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jueves, 14 de junio de 2012

Jean Michel Jarre - Rendez-Vous (1986)



Que la calidad de un artista no tiene nada que ver con su popularidad es un hecho indiscutible para cuya constatación basta con ojear cualquier lista de ventas de discos de cualquier estilo (cuando la gente compraba discos, claro está). Del mismo modo, no es extraño que, dentro de la trayectoria de un músico, su trabajo más popular o el que se convierte en el más reconocido por el oyente en general, dista mucho de ser el de mayor calidad. Ejemplos hay para dar y tomar y los tipos de música que aquí solemos tratar no son ninguna excepción al respecto. Sin mucho esfuerzo se nos ocurren varias muestras de esto como “Crises” en el caso de Mike Oldfield (en especial, la canción “Moonlight Shadow”), “The Wall” de Pink Floyd, “The Piano” de Michael Nyman o “90125” de Yes. Los ejemplos citados coinciden en un aspecto: todos ellos son discos de artistas consagrados que supusieron en mayor o menor medida un repunte en su popularidad gracias, precisamente, a estos trabajos.

El disco que hoy nos ocupa puede contarse entre los pertenecientes a esa categoría pero con el añadido de la enorme amplificación que tuvo su aparición por el histórico concierto que sirvió como puesta de largo del mismo. Jean Michel Jarre es una figura que tiene muchos puntos en común con el tópico futbolista brasileño superdotado. Con una facilidad para crear melodías pegadizas y un gran talento para la elaboración de un sonido propio tan particular como inimitable, sus cualidades son comparables a su aparente poca dedicación hacia otros aspectos que deberían tener mucho peso en la carrera de un músico. Él mismo contaba en alguna ocasión cómo siempre había querido ser un artista organizado, levantarse pronto y empezar a trabajar con un horario fijo y todo eso pero nunca lo conseguía. Decía en la misma entrevista que era capaz de pasarse meses sin hacer nada de nada para, a continuación, embarcarse en un periodo de trabajo frenético del que nadie le puede sacar. En sus propias palabras, sólo es capaz de trabajar “en crisis”.

Entre 1981 y 1984 Jarre parecía encontrarse en uno de esos periodos de trabajo frenético en los que compuso y grabó material que dio para varios discos (“Magnetic Fields”, “The Concerts in China”, el particularísimo “Music for Supermarkets” del que pronto hablaremos aquí y “Zoolook”). Tras éste último se diría que el músico entró en una etapa totalmente inversa, sin ningún proyecto concreto a la vista. Francis Dreyfus, dueño de la gran discográfica francesa y figura paterna en lo artístico del músico francés, era quien guiaba sus pasos. En 1979 fue el encargado de preparar el espectáculo musical de la Plaza de la Concordia y también llevó el peso de las negociaciones para la gira por China de 1981. A mediados de 1985, Francis recibió una llamada interesandose por la posibilidad de organizar un concierto de Jarre en Houston con motivo del 150 aniversario de la fundación del estado de Texas. La idea no llamó demasiado la atención del músico pero, a pesar de ello, se desplazó a los Estados Unidos para conocer el proyecto más de cerca. Fue ante la visión del “skyline” de Houston donde Jarre cambió de opinión. Imaginamos que su imaginación se desbocó pensando en proyecciones gigantes usando los rascacielos como pantallas y en los focos y rayos láser rompiendo los cielos tejanos entre un mar de fuegos artificiales. Sea como fuere, la posibilidad de usar todo el “downtown” de la ciudad como escenario y el atractivo añadido de la coincidencia con otro aniversario, el vigesimo quinto de la NASA, que permitía dar al espectáculo una conexión con el espacio, terminaron de convencer a Jarre de que el cocierto debía hacerse. Como colofón, la Agencia Espacial Norteamericana tenía previsto en enero de 1986 un nuevo lanzamiento del transbordador Challenger de cuya tripulación  iba a formar parte el astronauta Ron McNair, saxofonista aficionado y experto, paradójicamente, en la física del láser. Surgió entonces la idea de que Jarre compusiera una pieza especial para Ron, quien la grabaría en el espacio siendo la primera composición original grabada expresamente fuera de nuestro planeta.


Monumento homenaje a Ron McNair


Lo que ocurrió en los primeros días de 1986 es ya parte de la cultura popular y las imágenes que nos dejó el día 28 de enero forman parte de la historia visual del siglo XX. Segundos después del despegue, el Challenger estallaba convertido en una bola de fuego y humo en uno de los accidentes más recordados y difundidos de la carrera espacial. Evidentemente, todos los tripulantes fallecieron en el acto.

Todo hacía pensar que el concierto y los actos de celebración asociados al mismo serían suspendidos y así pensaba el propio Jarre y su equipo pero contra toda previsión, el espectáculo, como cantaba Freddie Mercury siguió adelante.

Y aquí es donde viene la parte que nos hizo comparar unos párrafos más arriba a Jarre con el hipotético futbolista brasileño y es que el francés, bien por falta de inspiración, bien por la premura de tiempo antes del concierto, tiró de archivo para la elaboración de la mayor parte del disco. Pongamonos en antecedentes: no es muy conocido hoy por parte del gran público el hecho de que en sus primeros años, Jarre se ganó la vida escribiendo canciones para distintos artistas pop franceses. En unos casos, la colaboración se limitaba a las letras y en otros a la música, siendo los más contados aquellos en que ambas cosas llevaban la firma de Jean Michel. Dentro de esas colaboraciones, una de las que pasó más desapercibida fue la que reunió a Jarre y Gerard Lenorman que dio como fruto un puñado de canciones que no tuvieron demasiada trascendencia aunque importantísimas a la hora de hablar de “Rendez-Vous”, que era el título elegido para el disco de Jarre que aparecería en el mercado casi simultaneamente al concierto de Houston. Lo primero que llamaba la atención del disco era el regreso a las portadas basadas en cuadros de Michel Granger, costumbre abandonada tras “Equinoxe” y retomada en “Rendez-Vous”. Lo segundo, la vuelta al antiguo esquema de una larga suite divida en partes numeradas, abandonada en el anterior “Zoolook”. Estos dos detalles tan nimios en apariencia eran toda una declaración de intenciones, como veremos a continuación. Pasamos ahora a analizar el disco tema por tema, como es costumbre del blog.

“First Rendez-Vous” – Abre el disco un profundo sonido grave del que surge una lenta progresión de notas formando una melodía muy simple pero llena de emotividad y que actúa como una perfecta introducción para el despliegue sonoro que iba a llegar a continuación. En ciertos aspectos, nos recuerda al tema inicial de “Equinoxe” por la capacidad para poner en situación al oyente que demuestran ambas composiciones. Junto a Jarre, intérprete de todos los intrumentos, interviene su mano derecha en aquellos tiempos, Michel Geiss, al sintetizador ARP 2600.

“Second Rendez-Vous” – Casi como una prolongación del corte inicial, asistimos a una brillante pieza de corte sinfónico, elegante y solemne como  pocas en el repertorio del músico francés. Se trata de una especie de himno de gran fuerza que en pocas ocasiones ha estado ausente en los conciertos del músico desde entonces. En las primeras versiones del disco, la composición se estructuraba en cuatro partes, siendo la tercera de ellas un interludio que recupera la melodía del primer tema del disco y que parece especialmente concebido para el lucimiento de Jarre en los conciertos con su “laser harp”, espectacular instrumento inseparable de la imagen del músico de Lyon formado por una serie de haces de luz que envían la correspondiente señal al módulo sintetizador al ser interrumpidos por la mano del intérprete. No tenemos ningún inconveniente en incluir esta composición entre las 5 o 6 más conocidas de Jarre y cualquier oyente medianamente formado reconocerá de inmediato la melodía escuchandola hoy, pero es posible que en 1986, cuando el disco salió a la venta, algunos oyentes reconocieran también la melodía, habitante inconsciente en algún lugar de sus cabezas desde 1975, momento en que vio la luz por primera vez bajo el título de “La Belle et la Bete”, compuesta por el propio Jean Michel Jarre y con arreglos orquestales de Gabriel Yared para el cantante Gerard Lenorman, citado anteriormente. Para la nueva versión incluída en “Rendez-Vous”, nuestro músico se ayudó de Michel Geiss, Dominique Perrier (Memory Moog), el batería Joe Hammer y el Coro de Radio France dirigido por Sylvain Durand. Podeis escuchar la canción de Jarre compuesta para Lenorman a continuación:




“Third Rendez-Vous” – Continuando con el reciclaje, Jarre hace un nuevo arreglo de otra canción escrita para Lenorman, esta vez en 1977 y titulada “La Mort du Cygne”. La melodía es una de las mas bellas del disco, sin lugar a dudas, y continúa con el tono solemne y profundo del mismo. Como ocurría con algún fragmento de la pieza anterior, toda esta tercera parte del disco parece pensada para su interpretación en directo con el famoso aparato luminoso que es ya sello de la casa (no en vano, en alguno de los conciertos posteriores, la pieza se titula, directamente, “Laser Harp”).

“Fourth Rendez-Vous” – Cambiando radicalmente de estilo comienza la cara B del disco y eso, hablando de Jarre, es siempre sinónimo de single. Efectivamente, la cuarta parte de “Rendez-Vous” es una de sus melodías más tarareadas, habitual cierre de muchos conciertos y composición festiva donde las haya entre el repertorio del músico de Lyon. Con la participación de nuevo de Michel Geiss, es también la única pieza del disco que no fue grabada por Dennis Vanzetto sino por el propio Geiss en colaboración con Claude Ermelin.

“Fifth Rendez-Vous” – Una profunda respiración marca el comienzo de la penúltima parte del disco que es también la más experimental. Comienza con un precioso vals electrónico, muy juguetón, que nos remite a anteriores obras del músico como “Equinoxe 3” aunque con un sonido más cercano al de las revisiones que Isao Tomita hizo sobre músicas de Debussy. En nuestra opinión, se trata de una de las melodías más injustamente olvidadas del repertorio del francés. Tras una breve transición sonora del estilo de algunos fragmentos de “Magnetic Fields”, cuajada de referencias casi circenses a otras melodías del disco, a modo de collage, entramos en el segmento principal de la pieza. Se trata de una trepidante secuencia electrónica a gran velocidad cuajada de efectos especiales y profundos sonidos orquestales. Una pieza que no tendría nada de especial de no ser porque originalmente había formado parte del mítico “Music for Supermarkets”, disco único en sentido literal y auténtico “Santo Grial” del seguidor de Jean Michel Jarre. Como tenemos previsto hablar de ese disco en los próximos días, no añadiremos más al respecto. Como anécdota, señala que en los créditos del tema aparece el pequeño David Jarre, hijo de Jean Michel, interpretando el “Baby Korg”.

“Last Rendez-Vous (Ron’s Piece)" – El cierre de “Rendez-Vous", por motivos obvios, no podía producirse sin una referencia a la tragedia del Challenger. Resulta increible, escuchando la triste belleza de la composición, que fuera compuesta antes del accidente y sin tener ni idea de lo que iba a suceder el 28 de enero de 1986 pero así fue, en palabras del propio Jean Michel. En cualquier caso, estamos en presencia de otra de las grandes composiciones emotivas de Jarre, en la misma categoría de “Souvenir of China”, por poner un ejemplo, en la que los sintetizadores se alejan de todo efectismo y de la pirotecnia habitual en otros registros del músico para atacar directamente a la fibra sensible del oyente. La parte destinada a ser interpretada por Ron McNair al saxo, corre por cuenta de Pierre Gossez.

Así sonó "Ron's Piece" en el concierto de Houston. Al saxo, Kirk Whalum:


Por los motivos que sean, “Rendez-Vous" fue un trabajo situado en las antípodas del anterior “Zoolook” en cuanto a concepción y trabajo de estudio que tenía detrás. Paradójicamente, su éxito fue mucho mayor, de la mano de la difusión del concierto de Houston y del posterior en Lyon con motivo de la visita del Papa Juan Pablo II y del tirón comercial indiscutible del single principal del disco hasta el punto de que es el disco de Jarre que más tiempo permaneció en las listas de éxitos estadounidenses y británicas, por encima de “Oxygene”. A partir de este momento, Jarre parece dar un paso atrás en su evolución musical dejando a un lado el aspecto más vanguardista de los discos anteriores y optando por fórmulas más directas y sencillas que todavía le iban a servir para lanzar un puñado de trabajos de cierto interés. El mismo título, “Rendez-Vous”, que siginifica “cita” en francés, pero que también es el término utilizado en astronautica para referirse al encuentro de dos objetos en órbita, delataba la evidente relación entre el disco y el concierto de Houston y esto se iba a convertir en costumbre en los años venideros en que cada nuevo disco parecía grabado para justificar un nuevo espectáculo, cada vez más mastodóntico. Con todo, en el momento en que el disco apareció casi nadie conocía la historia que había detrás de cada uno de los temas y así tomado, como un trabajo completamente nuevo, no se puede negar que “Rendez-Vous” era un gran disco. No llegaba a los niveles de excelencia de obras anteriores pero aún reflejaba el talento de su autor. Si quereis incorporarlo a vuestra discoteca, lo teneis a vuestra disposición aquí:

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Nos despedimos con un video que ejemplifica como pocos la repercusión del disco. Un famoso anuncio de la marca Sanyo de la época con "Second Rendez-Vous" de fondo, cortesía de nuestro buen amigo Víctor Maqueda, aka ZZERO. Espectacular.

viernes, 27 de abril de 2012

Jean Michel Jarre - Revolutions (1988)



Hablamos hace poco de las consecuencias perniciosas que tuvo para algunos artistas el cambio de la tecnología analógica a la digital en los sintetizadores. No queremos que esto se interprete como una crítica a la nueva tecnología sino, más bien, a los músicos que se acomodaron un tanto ante las facilidades que esta les ofrecía y en muchos casos, no exploraron las nuevas posibilidades que se abrían ante ellos y se limitaron a tirar de los sonidos de fábrica de los aparatos. Bien es cierto que la música no debería depender de las máquinas con las que esté hecha sino del talento del músico. Si este es el suficiente, los resultados pueden ser excelentes aunque todo lo que suene en el disco sean “presets” pero no podemos dejar de lado el hecho de que lo que distinguía a la música electrónica como género (especialmente a la de los años setenta) era, precisamente, la nueva sonoridad que sólo permitían los sintetizadores y la capacidad de experimentación y de creación de nuevos timbres que brindaba la naciente tecnología. Muchos de los músicos de aquella primera generación de sintetizadores no profundizaron en las prestaciones de los nuevos aparatos como sí lo hicieron otros muchos artistas de nuevo cuño.

Hay muchos ejemplos que sirven para ilustrar esta idea pero ya que llevamos unos días centrados en la figura de Jean Michel Jarre, creemos conveniente hablar del disco que mejor refleja lo dicho en el párrafo inicial. Algo cambió en la carrera del francés a partir del macroconcierto de Houston en 1986. A raíz de aquel acontencimiento se diría que las prioridades del artista sufrieron un vuelco y los espectáculos de luz y sonido que le conviertieron en un icono en los ochenta pasaron a ser su principal interés y, desde entonces, cada disco parecía concebido como excusa para el siguiente show mastodóntico.

El pretexto en esta ocasión iban a ser una serie de conciertos en los muelles de Londres, una zona industrial en decadencia en aquellos años y que no parecían, a priori, el lugar más adecuado para el evento aunque el resultado final fue excelente desde el punto de vista audiovisual. El concierto se iba a estructurar en cuatro partes, lo que marcaría también los distintos cortes del disco. La primera de ellas estaba dedicada a la Revolución Industrial, la segunda a los agitados años sesenta londinenses, cuna de varios de los más importantes movimientos artísticos de las últimas décadas. La tercera parte se concibió como una visión futurista de los por entonces venideros años noventa y la cuarta y última, simplemente, como el cierre de los conciertos. Cada una de las piezas del disco estaba diseñada para encajar en una de las cuatro temáticas principales del concierto.

Para la grabación, Jarre recurrió a un buen número de músicos invitados, lo que recordaba a “Zoolook”, y no era el único punto en común. Como en aquella ocasión, el músico recurrió a grabaciones étnicas de Xabier Bellenger y el productor Francois Kevorkian (autor de un remix de “Zoolookologie”) colaboraría también en el primer single. Junto a ellos y al propio Jarre, intervienen en la grabación Dominique Perrier y Michel Geiss (sintetizadores), Joe Hammer (batería), Guy Delacroix (bajo). En algunos temas concretos hay participaciones puntuales de otros artistas que comentaremos en su momento.


Imagen de los conciertos londineses

“Industrial Revolution” – Abre el disco una extensa suite dividida en una obertura y tres movimientos. Sin introducciones de ningún tipo, el sonido de unos martillos golpeando un yunque sirve para meternos en ambiente con una melodía de aspiraciones sinfónicas, cargada de épica y energía que se repite en un par de ocasiones. Mediada la pieza llegamos a un sólo central, algo a lo que Jarre no es demasiado proclive para volver de nuevo a la melodía inicial mientras van decayendo los golpes de martillo hasta que la máquina se detiene por completo. Se inicia a continuación el primer movimiento propiamente dicho de la suite tras una breve transición ambiental llena de profundas respiraciones y ritmos mecánicos que desembocan en una sinfonía colorista de gran brillantez, que continúa la linea inaugurada por el músico en su disco anterior con “Rendez-Vous 2”. En ella se mezclan elementos barrocos con contundentes percusiones y valses de estética cyberpunk. Sin solución de continuidad entramos en el segundo movimiento de la suite, quizá el más brillante con unos violines cantarines que van trenzando un bello entramado que sirve de lecho para una nueva melodía realmente poderosa a la que se añade un bajo como conductor hasta el tercer y último movimiento, de corte más pausado y profundo con la presencia intimidatoria del coro que dirige Bruno Rossignol y una guitarra eléctrica que aparece dibujando arabescos (no aparece acreditado ningún guitarrista por lo que debemos suponer que se trata de un sintetizador). La segunda mitad de la pieza está marcada por un solo de sintetizador con la marca inconfundible de Dominique Perrier hasta su conclusión. “Industrial Revolutions” ejemplifica a la perfección lo que decíamos al comienzo. A pesar de que la práctica totalidad de los sonidos empleados son “presets” del Roland D50, la calidad de la composición hace que la procedencia de los mismos sea secundaria. La pequeña sinfonía que Jarre compone con la Revolución Industrial como tema se puede contar entre sus mejores composiciones en esta linea.

“London Kid” – La siguiente pieza del disco y que iba a servir para cerrar la cara A del mismo estaba destinada a la segunda parte del concierto de los Docklands londinenses y se trataba del particular homenaje de Jarre a uno de sus ídolos de juventud: el guitarrista de The Shadows, Hank Marvin. El grupo, que nació como acompañamiento permanente de Cliff Richards, desarrolló una interesante carrera con posterioridad haciendo rock fundamentalmente instrumental. “London Kid” era una composición que seguía esa linea de la formación. Se cuenta que Jarre llamó a Marvin a su domicilio en Australia e interpretó la pieza a través del teléfono. Hank se mostró entusiasmado y aceptó interpretarla, tanto en el disco como en el posterior concierto. Junto con Marvin, interviene en el tema Sylvain Durand interpretando el Fairlight. En nuestro criterio, “London Kid” es un tema que no aporta demasiado y rompe con la estética del disco a pesar de ser una melodía agradable y ciertamente pegadiza.

“Revolutions” – Concebida para el segmento del concierto centrado en los años noventa, Jarre anticipa en cierto modo el mestizaje cultural que iba a caraterizar esa época. De inicio, escuchamos un ney turco interpretando una melodía tradicional. La grabación, extraída de los ficheros de Xabier Bellenger provenía de una interpretación del flautista Kudsi Erguner. Enseguida, la flauta se ve envuelta por una serie de sonidos electrónicos que van convirtiendose en una poderosa secuencia rítmica acentuada por la batería instantes después. Sobre esa base, Jarre comienza a recitar un texto con su voz modulada a través de un Vocoder, recurso robótico popularizado por Kraftwerk en su momento. En un momento determinado se escucha el canto de un muezin procedente también del archivo de Bellenger. A pesar de ser un tema acogido con mucha sorpresa en su momento por los seguidores del músico francés, lo encontramos muy apropiado para el disco y el concierto al que iba a pertenecer. Curiosamente, la versión original de “Revolutions” que hemos comentado fue sustituída en posteriores ediciones del disco por otra en la que desaparece la parte de flauta y el canto y son sustituídas por una orquesta tradicional arabe y por otro vocalista. Al parecer, hubo ciertos problemas legales con los “samples” originales que hicieron recomendable su sustitución en ediciones venideras.



“Tokyo Kid” – Como la anterior, la siguiente composición también integraría la sección de los noventa del concierto, lo que justifica su aire futurista y, hasta cierto punto, distópico. La pieza se construye a partir de retazos de sonidos ambientales en segundo plano y de un ritmo irregular y nervioso elaborado a partir de percusión y bajo, un tanto caótico. A partir de esa extraña disposición, el trompetista japonés Jun Miyake interpreta una inquietante melodía de extrñamente melancólica. A pesar de lo extraño del tema, creemos que es una de las partes más interesantes del disco.



“Computer Weekend” – La segunda composición del disco destinada al tramo sobre los años sesenta del concierto londinense es, en nuestra opinión, tan prescindible como la anterior. Se trata de una especie de juego musical a los que tan dado es el músico francés, pero sin el encanto de alguno de sus predecesores (Band in the Rain, The Last Rumba…). Sobre un sonido de plácidas olas rompiendo en un playa, podemos oir una melodía intrascendente de inspiración hawaiana por decir algo que no aporta demasiado al disco.

“September” – Una de las pruebas del caracter improvisado en general del disco al que hacíamos referencia al comienzo es la pieza que nos ocupa. Está dedicada a la activista sudafricana Dulcie September, asesinada el 29 de marzo de 1988 en París. September se había destacado en la lucha contra el apartheid pero no fue esa su única lucha. En el momento de su asesinato, en el que fue tiroteada mientras recogía el correo en la sede del “African National Congress” en París, se encontraba investigando el tráfico de armas entre los gobiernos de Francia y Sudáfrica. Si tenemos en cuenta que el disco apareció en las tiendas apenas cuatro meses después, veremos que el tiempo que tuvo Jarre para componer y grabar la pieza no fue excesivo. En ella se cuenta con la participación de la vocalista Mireille Pombo (voz) y del Choeur De Jeunes Filles du Mali bajo la dirección de Sori Bamba. Sin ser un mal tema, tenemos que reconocer que a Jarre se le fue un poco la mano y terminó elaborando un pastelón excesivamente edulcorado que ocuparía la última parte de los conciertos londinenses junto con el que cierra el disco.


Placa de la plaza parisina dedicada a la activista sudafricana


“The Emigrant” – Continuando con la linea emotiva del corte anterior, Jarre echa mano de todos sus recursos teatrales para dotar de profundidad a la pieza que cierra el disco (redobles de tambor culminados con golpes de platillos, coros de gran intensidad…) a pesar de lo cual, no podemos decir que no nos guste. La pega que se le podría poner a la pieza es la elección de los sonidos principales, demasiado ligeros para el aire general de la composición que, quizá, demandaba algo más de consistencia y tensión para conseguir el efecto deseado. Sólo ese pequeño detalle evita que nos decantemos por “The Emigrant” como un cierre sobresaliente para el disco.

Ni que decir tiene que en 1988, Jean Michel Jarre era una superestrella mediática. Los lanzamientos de cada uno de sus discos eran acontencimientos en las radiofórmulas de todo el mundo y sus escasos conciertos eran programados con asiduidad por las cadenas de televisión. “Revolutions” fue un éxito de ventas (con la repercusión de los conciertos, llegó al número 2 en las listas del Reino Unido) pero no tuvo tan buena acogida por parte de la crítica. Empezaba a generalizarse la opinión de que el músico estaba más interesado en montar macroespectáculos de luz y sonido que en cuidar la parte estrictamente musical de su carrera. Con todo, el disco sigue siendo un trabajo digno de mención; lejos de la mayoría de sus trabajos anteriores pero con un buen puñado de composiciones notables. La versión que hemos comentado no será fácil de encontrar por estar descatalogada desde hace muchos años. En su lugar existe una reedición con el “nuevo Revolutions” del que hablamos en el comentario tema por tema que fue rebautizada como “Revolution, Revolutions” que podeis adquirir aquí:

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Os dejamos con el fragmento inicial del video oficial de los conciertos londinenses en el que podesis escuchar una versión reducida de la suite "Industrial Revolution"