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domingo, 12 de julio de 2015

Rick Wakeman - The Six Wives of Henry VIII Live at Hampton Court Palace (2009)



Hay un par de modas a las que algunas viejas leyendas del rock no pueden resistirse y tienen mucho que ver con la dificultad para reverdecer laureles décadas después de su momento de mayor popularidad. La primera de ellas consiste en grabar una segunda parte del disco que más éxito les reportó en los buenos años. En los tipos de música que aquí solemos comentar hay varios ejemplos, desde las distintas partes de Tubular Bells a cargo de Mike Oldfield hasta las revisiones teatrales de “Chariots of Fire” o las ediciones de aniversario de “Blade Runner” con música nueva de Vangelis pasando por el “Oxygene 7-13” de Jean Michel Jarre o el “Return to the Center of the Earth” de Rick Wakeman. La segunda moda es la de interpretar en directo discos clásicos al completo, ya sea en conciertos puntuales o en giras de mayor o menor extensión. Roger Waters con “The Wall” ha hecho un uso extensivo de esa fórmula al igual que sus ex-compañeros de Pink Floyd en la gira “Pulse” en la que recreaban de principio a fin “The Dark Side of the Moon”. El propio Jarre en 2008 con su Oxygene hizo lo mismo y por esas mismas fechas, Rick Wakeman decidió resucitar su mejor disco, “The Six Wives of Henry VIII” para dar una serie de conciertos, nada menos que en el Palacio de Hampton Court en Londres.

Se da la circunstancia de que el entonces teclista de Yes, intentó que le prestasen ese mismo escenario allá en 1973 para la presentación del disco en un de sus humildes y sobrios espectáculos, permiso que le fue denegado. Con la celebración del quinto centenario de la ascensión al trono de Enrique VIII en 1509, surgió una oportunidad irrepetible de repasar un disco clásico en una celebración con casi todos los ingredientes de los espectáculos de Wakeman en los años setenta (sin patinadores sobre hielo, eso si).

Para la ocasión, el teclista contó con varios de sus músicos de confianza con los que giraba habitualmente como el batería Tony Fernandez o su hijo Adam, también teclista. Completan los créditos del disco Dave Colquhoun (guitarra), Jonathan Noyce (bajo), Ray Cooper (percusión) y Pete Rinaldi (guitarra). Además, el disco cuenta con la participación de la Orquesta Europa y el English Chamber Choir de Guy Protheroe.



“Tudorture 1485” - El disco no iba a respetar el orden del tracklist original. En los conciertos se interpretaron hasta cuatro temas nuevos escritos para la ocasión aunque en la selección de esta grabación se quedaron fuera dos. El primer corte es uno de los de nueva creación y muestra claramente el estilo del Wakeman moderno, muy centrado en el teclado como instrumento solista y utilizando además sonidos electrónicos muy adecuados para resaltar el virtuosismos del propio Rick aunque sin demasiada expresividad. Tras un primer solo, escuchamos la orquesta en plan épico en una breve fanfarria que precede a otra nueva sección de teclado que se acerca algo más al estilo del disco del 73. Con una vuelta al tema inicial concluye la introducción del disco.

“Catherine of Aragon” - Comienza el repaso a los temas clásicos con la pieza que abría el disco original. El comienzo es de una fidelidad casi fotográfica con el original salvo por la adición de la orquesta. Por lo demás, la maestría de Wakeman al piano es la misma de siempre. Los arreglos orquestales de buena parte del tema no suenan del todo mal salvo por algunos momentos de la parte final en la que coro y orquesta recargan demasiado una gran melodía.



“Kathryn Howard” - Hablando de melodías, quizá la más notable de todas las escritas por Wakeman sea aquella con la que comienza esta pieza, con un punto quizá demasiado dulzón al comienzo pero que enseguida cambia de registro entrando en los vericuetos del más clásico rock progresivo. En esta versión, Wakeman refuerza su papel al piano incorporando nuevos arreglos algo efectistas pero que funcionan muy bien. Transcurridos los instantes iniciañes de la pieza, Wakeman introduce un nuevo segmento que no aparecía en el original. En un principio puede descolocar al oyente conocedor del disco del 73 pero una vez superada la sorpresa, lo cierto es que no desentona en absoluto. Si el añadido hubiera sustituído la parte más “circense” de la composición, que llega unos minutos más tarde, la felicidad habría sido absoluta y es que Wakeman tiene a menudo arrebatos ante los que no sabemos bien cómo reaccionar. El extraordinario solo que llega a continuación nos muestra que el teclista sigue siendo un intérprete magnífico aunque alguno de los arreglos de esta versión no nos acaba de convencer, en este caso, más por omisión (faltan algunos detalles que nos gustaban mucho en la pieza original) que por adición.

“Jane Seymour” - La versión más clasicista de Wakeman estaba en la introducción de órgano al más puro estilo barroco que ocupaba la mayor parte de esta composición en el disco original. Wakeman añade algunos compases en el comienzo de esta revisión pero todo lo demás sigue igual. Contando con la posibilidad de utilizar coro y orquesta como ocurría en el concierto de 2009, sería raro que el músico no les diera un papel preponderante en este tema y, efectivamente, lo tienen, aportando mayor solemnidad si cabe, a una de las piezas más “serias” de toda la carrera de su autor.

“Defender of the Faith” - A pesar de que el disco original tenía seis cortes, cada uno dedicado a una de las esposas de Enrique VIII, lo que encajaba muy bien con el título del LP, parece ser que existía una composición más que se quedó fuera por las limitaciones de formato del vinilo. Conforme a esa historia, Wakeman la recupera aquí como interludio del concierto. Comienza con un “riff” de guitarra que enseguida da paso a la melodía central, también a cargo del mismo instrumento. Lo cierto es que la composición tiene mucha más relación estilística con aquel Wakeman de principios de los años setenta que con el actual por lo que daremos por buena la teoría del descarte. Los fragmentos que el propio teclista interpreta con el teclado “portatil” son los más prescindibles de la composición, en parte por lo irritante que llega a ser el sonido escogido por el músico y en parte por lo que tienen de exhibicionismo vacío. A pesar de esos detalles, la pieza no desentona en el espectáculo y es una de las que mejor aprovecha la presencia del coro.



“Katherine Parr” - La siguiente revisión es fiel al original durante los primeros instantes. Después, Wakeman introduce una serie de variaciones antes de pasar a la parte central, la más ambiciosa en la que se pierde el brillante sonido electrónico del disco del 73 en beneficio de una sección mucho más rítmica en la que las percusiones ganan un protagonismo notable. Los solos de teclado, que no pueden faltar, están bien logrados y no caen en la pomposidad tan habitual en Wakeman.

“Anne of Cleves” - La pieza más rockera del disco del 73 comienza aquí algo más baja de revoluciones y con un cierto regusto a electrónica “setentera” al comienzo y a música disco y funk más tarde. Es muy llamativa la transformación que puede sufrir una composición como esta cuando es interpretada sólo un poco más despacio. Sin embargo, toda la fuerza y energía de un tema con las características clásicas del rock progresivo como era aquel se pierden en la nueva versión.

“Anne Boleyn” - No entendemos muy bien el motivo por el cual, cuando a lo largo de todo el disco se ha hecho un buen uso del piano, en una pieza como esta que agradece mucho las partes en las que aparece ese instrumento, Wakeman opta por un timbre electrónico que echa a perder buena parte de las virtudes de la partitura. El resto de músicos (mención especial para guitarras, batería y percusión) cumplen sobradamente pero no logran compensar aspectos como el ya comentado. Una pena porque, por lo demás, la pieza podría haber supuesto un magnífico broche a la interpretación del disco en directo.

“Tudorock” - Cerrando la grabación tenemos otro de los cortes nuevos en el que, ahora sí, Wakeman da rienda suelta a todos los recursos a su disposición con la orquesta a rienda suelta, los coros a todo volumen y solos de teclado sin fin. Una amalgama en que podemos disfrutar de todos los defectos y virtudes de la música de Wakeman concentrados en apenas 7 minutos.



Existen dos ediciones de esta obra, una en DVD/Blu-Ray y la que hemos comentado en CD. La primera de ellas incluye dos cortes más y, además, la duración de todos los temas restantes es algo mayor. No obstante, creemos que con el CD es más que suficiente para disfrutar del evento. Habrá quien crea que sin el acompañamiento de las imágenes, nos perdemos una buena parte del espectáculo pero en este caso, estamos convencidos de que la parte visual no supone necesariamente algo positivo. La peculiar concepción del “show” de Wakeman con sus indescriptibles capas y su exagerada teatralidad es algo que, particularmente, nos distrae por completo de la parte musical por lo que recomendamos quedarnos en exclusiva con la parte musical. Por si la curiosidad os puede, os dejamos un fragmento del espectáculo:


miércoles, 25 de septiembre de 2013

Rick Wakeman - Journey to the Centre of the Earth (1974)



Si lo miramos con detenimiento, la idea de seguir los pasos de Arne Saknussemm por parte de Otto Lidenbrock y su sobrino Axel era una locura de principio a fin. Lo que en la novela de Julio Verne comenzaba como una absurda idea por parte de un viejo (llegar al centro de la tierra siguiendo las pistas de un manuscrito de improbable autenticidad) terminó por convertirse en una aventura fascinante pero no tenemos que olvidar un pequeño detalle: la aventura fracasó. No llegaron al centro de la tierra ni mucho menos, quedándose a un tercio de camino antes de ser expulsados por un volcán.

La aventura de Rick Wakeman abordando este tributo a la que es una de las obras más populares del visionario escritor francés también tenia visos de no llegar a buen puerto. Recordemos que estamos en 1973, en plena época gloriosa del rock sinfónico. Un momento en el que todo exceso parecía pequeño y los músicos parecían competir por ver quién lograba la mayor extravagancia. Si a esto unimos la propia figura de Wakeman, intérprete excepcional pero con una incurable tendencia al exhibicionismo, el desastre parece más cercano. Nadie duda de la categoría de Rick tras un teclado, siendo considerado un maestro por generaciones y generaciones de teclistas del rock. El problema surge cuando trabaja sin freno, sin la ayuda de otros músicos que sepan parar sus excesos y le convenzan de tocar sólo lo estrictamente necesario, sin florituras ni ornamentos. Sus apariciones en los discos de Bowie fueron magníficas e incluso en su etapa previa en Yes podemos escuchar a un Wakeman contenido en la medida de lo posible. ¡Qué demonios! Su primer disco en solitario, comentado aquí no hace mucho, “The Six Wives of Henry VIII” sigue mostrándonos al teclista en su mejor versión, con una banda de rock más bien convencional y sin demasiado boato.

Posiblemente el problema fuera la buena acogida de aquel disco, que dio rienda suelta a Wakeman para atreverse a hacer lo que aún no había osado y la novela de Julio Verne le sirvió como la excusa perfecta. ¿Qué pretendía el músico británico? Pues narrar la aventura de Otto y Axel (y su guía, Hans, a veces olvidado como el sherpa que acompañó a Hillary a la cumbre del Everest) en clave rock pero, claro está, eso, en 1973, significaba utilizar una orquesta, un coro... sólo faltaban los patinadores sobre hielo pero eso ocurriría más adelante.

Así pues, tenemos a la London Symphony Orchestra, al English Chamber Choir dirigido por David Measham y a la llamada English Rock Ensemble, que no es sino la rimbombante denominación que Wakeman le dio al grupo de colegas con los que tocaba en el pub los domingos por la tarde (aunque suene a cachondeo es real, y le trajo algunos problemas con la discográfica que quería músicos de un cierto renombre para la ocasión). Como reunir a todos esos músicos y cantantes en un estudio excedía con mucho el presupuesto del disco, se optó por organizar un par de conciertos que serían grabados y de los que saldría el material para el LP. Integraban la English Rock Ensemble: Ashley Holt y Gary Pickford-Hopkins (voces), Barney James (batería) y Roger Newell (bajo) con la colaboración de Mike Egan (guitarra). El actor David Hemmings hizo el papel de narrador.

Con ustedes (ejem): Rick Wakeman

“The Journey / Recollection” – El disco se divide en dos largas suites, una por cara, separadas en dos partes distintas cada una. El comienzo es realmente abrumador con una especie de fanfarria a cargo del coro y la orquesta sobre la que escuchamos los sintetizadores de Wakeman subrayando alguno de los pasajes. Son los metales los que juegan el papel principal, limitándose en estos instantes iniciales el resto de músicos a un simple acompañamiento. Tras el espectacular comienzo llegamos a la primera canción del disco en la que se nos narra el comienzo del viaje con un acompañamiento instrumental inusualmente comedido hasta la llegada del primer sólo de sintetizador. La melodía es agradable pero excesivamente dulcificada, como sacada de cualquier sintonía de una sit-com de la BBC de la época. Los coros no contribuyen demasiado a levantar la pieza que se extingue con la primera intervención del narrador que nos cuenta el momento en que los viajeros, ya en el interior del volcán, deben escoger entre dos posibles caminos. Aparece de nuevo el coro, algo más inspirado ahora en un pasaje en el que comparte protagonismo con las trompetas en una transición que nos lleva de nuevo a la narración de la primera situación complicada de los viajeros cuando se encuentran sin agua tras haber escogido el camino erroneo. Finalmente encuentran un arroyo subterraneo de agua hirviente. Toma entonces Wakeman las riendas con sus teclados en uno de los momentos más interesantes del disco en el que hace gala de su habilidad como prólogo de unos momentos orquestales muy reposados y que nos parecen los mejores del disco. Turno de nuevo para el narrador contándonos cómo Axel se pierde en los túneles perdiendo toda esperanza. Entramos así en el primer pasaje genuinamente rockero del disco con Wakeman al clavinet y la banda interpretando un animado tema de bajo, guitarra y batería que sirve pare recordar que Rick es, al fin y al cabo, un músico rock. Concluye esta sección con otro solo de teclado reforzado de forma muy conveniente por el coro que da paso a la segunda canción. Hacemos un inciso aquí para indicar que no es una canción diferente de la primera sino la misma melodía a cargo de otro intérprete y con un texto distinto como corresponde al momento del viaje en el que se sitúa la acción. Nueva intervención del narrador contando el momento en que Axel es hallado por su tío y el guía Hans y reanudan el viaje. Musicalmente lo hacemos con una nueva fanfarria a cargo de la orquesta en pleno con protagonismo de metales y percusiones poniendo así fin a la primera cara del disco.

“The Battle / The Forest” – La acción salta hasta el momento en que llegan a un extraño mar interior rodeado de una extraña vegetación gigantesca. El narrador nos recuerda cómo los viajeros fabrican una balsa y se aventuran en una travesía en la que monstruos prehistóricos aparecen por todas partes. A partir de ahí, Wakeman se encuentra en su salsa entrando en un segmento en el que sus teclados cobran todo el protagonismo y comienza la que quizá sea la mejor canción del disco con solista y coro perfectamente conjuntados en un momento que podría haber pertenecido a cualquier musical del West End londinense. Vuelve a sonar el clavinet acompañado de los efectos electrónicos del sintetizador como fondo musical para la nueva aparición de la voz en off. A partir de ahí nos adentramos en otro interesante momento de rock progresivo que habría encajado bien en el anterior disco de Wakeman aunque pronto termina para dejar su turno a la orquesta que representa la angustia de una tormenta eléctrica bajo la tierra en medio de un lago que se antoja interminable. Finalmente, el narrador nos cuenta la llegada a la orilla en la que encuentran multitud de restos óseos de monstruos prehistóricos, momento que Wakeman encuentra apropiado para introducir la canción principal del disco a la que la pobre interpretación del vocalista, claramente limitado para esa tarea, no hace justicia en modo alguno. Tampoco los arreglos corales, con unas subidas y bajadas casi cómicas ayudan demasiado pero la composición, interpretada en muchas ocasiones por Wakeman en sus directos, tiene un potencial mayor que el mostrado aquí. De nuevo, la voz de David Hemmings aparece para contarnos cómo los viajeros provocan una explosión que precipita su barca en una corriente imparable por los túneles hasta dar en medio de una erupción volcánica que devolvería a los héroes a la superficie a través del cráter del Stromboli. Recurre aquí Wakeman al popular motivo del “I Dovregubbens hall” de la escena quinta del segundo acto de “Peer Gynt”, del noruego Edvard Grieg antes de despedirse con otro solo de sintetizador que precede la recapitulación final con los metales recreando la fanfarria inicial en un tono mucho más pausado.



Rick Wakeman ejemplifica como poco los males de un estilo como el rock progresivo que nos ha regalado auténticas obras maestras musicales pero que en muchas ocasiones ha caminado peligrosamente cerca del abismo con obras conceptuales que eran auténticos disparates. El viejo Rick, uno de los iconos innegables del género, pese a quien pese, caminó muy a menudo en su carrera en solitario por el lado equivocado de la raya cayendo en todos los errores que el rock progresivo propiciaba, con piezas grandilocuentes, sobredimensionadas, en las que el ruido superaba con mucho a las nueces. Como decíamos al principio, su talento brillaba mucho más cuando estaba moderado por la presencia de otros músicos que le ponían freno y sabían dosificar las florituras del teclista. Curiosamente, en este disco no asistimos a interminables solos de vértigo ni a demasiadas exhibiciones vacías pero sí a unos arreglos pomposos en exceso para unas melodías que no soportaban bien ese tratamiento. Resulta un ejercicio muy tentador comparar los discos de los setenta de Wakeman con los de Mike Oldfield. Pueden partir de principios similares y tratamientos análogos pero en el caso del segundo hay un gusto, una estética mucho más contenida que permite que disfrutemos de la música sin tener que estar apartando continuamente de nuestros oídos una gran cantidad de elementos superficiales. Y el caso es que “Journey to the Centre of the Earth” es un disco que contiene muchas ideas interesantes que cuando han sido interpretadas de otro modo por su propio autor (principalmente en conciertos y con formaciones más modestas) nos han parecido composiciones notables. Sólo por eso recomendamos hoy este trabajo que, por otra parte, fue un número uno instantáneo en su momento nada más llegar a las tiendas y aún hoy es uno de los más vendidos de su autor a pesar de que, cuando los directivos de A&M Records recibieron la primera copia del trabajo terminado, les pareció tan horrible que no querían publicarlo. Con el tiempo, Wakeman grabaría una secuela titulada “Return to the Centre of the Earth” sin demasiada fortuna. Si queréis haceros con el original, un clásico a su modo, lo podéis encontrar en los enlaces habituales:

amazon.es

play.com

Os dejamos con un "medley" del disco a cargo del propio Wakeman en directo:

domingo, 11 de agosto de 2013

Vangelis - 1492, Conquest of Paradise (1992)



El llamado “Quinto Centenario” fue una especie de marca que se acuñó para englobar todos los fastos que iban a tener lugar en 1992, con la conmemoración de los cinco siglos del descubrimiento de América. Aprovechando la corriente, surgieron todo tipo de celebraciones entre las que no faltaron, ¿cómo no? hasta dos películas ilustrando la epopeya de Cristobal Colón.

Detrás de una de ellas se encontraba, nada menos que Ridley Scott que acababa de terminar “Thelma y Louise”, a la sazón, su película más valorada por la crítica hasta aquel entonces, por encima de “Alien” o “Blade Runner”, aunque resulte increíble tantos años después. Scott contó con un gran presupuesto para rodar una superproducción destinada a convertirse en un hito del cine, a la altura de clásicos como “Ben-Hur” o “Los Diez Mandamientos” pero todas esas expectativas quedaron muy lejos de cumplirse a la hora de la verdad.

Recordamos bien el estreno de la película en el desaparecido cine Coliseum de Santander y las sensaciones que nos quedaron al salir del local. El film nos dejó indiferentes pero había algo que nos iba a acompañar hasta llegar a casa y durante varios días más, repitiéndose sin cesar en nuestras cabezas: el inolvidable tema central de la película, obra de Vangelis. Tenemos que reconocer que si había un atractivo que nos llevó a pasar aquellas horas en la sala de cine era ver el reencuentro entre Ridley Scott y Vangelis, en una época en la que, recordémoslo, la banda sonora original de “Blade Runner” ni siquiera había sido editada de un modo oficial y, sin internet o DVD’s, el capricho de ver una película muchas veces dependía de la disponibilidad del video club del barrio, poco dado a mantener un cierto stock de películas que no pertenecieran a la categoría de recientes. Había, además, una curiosidad. Cuando Scott y Vangelis cruzaron sus caminos, el director estaba aún en sus inicios y el músico en su momento más alto (acababa de ganar un Oscar y estaban recientes algunos de sus mejores trabajos). En éste segundo encuentro, Scott era ya un director consagrado y Vangelis no aparecía tan habitualmente en los medios y estaba reciente un trabajo como “The City” que pasó desapercibido.

No hemos vuelto a ver la película desde aquel día pero su banda sonora es un trabajo que aún hoy nos acompaña con cierta regularidad. En la grabación intervienen varios músicos invitados entre los que se cuenta el guitarrista flamenco Bruno Manjarrés, de quien no hemos encontrado muchas más referencias anteriores que su aparición en un disco francés de flamenco (sic) y su participación en la película “Pourvu que ça dure” (en la que aparece Emmanuelle Seigner, quizá la conexión con Vangelis ya que la actriz interviene en el disco “The City” del griego). Junto con Manjarrés aparece el multiinstrumentista y “cantaor” Pepe Martínez que formaría un tiempo después junto a Bruno la banda Zaragraf, combo que mezcla folk balcánico y flamenco. Completan los créditos del disco, Francis Darizcuren (mandolina y violín), Didier Malherbe (flautas) y el imprescindible English Chamber Choir dirigido por Guy Protheroe. Supervisando todo el apartado etnológico-musical, está Xavier Bellenger, experto que colaboró con Jean Michel Jarre en “Zoolook” o “Revolutions” asesorándole sobre instrumentos y músicas étnicas.



“Opening” – El breve tema de apertura es una introducción llena de sonidos étnicos y ambientales perfecta para situarnos ante la acción que se va a desarrollar en los siguiente minutos, con fondos electrónicos y arpas que recuerdan, cómo no, a “Blade Runner”

“Conquest of Paradise” – No tarda mucho Vangelis en soltar el grueso de su artillería y lo hace con un tema espectacular en el sentido literal del término: un soberbio coro (el English Chamber Choir de Guy Protheroe que ya colaboró con Vangelis en “Mask”) interpreta una melodía sencillamente soberbia arropada por los sintetizadores del genial griego, quien dobla la melodía al piano antes de introducir otra magnífica secuencia electrónica que evoca sus mejores momentos. El ritmo de marcha, procesional, que sirve como elemento de cohesión de toda la composición es subyugante y atrapa al oyente de modo inevitable. Con el tiempo, la melodía ha quedado como una de las más recordadas de su autor, lo cual es decir mucho.



“Monastery of La Rábida” – Cambio total de ambiente para la siguiente pieza que anticipa al Vangelis que escucharíamos en los años venideros y es que tanto en sonoridad como en el tipo de melodía, esta pieza podría aparecer sin problemas en discos como “El Greco”, lo cual no deja de tener cierto sentido ya que la temática de ambos no deja de ser española aunque haya más de medio siglo de diferencia entre ambos acontecimientos. La pieza tiene grandes momentos muy clasicistas y unos coros muy acertados cantando “de profundis” que la hacen una de nuestras favoritas.

“City of Isabel” – Suenan unos acordes de guitarra para introducir la siguiente composición, con un aire medieval muy adecuado y reminiscencias bizantinas inevitables en Vangelis cuando ambienta una pieza de época.

“Light and Shadow” – Vuelve el ritmo cadencioso y el coro para remarcarlo en una pieza de un gran lirismo en la que Vangelis da ese paso que apuntó años atrás en “Mask” (y menos marcadamente en “Direct”) hacia un sinfonismo contemporáneo de altos vuelos. Quizá el resultado no sea siempre tan elevado como se pretende pero, los momentos más flojos de un músico como el griego son inalcanzables para el común de los artistas.

“Deliverance” – Escuchamos de inicio una guitarra española rodeada de texturas electrónicas y solemnes percusiones en una pieza clásica del griego dominada por las profundas cuerdas salidas de su sintetizador favorito: el CS80 de Yamaha. Suena de nuevo el coro en los momentos finales entonando algunos versos del “Dies Irae” latino que encajan a la perfección en el tono general de la obra.

“West Across the Ocean Sea” – El compositor griego saca su mejor faceta como melodista en este precioso corte interpretado con lo que parece una flauta andina (evidentemente surgida de los sintetizadores). En el contexto del disco puede parecer un tema menor pero tiene su encanto.

“Eternity” – Más flautas étnicas ilustran el inicio de la pieza más breve del disco si descontamos la introducción. Más tarde aparece el resto de la instrumentación y el coro regalándonos un final precioso para un tema que termina por hacerse corto.

“Hispañola” – Se dice que el tema favorito de Ridley Scott de toda la banda sonora era este y no el que terminó siendo el más popular. No podemos discutirle al bueno de Ridley la elección ya que se trata de una pieza impresionante, con los sintetizadores marcando un ritmo casi bélico (¡cuánta influencia ha tenido Holst y su “Mars” en la música de nuestra época!) que sirve como marco para la aparición de unos intensos “quejíos” flamencos, una nueva intervención del coro y algunos de los mejores fraseos del músico griego a los teclados que suenan a improvisación aunque probablemente no lo sean. La pieza está estructurada como un brillante crescendo que enlaza con la siguiente pieza entrando así en la parte final del disco.



“Moxica and the Horse” – Continúa la particular mezcla de electrónica y flamenco del corte anterior, más acusada si cabe, por la mayor presencia de la guitarra aunque en ningún momento surge la duda acerca de la autoría de una pieza que rezuma Vangelis por los cuatro costados, especialmente en sus instantes finales que anticipan el sonido que predominará en discos posteriores como “Voices” u “Oceanic”.

“Twenty Eight Parallel” – Vangelis se pone íntimo en esta preciosa composición en la que recupera la melodía central de la película en una delicada versión pianística realmente preciosa que resalta el valor de la música por encima de los artificios en los que, en ocasiones, puede caer un autor.

“Pinta, Niña, Santa María (Into Eternity)” – El cierre del disco lo pone un tema extenso (casi la cuarta parte de la duración total del disco) en el que el músico griego desarrolla una composición que se diría ajena a la temática de la película y que parece sacada de su reciente disco “The City” ya que comparte sonoridad, estilo y cadencia con aquel minusvalorado trabajo. A pesar de incluir una cita de “Eternity” en los instantes finales, la pieza no aparece en la película original.



Comentar una banda sonora de Vangelis, en la mayoría de los casos no es comentar una banda sonora sino un disco de estudio basado en una banda sonora. El trabalenguas (o sinsentido, llámese como proceda) viene al caso porque, al igual que en “Chariots of Fire” o “Blade Runner”, por poner dos ejemplos, cuando el músico edita un disco con música de una película, el contenido difiere mucho de lo que suena en la pantalla: hay música nueva no incluida en la película (incluso compuesta mucho después) y la que sí aparece en el film, lo hace de un modo muy diferente merced a la gran cantidad de retoques que Vangelis añade al disco en su estudio. Por supuesto, siempre queda buena parte de la música original fuera del disco y no precisamente por razones de espacio ya que ninguno de los 3 CDs citados alcanza la hora de duración. Ésta peculiaridad de Vangelis hace que prescindamos del encaje de música e imagen en nuestro análisis (algo que, por otra parte, hace magníficamente bien el amigo “El Conde” en esta entrada de su blog).


“1492, Conquest of Paradise” marca un cambio en la discografía de Vangelis. A pesar de ser una banda sonora, lo que podría situarla fuera de su trayectoria artística en términos de estilo, supone un claro enlace entre el Vangelis anterior, especialmente el de “The City” (y, en menor medida, el de “Direct”) y el sonido que el compositor griego adoptaría a partir de entonces. Muchos de los sonidos de discos como “Oceanic” o “El Greco” pueden escucharse ya aquí. En este contexto, “1492” aúna lo mejor de ambas etapas del músico y, para muchos, es su última gran obra. Nosotros no comulgamos con esa opinión ya que creemos que han salido muy buenas cosas de la paleta de Vangelis con posterioridad pero entendemos el trasfondo que esconde esa afirmación. “1492” es un disco que no puede faltar en ninguna discoteca medianamente surtida. Si no está en la vuestra y queréis reparar ese error, podeis encontrarlo aquí:

amazon.es

fnac.es

viernes, 7 de octubre de 2011

Vangelis - Heaven and Hell (1975)



De cuando en cuando aparecen en el mercado grabaciones realmente especiales por todo lo que tienen de diferente y los caminos nuevos que abren. Si hubo un momento en que esto era realmente difícil, ese era la primera mitad de los años setenta, época en la que parecieron caer todas las barreras y las barreras entre las distintas corrientes se disolvieron como por ensalmo y en la que se grabaron algunos de los discos más maravillosos de la historia de la música popular.

Uno de esos discos es, a nuestro juicio, "Heaven and Hell" de Vangelis. El griego había estado ensayando con Yes a petición de su amigo Jon Anderson, con la idea de que fuera nada menos que el sustituto de Rick Wakeman en la banda aunque, tras su etapa en Aphrodite's Child, el teclista no tenía intención de volver a formar parte de un grupo. En cualquier caso, Vangelis acababa de firmar un importante contrato con RCA y estaba montando su propio estudio en Londres en el que, quizá por primera vez, iba a disponer de todo lo necesario para desarrollar la música que quería hacer sin limitaciones de tipo técnico. Cuenta la leyenda que la grabación de "Heaven and Hell" se hizo entre andamios, cemento a medio fraguar y con los albañiles deambulando por los incipientes estudios.

Curiosamente, y pese a tratarse de uno de los mejores discos del griego, no contiene ninguna de las melodías más populares de su autor, y es que "Heaven and Hell" es una sinfonía que combina cantos bizantinos, rock progresivo, elementos clásicos y sonidos espaciales. A pesar de la ausencia de esos sensacionales estribillos del Vangelis más popular, varios fragmentos de la obra alcanzaron cierta notoriedad al ser incluídos en la sensacional banda sonora de la no menos magnífica serie de divulgación científica escrita por Carl Sagan, "Cosmos". La importancia del disco es notable y podemos escuchar referencias a este trabajo en muchos de los discos más conocidos de Vangelis en los años siguientes, especialmente en la banda sonora de "Carros de Fuego"

Junto a Vangelis, que toca todo tipo de instrumentos, entre los que se encuentran el magnífico piano aparece en los mejores momentos de la obra, tenemos a la vocalista Vana Veroutis, el English Chamber Choir dirigido por Guy Protheroe y, muy especialmente, una colaboración que merece un comentario aparte.

Y es que uno de los momentos más grandiosos del disco llega con el final de la cara A del viejo vinilo y que lleva el título independiente de "So Long Ago, So Clear", preciosa canción interpretada por Jon Anderson y primera gran colaboración entre el vocalista y Vangelis quienes formarían un interesante duo artístico un tiempo después. No dejeis de escuchar el tema porque en él se recoge lo mejor de los dos artistas en cuatro minutos realmente mágicos.

Por si lo anteriormente dicho no fuera suficiente para animaros, el disco está disponible a precio realmente irrisorio en muchas webs. Os dejamos un par de sugerencias:

amazon.es

play.com

Os dejamos con la música de "Heaven and Hell" utilizada en la serie "Cosmos" de Sagan:


martes, 13 de septiembre de 2011

Vangelis - Mask (1985)


A mediados de los años ochenta, Vangelis experimentó una evolución en su sonido hacia formas más clásicas con un uso de los sintetizadores más cercano que nunca al papel de la orquesta. Dentro de esta faceta, "Mask" destaca sobre todos los demás trabajos del griego de la época. En este disco nos encontramos al Vangelis más exuberante, con espectacluares coros, poderosas secuencias electrónicas y preciosos fondos de sintetizadores, combinados con delicados solos vocales y ocasionales remansos de paz que sirven para descansar de cuando en cuando.

"Mask" es una larga suite dividida sencillamente en seis movimientos sin título. En el primero de ellos encontramos al Vangelis épico, casi avasallador, que no escuchabamos desde su "Heaven and Hell" de diez años antes. Por el contrario, el segundo movimiento es una tranquila pieza, a modo de marcha lenta con apacibles ambientes y amables coros. El tono serio vuelve con el tercer movimiento, de nuevo con poderosos coros e inspirados paisajes tremendamente evocadores. Continúa el disco con un cuarto movimiento que podríamos definir como una especie de aria étnica, con sonidos y percusiones sugiriendo un folclore imaginario y la voz del cantante solista (no acreditado pero que todo apunta a que sería Guy Protheroe) recitando textos en un idioma desconocido. Al hilo de esto, comentar que el coro que aparece en toda la obra y que tampoco se recoge en los créditos, sería el English Chamber Choir dirigido por el propio Protheroe, quienes ya intervinieron en "Heaven and Hell" y repetirían en "Conquest of Paradise" años después. Señalar que Guy Protheroe explotaría en el futuro este tipo de obras corales en idioma inventado con reminiscencias del latín en su exitoso proyecto "Era", ya en los años noventa. Tras este interludio vuelven las rápidas secuencias electrónicas salpicadas de efectos especiales con el comienzo del quinto movimiento de la obra, una vez más con gran protagonismo coral. Es éste uno de los más extensos del disco junto con el primero y quizá el más variado. Ya para terminar, el sexto y último movimiento vuelve al Vangelis más tranquilo e íntimo para despedirse con un recuerdo al segundo movimiento que, sin ser de las piezas más conocidas del griego (ninguna en "Mask" podría contarse en esa lista), sí que tuvo una cierta popularidad e incluso fue usado en España en una campaña publicitaria de una marca de electródomésticos.

No se puede decir que la década de los ochenta, pasado el éxito de "Chariots of Fire" y el fiasco de la no publicación de la música de Blade Runner, fuera una década tremendamente destacada para nuestro músico en el ámbito popular, aunque sí que consiguió algunos éxitos de cierta importancia con los discos publicados a dúo con Jon Anderson que algún día apareceran por aquí. Sin embargo, ya sabemos que el éxito popular no siempre tiene relación con la calidad de la obra musical y creemos que "Mask" es un disco que no se queda corto precisamente en términos de inspiración.

Incomprensiblemente, hoy en día es realmente complicado encontrar el disco ya que lleva años descatalogado. En espera de una posible reedición, hemos encontrado un enlace a un precio más o menos razonable:

amazon.co.uk

Os dejamos el primer movimiento del disco: