Un lugar donde hablar de música y compartir opiniones con el único ánimo de ampliar gustos musicales y, acaso, descubrir nuevos artistas al eventual lector.
Hace apenas un par de meses se cumplieron la friolera de 15 años sin un disco nuevo de estudio de King Crimson. Algo que para cualquier otra banda pintaría un panorama casi aterrador en relación con su futuro, para el grupo de Robert Fripp ha sido todo lo contrario puesto que ese largo periodo de tiempo ha estado lleno de experimentación y evolución en muchos sentidos con muchas entradas y salidas de miembros y, sobre todo, con muchos conciertos en los que se ha recuperado material que hacía décadas que no era interpretado en directo. Especialmente en los últimos años ha habido una gran cantidad de conciertos que han tenido reflejo en los correspondientes lanzamientos discográficos.
En este periodo la banda ha pasado de ser un cuarteto al octeto actual, algo desacostumbrado para un grupo de rock y más teniendo en cuenta que de los ocho miembros, cuatro son baterías (aunque uno de ellos se encarga de los teclados desde que pasaron de siete a ocho instrumentistas). Hasta cinco lanzamientos en formato físico han aparecido desde 2015 hasta hoy recogiendo distintos momentos de las giras de King Crimson en este último periodo además de un buen número de grabaciones en forma de descarga digital por lo que estamos ante una etapa sobradamente documentada.
Nos queremos detener ahora en un lanzamiento atípico de este pasado año. Atípico por ser un EP, formato no demasiado común y que en el caso de King Crimson solía ser siempre el precedente de un disco de estudio, y también por estar centrado en una composición ajena al repertorio de la banda. Evidentemente no podía ser una canción cualquiera. En enero de 2016 fallecía David Bowie, artista con el que Robert Fripp tuvo la oportunidad de colaborar en uno de sus momentos de mayor creatividad: el que dio lugar a la grabación del disco “Heroes”. Fue precisamente en la canción que daba título al disco en la que el guitarrista realiza una de sus intervenciones más conocidas contribuyendo con su particular sonido a hacer inmortal un tema que ha sido interpretado después por decenas de artistas. A modo de homenaje, Fripp incorporó la canción a varios de los conciertos que King Crimson ofreció en los meses posteriores y ya en 2017 decidió lanzar un EP con la versión de “Heroes” del concierto de Berlín del 12 septiembre, algo muy adecuado puesto que fue en esa ciudad en la que nació la canción original. En aquel momento King Crimson eran: Mel Collins (saxos y flauta), Robert Fripp (guitarra y teclados), Gavin Harrison (batería), Jakko Jakszyk (guitarra y voz), Tony Levin (bajo y stick), Pat Mastelotto (batería) y Jeremy Stacey (batería y teclados).
King Crimson en versión septeto.
“Heroes” - Si hay algo que no se le suele reprochar a King Crimson es la falta de riesgo y quizá sea eso lo que más nos decepciona de esta versión: la aproximación conservadora a una canción que suena extremadamente similar a la original y con una interpretación vocal absolutamente desapasionada por parte de Jakszyk. Hay alguna aportación interesante en lo instrumental, cómo no, pero uno siempre espera que una banda como esta vaya un paso más allá.
“Easy Money” - Un buen ejemplo de lo que intentamos decir acerca del corte anterior lo encontramos en esta versión de un clásico de King Crimson que en esta grabación (procedente del concierto parisino del 3 de diciembre de 2016) suena tremendamente fresco con un maravilloso Mel Collins y un juego de percusiones delicioso. Una gran interpretación de una canción de hace más de cuarenta años a la que aún le queda jugo que extraer como demuestra el propio Fripp en un sobrecogedor solo de la mano del bajo de Levin y las florituras vocales de Jakszyk. Extraordinario.
“Starless” - Con el siguiente tema nos ocurre algo similar a lo que nos pasaba con “Heroes”. Es una canción extraordinaria pero el enfoque de la banda aquí es demasiado respetuoso con el original pese a lo acertado de la interpretación de Mel Collins al saxo dibujando lineas nuevas continuamente. En su contra juega también el hecho de ser una versión recortada (un “radio edit”) cosa que hablando de King Crimson en directo suena a herejía. Más aún cuando la versión íntegra publicada en el doble “Live in Vienna” supera los 13 minutos de duración.
“The Hell Hounds of Krim” - Para quienes, como nosotros, hayan estado algo desconectados de las peripecias recientes de la banda en directo, este corte interpretado en su totalidad por los tres baterías del grupo es uno de los grandes atractivos del lanzamiento dado que no aparece en ningún otro disco de King Crimson en estudio aunque sí en alguno de los recientes trabajos en directo como “Live in Toronto”, “Radical Action to Unseat the Hold of Monkey Mind” o “Live in Vienna”. De hecho la grabación que aquí aparece, como la anterior, procede de este último concierto.
“Heroes (radio edit) – Si innecesario era recortar “Starless”, más nos lo parece hacer lo mismo con el tema central del disco, especialmente dado que la versión íntegra tampoco es demasiado extensa.
En un primer momento algunas voces hablaron de un uso oportunista de la canción de Bowie por parte de Fripp para aprovecharse de la atención mediática que suscitó el fallecimiento del cantante, algo absurdo por cuanto que, no sólo el guitarrista fue parte activa en la creación del tema sino que, además, “Heroes” ya había sido interpretada en directo por King Crimson años antes cuando Adrian Belew era el vocalista de la banda. Sí que es cierto que rechina un poco el lanzamiento de un EP como este cuando, como ya hemos indicado, hay hasta cinco discos en directo publicados en muy poco tiempo por parte de King Crimson en los que podemos escuchar todas las canciones que aparecen aquí. En un caso como el nuestro en que, quizá por saturación, hemos desconectado bastante de esta fase de la banda llena de discos en directo en muy poco tiempo, este “Heroes” sí que ayuda a llenar este hueco y hacernos con una grabación que, en el fondo, es de las que hay que tener. Cuando una banda de esta categoría graba un homenaje a otro artista gigantesco como Bowie, es casi obligatorio hacerse con ese testimonio y, siquiera por ese motivo, merece la pena su adquisición.
Como despedida os dejamos otra versión de King Crimson de "Heroes" del año 2000 con Adrian Belew como cantante:
Poco tiempo después de la publicación de su anterior trabajo, Steven Wilson puso sobre aviso a todos sus seguidores: el próximo disco iba a suponer un cambio de estilo notable con respecto a lo que había editado hasta ahora. No faltaron las especulaciones sobre qué iba a suponer eso exactamente. Conociendo el bagaje musical de Wilson, el giro podría ser hacia cualquier sitio aunque no tardó mucho el propio artista en ofrecer alguna pista más hablando de un disco de pop progresivo inspirado por los discos que escuchaba de joven citando expresamente cuatro trabajos muy concretos: “So” de Peter Gabriel, “Hounds of Love” de Kate Bush, “The Colour of Spring” de Talk Talk y “The Seeds of Love” de Tears for Fears.
Evidentemente no se trataba de una ocurrencia de un día para otro ya que Wilson siempre ha declarado su admiración por esos cuatro artistas y grupos e incluso ha tenido la oportunidad de trabajar de primera mano con material de alguno de ellos como es el caso del disco de Tears for Fears en cuya remasterización y mezcla ha estado trabajando en los últimos meses con vistas a su reedición, algo que hizo ya con “Songs from the Big Chair” de la misma banda en 2014.
La idea de escuchar a un Steven Wilson más enfocado en el pop resultaba interesante y nos llevaba a pensar en algunas de sus colaboraciones como las grabadas bajo el nombre de Blackfield junto con Aviv Geffen o, incluso, en determinadas canciones de No-Man, el grupo que Wilson integró con Tim Bowness. Tampoco había que perder de vista el hecho de que su “Hand. Cannot. Erase” tenía varios momentos que podrían encajar perfectamente en la definición de “pop progresivo” que parecía ser la más descriptiva del nuevo proyecto. Poco a poco se fueron sabiendo más detalles incluyendo los nombres de los músicos participantes en el proyecto comenzando por el de la persona que haría las veces de co-productor junto con el propio Wilson: Paul Stacey, conocido por su trabajo junto a los Black Crowes y especialmente con Oasis a partir de 1999.
Junto a ellos participan en el disco la cantante Ninet Tayeb (ya habitual de Wilson puesto que interviene en “Hand. Cannot. Erase” y “4 1/2”), el guitarrista eslovaco David Kollar, el bajista Nick Beggs (con Wilson desde 2011), Robin Mullarkey, Adam Holzman (teclista que acompaña a nuestro artista desde 2012), Craig Blundell, Jeremy Stacey (batería y hermano gemelo de Paul), Pete Eckford, Mark Feltham (quien ya tocaba la armónica en los discos de Talk Talk), Sophie Hunger, Jasmine Walkes, David Kilminster, Dave Stewart junto con la London Session Orchestra y Paul Draper. Andy Partridge (de XTC, banda cuyos discos también remasterizó Wilson recientemente) colabora en la letra del corte que abre el disco.
Steven Wilson junto a Ninet Tayeb
“To the Bone” - Abre el disco un ritmo electrónico acompañado de un breve texto leído por Jasmine Walkes. Pronto son interrumpidos ambos por la armónica de Feltham y una batería contundente que nos deja ya en el tramo central del tema cantado por Wilson con Ninet Tayeb a los coros. El cort es algo más directo de lo habitual en el músico pero tampoco termina de ser una canción fácil ni mucho menos. De hecho no es tan diferente de las que integraban “Hand. Cannot. Erase”. El tramo final de la misma con las armonías vocales entre Wilson y Tayeb, por ejemplo, encajaría perfectamente en aquel trabajo.
“Nowhere Now” - Piano y voz abren un tema con todo el sello de los mejores momentos de Blackfield muy presente. Un pop muy elegante y agradable con toques progresivos muy equilibrados. También tiene trazas de discos como “Stupid Dream” de Porcupine Tree. En la segunda mitad del tema se produce un cambio de ritmo que introduce un breve tema que se desarrollará más adelante en uno de los cortes más controvertidos del disco.
“Pariah” - En las semanas previas al lanzamiento del disco, Wilson dio a conocer algunas canciones sueltas. Ésta fue la primera en aparecer completa y pronto se convirtió en una de nuestras favoritas. Estructurada como un dúo entre Wilson y Ninet Tayeb. La producción es exquisita en todo momento y el tema transcurre plácidamente hasta llegar al tramo final tras un alucinante “in crescendo” en el que los teclados, la batería y las guitarras elevan el tono para despedir la pieza de un modo grandioso antes de que Wilson haga una pequeña recapitulación con la que cierra el tema.
“The Same Asylum as Before” - La canción, muy afilada en su inicio con un aire a los primeros Pink Floyd post Waters nos muestra a Wilson cantando en falsete al principio aunque enseguida vuelve a su registro habitual con un estribillo marca de la casa y de muy agradable escucha. No faltan las enérgicas guitarras en el tramo final que nos recuerdan de dónde viene Wilson (es una canción no muy diferente a las de los Porcupine Tree de “Deadwing” por ejemplo). No es la pieza más original del disco pero tras varias escuchas ha terminado por gustarnos mucho.
“Refuge” - De nuevo escuchamos sólo la voz de Wilson junto al piano sobre una serie de leves efectos electrónicos. Tras la introducción se abre paso un ritmo mecánico y una serie de sintetizadores muy propios de determinadas producciones de los años ochenta (al fin y al cabo, la época que inspira el disco). Sube el ritmo poco a poco hasta llegar a una explosión de percusiones que nos trae a la cabeza inmediatamente a Peter Gabriel. Escuchamos entonces un maravilloso solo de armónica prolongado por otro de guitarra a cargo de Paul Stacey que conforman uno de los mejores momentos de todo el disco. Se produce entonces una pausa rota por las notas del piano de Wilson (con la armónica en segundo plano) que es aprovechada por el músico para entonar un par de versos y concluir la pieza.
“Permanating” - Llegamos al corte más polémico del disco por su descarada comercialidad. Definido por Wilson en su momento como “un cruce entre la Electric Light Orchestra y ABBA producido por Daft Punk” tiene mucho de eso. El comienzo y el piano rítmico que suena a lo largo de toda la canción es claramente deudor de la música del grupo de Jeff Lynne (había sido anticipado al final de “Nowhere Now” como indicamos antes) y la segunda parte del estribillo es 100% ABBA. Para muchos era la confirmación de que Wilson buscaba el éxito a través de canciones fáciles y pegadizas y, sinceramente, cuesta desmentir esa idea tras escuchar “Permanating” que, por otro lado, es un tema de excelente factura.
“Blank Tapes” - Un suave comienzo de “mellotron” acompañado de guitarra abre una balada de corta duración que actúa como interludio y nos ofrece la posibilidad de volver a escuchar a Ninet Tayeb durante unos instantes.
“People Who Eat Darkness” - El inicio, guitarrero y sucio, casi “grunge” nos pone en alerta acerca de lo que puede suceder aquí pero enseguida se reconduce hacia terrenos más familares para el seguidor de Wilson recordando en algún momento a temas como “Way Out of Here” de “Fear of a Blank Planet”.
“Song of I” - Uno de los comienzos más evocadores del disco con una serie de percusiones y sonidos que nos remiten inmediatamente a dos de las referencias más claras de Wilson en los últimos tiempos: Peter Gabriel y Prince (especialmente el de “Sign `O' the Times”). El formato de la canción, a dúo con Sophie Hunger hace pensar casi automáticamente en las colaboraciones de Gabriel con Kate Bush. Probablemente sea una de nuestras canciones preferidas de “To the Bone” y una de las pocas sin precedentes claros en la discografía de su autor. Destacamos también los magníficos arreglos de cuerda de Dave Stewart a lo largo de toda la pieza.
“Detonation” - La pieza más extensa del disco (ronda los diez minutos) es otra de las joyas del trabajo. El comienzo con esa guitarra acústica casi en segundo plano remite al primer disco de Wilson en solitario, “Insurgentes”, y las percusiones, con unos ritmos irregulares muy atractivos son un gran acierto. Superada la introducción entramos en un típico desarrollo instrumental de esos que nunca faltan en los discos del artista. Percusiones, bajo y guitarras nos ofrecen un derroche de energía que se prolonga durante unos minutos antes de llegar a un interludio en el que cuerdas, “mellotron” y percusiones arropan a Wilson que vuelve a cantar por unos instantes antes de retomar el extraordinario segmento anterior. Cuando parecía que todo iba a transcurrir más o menos por los mismos derroteros entramos en un tramo absolutamente alucinogeno con percusiones de un cierto aire latino, cuerdas electrónicas y un magnífico Nick Beggs al bajo que nos ofrecen lo que podría ser un homenaje a la banda clásica del “krautrock”, Neu!. En el tramo final se añaden unas potentes guitarras con las que se cierra una pieza que promete ser uno de los momentos culminantes de los conciertos.
“Song of Unborn” - Como cierre del disco, Wilson opta por un tema lento en la linea del “Happy Returns” de “Hand. Cannot. Erase” que prácticamente ponía el punto y final a aquel trabajo. Incluso las voces angelicales que se escuchan aquí podrían corresponderse con las de “Ascendant Here On”, la coda de aquel tema en el disco precedente aunque aquí terminan por fundirse con el tema central en lugar de servir de cierre.
Con Steven Wilson hemos observado un fenómeno que se repite continuamente en todos los estilos musicales. Tenemos un artista que comienza a destacar, con una obra de gran calidad y que va haciéndose con un grupo bastante notable de seguidores fieles. Seguidores que se muestran sorprendidos por el hecho de que su, llamémosle ídolo, no termine de triunfar a escala masiva y ser conocido por todos. Eso va construyendo una figura de músico de culto que poco a poco va creciendo y que un día da el gran paso. “To the Bone” se ha colocado poco después de su publicación en los primeros puestos de las listas de un buen número de países europeos. Revistas y prensa más bien generalista vierten grandes críticas sobre el disco que escapa así del más o menos reducido grupo de fieles que siguen a Wilson desde los primeros años de Porcupine Tree. De repente, el músico de culto se convierte en “mainstream” y la conclusión primera para parte de los seguidores que se encontraban cómodos con un ídolo misterioso y desconocido para el resto del mundo es sencilla: se ha vendido. Hablamos de un tipo de seguidor acostumbrado a presumir de oír música diferente que de repente se encuentra con que gente de su entorno, de aquella cuyos gustos son “normales” le dice: “oye, he escuchado al músico ese que te gusta y no está mal”. Los esquemas se rompen. Fulanito no puede oir a Wilson. Wilson me gustaba a mí y no a él. Resultado: Wilson ya no “mola”.
El análisis es simplista y sesgado y somos conscientes de ello pero también sabemos que existe ese tipo de seguidor en el “universo Wilson” porque existe alrededor de todos los artistas que no son primerísimas figuras. No son mayoritarios, desde luego, pero sí muy ruidosos y componen una importante facción del fenómeno “hater” tan habitual hoy en las redes sociales: la de los fans que de la noche a la mañana pasan a ser los mayores detractores de un artista.
En el caso de Wilson se suman también muchos aficionados que se la tenían guardada. Son estos personas a las que nunca les gustó demasiado su música y que, además, consideraban que el foco que acaparaba dentro de un género relativamente minoritario como es el del rock progresivo, restaba atención a otros artistas que, a su juicio, lo merecían mucho más. En estos casos, la “traición” al género que supone el hacer un disco pop es la excusa perfecta para atacar al “intocable” y pedirle viejas cuentas.
Existe, claro está, un tercer bando de críticos que son aquellos a los que, sencillamente, no les gusta el planteamiento, la ejecución, el contenido o las tres cosas a la vez de “To the Bone”. Sin motivaciones extrañas ni otro criterio que no sea su gusto personal. Estamos seguros, además, de que la mayor parte de los disconformes con el disco pertenecen a este grupo y eso está bien. No queremos tampoco que el lector ajeno se lleve la impresión de que la acogida del disco ha sido mala. Ni mucho menos. De hecho, y como hemos dicho anteriormente, estamos ante el que probablemente sea el disco más exitoso de Wilson en toda su carrera incluyendo en ella todos sus proyectos con otros músicos y bandas, no solo en cuanto a las ventas sino en cuanto a la reacción de la crítica en general. Dentro de sus seguidores habituales tenemos la impresión de que, tras el desconcierto inicial, la mayoría se muestra satisfecha del resultado. Nuestra propia opinión es bastante buena, si bien creemos que sus discos anteriores (“Hand. Cannot. Erase” o “The Raven that Refused to Sing”, especialmente) están por encima de este.
La duda que nos surge ahora es saber si esta va a ser la linea futura escogida por el músico para sus próximos trabajos o si volveremos a asistir a algún giro de guión próximamente aunque teniendo en cuenta su trayectoria nos inclinamos por pensar esto último.
Os dejamos con un vídeo en el que el propio artista explica el disco tema por tema: