“To the Bone” - Abre el disco un ritmo electrónico acompañado de un breve texto leído por Jasmine Walkes. Pronto son interrumpidos ambos por la armónica de Feltham y una batería contundente que nos deja ya en el tramo central del tema cantado por Wilson con Ninet Tayeb a los coros. El cort es algo más directo de lo habitual en el músico pero tampoco termina de ser una canción fácil ni mucho menos. De hecho no es tan diferente de las que integraban “Hand. Cannot. Erase”. El tramo final de la misma con las armonías vocales entre Wilson y Tayeb, por ejemplo, encajaría perfectamente en aquel trabajo.

“Nowhere Now” - Piano y voz abren un tema con todo el sello de los mejores momentos de Blackfield muy presente. Un pop muy elegante y agradable con toques progresivos muy equilibrados. También tiene trazas de discos como “Stupid Dream” de Porcupine Tree. En la segunda mitad del tema se produce un cambio de ritmo que introduce un breve tema que se desarrollará más adelante en uno de los cortes más controvertidos del disco.

“Pariah” - En las semanas previas al lanzamiento del disco, Wilson dio a conocer algunas canciones sueltas. Ésta fue la primera en aparecer completa y pronto se convirtió en una de nuestras favoritas. Estructurada como un dúo entre Wilson y Ninet Tayeb. La producción es exquisita en todo momento y el tema transcurre plácidamente hasta llegar al tramo final tras un alucinante “in crescendo” en el que los teclados, la batería y las guitarras elevan el tono para despedir la pieza de un modo grandioso antes de que Wilson haga una pequeña recapitulación con la que cierra el tema.




“The Same Asylum as Before” - La canción, muy afilada en su inicio con un aire a los primeros Pink Floyd post Waters nos muestra a Wilson cantando en falsete al principio aunque enseguida vuelve a su registro habitual con un estribillo marca de la casa y de muy agradable escucha. No faltan las enérgicas guitarras en el tramo final que nos recuerdan de dónde viene Wilson (es una canción no muy diferente a las de los Porcupine Tree de “Deadwing” por ejemplo). No es la pieza más original del disco pero tras varias escuchas ha terminado por gustarnos mucho.

“Refuge” - De nuevo escuchamos sólo la voz de Wilson junto al piano sobre una serie de leves efectos electrónicos. Tras la introducción se abre paso un ritmo mecánico y una serie de sintetizadores muy propios de determinadas producciones de los años ochenta (al fin y al cabo, la época que inspira el disco). Sube el ritmo poco a poco hasta llegar a una explosión de percusiones que nos trae a la cabeza inmediatamente a Peter Gabriel. Escuchamos entonces un maravilloso solo de armónica prolongado por otro de guitarra a cargo de Paul Stacey que conforman uno de los mejores momentos de todo el disco. Se produce entonces una pausa rota por las notas del piano de Wilson (con la armónica en segundo plano) que es aprovechada por el músico para entonar un par de versos y concluir la pieza.




“Permanating” - Llegamos al corte más polémico del disco por su descarada comercialidad. Definido por Wilson en su momento como “un cruce entre la Electric Light Orchestra y ABBA producido por Daft Punk” tiene mucho de eso. El comienzo y el piano rítmico que suena a lo largo de toda la canción es claramente deudor de la música del grupo de Jeff Lynne (había sido anticipado al final de “Nowhere Now” como indicamos antes) y la segunda parte del estribillo es 100% ABBA. Para muchos era la confirmación de que Wilson buscaba el éxito a través de canciones fáciles y pegadizas y, sinceramente, cuesta desmentir esa idea tras escuchar “Permanating” que, por otro lado, es un tema de excelente factura.




“Blank Tapes” - Un suave comienzo de “mellotron” acompañado de guitarra abre una balada de corta duración que actúa como interludio y nos ofrece la posibilidad de volver a escuchar a Ninet Tayeb durante unos instantes.

“People Who Eat Darkness” - El inicio, guitarrero y sucio, casi “grunge” nos pone en alerta acerca de lo que puede suceder aquí pero enseguida se reconduce hacia terrenos más familares para el seguidor de Wilson recordando en algún momento a temas como “Way Out of Here” de “Fear of a Blank Planet”.

“Song of I” - Uno de los comienzos más evocadores del disco con una serie de percusiones y sonidos que nos remiten inmediatamente a dos de las referencias más claras de Wilson en los últimos tiempos: Peter Gabriel y Prince (especialmente el de “Sign `O' the Times”). El formato de la canción, a dúo con Sophie Hunger hace pensar casi automáticamente en las colaboraciones de Gabriel con Kate Bush. Probablemente sea una de nuestras canciones preferidas de “To the Bone” y una de las pocas sin precedentes claros en la discografía de su autor. Destacamos también los magníficos arreglos de cuerda de Dave Stewart a lo largo de toda la pieza.




“Detonation” - La pieza más extensa del disco (ronda los diez minutos) es otra de las joyas del trabajo. El comienzo con esa guitarra acústica casi en segundo plano remite al primer disco de Wilson en solitario, “Insurgentes”, y las percusiones, con unos ritmos irregulares muy atractivos son un gran acierto. Superada la introducción entramos en un típico desarrollo instrumental de esos que nunca faltan en los discos del artista. Percusiones, bajo y guitarras nos ofrecen un derroche de energía que se prolonga durante unos minutos antes de llegar a un interludio en el que cuerdas, “mellotron” y percusiones arropan a Wilson que vuelve a cantar por unos instantes antes de retomar el extraordinario segmento anterior. Cuando parecía que todo iba a transcurrir más o menos por los mismos derroteros entramos en un tramo absolutamente alucinogeno con percusiones de un cierto aire latino, cuerdas electrónicas y un magnífico Nick Beggs al bajo que nos ofrecen lo que podría ser un homenaje a la banda clásica del “krautrock”, Neu!. En el tramo final se añaden unas potentes guitarras con las que se cierra una pieza que promete ser uno de los momentos culminantes de los conciertos.

“Song of Unborn” - Como cierre del disco, Wilson opta por un tema lento en la linea del “Happy Returns” de “Hand. Cannot. Erase” que prácticamente ponía el punto y final a aquel trabajo. Incluso las voces angelicales que se escuchan aquí podrían corresponderse con las de “Ascendant Here On”, la coda de aquel tema en el disco precedente aunque aquí terminan por fundirse con el tema central en lugar de servir de cierre.

Con Steven Wilson hemos observado un fenómeno que se repite continuamente en todos los estilos musicales. Tenemos un artista que comienza a destacar, con una obra de gran calidad y que va haciéndose con un grupo bastante notable de seguidores fieles. Seguidores que se muestran sorprendidos por el hecho de que su, llamémosle ídolo, no termine de triunfar a escala masiva y ser conocido por todos. Eso va construyendo una figura de músico de culto que poco a poco va creciendo y que un día da el gran paso. “To the Bone” se ha colocado poco después de su publicación en los primeros puestos de las listas de un buen número de países europeos. Revistas y prensa más bien generalista vierten grandes críticas sobre el disco que escapa así del más o menos reducido grupo de fieles que siguen a Wilson desde los primeros años de Porcupine Tree. De repente, el músico de culto se convierte en “mainstream” y la conclusión primera para parte de los seguidores que se encontraban cómodos con un ídolo misterioso y desconocido para el resto del mundo es sencilla: se ha vendido. Hablamos de un tipo de seguidor acostumbrado a presumir de oír música diferente que de repente se encuentra con que gente de su entorno, de aquella cuyos gustos son “normales” le dice: “oye, he escuchado al músico ese que te gusta y no está mal”. Los esquemas se rompen. Fulanito no puede oir a Wilson. Wilson me gustaba a mí y no a él. Resultado: Wilson ya no “mola”.

El análisis es simplista y sesgado y somos conscientes de ello pero también sabemos que existe ese tipo de seguidor en el “universo Wilson” porque existe alrededor de todos los artistas que no son primerísimas figuras. No son mayoritarios, desde luego, pero sí muy ruidosos y componen una importante facción del fenómeno “hater” tan habitual hoy en las redes sociales: la de los fans que de la noche a la mañana pasan a ser los mayores detractores de un artista.

En el caso de Wilson se suman también muchos aficionados que se la tenían guardada. Son estos personas a las que nunca les gustó demasiado su música y que, además, consideraban que el foco que acaparaba dentro de un género relativamente minoritario como es el del rock progresivo, restaba atención a otros artistas que, a su juicio, lo merecían mucho más. En estos casos, la “traición” al género que supone el hacer un disco pop es la excusa perfecta para atacar al “intocable” y pedirle viejas cuentas.

Existe, claro está, un tercer bando de críticos que son aquellos a los que, sencillamente, no les gusta el planteamiento, la ejecución, el contenido o las tres cosas a la vez de “To the Bone”. Sin motivaciones extrañas ni otro criterio que no sea su gusto personal. Estamos seguros, además, de que la mayor parte de los disconformes con el disco pertenecen a este grupo y eso está bien. No queremos tampoco que el lector ajeno se lleve la impresión de que la acogida del disco ha sido mala. Ni mucho menos. De hecho, y como hemos dicho anteriormente, estamos ante el que probablemente sea el disco más exitoso de Wilson en toda su carrera incluyendo en ella todos sus proyectos con otros músicos y bandas, no solo en cuanto a las ventas sino en cuanto a la reacción de la crítica en general. Dentro de sus seguidores habituales tenemos la impresión de que, tras el desconcierto inicial, la mayoría se muestra satisfecha del resultado. Nuestra propia opinión es bastante buena, si bien creemos que sus discos anteriores (“Hand. Cannot. Erase” o “The Raven that Refused to Sing”, especialmente) están por encima de este.

La duda que nos surge ahora es saber si esta va a ser la linea futura escogida por el músico para sus próximos trabajos o si volveremos a asistir a algún giro de guión próximamente aunque teniendo en cuenta su trayectoria nos inclinamos por pensar esto último.

Os dejamos con un vídeo en el que el propio artista explica el disco tema por tema:

 

miércoles, 2 de marzo de 2016

Steven Wilson - "4 ½" (2016)



No es la primera vez que hablamos aquí de la inteligencia y la visión comercial de Steven Wilson, paralela a su extraordinario nivel como artista completo. Una de las cosas que cuida mucho desde sus comienzos y en todos los proyectos que ha liderado, es el no dejar que su rastro “se enfríe”, el tener siempre activos a sus seguidores mediante la aparición periódica de nuevo material. En unas ocasiones ese hueco se cubre con discos en directo, en otros con recopilaciones de material antiguo difícil de encontrar y alguna vez, con discos como el que hoy nos ocupa en el que se recogen descartes de trabajos anteriores y alguna versión en directo.

Las últimas noticias que nos llegan del músico británico hablan de un importante giro que tiene pensado afrontar en su próximo disco, previsto para finales del año que viene. Según estas informaciones, Wilson querría cerrar una etapa e iniciar la siguiente con un cambio de estilo bastante pronunciado. Como, de hecho, su cerebro estaría ya trabajando con esos nuevos parámetros, no ha querido dejar atrás cabos sueltos en su trabajo de los últimos años. Para ello, publica “4 ½”. Un disco que no tendría la entidad suficiente para ser considerado el quinto de su carrera en solitario pero que, evidentemente, va después del cuarto (sabemos que hay más de cuatro discos anteriores publicados bajo el nombre de Steven Wilson pero por diversas razones, no todos ellos pueden considerarse trabajos con entidad propia y así lo cree el propio músico).

“4 1/2” contiene material nuevo para el oyente pero no de nueva creación. De hecho, la mayor parte de las canciones son descartes de los dos anteriores discos del músico que no encajaron en aquellos por diversos motivos, principalmente temáticos. Esto implica que no estamos necesariamente ante material “de desecho” pero, desde luego, tampoco ante un disco concebido como una serie de canciones escritas en un mismo momento y con la intención de que formen parte de una obra concreta. Un disco, pongamoslo así, que sirva para mantener contento al aficionado mientras llega el plato fuerte.

Imagen que se esconde tras las 4 barras y media que se recortan en la portada del disco.


“My Book of Regrets” - La primera pieza del disco se comenzó a escribir en 2013 aunque fue acabada en 2015. De hecho, parte de lo que aquí suena procede de un concierto de la gira del año pasado con adiciones grabadas posteriormente en el estudio. Intervienen en la pieza Adam Holzman (teclados), Dave Kilminster (guitarras), Nick Beggs (bajo) y Craig Blundell (batería). Wilson canta y toca guitarras, teclados y percusiones. Comienza el tema con un escueto “riff” de guitarra que no ofrece demasiadas novedades. El texto y los arreglos en general recuerdan en un principio a los de “Hand. Cannot. Erase”, lógicamente, y podría perfectamente haber entrado en la lista de temas de ese disco. El desarrollo de la canción, sin embargo, termina por llevarla por otros derroteros, especialmente a partir del minuto dos, en el que, tras una pausa dramática, escuchamos una frenética guitarra muy similar a la del “Time Flies” del último disco de Porcupine Tree que ya tenía bastantes similitudes con algún fragmento del “Animals” de Pink Floyd. A partir de ahí entramos en un tramo de rock progresivo instrumental en el que destaca especialmente el bajo de Nick Beggs, fantástico en todo momento. Algunos ramalazos de “hard rock” van intercalándose de vez en cuando hasta llegar al último tramo, más próximo a los experimentos de los Porcupine Tree más electrónicos en un primer momento hasta llegar al gran sólo de guitarra final, con aires del David Gilmour más épico. Para el cierre, Wilson vuelve al motivo inicial de la pieza que es recreado una última vez.

“Year of the Plague” - Procedente de las sesiones de grabación de “The Raven that Refused to Sing”, fue completada a finales de 2015. Wilson toca todos los instrumentos acompañado de Adam Holzman al piano. Nos recibe con un tono misterioso como correspondía a la temática de aquel disco. Wilson tira de “samples” (especialmente de cuerdas) para crear el ambiente ideal antes de iniciar una serie de melancólicos acordes a la guitarra acústica con el acompañamiento del piano de Holzman. El instrumental no tiene un gran desarrollo pero no deja de ser una pieza emotiva y bien construída.




“Happiness III” - Aunque es un tema escrito en 2003, se grabó en 2014 durante las sesiones de “Hand. Cannot. Erase”. La banda la integran los músicos que firmaron ese disco: Adam Holzman (teclados), Guthrie Govan (guitarras), Nick Beggs (bajo) y Marco Minnemann (batería). Wilson canta y toca guitarras. La canción, que explota recursos de los que Wilson se ha servido reiteradamente en los últimos años, se beneficia de una gran actuación de Minnemann a las baquetas que construye una serie de espacios de gran amplitud a través de los que se filtra un estribillo casi “pop” que nos recuerda más al Wilson de Blackfield que al de sus trabajos en solitario. El armazón, sin embargo, es inconfundiblemente suyo.

“Sunday Rain Sets In” - Pieza instrumental procedente de las mismas sesiones de grabación que el anterior aunque sin Govan y Minnemann, reemplazados aquí por Theo Travis (flauta) y Chad Wackerman (batería). Comienza con unos temblorosos acordes de guitarra a los que la intervención de Travis confiere un aire aún más misterioso. Es una de esas transiciones que tan bien le salen a Wilson, con un toque jazzístico en esta ocasión, que le sienta de maravilla aunque no faltan el súbito cambio de tono en forma de ráfaga de guitarra cercano al final de la pieza.

“Vermillioncore” - El último tema “nuevo” del disco se terminó a mediados de 2015 aunque partía de ideas anteriores (se indica que parte del tema proviene de dos años antes). Repiten Wilson, Holzman y Beggs y se suma a ellos la batería de Craig Blundell. Es, quizá, la pieza que mejor acogida ha tenido por parte de los seguidores del músico y muchos la han comparado con algunas piezas de King Crimson. Sin querer quitarles la razón, encontramos suficientes elementos y giros característicos de Wilson como para adjudicarle otra paternidad. El núcleo de la pieza es una breve frase de “stick” que se repite una y otra vez saltando del mismo a las guitarras y adornado, conforme nos adentramos en la composición, con capas sonoras electrónicas. La batería de Blundell, entusiasta, cumple su labor sin llegar a enamorarnos.




“Don't Hate Me”- Cerrando el disco encontramos una versión de una canción del disco “Stupid Dream” de Porcupine Tree (reeditado muy convenientemente por estas mismas fechas). El tema procede de una interpretación en directo grabada durante la gira de Wilson del año pasado pero ha sufrido importantes retoques en el estudio de cara a su inclusión aquí. Los músicos son los mismos de “My Book of Regrets” con la adición de Theo Travis (flauta) y la cantante Ninet Tayeb que interpreta buena parte del texto de la pieza. Es esta la parte más atractiva de la canción, por otra parte muy conocida por los seguidores de Wilson y Porcupine Tree. La versión es muy interesante por el hecho de estar interpretada por músicos muy diferentes de los que integraban en su momento la banda y sus aportaciones particulares se dejan notar en los fragmentos instrumentales que suenan en la parte central.

Muchas clasificaciones que aparecen en las webs de música incluyen una categoría a la hora de puntuar un disco que viene a llamarse algo así como “sólo para completistas”. Con ella se pretende englobar los trabajos de un grupo o artista cuyo contenido, probablemente, sólo interese a los seguidores más fieles del mismo. “4 1/2” nos parece un disco que debería figurar en esa categoría lo cual no quiere decir que no pueda interesar a un público más amplio ni tampoco pretende etiquetar el trabajo como algo inferior, de calidad discutible. Creemos que está uno o dos escalones por debajo del nivel habitual de la producción de Wilson pero eso es algo lógico, casi esperado, con un lanzamiento de las características de éste.


Nos despedimos con un homenaje reciente de Wilson y su banda a David Bowie en directo. Ninet Tayeb, co-protagonista de "Don't Hate" me, se atreve aquí con "Space Oddity".