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lunes, 21 de julio de 2014

Jean Michel Jarre - Waiting for Cousteau (1990)



Quienes seguís el blog desde hace tiempo, sabéis que tenemos una teoría, seguramente errada sobre el músico francés Jean Michel Jarre según la cual, hay dos etapas muy diferenciadas en la primera parte de su carrera: una inicial hasta “Zoolook” en la que la música parecía ser el centro de sus intereses y en la que cada disco parecía un desafío personal por superar el anterior así como un despliegue de lo más moderno en cuanto a tecnología y tendencias que sonaban en él. La segunda etapa la marca el macroconcierto de Houston. Con esa excusa se preparó un disco como “Rendez-Vous” en el que buena parte de la música eran revisiones de obras anteriores del músico que no habían llegado a formar parte de sus discos “normales”. No sabemos si la floja acogida comercial de “Zoolook”, quizá el trabajo más avanzado del francés, o la gran repercusión del concierto tejano cambiaron la forma de trabajar de Jarre. Se supone que sigue componiendo y grabando cosas pero sólo salen a la luz cuando en el horizonte aparece un proyecto audiovisual que lo justifique. Algo así ocurrió con “Waiting for Cousteau.

La fiesta nacional francesa del 14 de julio es desde siempre una fecha cuyas celebraciones incluyen actos grandilocuentes destinados a causar un gran impacto en la ciudadanía francesa, especialmente en la parisina. Jarre ya había actuado en ese día en 1979 ofreciendo un espectáculo sorprendente, anticipo del ya citado de Houston, pero lo de 1990 iba a ir mucho más allá. Beneficiado de la gran labor de Francis Dreyfus y de la rivalidad entre Miterrand, presidente de la República Francesa y Chirac, alcalde de París en aquel entonces, Jarre iba a ofrecer el que quizá haya sido su concierto más completo hasta hoy en día. No es difícil imaginar lo que el músico, con todo el apoyo del ayuntamiento de París (Chirac se apuntaba así un tanto frente a su rival político tras haber tenido que aplazar el concierto un año a causa del desfile programado por el Gobierno Francés en 1989 para conmemorar la toma de la Bastilla) y de su discográfica, podría organizar para la mayor fiesta del país vecino. Pero faltaba algo y es que un macroconcierto de esas características quedaría un poco descafeinado sin un nuevo disco que sirviera como parte central del mismo y para hacer más atractiva la promoción radiofónica y televisiva del evento (un concierto exclusivamente de grandes éxitos habría sido, ciertamente, menos interesante).

Cabe suponer que, dada la temática del trabajo anterior (“Revolutions”) su concepción pudo tener mucho que ver con la idea del concierto de La Defense del 14 de julio y que, en vista de su aplazamiento y de que el disco ya fue utilizado unos meses antes en los conciertos de los Docklands londinenses se desechase la posibilidad de volver a centrar en él otro macroespectáculo, sobre todo si pensamos que, como es lógico, este tipo de eventos no se improvisan en dos días y su preparación se hace con muchos meses de adelanto. ¿Qué hacer entonces? Pues tirar de archivo en buena parte e improvisar algunos temas nuevos. Descartado el tema de la revolución francesa como motivo central del disco, se optó por dedicárselo a uno de los grandes personajes del país galo en los años precedentes: el oceanógrafo Jacques Cousteau (el disco, de hecho, se publicaría el día en el que éste cumplía 80 años).

En 1989 se celebró la exposición “Concert D’Images” en una galería parisina con fotografías y objetos relacionados con los conciertos anteriores de Jarre. Para ambientar la estancia de los asistentes a la sala, Jarre cedió una música que había grabado poco antes, en sus palabras, para tener una música de fondo que sonase sin causar molestia ni distracción alguna mientras él hacía otras cosas. “Ambient” en su definición más clásica. Esa grabación, suponemos que con algunos retoques, fue el sonido que, a modo de “muzak” formó parte en cierto modo de la exposición. La pieza, de cerca de una hora de duración, formaría parte del nuevo disco con algún ligero recorte. Parece ser que eun primer momento, la idea era que ese largo corte, que llevaría el título de “Waiting for Cousteau” sería el contenido total del album tratando de elaborar algún “single” minimamente promocionable en las radios pero finalmente se descartó esa opción completando el disco una obra en tres partes, con un gran componente rítmico que Jarre grabó en Puerto España, nada menos que en Trinidad y Tobago en compañía de la banda local de intérpretes de “steel drums”, The Amoco Renegades. Jarre contó para estos tres cortes con sus habituales Michel Geiss y Dominique Perrier a los teclados y para el single del disco, con Guy Delacroix al bajo y Christophe Deschamps a la batería.

Imagen del concierto parisino del 14 de julio de 1990

 “Calypso” – El tema comienza con unos sonidos de olas cercanos al tópico pero justificados por el motivo del disco. No tarda en romper en una dirección imprevista con una verdadera fiesta de ritmos caribeños en los que los “steel drums” se desenvuelven a la perfección interpretando una melodía que se encuentra entre las más populares de la carrera de Jarre en la que encontramos una complejidad algo mayor que en singles anteriores. La primera mitad de la pieza es tremendamente pegadiza y alegre y no es de extrañar que se convirtiera en un éxito inmediato. Nos quedamos, sin embargo, con la parte central en la que, sobre un ritmo muy vivo y tropical, Jarre empieza a desplegar toda su colección de efectos sonoros, la gran mayoría de los cuales formó parte de una rara cara-B del maxi single de “Rendez-Vous 4” que llevó por título “Moon Machine”. “Calypso” es, quizá, la fusión más perfecta que Jarre ha llegado a completar entre su música y la que por aquel entonces se empezaba a conocer como “world music” quedando ambos aspectos perfectamente equilibrados.

Videoclip promocional de "Calypso"


“Calypso 2” – Con todo, la primera parte de “Calypso” estaba destinada a ser un single de éxito pero cuando hablamos de Jean Michel Jarre, en la mayoría de las ocasiones los singles no son lo más jugoso de sus trabajos. Si tenemos que escoger una composición (y sólo una) de el periodo final de los años ochenta y el comienzo de los noventa en la discografía del músico galo, nos quedaríamos sin demasiadas dudas con la que ahora nos ocupa. “Calypso 2” sería, salvando las distancias, el “Ethnicolor” de este periodo. Una pieza que comienza con un desarrollo lento, solemne, pero que conforma avanza y se van añadiendo nuevos elementos y ritmos se transforma en una suerte de marcha electrónica absolutamente fantástica. Una serie de “samples” se combinan de repente formando una secuencia maravillosa que da paso a la segunda parte de la composición en la que el ritmo es dueño y señor. El esquema de la pieza es tradicional en determinados temas del músico desde “Oxygene 5” hasta “Chronologie 5” pasando por el ya citado “Ethnicolor” y en todos los casos, solemos estar en presencia de un momento diferente dentro de cada disco que contrasta con el resto.

“Calypso 3” – Cerrando la “suite” titulada como el barco en el que Cousteau grabó la mayoría de sus documentales, llega el tema más prescindible del disco. Con una melodía muy “bonita” pero excesivamente almibarada, lo que estropea ligeramente el aire solemne que prendidamente debería tener el tema. Quizá esta sea una valoración injusta puesto que, tras la exposición inicial, la pieza evoluciona de un modo más que interesante recuperando muchos elementos que ya estaban presentes en el anterior “Revolutions”, particularmente en la suite “Industrial Revolution” y es que lo cierto es que tanto “Calypso 2” como éste último tema comparten muchas características con aquella obra de la que podrían considerarse dignos sucesores.

“Waiting for Cousteau” – Llegamos así a la pieza central del disco; la más sorprendente, arriesgada y rompedora del trabajo que se corresponde como ya hemos comentado con la música que se utilizó en la exposición “Concert d’Images”. Durante más de 45 minutos (unos 22 en las versiones del disco en vinilo y cassette), asistimos a una profunda muestra de música ambiental que haría las delicias de cualquier seguidor del género. Sobre un fondo estático con escasas variaciones, se van desplegando, de manera parsimoniosa, una serie de notas de piano, efectos sonoros, etc. que dotan a la obra de un poder evocador descomunal. No es difícil hacerse a la idea, sugestionados por el contexto del disco, de que nos encontramos en un fondo marino, buceando placenteramente entre peces y demás fauna pero prescindiendo de este, la música podría transportarnos igualmente a la soledad del cosmos o a lo más profundo de los sueños. No faltaron los críticos que afirmaban que esta larga pieza era la mejor y más seria composición que nunca había firmado el músico francés. Muchos aficionados, por el contrario, quedaron muy descolocados al escuchar una obra de tal extensión y tan alejada de lo que hasta ese momento había ofrecido Jarre. En nuestra opinión, se trata de una composición que ha ganado mucho con el paso del tiempo convirtiéndose en fundamental para cualquier seguidor del autor de “Oxygene” que quiera tener una visión completa del músico.

Con el apoyo del posterior concierto de La Defense, uno de los más recordados del músico sin lugar a dudas, “Waiting for Cousteau” obtuvo un gran éxito en muchos países. Fue, además, un disco con una especie de secuela en forma de banda sonora para el documental de Cousteau: “Palawan, el último refugio” que rescató buena parte de éste y otros trabajos anteriores de Jarre además de contar con dos piezas inéditas. Incluso “Calypso 2” tuvo una segunda vida en forma de música corporativa para una compañía de agua lionesa, tras sufrir un pequeño retoque en el orden de sus dos partes principales. También ambos, disco y concierto, supusieron en cierto modo el fin de una era de macroespectáculos que a partir de entonces pasaron a alternarse con las giras hasta terminar por desaparecer, al menos con la concepción de eventos únicos e irrepetibles, un tiempo después.


Jarre está reeditando su discografía, al menos parcialmente, en las últimas semanas a través de un nuevo contrato con Sony pero por ahora “Waiting for Cousteau” no forma parte de los títulos que han aparecido hasta ahora. Cabe esperar que conforme se acerca el anunciadísimo nuevo disco del músico francés (del que empezó a hablar hace más de cinco años) varios nuevos títulos se sumen a la serie de remasterizaciones y éste trabajo vuelva a encontrarse habitualmente en las estanterías de las tiendas de discos, esas reliquias de los tiempos modernos. Acerca del nuevo disco, anunciado para principios del año que viene, las noticias llegan con cuentagotas pero todo apunta a que será un doble CD en el que Jarre incluirá un buen número de colaboraciones con otras estrellas relacionadas de un modo u otro con la música electrónica en las últimas décadas. La nómina de músicos, de la que aún faltan por confirmar un buen número, incluye nombres tan variados como Hans Zimmer, Tangerine Dream, Trent Reznor, John Carpenter, Laurie Anderson o Pete Townshend, por nombrar sólo algunos de los que parecen fijos en la lista. Mientras llegan más noticias, podemos disfrutar de discos ya clásicos del francés como este “Waiting for Cousteau” que podéis encontrar en los enlaces habituales.


play.com

Os dejamos con "Calypso 2" en la versión que sonó en el concierto de la Defense.

viernes, 27 de abril de 2012

Jean Michel Jarre - Revolutions (1988)



Hablamos hace poco de las consecuencias perniciosas que tuvo para algunos artistas el cambio de la tecnología analógica a la digital en los sintetizadores. No queremos que esto se interprete como una crítica a la nueva tecnología sino, más bien, a los músicos que se acomodaron un tanto ante las facilidades que esta les ofrecía y en muchos casos, no exploraron las nuevas posibilidades que se abrían ante ellos y se limitaron a tirar de los sonidos de fábrica de los aparatos. Bien es cierto que la música no debería depender de las máquinas con las que esté hecha sino del talento del músico. Si este es el suficiente, los resultados pueden ser excelentes aunque todo lo que suene en el disco sean “presets” pero no podemos dejar de lado el hecho de que lo que distinguía a la música electrónica como género (especialmente a la de los años setenta) era, precisamente, la nueva sonoridad que sólo permitían los sintetizadores y la capacidad de experimentación y de creación de nuevos timbres que brindaba la naciente tecnología. Muchos de los músicos de aquella primera generación de sintetizadores no profundizaron en las prestaciones de los nuevos aparatos como sí lo hicieron otros muchos artistas de nuevo cuño.

Hay muchos ejemplos que sirven para ilustrar esta idea pero ya que llevamos unos días centrados en la figura de Jean Michel Jarre, creemos conveniente hablar del disco que mejor refleja lo dicho en el párrafo inicial. Algo cambió en la carrera del francés a partir del macroconcierto de Houston en 1986. A raíz de aquel acontencimiento se diría que las prioridades del artista sufrieron un vuelco y los espectáculos de luz y sonido que le conviertieron en un icono en los ochenta pasaron a ser su principal interés y, desde entonces, cada disco parecía concebido como excusa para el siguiente show mastodóntico.

El pretexto en esta ocasión iban a ser una serie de conciertos en los muelles de Londres, una zona industrial en decadencia en aquellos años y que no parecían, a priori, el lugar más adecuado para el evento aunque el resultado final fue excelente desde el punto de vista audiovisual. El concierto se iba a estructurar en cuatro partes, lo que marcaría también los distintos cortes del disco. La primera de ellas estaba dedicada a la Revolución Industrial, la segunda a los agitados años sesenta londinenses, cuna de varios de los más importantes movimientos artísticos de las últimas décadas. La tercera parte se concibió como una visión futurista de los por entonces venideros años noventa y la cuarta y última, simplemente, como el cierre de los conciertos. Cada una de las piezas del disco estaba diseñada para encajar en una de las cuatro temáticas principales del concierto.

Para la grabación, Jarre recurrió a un buen número de músicos invitados, lo que recordaba a “Zoolook”, y no era el único punto en común. Como en aquella ocasión, el músico recurrió a grabaciones étnicas de Xabier Bellenger y el productor Francois Kevorkian (autor de un remix de “Zoolookologie”) colaboraría también en el primer single. Junto a ellos y al propio Jarre, intervienen en la grabación Dominique Perrier y Michel Geiss (sintetizadores), Joe Hammer (batería), Guy Delacroix (bajo). En algunos temas concretos hay participaciones puntuales de otros artistas que comentaremos en su momento.


Imagen de los conciertos londineses

“Industrial Revolution” – Abre el disco una extensa suite dividida en una obertura y tres movimientos. Sin introducciones de ningún tipo, el sonido de unos martillos golpeando un yunque sirve para meternos en ambiente con una melodía de aspiraciones sinfónicas, cargada de épica y energía que se repite en un par de ocasiones. Mediada la pieza llegamos a un sólo central, algo a lo que Jarre no es demasiado proclive para volver de nuevo a la melodía inicial mientras van decayendo los golpes de martillo hasta que la máquina se detiene por completo. Se inicia a continuación el primer movimiento propiamente dicho de la suite tras una breve transición ambiental llena de profundas respiraciones y ritmos mecánicos que desembocan en una sinfonía colorista de gran brillantez, que continúa la linea inaugurada por el músico en su disco anterior con “Rendez-Vous 2”. En ella se mezclan elementos barrocos con contundentes percusiones y valses de estética cyberpunk. Sin solución de continuidad entramos en el segundo movimiento de la suite, quizá el más brillante con unos violines cantarines que van trenzando un bello entramado que sirve de lecho para una nueva melodía realmente poderosa a la que se añade un bajo como conductor hasta el tercer y último movimiento, de corte más pausado y profundo con la presencia intimidatoria del coro que dirige Bruno Rossignol y una guitarra eléctrica que aparece dibujando arabescos (no aparece acreditado ningún guitarrista por lo que debemos suponer que se trata de un sintetizador). La segunda mitad de la pieza está marcada por un solo de sintetizador con la marca inconfundible de Dominique Perrier hasta su conclusión. “Industrial Revolutions” ejemplifica a la perfección lo que decíamos al comienzo. A pesar de que la práctica totalidad de los sonidos empleados son “presets” del Roland D50, la calidad de la composición hace que la procedencia de los mismos sea secundaria. La pequeña sinfonía que Jarre compone con la Revolución Industrial como tema se puede contar entre sus mejores composiciones en esta linea.

“London Kid” – La siguiente pieza del disco y que iba a servir para cerrar la cara A del mismo estaba destinada a la segunda parte del concierto de los Docklands londinenses y se trataba del particular homenaje de Jarre a uno de sus ídolos de juventud: el guitarrista de The Shadows, Hank Marvin. El grupo, que nació como acompañamiento permanente de Cliff Richards, desarrolló una interesante carrera con posterioridad haciendo rock fundamentalmente instrumental. “London Kid” era una composición que seguía esa linea de la formación. Se cuenta que Jarre llamó a Marvin a su domicilio en Australia e interpretó la pieza a través del teléfono. Hank se mostró entusiasmado y aceptó interpretarla, tanto en el disco como en el posterior concierto. Junto con Marvin, interviene en el tema Sylvain Durand interpretando el Fairlight. En nuestro criterio, “London Kid” es un tema que no aporta demasiado y rompe con la estética del disco a pesar de ser una melodía agradable y ciertamente pegadiza.

“Revolutions” – Concebida para el segmento del concierto centrado en los años noventa, Jarre anticipa en cierto modo el mestizaje cultural que iba a caraterizar esa época. De inicio, escuchamos un ney turco interpretando una melodía tradicional. La grabación, extraída de los ficheros de Xabier Bellenger provenía de una interpretación del flautista Kudsi Erguner. Enseguida, la flauta se ve envuelta por una serie de sonidos electrónicos que van convirtiendose en una poderosa secuencia rítmica acentuada por la batería instantes después. Sobre esa base, Jarre comienza a recitar un texto con su voz modulada a través de un Vocoder, recurso robótico popularizado por Kraftwerk en su momento. En un momento determinado se escucha el canto de un muezin procedente también del archivo de Bellenger. A pesar de ser un tema acogido con mucha sorpresa en su momento por los seguidores del músico francés, lo encontramos muy apropiado para el disco y el concierto al que iba a pertenecer. Curiosamente, la versión original de “Revolutions” que hemos comentado fue sustituída en posteriores ediciones del disco por otra en la que desaparece la parte de flauta y el canto y son sustituídas por una orquesta tradicional arabe y por otro vocalista. Al parecer, hubo ciertos problemas legales con los “samples” originales que hicieron recomendable su sustitución en ediciones venideras.



“Tokyo Kid” – Como la anterior, la siguiente composición también integraría la sección de los noventa del concierto, lo que justifica su aire futurista y, hasta cierto punto, distópico. La pieza se construye a partir de retazos de sonidos ambientales en segundo plano y de un ritmo irregular y nervioso elaborado a partir de percusión y bajo, un tanto caótico. A partir de esa extraña disposición, el trompetista japonés Jun Miyake interpreta una inquietante melodía de extrñamente melancólica. A pesar de lo extraño del tema, creemos que es una de las partes más interesantes del disco.



“Computer Weekend” – La segunda composición del disco destinada al tramo sobre los años sesenta del concierto londinense es, en nuestra opinión, tan prescindible como la anterior. Se trata de una especie de juego musical a los que tan dado es el músico francés, pero sin el encanto de alguno de sus predecesores (Band in the Rain, The Last Rumba…). Sobre un sonido de plácidas olas rompiendo en un playa, podemos oir una melodía intrascendente de inspiración hawaiana por decir algo que no aporta demasiado al disco.

“September” – Una de las pruebas del caracter improvisado en general del disco al que hacíamos referencia al comienzo es la pieza que nos ocupa. Está dedicada a la activista sudafricana Dulcie September, asesinada el 29 de marzo de 1988 en París. September se había destacado en la lucha contra el apartheid pero no fue esa su única lucha. En el momento de su asesinato, en el que fue tiroteada mientras recogía el correo en la sede del “African National Congress” en París, se encontraba investigando el tráfico de armas entre los gobiernos de Francia y Sudáfrica. Si tenemos en cuenta que el disco apareció en las tiendas apenas cuatro meses después, veremos que el tiempo que tuvo Jarre para componer y grabar la pieza no fue excesivo. En ella se cuenta con la participación de la vocalista Mireille Pombo (voz) y del Choeur De Jeunes Filles du Mali bajo la dirección de Sori Bamba. Sin ser un mal tema, tenemos que reconocer que a Jarre se le fue un poco la mano y terminó elaborando un pastelón excesivamente edulcorado que ocuparía la última parte de los conciertos londinenses junto con el que cierra el disco.


Placa de la plaza parisina dedicada a la activista sudafricana


“The Emigrant” – Continuando con la linea emotiva del corte anterior, Jarre echa mano de todos sus recursos teatrales para dotar de profundidad a la pieza que cierra el disco (redobles de tambor culminados con golpes de platillos, coros de gran intensidad…) a pesar de lo cual, no podemos decir que no nos guste. La pega que se le podría poner a la pieza es la elección de los sonidos principales, demasiado ligeros para el aire general de la composición que, quizá, demandaba algo más de consistencia y tensión para conseguir el efecto deseado. Sólo ese pequeño detalle evita que nos decantemos por “The Emigrant” como un cierre sobresaliente para el disco.

Ni que decir tiene que en 1988, Jean Michel Jarre era una superestrella mediática. Los lanzamientos de cada uno de sus discos eran acontencimientos en las radiofórmulas de todo el mundo y sus escasos conciertos eran programados con asiduidad por las cadenas de televisión. “Revolutions” fue un éxito de ventas (con la repercusión de los conciertos, llegó al número 2 en las listas del Reino Unido) pero no tuvo tan buena acogida por parte de la crítica. Empezaba a generalizarse la opinión de que el músico estaba más interesado en montar macroespectáculos de luz y sonido que en cuidar la parte estrictamente musical de su carrera. Con todo, el disco sigue siendo un trabajo digno de mención; lejos de la mayoría de sus trabajos anteriores pero con un buen puñado de composiciones notables. La versión que hemos comentado no será fácil de encontrar por estar descatalogada desde hace muchos años. En su lugar existe una reedición con el “nuevo Revolutions” del que hablamos en el comentario tema por tema que fue rebautizada como “Revolution, Revolutions” que podeis adquirir aquí:

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Os dejamos con el fragmento inicial del video oficial de los conciertos londinenses en el que podesis escuchar una versión reducida de la suite "Industrial Revolution"