Mostrando entradas con la etiqueta David Paton. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta David Paton. Mostrar todas las entradas

lunes, 31 de julio de 2023

The Alan Parsons Project - Tales of Mystery and Imagination (1976)



Escribimos la entrada del blog de hoy a medio camino entre la sorpresa y la vergüenza, provocadas ambas por la constatación de que en todos estos años apenas le hemos dedicado un par de reseñas a la obra de The Alan Parsons Project (y eso considerando “Freudiana” como un disco de la banda, cosa que no está del todo clara). Para tratar de corregir ese descuido queremos hablar del disco de debut del proyecto, cosa que tiene mucha más miga de la que parece.


Ya hablamos en ocasiones anteriores del origen y de la particular idiosincrasia del Alan Parsons Project, banda fantasma surgida del encuentro entre el productor e ingeniero de sonido, Alan Parsons y el pianista y compositor Eric Woolfson. Ambos, cansados quizá de trabajar para otros, decidieron unir fuerzas en una aventura diferente tomando como referencia el cine y trasladando a la música el espíritu del los directores más personales. Ellos serían los directores y para cada disco (película) contarían con un elenco de músicos (actores) diferentes que se limitarían a ejecutar los papeles escritos pare ellos. El primer reto surgió en 1975 y tenía que ver con una idea que Woolfson se traía entre manos desde hacía un tiempo: un musical basado en la obra de Edgar Alan Poe. Alan Parsons ya era considerado un grande en lo suyo. Aparte de trabajar con los Beatles en sus dos últimos elepés, fue el responsable sonoro de esa auténtica maravilla de la ingeniería musical que fue “The Dark Side of the Moon” de Pink Floyd. Su nombre era sinónimo de excelencia auditiva pero, pese a ser un teclista más que solvente, no le daba para realizar un disco por sí solo, ni siquiera con el apoyo de Woolfson y su experiencia como pianista de sesiones. Afortunadamente, el trabajo de Alan como ingeniero en los estudios Abbey Road le permitía tener acceso a músicos profesionales que no tendrían inconveniente en colaborar en la grabación. Así, Parsons pudo contar con los miembros de Ambrosía (David Pack, guitarra; Joe Puerta, bajo; Christopher North, teclados y Burleigh Drummond, batería), banda con la que estaba grabando el que sería el disco de debut del cuarteto. Lo mismo ocurrió con la mayoría de los integrantes de la banda escocesa Pilot, concretamente con David Paton (bajo y guitarra), Billy Lyall (teclados y flauta), Ian Bairnson (guitarra) y Stuart Tosh (batería) con la particularidad de que los cuatro pasarían a formar parte en el futuro de The Alan Parsons Project. No podemos dejar de mencionar a quien sería parte fundamental de la grabación y de la banda: Andy Powell, encargado de todos los arreglos orquestales.


En este punto hay que recordar que no estamos hablando de una banda al uso con una configuración estable. El grupo eran Parsons y Woolfson acompañados de músicos de estudio y de diferentes vocalistas que se repartían las canciones según se adaptasen a las características de uno u otro. En cierto modo, era un esquema similar al que utilizaría Mike Oldfield en los ochenta, combinando canciones pop/rock cantadas por diferentes voces con temas instrumentales aunque en el caso del Alan Parsons Project, los instrumentales ocupaban un minutaje menor en el disco. Además, hablamos de una banda de estudio que nunca ofreció conciertos ni giras lo que refuerza el carácter tan particular del grupo. Junto a todos los músicos mencionados, en la grabación participaron un gran número de vocalistas aportando segundas voces y participando en los coros y varios instrumentistas más entre los que destacamos a Francis Monkman (teclista de Curved Air y de Sky) y al actor Leonard Whiting en la narración.


Como sucede con muchos discos de la época, las sucesivas reediciones y los avances tecnológicos que iban surgiendo en los procesos de grabación, han hecho que la versión del disco que la mayoría de nosotros tenemos en nuestras casas no sea exactamente la original. Con la llegada del compact disc en los años ochenta, comenzaron a aparecer ediciones en ese formato de discos aparecidos en las décadas anteriores. La nueva tecnología era un caramelito para Alan Parsons que no quería desaprovechar la ocasión para mejorar el original de cara a su publicación en disco compacto. Tenía la opción de hacer una nueva masterización sencillamente limpiando y retocando solo algunos detalles de las cintas originales pero decidió ir más allá incorporando sintetizadores y órgano en algunos temas, añadiendo algunas pistas de guitarra o modificando los sonidos de las percusiones para que sonasen más acordes con los gustos de los ochenta. En todo caso, la novedad más notable fue nada menos que el añadido de la voz de Orson Welles como narrador en un par de fragmentos del disco. La versión que nosotros vamos a comentar es esta nueva mezcla realizada por Alan Parsons en 1987 ya que es con la que estamos más familiarizados. En todo caso, ambas grabaciones coinciden en lo sustancial y las diferencias no son tan grandes como para comentarlas en detalle.


“A Dream Within a Dream” - En la nueva versión del disco, éste comienza con una breve narración de Orson Welles que no se encontraba en el original. A partir de ahí, una introducción de flauta nos lleva a un bajo pulsante repitiendo una única nota. Se suman teclados, guitarras y batería para terminar de conformar una preciosa introducción que, sobre todo en las guitarras, tiene un marcado aire a Pink Floyd. La pieza, instrumental, alcanza un primer climax que se disuelve entre teclados jazzísticos y mantiene el bajo como elemento de enlace con el siguiente corte.


“The Raven” - El que fuera primer single del disco es una poderosa canción que cuenta con la voz del propio Parsons, distorsionada con vocoder, eso sí, como presentación. Luego es ya Leonard Whiting el que se encarga de la voz principal a partir del gran momento de la canción con un intenso fragmento rockero en la onda progresiva que aún estaba en vigor en el momento del lanzamiento del disco. La parte final, precedida de unos coros quizá algo pretenciosos, es una delicia con toda la fuerza del rock y un inevitable aire de musical de broadway. Como presentación de la banda nos resulta inmejorable.




“The Tell-Tale Heart” - Alan gira un poco más hacia el rock duro el dial de su maquinaria en una canción interpretada en su parte vocal por Arthur Brown con excesos vocales próximos a lo que hacía Robert Plant en la época. Con todo, la pieza combina una energía próxima al heavy metal (el bajo y los riffs de guitarra no dan respiro) con delicados arreglos de cuerdas y pasajes cósmicos que siguen la línea psicodélica de los inevitables Pink Floyd.


“The Cask of Amontillado” - John Miles es el cantante en esta balada con arreglos de cuerdas propios de los escenarios del East End y juegos armónicos vocales dignos de las mejores bandas del género. Los interludios instrumentales, pese a tener un aire más rockero, siguen manteniendo arreglos, especialmente en la sección de viento, muy próximos al musical o, incluso, a la ópera rock.




“(The System of) Doctor Tarr and Professor Fether” - Repite John Miles en una canción que marcaría más que ninguna otra en el disco, la línea que seguiría The Alan Parsons Project en el futuro. El arreglo de piano, los ritmos sincopados y la forma de construir las melodías vocales del tema serían marca de la casa en los siguientes años. Es, quizá, el corte más afectado por las adiciones realizadas por Parsons el 1987, especialmente el órgano que ocupa un papel preeminente en toda la pieza.


“The Fall of the House of Usher” - Tras la segunda intervención de Orson Wells comienza una larga suite instrumental dividida en cinco partes. El preludio es una de las grandes curiosidades del disco ya que está sacado, literalmente, de la ópera inacabada de Claude Debussy basada en el mismo cuento de Poe: “La Caída de la Casa Usher”. Este uso no aparecía acreditado en el disco pero lo más interesante, especialmente en su día, es que fue la primera grabación que se publicó (aunque fuese de forma parcial) de una parte de la ópera del compositor francés. La segunda parte, “Arrival”, tiene una espectacular base de órgano y teclados electrónicos sobre la que enseguida aparece la guitarra y la batería, una vez más, con influencia de Pink Floyd. Un breve “Intermezzo” de apenas un minuto con protagonismo de órgano y cuerdas da paso a “Pavane”, otro de los grandes momentos del disco y también una de las mejores piezas instrumentales del Alan Parsons Project con la incorporación del sonido de la mandolina que sería seña de identidad en otros instrumentales de discos posteriores y un uso extraordinario de instrumentos más exóticos como el kantele finlandés. Cierra la suite “Fall”, un brevísimo corte, de nuevo a base de órgano y cuerdas, muy al estilo de Ligeti.




“To One in Paradise” - Cerrando el disco tenemos una balada interpretada por Terry Sylvester con coros de Woolfson y Parsons. No es nuestro corte favorito pero también sienta las bases de este tipo de piezas que se repetirán con mayor o menor fortuna en toda la discografía del proyecto.


The Alan Parsons Project es un grupo difícil de clasificar. Para empezar, las ya comentadas circunstancias de no ser una banda “real” en el sentido habitual del término y el hecho de no tocar en directo, hacen difícil la comparación con otras formaciones. Desde el punto de vista estilístico tampoco es fácil encontrarles acomodo. Llegaron tarde para ser considerados rock progresivo y aunque muchos elementos de su música invitan a incluirlos en esa categoría, hay muchos otros que no terminan de encajar. Tuvieron éxitos de los que aún suenan a diario en las emisoras dedicadas al público más nostálgico y nos regalaron clásicos instrumentales que se han convertido en sintonías inmortales a la altura de otras de músicos como Jean Michel Jarre, Vangelis o el propio Oldfield. En todo caso, su propuesta tenía un sello muy reconocible y pese al uso de diferentes vocalistas durante la mayor parte de su existencia apenas hacen falta unos segundos de escucha de cualquiera de sus canciones para identificar inmediatamente la impronta del grupo. Esperamos no tardar tanto tiempo como esta vez en volver sobre la obra del Alan Parsons Project ni tampoco sobre la posterior carrera en solitario del propio Alan, que nos ha dejado discos de gran interés.


Os dejamos con un par de vídeos del canal de youtube @laineycrusoe en los que se muestran las diferencias entre las versiones de 1976 y 1987 del disco:





jueves, 2 de agosto de 2018

Kate Bush - The Kick Inside (1978)



Pregunta de Trivial Pursuit: ¿quién fue la primera mujer que logró llegar al número uno de las listas de éxitos británicas con una canción escrita por ella misma?. Estamos seguros de que muy poca gente acertaría una pregunta así y es algo natural porque el nombre de la artista no es uno de los que primero se nos viene a la cabeza al pensar en estrellas del rock y el pop. Lo que quizá sí sorprendería mucho a la mayor parte de la gente no es el “quién” sino el “cuándo” porque tan curioso acontecimiento tuvo lugar nada menos que en 1978.

Esto supone que en uno de los mercados discográficos más importantes del mundo, ninguna mujer había llegado al primer puesto con una canción propia hasta finales de la década de los setenta lo cual dice mucho, y poco bueno, sobre la industria musical y la sociedad del siglo pasado. Queda claro pues, que lo que consiguió Kate Bush con su canción “Wuthering Heights” fue un hito de mucha trascendencia. Más aún cuando reparamos en que lo logró con apenas 19 años de edad.

Repasemos un poco su biografía hasta ese momento. Kate nació en una familia con un modelo que ya hemos encontrado antes en otros músicos: padre británico y presumiblemente protestante y madre irlandesa católica que se empeña en educar a su hija conforme a esa confesión. Ambos progenitores, además, tenían inquietudes musicales siendo el padre pianista aficionado y la madre bailarina. Sus hermanos mayores, además, participaban activamente en la escena folclórica local del Condado de Kent así que, desde niña, Kate estaba familiarizada con distintos instrumentos entre los que se encontraba el piano, el órgano e incluso el violín y comenzó a escribir sus propias canciones casi al mismo tiempo que aprendía a leer. De hecho, en su etapa escolar grabó una cinta con un buen número de ellas que envió a distintas discográficas en su momento.

Probablemente el intento habría quedado aquí (o quizá no, porque si algo no le faltaba a la niña era determinación) pero resulta que la cinta llegó a oídos de David Gilmour. No de alguien que se llamaba igual sino de ESE David Gilmour. “Me intrigó aquella voz tan particular. Fui a su casa en Kent y conocí a sus padres. Allí, ella me puso una cinta con cuarenta o cincuenta canciones suyas y pensé ¿por qué no hacer algo?” declaró el guitarrista de Pink Floyd que, en aquel momento, trabajaba en los últimos retoques de “Wish You Were Here”. Tanto le gustó lo que oyó que decidió tomarse en serio la carrera de la joven pero no como cabría esperar, promocionandola como la nueva gran revelación del panorama musical británico sino financiando la grabación de una demo en condiciones, con un productor de la talla de Andy Powell y tres temas arreglados por el propio Gilmour. El guitarrista le llevó la cinta a los directivos de EMI consiguiendo un contrato para ella casi de forma inmediata. La discográfica, en lugar de lanzar a una joven de apenas 16 años como Kate al mercado, decidió invertir en su formación consiguiendole a alguno de los mejores profesores posibles, no sólo en el aspecto musical sino en el interpretativo (estudió mimo con el mismísimo Lindsay Kemp). Durante ese periodo de aprendizaje, Kate comenzó a tocar en pequeños locales con un pequeño grupo llamado The KT Bush Band”. Cuando llegó la hora de grabar el primer disco, la artista tuvo que hacer una de las pocas concesiones de su carrera precisamente en relación con sus músicos: mientras que ella quería grabar con su propia gente, en la discográfica tenían preparados a varios intérpretes de primera fila: Ian Bairnson y David Patton (del Alan Parsons Project, como lo era el propio Andy Powell), Alan Parker (guitarrista en el “Diamond Dogs” de David Bowie), Duncan McKay (teclista de 10cc), Bruce Lynch (bajista de Cat Stevens), el batería de sesión Stuart Elliott (“The Year of the Cat” de Al Stewart, entre otros), Morris Pert (percusión) o Alan Skidmore (saxo). Todos de una u otra manera estaban relacionados con Powell que iba a ser el productor del disco. Donde Kate no dejó que la discográfica decidiera fue a la hora de escoger el single de presentación del disco: iba a ser, sí o sí, “Wuthering Heights” sin importarle en absoluto que la gente de EMI insistiera en otras opciones. No tardó en comprobarse quién llevaba la razón.

Kate Bush.


“Moving” - El disco comienza con un breve instante de sonidos de ballenas que enseguida da paso a la inconfundible voz de Kate. Una herramienta que la artista aprovecha de forma magistral explotando su registro más agudo, el que la ha hecho famosa. La canción es un tiempo medio en el que destacan los arreglos de piano y bajo así como los juegos vocales de la parte final que se diluye dejandonos de nuevo con los cantos de las ballenas del comienzo. Fue un tema inspirado por y dedicado al citado más arriba Lindsay Kemp.

“The Saxophone Song” - El espíritu de esa primera pieza se mantiene en la segunda con momentos en los que Kate recita más que canta. Pese a la corta duración del tema, los arreglos de sintetizador y “mellotron” la emparentan con el rock progresivo, entonces en franca retirada frente a otros géneros emergentes.

“Strange Phenomena” - La introducción de piano nos deja frente a frente con la versión más teatral de Kate, interpretando la canción en el más amplio sentido del término. No es de extrañar, pensándolo bien, que terminase por cruzar sus caminos con Peter Gabriel, algo así como su contrapartida masculina en lo que a interpretaciones intensas se refiere. Al igual que ocurría con el tema anterior, una de las cuestiones más destacadas de la música de Kate es su capacidad para recoger en apenas tres minutos un gran número giros y variaciones de todo tipo en su música.

“Kite” - La primera canción del disco en la que apreciamos por completo la enorme personalidad musical de Kate Bush es esta en la que la artista hace auténticos arabescos con su voz a lo largo de unos minutos alegres y dinámicos no exentos de complejidad, especialmente en los arreglos de teclado y los ritmos que terminan por conformar una canción deliciosa.

“The Man With the Child in His Eyes” - Continuamos con una balada magnífica compuesta por Kate con apenas 13 años lo que no deja de sorprendernos cada vez que la escuchamos dada la brillantez melódica y la complejidad estructural de la misma. Una joya a recuperar.




“Wuthering Heights” - La canción con la que empezó todo. Uno de ese puñado de temas inmortales que trascienden géneros y épocas y que será recordado siempre. No es raro que en una de las piezas anteriores (“Strange Phenomena”), la artista hablase de sincronicidades y casualidades ya que algo de eso hubo aquí. Kate compuso la canción tras ver una ficción televisiva basada en “Cumbres Borrascosas” de Emily Brontë y sólo despúes leyó la obra descubriendo entonces que Emily y ella habían nacido en la misma fecha: 30 de julio. “Wuthering Heights” es una de esas canciones que justifican por sí solas toda una carrera. Imprescindible.




“James and the Cold Gun” - Completamente distinta es la siguiente pieza cuyos arreglos, no nos engañemos, podrían ser perfectamente los de una canción del Alan Parsons Project. No en vano era esta la favorita de la discográfica para ser lanzada como single del disco. Sin ser una mala canción, no le llega ni a la suela de los zapatos a la anterior. Por otro lado, el estilo, más rockero, no encaja para nada con el resto del disco.

“Feel It” - Piano y voz. Nada más es necesario para crear una canción extraordinaria. Incluso el piano es prescindible de puro hipnótica que es la interpretación de Kate. Escuchando temas como este es más fácil comprender la influencia de la cantante en otras figuras posteriores, en especial, en nuestra admirada Tori Amos.

“Oh to Be in Love” - Una de nuestras canciones favoritas del disco en la que, además, aparece el hermano de Kate, Paddy, tocando la mandolina. Los coros de David Paton e Ian Bairnson le dan una réplica perfecta a la cantante en un estribillo jovial de esos que levantan el ánimo de cualquiera.

“L'Amour Looks Something Like You” - Regresamos a las baladas con esta canción que sigue la linea trazada por las de la primera parte del disco. Kate ocupa todo el espacio, no importa los instrumentos que aparezcan para acompañarla. El mérito es enorme por cuanto su voz no es precisamente potente pero la artista se las arregla para utilizarla de modo que esto carezca de importancia.

“Them Heavy People” - Llegamos a otra de las grandes canciones del disco. Una exquisita pieza con toques de humor (esa tuba marcando el ritmo) mientras la artista, con su hermano a los coros, dibuja un estribillo optimista como pocos.




“Room for the Life” - Nos acercamos al final con otro tema de cierto aire “beatle” aunque, bien mirado, hay varios en el disco en los que se aprecia esa influencia que quizá no sea más que un reflejo de una forma muy británica de hacer pop de la que beben ambos artistas.

“The Kick Inside” - Cerrando el disco encontramos otra maravillosa balada de piano con arreglos orquestales que no puede sino maravillarnos y hacernos pensar en lo que sentiría David Gilmour al escuchar aquella vieja cinta con cosas de esta altura creadas por una mujercita de apenas 15 años. Sin duda, una tarde para la historia.


Kate Bush es una de esas artistas que hace honor al calificativo de “inclasificable”. Nadie canta como ella, eso es casi una obviedad pero es que además, compone, escribe sus letras y tiene suficientes inquietudes para estar siempre a la vanguardia sin plegarse a las modas. “The Kick Inside” llegó en un momento en que no parecía encajar por ninguna parte con la música que sonaba entonces y, pese a ello, triunfó. En los ochenta, Kate investigó como el que más en las nuevas tecnologías y fue una de las grandes usuarias de máquinas como el Fairlight cuando no todo el mundo lo conocía. Abandonó muy pronto las giras y en un momento determinado se tomó un largo descanso de más de diez años sin grabar nada nuevo. En suma, una artista libre que ha sabido labrarse una carrera sin interferencias externas manteniendo hoy un estatus casi de culto y haciéndose acreedora de un respeto unánime por parte de los críticos.

Nos despedimos con la segunda versión del videoclip de "Wuthering Heights":

 

jueves, 7 de enero de 2016

The Alan Parsons Project - Vulture Culture (1984)



“Grand Funk Railroad allanaron el camino para Jefferson Airplane, quienes se lo aclararon a Jefferson Starship. Así, el escenario estaba preparado para la llegada de The Alan Parsons Project que creo que eran una especie de aerodeslizador”.

La cita, sin mucho sentido aparente, corresponde a un episodio de los Simpsons en el que Homer trata de explicar a Bart y sus amigos lo que él entiende por la historia del rock en los años setenta. La anécdota no tiene mayor recorrido pero pone de manifiesto la popularidad y trascendencia alcanzada por una banda (por llamarla de alguna forma) que nunca daba conciertos, carecía de un vocalista fijo y que, además, destacaba por los temas instrumentales que muchas veces superaban a los cantados en popularidad.

Decíamos que llamar “banda” al Alan Parsons Project era más una formalidad que otra cosa puesto que nunca funcionó como tal. El origen del grupo habría que buscarlo en la primera mitad de los años setenta. Alan Parsons era un afamado ingeniero de sonido que había participado en algunos de los discos claves de la historia del rock. No es una exageración ya que con sólo 18 años comenzó a trabajar como asistente en los Abbey Road Studios donde trabajó con los Beatles y, ya como ingeniero de sonido, con el propio Paul McCartney en solitario, los Hollies, Al Stewart o Pink Floyd, siendo su aportación al “The Dark Side of the Moon” de estos últimos, uno de sus trabajos más reconocidos en ese campo.

También trabajó en aquel tiempo con Paton, una banda escocesa menor, en comparación con otros nombres, pero de gran importancia en su carrera puesto que en ella militaban Ian Bairnson, David Paton y Stewart Tosh, quienes, junto con un gran número de músicos de estudio, tendrían gran importancia en el proyecto que Alan tenía en mente. Regresamos a los estudios Abbey Road en los que se conocieron los dos integrantes del que sería el Alan Parsons Project: Alan (evidentemente) y Eric Woolfson, compositor y letrista que trabajaba allí como pianista de sesiones. En los descansos entre grabaciones, ambos solían coincidir y hablar de sus proyectos personales. Entre otras cosas, Woolfson estaba trabajando en un disco conceptual con Edgar Alan Poe como eje central. Parsons, por su parte, estaba desencantado en parte con su trabajo, en especial con el hecho de tener que plegarse siempre a las ideas de los músicos aunque estuviera íntimamente convencido de que eran equivocadas. Woolfson sugirió una nueva forma de trabajar más cercana al cine en el que el director era la estrella y los actores simples herramientas (algo que empezaba a suceder con mayor frecuencia cada vez en el séptimo arte). Esa fue la idea que gobernó los discos del Alan Parsons Project: un dúo de compositores que diseñarían el concepto de cada LP y que tendrían a sus órdenes a un grupo de músicos y vocalistas de estudio (que resultó ser bastante más estable de lo que el concepto podría hacer pensar) para llevar a cabo sus ideas. Parsons y Woolfson también participan de la parte instrumental. Tras varios discos en los que todos los temas eran cantados por vocalistas invitados, a partir del quinto LP de la banda, “The Turn of a Friendly Card”, el propio Woolfson asumió ese rol en algunas canciones, muchas de las cuales están hoy entre las más populares de la formación.

Aunque poco a poco irán apareciendo por aquí todos los discos del proyecto, hoy comenzaremos por el que fue el octavo, “Vulture Culture”, publicado a finales de 1984. En la grabación participaron: Ian Bairnson (guitarra), Colin Blunstone (voz), Richard Cottle (teclados, saxo), Stuart Elliott (percusión, batería), el locutor radiofónico Lee Abrams (con el anagrama Laser Beam como pseudónimo), David Paton (guitarra, bajo y voces), Chris Rainbow (voz), Lenny Zakatek (voz) y, claro está, Alan Parsons y Erico Woolfson (teclados y voces).

Alan Parsons y Eric Woolfson: The Alan Parsons Project.


“Let's Talk About Me” - David Paton es el primer vocalista que interviene en el disco. Lo hace en una canción que comienza con aire tranquilo pero que se transforma enseguida en un poderoso tema pop con todos los elementos distintivos de la música del Project y una producción impecable aunque muestre, especialmente cuando se escucha hoy en día, un regusto muy característico de la música que se hacía en una época muy concreta. En otras palabras: suena demasiado “ochentero” por momentos aunque sigue siendo un tema muy convincente. El corte fue extraído como segundo “single” del álbum (cronológicamente hablando aunque en casi todo el mundo fue el primero).


“Separate Lives” - Los sintetizadores y la percusión electrónica marcan el inicio del siguiente corte en el que escuchamos a Eric Woolfson en el rol de cantante. Estamos ante una canción muy agradable, impresión que se confirma al llegar el estribillo, pegadizo como pocos en la trayectoria del dúo Parsons/Woolfson. En la parte central escuchamos los clásicos sonidos producto de la tecnología digital de la época, probablemente un Fairlight, aparato con el que Parsons llevaba ya un tiempo trabajando.

“Days are Numbers (the Traveller)” - El siguiente vocalista en hacer acto de presencia es Lenny Zakatek. Lo hace con una balada que cumple a la perfección con lo que en aquellos años se esperaba de cualquier banda “AOR”. Fue el tercer single del disco y contó con una buena acogida pese a que, a nuestro juicio, le falta fuerza y peca de excesivamente blando pero hablamos de un tipo de canción que tenía un público muy amplio en aquellos años.

“Sooner or Later” - Cierra la “cara A” del disco otra canción con Woolfson como cantante que bien podría ser una continuación de “Separate Lives” ya que comparten un patrón muy similar. Es uno de los temas en los que es más fácil identificar el estilo del Project con ese bajo insistiendo en una misma nota durante varios compases antes de cambiar a otra. Sin ser una mala canción, nos deja con la impresión de ser un intento más de repetir el éxito alcanzado con “Eye in the Sky” unos años antes.


“Vulture Culture” - El que fue primer “single” del disco (aunque sólo salió en Alemania) contaba con Lenny Zakatek como vocalista. El comienzo se asemejaba más al de algunos de los célebres instrumentales que el Project había incluido en sus discos anteriores pero tras esa impresión inicial nos encontramos ante una canción voluntariosa pero que no termina de funcionar. De hecho, creemos que es una de las más pobres de todo el disco.

“Hawkeye” - Llegamos al inevitable corte instrumental, marcado en esta ocasión por una potente percusión sobre la que se desarrolla un solo de saxo. La electrónica está presente pero queda en un segundo plano si la comparamos con instrumentales anteriores. Aunque no hay un gran desarrollo, la pieza tiene un punto pegadizo que termina por hacerla atractiva aunque a años luz de temas como “Lucifer” o “Mammagamma”.


“Somebody Out There” - Con Colin Blunstone como vocalista llega una de nuestras canciones favoritas del disco. Tiene una estructura que recuerda al estilo próximo al musical que tanto gustaba a Woolfson y se beneficia mucho de un estribillo potente, a la altura del resto de la canción. Es un tema poco valorado habitualmente (no aparece en ninguna de las principales recopilaciones del Alan Parsons Project) lo que no terminamos de entender ya que le creemos merecedor de mucho mejor suerte.

“The Same Old Sun” - Abre el tema una melodía que en una primera escucha nos trae a la memoria el “Metropolis” de Kraftwerk. Sin embargo, cuando Woolfson comienza a cantar, cualquier parecido desaparece para dejarnos disfrutar de una de las baladas que con tanta frecuencia se reserva para sí el vocalista. Es una canción con un punto dulzón que está a punto de echarla a perder pero que consigue mantenerse en dentro de los límites de lo aceptable y, en esa categoría, hay que reconocerle  su valor.

El éxito comercial del Alan Parsons Project tuvo un gran mérito. Hablamos de una banda sin vocalista fijo, lo que impide que el público reconozca inmediatamente una canción como suya, algo que va contra todas las normas del marketing musical. También incluyen varios temas instrumentales en sus discos, lo que no siempre es fácil de asimilar por el oyente tipo del pop y el rock. Sus seguidores procedían en buena parte del mundo del rock progresivo, género en el que se les suele incluir sin tener realmente una relación del todo clara con las lineas generales que marcan ese género más allá de la inclusión de temas instrumentales y del carácter conceptual de alguno de sus primeros discos (jugar con el AOR como muchos veteranos del progresivo hacían entonces también ayudó bastante). A finales de la década de los ochenta, el Alan Parsons Project se disolvió continuando cada uno de sus integrantes por su lado: Alan con su propio nombre y banda y Eric más centrado en los musicales teatrales, muchas veces basados en material del propio Alan Parsons Project. Woolfson falleció en 2009 víctima de un cáncer de riñón.

No hemos empezado a hablar de esta banda en el blog por su mejor disco, ni mucho menos pero eso nos sirve como excusa para obligarnos a volver sobre ellos en el futuro de modo que la visión ofrecida sea lo más completa posible. “Vulture Culture” es un buen ejemplo de un tipo de música que se hizo en la década de los ochenta y que hoy no tiene muy buena prensa. Sin embargo, estaba hecha con un gusto muy cuidado y eso nos hace rescatarla aquí para aquellos que nunca se hayan acercado a ella.