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jueves, 25 de diciembre de 2014

Eno · Hyde - High Life (2014)



El proceso creativo de los artistas es todo un misterio. Cuentan, por ejemplo, que Robert Louis Stevenson soñó gran parte del argumento de una de sus novelas más conocidas. No gracias a un sueño pero sí en un periodo de convalecencia tras un accidente de cierta gravedad, en esos momentos a caballo entre la consciencia y el sueño, en una especie de denso duermevela, descubrió Brian Eno la esencia de lo que poco después sería conocido como “ambient”. Ocurrió con el músico postrado en cama tras recibir una visita en su domicilio en el transcurso de la cual, alguien puso un disco de una arpista en el tocadiscos. Al quedar Eno solo en la habitación, el disco seguía sonando a un volumen muy bajo. Además, por un error de conexión en su sistema estéreo, la música sólo sonaba por uno de los dos canales. Mientras tanto, en el exterior había una tormenta y el sonido de la lluvia era tan intenso como la propia música. Esa extraña situación que combinaba un estado de conciencia poco dado a la atención por parte de Eno, un ambiente ruidoso pero, a la vez, calmado y una música apenas perceptible, que casi formaba parte del mobiliario como anticipó Erik Satie, dieron lugar en la turbulenta cabeza del músico al nacimiento de toda una nueva forma de entender la música.

Volviendo a Stevenson, en sueños fue como comenzó a ver nacer a esa especie de reverso tenebroso de la personalidad de un hombre apacible que fue “mister Hyde”, contrapartida del Doctor Jekyll. El shock producido por la escena onírica en la que éste se transforma en el primero fue tal que, según contaban sus familiares, Stevenson escribió prácticamente toda la novela en el transcurso de los tres días siguientes.

Algo así, forzando un poco la comparación, pudo ocurrirle al pulcro intelectual de la música de las últimas décadas Brian Eno, cuando terminó de grabar su disco “Someday World” con el antiguo miembro de Underworld, Karl Hyde. A priori, la música de Eno y la de la banda que revolucionó el tecno a partir de su participación en la banda sonora de la película “Trainspotting” se encuentran en las antípodas estilísticamente hablando. La sutileza, elegancia y fragilidad de buena parte de la obra de Brian Eno en solitario tenía poco ver con la contundencia, el descontrol y el hedonismo que rezumaban las pistas de baile en las que reinaba “Born Slippy” en los noventa. Sin embargo, esa primera colaboración de Eno con su particular “mister Hyde” fue tan provechosa e inspiradora como lo fuera aquel sueño de Stevenson muchas décadas antes. De otro modo no se explica que pocos meses después de publicar el citado “Someday World”, apareciese en el mercado “High Life”, secuela del anterior aunque con un enfoque muy distinto.

El propio Eno explica que una vez concluido el disco, tanto él como Karl Hyde sentían que la inspiración seguía estando ahí y que había muchas ideas apenas apuntadas en aquel trabajo que merecían que se profundizase en ellas así como posibilidades diferentes para las que no hubo espacio entonces y que debían encontrar su propia vía de expresión. En sólo cinco días de trabajo en estudio el nuevo disco estaba terminado. Llevaría por título “High Life”. En el juego de dualidades que hemos establecido en esta entrada, a un disco más o menos convencional (todo lo que puede serlo un trabajo de Brian Eno) como fue el anterior habría de contraponerse uno rompedor y así fue. Las influencias de Steve Reich o Fela Kuti, apuntadas por ambos artistas ya en el anterior disco son aquí mucho más evidentes. Los arreglos y recursos formales que abundaban en “Someday World” y contribuían a hacer de aquel un disco más o menos accesible desaparecen aquí quedando el nuevo disco libre de cualquier concesión a la comercialidad. No llegaremos al punto de presentar “High Life” como una especie de reverso oscuro de “Someday World” pero creemos que las diferencias entre ambos trabajos son suficientes como para considerarlos casi opuestos.

El carácter mucho más espontáneo del nuevo disco hizo que se redujese también el número de artistas participantes quedando la lista del siguiente modo: Brian Eno (voces, sintetizadores, efectos electrónicos y guitarras), Karl Kyde (guitarras, bajo y voces), Marianna Champion (voces), Fred Gibson (teclados, batería, voces y percusiones), Leo Abrahams (bajo, guitarras).



“Return” – Guitarras repetitivas nos dan la bienvenida al disco durante varios compases mientras comienza a dibujarse una tímida percusión. Hay algo del sonido mágico de la guitarra de “The Edge” en algunos de los mejores momentos de U2 con Brian Eno entre bambalinas en este inicio aunque el sonido parece deliberadamente más torpe. Canta entonces el propio Eno entre distorsiones que parecen huir de la nitidez y asepsia del pop moderno para inclinarse por algo más imperfecto y terrenal. No logramos despegarnos, en cualquier caso, del recuerdo de U2 durante prácticamente toda la pieza. Se diría que los autores hubieran querido realizar una especie de “deconstrucción” de aquel sonido para extenderla a lo largo de casi diez minutos de gran intensidad.

“DBF” – La influencia de Fela Kuti se hace más evidente que nunca en esta pieza en la que los sonidos de guitarra, con toques “funk” exploran los ritmos popularizados por el nigeriano en los setenta y ochenta. La electrónica de Eno, llena de “loops” repetitivos es el complemento perfecto para  esta frenética pieza musical que no habría tenido cabida de ningún modo en el disco anterior de Eno y Hyde y que muestra la necesidad de un segundo trabajo con algo más de riesgo.



“Time to Waste It” – Asistimos ahora a una combinación de ritmos africanos más tranquilos que los de la pieza anterior y tratamientos electrónicos que encajarían muy bien con el Brian Eno de “Drums Between the Bells” (también en algún momento con el de “My Life in the Bush of Ghosts”), especialmente en lo tocante a la voz principal, deformada y distorsionada hasta el extremo para conseguir un encaje adecuado en el contexto de la canción.

“Lilac” – El que podemos considerar el tema central del disco continúa explorando la rítmica del continente africano con fruición y es ahí, en la profundización en ese tipo de patrones en dónde nos parece encontrar por primera vez en el disco, alguna referencia a un Steve Reich, ampliamente citado como referencia a la hora de grabar el disco por sus dos autores principales (conviene señalar que Eno y Hyde sólo firman el primero de los cortes a dúo, siendo todos los demás firmados, además, por Fred Gibson y Leo Abrahams). Estamos ante un corte fantástico en la parte en la que aparenta ser una canción más o menos convencional y espectacular en la larga sección instrumental que abarca toda la segunda mitad del tema. No es sencillo de asimilar pero el esfuerzo merece mucho la pena.



“Moulded Life” – La electrónica y los ritmos más modernos ocupan nuestra atención en los primeros compases de una pieza demoledora que no ofrece ningún tipo de concesión al oyente. No llega a ser una pieza de baile por la complejidad de los juegos rítmicos, mucho mayor de lo habitual en el género. Intuimos que es aquí donde más peso ha podido tener Karl Hyde aunque seguramente estemos influidos por el pasado del músico como superestrella de las pistas de baile y las “raves” de medio continente. Particularmente nos fascinan este tipo de experimentos, muy acordes, por otra parte con el sello (Warp) en el que Eno publica desde hace un tiempo.

“Cells & Bells” – Cerrando el disco tenemos el segundo texto de Rick Holland (el primero fue el de “Lilac” y, quizá por ello, encontramos la pieza muy cercana al ya citado “Drums Between the Bells” y, quizá más aún a “Panic of Looking”, el EP que apareció poco después de aquel trabajo como extensión del mismo. Es el corte más ambiental de “High Life” y un cierre muy adecuado para dejar atrás el frenesí del disco y apearnos en la realidad diaria.

A pesar de lo que uno podría pensar dada la cercanía de ambos lanzamientos, “High Life” no es una selección de descartes de “Everyday World” y tampoco tiene demasiado en común con ese trabajo. Todo suena mucho más espontáneo aquí (también menos cuidado) y las diferencias estilísticas justifican la publicación como disco independiente en lugar de algún otro recurso tan en boga en los últimos años como podría haber sido incluirlo como parte de una versión expandida del primero de los discos. El prolífico Eno de los últimos años no deja de sorprendernos y sólo o en compañía de otros, continúa “perpetrando” discos de gran interés que le mantienen en vanguardia más de cuarenta años después de sus comienzos.

En la novela de Stevenson, Jekyll y Hyde se terminaban revelando como una misma persona, algo que no se repite con la pareja de autores del disco que hoy hemos glosado. Tenemos serias sospechas, sin embargo, de las múltiples personalidades musicales de Brian Eno, alguna de las cuales ha podido ir dejando también cadáveres por las calles, metafóricamente hablando. Bienvenida sea en todo caso esa variedad por parte de un artista imprescindible para entender el pop (en su sentido más amplio como cultura popular) que bien merece un acercamiento por parte de todo melómano que se precie.

Si queréis acercaros al que, por ahora, es el último ejemplo de su trabajo, lo podéis adquirir en los siguientes enlaces:

amazon.es

warp.net

Con la excusa de los discos de Eno & Hyde, se ha llegado a lanzar una "app" realmente curiosa como se muestra en el siguiente video:

 

domingo, 13 de julio de 2014

Eno · Hyde - Someday World (2014)



Brian Eno es un personaje que tiene ya una trayectoria que está ya muy por encima de cualquier etiqueta. Ha firmado algunos de los discos más influyentes de las últimas décadas y su trabajo ha calado en artistas tan diferentes que, de un modo u otro cualquier aficionado medio actual ha escuchado algo de Eno incluso sin ser consciente de ello.

A pesar de su tremenda importancia como artista, creemos que buena parte de lo mejor de su discografía, especialmente en los últimos lustros nace de su colaboración con otros músicos. Se diría que el reto de enfrentar sus ideas con las de otros artistas saca lo mejor de Eno y eso dice mucho en su favor. Certifica que, además de talento, tiene la suficiente amplitud de miras para trabajar con ideas que, en muchos casos son radicalmente diferentes a las suyas. Si tomamos al azar combinaciones de músicos con los que Eno ha colaborado, nos resultaría casi imposible extraer elementos comunes entre ellos. Ese es el gran mérito de nuestro artista que se crece ante el desafío de extraer lo mejor de ideas ajenas y mezclarlas con las suyas propias. Aunque Brian Eno y Karl Hyde se conocieron en los años noventa, durante un acto benéfico para contribuir a la reconstrucción de Mostar tras la Guerra de los Balcanes, nunca llegaron a colaborar hasta hace apenas tres años cuando el productor trabajó en el tema “Beebop Hurry” de Underworld, grupo en el que Karl Hyde se dio a conocer, si bien éste último figuró en la nómina de participantes de “This is Pure Scenius!” serie de conciertos prácticamente improvisados al cien por cien en los que Eno y otros músicos daban rienda suelta a sus ideas. En aquellas sesiones se pusieron los primeros cimientos de una colaboración que cristalizaría en dos discos aparecidos con apenas dos meses de diferencia. De hecho, aún no habíamos asimilado bien el primero cuando recibimos la noticia de la aparición de un segundo que aún no hemos escuchado convenientemente pero que aparecerá por aquí si todo se desarrolla con normalidad.

La premisa del disco es simple. En palabras de Eno, tenía un buen número de “comienzos” para una serie de nuevas canciones que necesitaban ser desarrollados. Ese era el punto de partida pero si hacemos caso a Karl Hyde, el resultado final del disco no tenía absolutamente nada que ver con lo que se habían planteado en los primeros instantes. Ambos artistas hablan de una inspiración común en la música de Fela Kuti y Steve Reich a la hora de afrontar el proyecto, un álbum de canciones con formato “pop” (a la manera de Eno, eso sí”), que suponía una cierta ruptura con respecto a los anteriores trabajos del antiguo miembro de Roxy Music. Precisamente de la vieja banda de Eno procede uno de los músicos que participarán en la grabación del disco: el saxofonista Andy Mackay. No es el único músico que viene de una antigua etapa en la carrera de Eno puesto que también interviene en “Someday World” el batería de Coldplay, Will Champion. La relación completa de músicos del disco se completa con Tessa Angus y Mariana Champion (coros), la violinista Nell Catchpole, cuya colaboración con Eno se remonta al “Wrong Way Up” publicado junto con John Cale, Kasia Daszykowska y Darla Eno (voces), Don E. (teclados), Georgia Gibson (saxos), John Reynolds (batería) y Chris Vatalaro (batería). Brian Eno toca piano, teclados, bajo guitarra, batería, hace coros y canta. Karl Hyde por su parte toca guitarras, armónica, percusiones, piano, teclados y también canta y aporta su voz a los coros. Como curiosidad, Eno, el mítico productor, cede los trastos de esa tarea para este disco a un Fred Gibson de apenas 20 años de edad. Fuera complejos ¿quién dijo miedo?.

Eno & Hyde, los responsables de "Someday World"


“The Satellites” – La guitarra se combina con sonidos electrónicos en el comienzo del disco hasta que aparece una estridente sección de metal sampleada y francamente mejorable en cuanto a la tímbrica. Cuando entra la sección rítmica en pleno nos olvidamos de eso justo a tiempo para escuchar la voz de Brian Eno cantando como en los viejos tiempos. Tras el prometedor comienzo asistimos a un breve interludio que nos devuelve enseguida al tema principal. La canción es una magnífica muestra de pop elegante y sofisticado como buena parte del trabajo al que Eno nos tiene acostumbrados cuando se aventura en estos territorios.



“Daddy’s Car” – El primero de los dos cortes que firma Fred Gibson además de Eno y Hyde, nos recuerda en los aspectos formales y en determinada formas de entender la percusión al fantástico “Drums Between the Bells” que Eno nos ofreció años atrás. La diferencia la ponen los metales y la voz de Karl Hyde que cumple a la perfección con el rol de actor principal en este cometido. Los arreglos vocales y algunas ráfagas de piano de corte minimalista aportan un cierto aire de distinción muy conveniente para equilibrar los alegres metales que nos recuerdan antiguos trabajos de Eno con Talking Heads.



“Man Wakes Up” – Segunda y última colaboración de Gibson en tareas creativas en otra pieza que podría haber formado parte del citado “Drums Between the Bells”. Hay ciertas guitarras que justifican la referencia a Fela Kuti que los músicos mencionaban cuando hablaban del disco. Los característicos ritmos del músico africano se dejan entrever a lo largo de toda la canción cuyo vocalista principal es de nuevo Karl Hyde.

“Witness” – Si en el anterior tema se dejaban entrever las influencias de Kuti, en éste aparecen algunos rasgos característicos de Steve Reich, especialmente en los ritmos repetitivos del comienzo que reaparecen a lo largo de toda la pieza en la que también creemos encontrar trazas de Kraftwerk. “Witness” es un magnífico tema en el que Eno y Hyde demuestran estar en muy buena forma. Mención aparte merecen los arreglos, futuristas y perfectamente integrados en una canción que está entre lo mejor del disco sin duda alguna.

“Strip it Down” – Una interesante secuencia electrónica abre una pieza que enseguida se entrega a un ritmo marcado por un pulso continuo de ascendencia claramente “reichiana”. Volvemos a escuchar a Brian Eno como cantante principal en un tema en el que los teclados tienen un papel preponderante conduciéndonos en todo momento a través de una espiral rítmica que tiene mucho que agradecer a Kraftwerk de nuevo.

“Mother of a Dog” – Los ritmos se ralentizan ligeramente y un profundo sonido de bajo nos acerca a los oscuros ambientes del trip-hop de Bristol, iluminados sólo ocasionalmente por una guitarra particularmente brillante que opera en segundo plano. El tema destaca especialmente por lo diferente que nos resulta frente al resto del disco. El peso de la electrónica en el pasaje final es abrumador y a través de ella, el dúo nos sumerge en uno de los momentos más inspiradores de todo el trabajo. A modo de “coda” en clave ambiental, podemos disfrutar de una excelente última sección que nos deja un gran sabor de boca.

“Who Rings the Bell” – Volvemos a los ritmos obsesivos, en esta ocasión a partir de guitarra y bajo que se combinan a la perfección. La canción, a pesar de un inequívoco toque de Eno, tiene mucho en común con alguno de los recientes experimentos electrónicos de bandas como Radiohead lo que demuestra que a Eno no le duelen prendas a la hora de aprovechar cualquier posible influencia en beneficio propio. Los arreglos vocales, magníficos en toda la canción, tienen en todo caso el sello de Eno cuando trabaja para otros grupos (pensamos esta vez en U2, banda a la que creemos que hay un pequeño homenaje en los segundos finales del tema).

“When I Built this World” – Los dos últimos cortes del disco los firma Brian Eno en solitario. El primero de ellos, con un fuerte tratamiento electrónico de sonidos y voces en el comienzo, se transforma después en una fantástica pieza en la que las cuerdas irrumpen imparables creando un efecto sorprendente. La larga sección final es una sucesión continua de ritmos con alguna ligera variación en forma de aditamentos instrumentales que va evolucionando hacia formas deudoras del folclore africano.

“To Us All” – Escoge Eno para cerrar el disco un tema relajado a base de guitarras y percusión con algunos aditamentos electrónicos. Una composición diferente al resto del trabajo que consigue despedirse de nosotros provocándonos la mejor de las impresiones.

En los últimos años, Brian Eno se ha vuelto un artista mucho más prolífico que en tiempos pasados (aunque nunca ha sido amigo de largos silencios). Llama la atención que, a estas alturas, esa efervescencia creativa se vea reflejada en discos de un nivel por encima de la media cuando lo habitual llegados a este punto suelen ser ejercicios de autocomplacencia destinados a contentar a los “fans” y a garantizar una entrada de dinero más o menos sostenida. Lejos de optar por esa vía, el autor de “Music for Airports” no para y, como indicamos al principio, ya hay otro disco publicado junto con Karl Hyde (recordemos que “Someday World” apareció en mayo de este mismo año). No se trata, como cabría esperar, de un disco con descartes del anterior o grabado en las mismas sesiones sino de un trabajo independiente cuya idea nació en el mismo momento en que se terminó de grabar el anterior.

Los seguidores de Eno están (estamos) de enhorabuena en los último tiempos y eso es algo que hay que aprovechar. El disco está disponible en los enlaces habituales.

amazon.es

play.com

Nos despedimos con un pequeño cortometraje rodado durante el segundo día de las sesiones de grabación del disco: