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domingo, 17 de febrero de 2019

Loreena McKennitt - Lost Souls (2018)



Uno de los grandes cambios que trajo consigo la aparición de los distintos formatos para la música grabada es que condicionó, de modo consciente o no, la forma en la que los músicos se planteaban su obra. Antes de eso, un compositor podía escribir una sinfonía sin que la duración fuera un elemento importante. Podía durar diez minutos o sesenta. Si en un momento determinado se le ocurría una bagatella para piano, la plasmaba en papel sin pensar en cómo acompañarla con otras composiciones. Podía crear un ciclo de canciones con tres piezas o con cuarenta. No existía un formato al que ajustarse que terminase por definir la estructura y el contenido de la propia obra. Sin embargo, a partir de la invención de los discos y de su comercialización, todo este planteamiento era ya diferente. El artista empezaba a pensar en términos de tiempo y en número determinado de creaciones a publicar y esto, habitualmente, obligaba a hacer descartes.

Lo normal es que un músico componga con un ritmo que no tiene mucho que ver con la frecuencia de publicación que requiere una discográfica y esto obliga, a veces, a descartar material para no saturar el mercado. En otras ocasiones, y con parecido efecto, el artista tiene un trabajo preparado pero debe prescindir de algunas piezas para que encajen en el límite temporal del soporte aunque también puede ocurrir que, siendo composiciones muy interesantes, no terminen de encontrar un hueco en un concepto determinado o no casen bien con el resto de piezas del futuro álbum.

Hubo un tiempo no muy lejano en el que estos descartes eran el mayor atractivo de los “singles” del disco. En ellos, las canciones estrella se veían acompañadas por una de estas piezas cubriendo así dos objetivos: que aquellas personas que sólo querían la canción conocida que sonaba en la radio no tuvieran que comprar el disco entero y que los “fans” que ya tenían el LP se hicieran con el “single” para conseguir la canción inédita. Más adelante, cuando los “singles” empezaron a pasar de moda, la solución era utilizar este material no incluido en el disco principal como relleno para ediciones especiales, expandidas, “deluxe” o comoquiera que el marketing de cada época decidiera llamar a esos lanzamientos. En cualquier caso, tanto los “singles” como las ediciones lujosas no eran para todos los artistas y solían ser reservados para las grandes estrellas de cada discográfica.

El disco que hoy comentamos aquí tiene mucho que ver con todo esto. Lleva por título “Lost Souls”  y con ese “almas perdidas”, Loreena McKennitt se refiere a una colección de canciones compuestas en diferentes épocas y que por uno u otro motivo nunca formaron parte de los discos en los que estaba trabajando en cada momento. Recientemente la artista decidió grabar todo ese material y publicarlo hace unos meses en lo que iba a ser su primer disco con temas originales en más de diez años. Para ello se rodeo de sus colaboradores habituales con alguna adición puntual en determinadas piezas. Los músicos que aparecen en la grabación son: Brian Hughes (guitarras, bouzouki y sintetizadores), Caroline Lavelle (violonchelo, flauta y concertina), Hugh Marsh (violín), Dudley Phillips (contrabajo y bajo), Nigel Eaton (zanfoña). Tal Bergman (batería y percusiones), Robert Brian (batería y percusiones), Hossam Ramzy (percusión), Daniel Casares (guitarra flamenca y palmas), Miguel Ortiz Ruvira (percusión y palmas), Ana Alcaide (nyckelharpa), Sokratis Sinopoulos (lira), Panos Dimitrakopouklos (kanoun), Haig Yadjian (oud), Graham Hargrove (batería, tambores y crótalos) e Ian Harper (gaitas) . La propia Loreena canta y toca los teclados, el acordeón, el piano y el arpa). En uno de los cortes aparecen los miembros de la Canadian Forces Central Band junto con el Stratford Concert Choir.



“Spanish Guitars and Night Plazas” - El disco se abre con un tema de sabor español. La primera parte del mismo se compuso en la época de “The Visit”, disco que, recordemos, tenía mucha inspiración procedente de la Península Ibérica, especialmente de Portugal. Lo cierto es que esos primeros minutos podrían haber pertenecido, efectivamente, a ese trabajo sin ningún problema ya que tienen todo el sabor de las canciones lentas de aquel LP. Mediado el tema, aparece una suave percusión acompañada de un estribillo tarareado por la artista que da paso a la guitarra española por unos segundos. El tramo final, con algo parecido a una fiesta flamenca que pone un precioso colofón a un buen tema.




“A Hundred Wishes” - De la misma época que el anterior procede esta canción que se abre con un breve dúo de piano y guitarra siendo el primero el elemento más extraño en una pieza que nos recuerda más a los primeros trabajos de la artista (“Parallel Dreams” o “Elemental”) que a “The Visit”. Una canción agradable a la que le falta algo de mordiente para llamar nuestra atención por encima del resto.

“Ages Past, Ages Hence” - Otra canción escrita en los primeros años de la carrera de la artista, con la tradición muy presente en sus melodías pero con un arreglo muy acertado. Loreena interpreta magistralmente un vals con tema ecológico inspirado en el libro “La vida secreta de los árboles” del autor alemán Peter Wohlleben. Es una de nuestras piezas favoritas de todo el trabajo y también en la que mejor encajan determinado tipo de arreglos como los de la batería que en otros temas no terminan de convencernos.

“The Ballad of the Fox Hunter” - Uno de los referentes de Loreena McKennitt para los textos de sus canciones es William Butler Yeats. En esta canción que escribió también en los ochenta vuelve a poner música a uno de los poemas del autor irlandés (es ya la tercera ocasión en la que lo hace si no recordamos mal) y escoge un tema lento con un arreglo centrado en el piano y el violonchelo que le permiten explotar esa voz que sigue sonando igual de poderosa que hace treinta años.

“Manx Ayre” - En sus comienzos, cuando trabajaba para una compañía de teatro amateur, Loreena solía tocar en la calle para sacarse un dinero extra. En uno de los “sets” que solía interpretar y que duraban alrededor de 15-20 minutos se encontraba esta pieza instrumental tradicional que se diría sacada de cualquiera de los discos de los años setenta del arpista bretón Alan Stivell. Arpa, flautas, cuerdas y percusión nos acompañan en un tema delicioso que mantiene, además, la costumbre de la artista canadiense de  incluir temas instrumentales en sus discos.




“La Belle Dame Sans Merci” - El poeta romántico John Keats es el elegido por Loreena para poner música a uno de sus textos. La canción, escrita alrededor de 2006, durante la preparación del que fue el gran retorno de la artista tras varios años de silencio: “An Ancient Muse”, sigue la linea temática del disco. De nuevo estamos ante una lenta balada de exquisita factura que no se sale de lo ya escuchado anteriormente por parte del seguidor de la artista.

“Sun, Moon and Stars” - Segundo instrumental del trabajo, inspirado parcialmente, en palabras de Loreena, en una melodía tradicional moldava. Otra de las grandes piezas del disco, especialmente por los arreglos de percusión, propios de los trabajos más exuberantes de la canadiense en los que las piezas de aire oriental se combinaban magistralmente con instrumentos celtas y ritmos de muy diferentes procedencias. Un verdadero espectáculo.

“Breaking of the Sword” - El adelanto del disco fue esta espectacular canción que empieza con aire de balada melancólica y que va transformándose en una solemne marcha épica cuando aparecen los tambores y los metales estallando ya con las gaitas y el coro. Pompa y circunstancia en todo su esplendor.




“Lost Souls” - Para cerrar el trabajo, Loreena McKennitt se guarda la que quizá sea la mejor canción del mismo. No se sale ni un ápice de la linea marcada en el resto del álbum pero la melodía, los arreglos y la interpretación son sublimes.


Siempre es reconfortante escuchar un nuevo trabajo de Loreena McKennitt y este no es la excepción. No podemos decir que sea uno de sus tres o cuatro mejores discos y es cierto que en muchos casos se nota que estamos ante descartes de otras épocas (no porque tengan menor calidad sino por que tanto el estilo como los arreglos son fáciles de ubicar en determinadas etapas de su obra) pero “Lost Souls” mantiene una calidad media acorde con la trayectoria de su autora lo cual es mucho decir y sigue regalándonos momentos de verdadera inspiración. En el “debe” tenemos que contar la ausencia total de sorpresas y una cierta falta de riesgo que no tiene por qué ser mala (más bien deberíamos decir que el riesgo en sí no tiene por qué ser bueno) pero que se echa de menos. “Lost Souls” es un disco que gustará a los seguidores de la artista y que seguirá sin llamar la atención de quienes no se vieron atraídos por ninguno de sus trabajos anteriores. Nosotros nos contamos en el primer grupo.


 

jueves, 1 de marzo de 2018

Loreena McKennitt - The Mask and Mirror (1994)



Si bien la fama internacional le llegó gracias a su disco anterior, “The Visit”, el disco con el que Loreena McKennitt sonó en todas las radios y tuvo hasta un single de éxito con su parte de guitarra eléctrica y todo fue “The Mask and Mirror”. La artista comenzó a trabajar en él poco después de publicar el citado “The Visit” aprovechando los viajes que hizo como parte de la promoción del mismo además de para ofrecer conciertos. En todo ese periodo continuó explorando el legado celta fuera de las Islas Británicas tocándole el turno a la Península Ibérica, junto con Marruecos, el eje principal del nuevo disco.

Loreena se interesó profundamente en la situación cultural de la España del S.XV con la convivencia de las tres grandes religiones “del libro” (judíos, islámicos y cristianos) en un mismo territorio y durante su gira de 1993 aprovechó para visitar Santiago de Compostela, Granada y seguir viaje hasta Marrakesh llegando a convivir varios días con tribus del desierto. Todo eso más su bagaje anterior en tierras irlandesas y bretonas, así como su amor por la literatura del S.XVI terminaron por conformar un disco muy sorprendente que iba a ir mucho más allá de la tradición puramente celta que cualquiera de los trabajos anteriores de la artista canadiense. En el aspecto instrumental esto iba a acentuarse. Ya en “The Visit” sonaba el sitar o la balalaika entre los instrumentos ajenos al mundo celta pero aquí la lista iba a ser mucho más extensa incluyendo percusiones e instrumentos de cuerda hindúes, armenios o africanos además de otros más modernos como la guitarra o el sitar eléctrico. Loreena McKennitt, además de cantar, toca el arpa, el acordeón, el piano, los sintetizadores y el dumbeg egipcio. La acompañan los habituales Brian Hughes (guitarras, oud, balalaika y sitar), Rick Lazar (todo tipo de percusiones), George Koller (bajo, tamboura, violonchelo y esraj), Patrick Hutchinson (gaita irlandesa), Hugh Marsh (violín) y Al Cross (batería). Se incorporan al grupo de la artista: Anne Bourne (violonchelo y voces), Nigel Eaton (zanfona), Ravi Naimpally (tabla), Abraham Tawfik (nai, oud), Donal Lunny (bouzuki y bodhran) y Ofra Harnoy (violonchelo) y aparece en una de las canciones el Victoria Scholars Choir.



“The Mystic's Dream” - El primer corte del disco se inspira en los textos sobre la tradición sufí que Loreena compró (junto con varios recuerdos más) en su visita a Granada de 1993. La canción comienza con una fondo grave y la voz de la cantante entonando una breve melodía. Suenan suavemente flautas y percusiones hasta que entra, solemne, el coro. Aparece así la melodía central de la pieza que luego será replicada por la propia artista cantando un texto propio. Antes de eso asistimos a un brillante despliegue instrumental en el que hay que destacar una percusión brillantísima. La gaita irlandesa reina por unos instantes dejando paso a la voz que le cederá su sitio en momentos puntuales. Todo el tema es una joya que no hace sino anticipar un viaje extraordinario.

“The Bonny Swans” - Mientras preparaba su disco anterior, Loreena estuvo en Irlanda estudiando sus tradiciones, no sólo musicales sino también literarias y decorativas, fijándose mucho, por ejemplo, en los tapices. En uno de los libros que adquirió encontró la historia que cuenta esta canción tras la adaptación de la propia artista. El tema, muy tradicional en sus formas (percusión celta, violines, guitarras y algún bouzouki), tuvo el sorprendente añadido de la guitarra eléctrica, solo incluido, y sonó insistentemente en todas las radios en la época. Quizá por estar concebido como “single”, es un corte que no termina de encajar bien con el resto del disco ni en cuanto a los arreglos ni en cuanto a la temática.




“The Dark Night of the Soul” - Tras sus primeras visitas a España, Loreena quiso profundizar en los textos del místico San Juan de la Cruz, algo que hizo en cuanto tuvo ocasión en sus visitas a Stratford. Se fijó especialmente en “La noche oscura del alma”, poema que estudió a través de varias traducciones en las que se dio cuenta de todo lo que podía variar un mismo texto según quién lo interprete. La música que la artista compuso para acompañar las palabras del poeta es maravillosa. Una balada inspiradísima con un arreglo instrumental muy sutil en el que violonchelo, violín y guitarra arropan una voz que necesita de pocas ayudas. Uno de los grandes momentos del disco sin duda alguna.




“Marrakesh Night Market” - La visita a un mercado de Marrakesh en pleno ramadán inspiró a la artista este tema. Durante esas fechas, los practicantes del Islam realizan la mayor parte de las actividades de la jornada tras la puesta del sol lo que insufla una vida extraordinaria a los mercados. Loreena traslada todo ese desenfreno a una composición que es una fiesta de ritmo cortesía de todo tipo de percusiones manuales, guitarras y bouzoukis. La melodía tiene un aire oriental en el que la artista profundizaría en trabajos posteriores.

“Full Circle” - El día que abandonaba Marruecos, Loreena madrugó para coger el avión y escuchó el canto de un muecín convocando a los fieles a la oración. Entonces pensó “¿dónde he oído yo algo parecido?” y recordó una visita al monaterio benedictino de St.Benoit-du-Lac, cerca de Quebec en el que la llamada era similar. Con esa idea en mente, la artista compone esta maravilla en la que su voz es casi milagrosa. Es cierto que George Koller hace una gran interpretación con el esraj pero la sobrecogedora forma de cantar de la artista canadiense eclipsaría aquí a la más grande de las orquestas.

“Santiago” - Loreena McKennitt llegó a Santiago de Compostela a principios de 1992 para cantar pero la ciudad, su historia y su catedral la atrajeron hasta tal punto que volvió pocos meses después para investigar sobre la que fue una de las grandes capitales de la cristiandad durante varios siglos. Regresaría de nuevo al año siguiente y en uno de esos viajes encontró esta melodía que le fascinó. En sus propias palabras, pese al aire semita de la pieza, tenía elementos árabes y también celtas lo que no era sino una muestra clara de hasta qué punto todas esas culturas estuvieron integradas en la España medieval. La composición, tarareada en su mayor parte por la cantante, es extraordinaria y resume de forma inmejorable todo el disco: ritmos desenfrenados, excepcionales interpretaciones, una riqueza instrumental difícil de encontrar y, por encima de todo, una voz privilegiada.

“Cé Hé Mise le Ulaingt? / The Two Trees” - La siguiente pieza combina una magnífica introducción de aire inconfundíblemente celta compuesta por el gaitero Patrick Hutchinson con una canción de la propia Loreena en la que pone música a un poema de William Butler Yeats. La primera es bellísima y rivaliza con otras piezas similares del gran maestro Liam O'Flynn. La segunda es una balada típica de la artista en la que escuchamos su voz acompañada de piano y violonchelo.

“Prospero's Speech” - Ya contamos tiempo atrás cómo en sus comienzos Loreena McKennitt formó parte de una compañía teatral amateur que solía interpretar habitualmente obras de Shakespeare. “La Tempestad” era una de ellas y a la artista le pareció una gran idea terminar este disco con el monólogo final de Próspero, el protagonista de la obra. No se nos ocurre un final mejor que esta maravilla inspirada, probablemente, en la polifonía del renacimiento. Un broche de oro para un disco fantástico.




Nos resulta muy curioso recordar ahora nuestras primeras impresiones tras escuchar “The Mask and Mirror” en su momento. Veníamos de escuchar a la Loreena McKennitt más centrada en la tradición celta y las incursiones en otras músicas que asomaban en “The Visit” no nos molestaron en absoluto. Sin embargo, este trabajo no nos terminó de gustar entonces. La variedad de instrumentos utilizada y la producción de algunos temas nos resultó algo recargada y poco fiel al estilo que nos había enamorado en los discos previos de la artista. Lo cierto es que lo que entonces vimos como una rareza, se reveló como el primer paso de una evolución que nos iba a descubrir a una artista mucho más completa. “The Mask and Mirror” fue un disco que tardamos en apreciar pero si hay algo que nos ha enseñado la experiencia como oyentes es que estos trabajos terminan por ser los más valorados con el tiempo, algo que también funciona en sentido contrario: discos que nos entusiasman con las primeras escuchas, se desploman frecuentemente en sucesivas revisiones.

Sea como fuere, hoy tenemos en muy alta estima este trabajo de Loreena McKennitt, artista que, por otra parte, tiene un nivel y una regularidad en sus discos que nos hace muy difícil escoger uno o dos por encima del resto. “The Mask and Mirror”, al menos entraría en la pugna por estar ahí.

Como despedida os dejamos con esta versión de "Santiago" interpretada en directo en la Alhambra.


 

jueves, 15 de noviembre de 2012

Loreena McKennitt - Nights from the Alhambra (2007)



No es habitual que hablemos aquí de discos en directo aunque ya hemos comentado más de uno. Lo que sí constituye una excepción que no tiene por qué quedarse en anécdota es el hecho de que hablemos de un lanzamiento que incluye, no sólo un CD de audio (dos en este caso) sino, además, un DVD. Son escasas las ocasiones en las que se conjugan tantos elementos para hacer de un disco algo inolvidable y, sinceramente, se nos ocurren muy pocas que puedan estar a la altura de un concierto de Loreena McKennitt en un escenario tan particular como el Palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada.

El DVD combina imágenes de los conciertos con breves pasajes en los que vemos a Loreena paseando por la Alhambra y algunos planos generales del complejo granadino o del Albaicín y permite disfrutar de una realización sobria y de un espectáculo que demuestra que no son necesarios efectos especiales, coreografías o rayos láser cuando tienes un grupo de músicos de verdad sobre el escenario. El hecho de que el DVD no tenga ningún material extra no menoscaba en modo alguno la gran calidad del lanzamiento. Sobre la música en sí, hay muy poco que añadir. Loreena se rodea de artistas sensacionales que bordan sus interpretaciones, destacando en este sentido la valentía de la artista al hacer una gira con trece músicos de primer nivel cuando lo habitual hoy en día es reducir al máximo el número de integrantes de la banda llegando a incorporar partes grabadas para ajustar lo más posible el presupuesto. La canadiense es honrada con su público y no prescinde de ningún músico cuya ausencia reste un ápice de calidad al concierto. La lista de músicos que participan en el disco es la siguiente: Tim Bergman (batería, percusión), Panos Dimitrakopoulos (kanoun), Nigel Eaton (zanfoña), Steafan Hannigan (gaita irlandesa, bodhran, percusión), Brian Hughes (guitarras, oud, bouzouki), Caroline Lavelle (cello), Rick Lazar (percusión), Hugh Marsh (violín), Tim Landers (bajo acústico y eléctrico), Loreena McKennitt (voz, acordeón, arpa, piano), Donald Quan (viola, tabla, teclados), Sokratis Sinopoulos (lira), Haig Yazdjian (oud).

En cuanto al repertorio, se trata del más equilibrado que se nos ocurre, pudiendo pasar perfectamente por un disco recopilatorio y esa es la razón que nos hace reseñarlo aquí. Para cualquier fan de Loreena McKennitt, el disco es una delicia y repasa lo mejor de su trayectoria hasta entonces con muy pocas ausencias. Para el profano en la música de la artista, no se nos ocurre mejor carta de presentación. Con la única excepción de “To Drive the Cold Winter Away” y del EP “A Winter Garden”, ambos trabajos dedicados a canciones de tema navideño y que no terminaban de encajar en el escenario, todos los demás discos de la artista están representados en éste trabajo. Así, tenemos canciones como “She Moved Through the Fair” y “Stolen Child” del disco “Elemental”, “Huron Beltane Fire Dance” de “Paralell Dreams”. “Bonny Portmore”, “All Souls Night”, The Lady of Shalott”, “The Old Ways” y “Cymbeline” pertenecen a “The Visit”, el trabajo con más presencia en el concierto. “The Mask and Mirror” aporta los siguientes temas “The Mystic’s Dream”, “The Bonny Swans” y “Santiago” mientras que “The Book of Secrets” está representado con “The Mummer’s Dance”, “Marco Polo” y “Dante’s Prayer”. Por último, “An Ancient Muse”, que era el disco que se presentaba en los conciertos granadinos, aparece parcialmente con las canciones “Penelope’s Song”, “Caravanserai” y “Never-Ending Road”. Como regalo para los asistentes (y para los compradores del disco), se incluye una canción nueva: “Raglan Road”.



Suponemos que la experiencia de vivir un concierto como este “in situ” no tiene parangón y que el doble CD y el DVD no pueden ser más que pobres sustitutos de la participación en el propio acontecimiento pero para aquellos que no tenemos otro remedio, el lanzamiento fue una pequeña joya. Los arreglos de las piezas son magníficos y destacan especialmente en los temas pertenecientes a los discos más antiguos, quizá porque en estos casos, la instrumentación del concierto es completamente distinta y más rica. Canciones que entonces sonaban celtas ahora aparecen mezcladas con música antigua y elementos orientales con lo que la lectura es completamente nueva. También hay un cierto toque rock (entiéndase bien esto último) con la incorporación de la guitarra eléctrica y la batería que revitalizan muchas de las composiciones sin llegar a desvirtuarlas en ningún momento.

Habiendo hablado recientemente de varios discos de Loreena McKennitt, creíamos necesario dedicarle un espacio a esta preciosa caja con un contenido tan especial. Como es nuestra costumbre, os dejamos un par de enlaces para adquirirla:

amazon.es

fnac.es

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Loreena McKennitt - An Ancient Muse (2006)



En la anterior entrada dedicada a Loreena McKennitt nos quedamos en un momento de crisis personal de la artista tras el fallecimiento de su pareja en un trágico accidente. Relatamos como desde ese momento dedicó sus fuerzas a la Fundación creada para tratar de reducir los accidentes náuticos lo que iba a ocupar durante un largo tiempo todo el tiempo de la artista alejándola de la música. Unos años después, supimos que aquello iba a ser sólo un receso temporal y, afortunadamente, Loreena retomó su carrera con el mismo brío que mostraba unos meses antes de interrumpirla.

En los casi ocho años que mediaron entre “The Book of Secrets” y “An Ancient Muse”, la cantante canadiense prosiguió con el largo viaje en que se había convertido su carrera buscando pistas de la cultura celta en los lugares más insospechados del planeta. Relata en la introducción del libreto del disco cómo esa búsqueda le había llevado en esos años a lugares como Mongolia, China, Turquía, Grecia o Jordania y cómo en todos ellos pudo hallar testimonios de un pueblo tan viajero como fue el celta. Aquellos vestigios unidos a las músicas autóctonas de cada lugar le dieron a nuestra artista material suficiente para grabar el que sería su disco de regreso cuya publicación se vio precedida de una serie de conciertos inolvidables en la Alhambra de Granada. “An Ancient Muse” fue grabado de nuevo en los estudios “Real World” e interviene en el mismo una constelación de músicos que se cuentan entre lo más granado de las músicas tradicionales que se puede encontrar hoy en día, al margen de los habituales colaboradores de la artista canadiense. Destacamos nombres como los de Tal Bergman (percusión y batería), Stuart Bruce (percusión y voces), Clive Deamer (percusión), Panos Dimitrakopoulos (kanoun), Nigel Eaton (zanfoña), Ben Grossman (zanfoña), Ed Hanley (tabla, udu), Jason Hann (percusión), Steafan Hannigan (vientos, gaitas), Brian Hughes (guitarras, sintetizadores, voz, oud, bouzouki) Charlie Jones (bajo), Manu Katche (batería), Georgios Kontogiannis (bouzouki), Tim Landers (bajo), Caroline Lavelle (cello), Rick Lazar (percusión), Annbjorn Lien (arpa), Hugh Marsh (violín), Marco Migliari (voz), Donald Quan (viola, voces), Hossam Ramzay (percusión), Sokratis Sinopoulos (lira) o Haig Yazdijian (oud). Loreena McKennitt, por su parte, toca teclados, acordeón, arpa, piano, percusión y, naturalmente, canta con una de las voces más maravillosas que nos ha sido dado escuchar.


Mapa clásico de la Ruta de la Seda



“Incantation” – Basado en dos visitas, una a Delfos en Grecia, siguiendo la pista de una expedición celta que llegó al lugar en el año 279 a.C. acaso para buscar consejo en el mítico oráculo, y que fue diezmada por las tropas locales. La segunda, a Capadocia, donde Loreena pudo conocer las famosas capillas excavadas en la roca por los primitivos cristianos. La música escogida para la ocasión es un canto sin texto, lleno de misterio que nos suena a invocación divina, a sortilegio para hacer que la verdad nos sea revelada. El viaje comienza y lo hace como sólo los mejores viajes pueden hacerlo: sin itinerarios fijados.

“The Gates of Istanbul” – Loreena se inspira en esta ocasión en varios textos y acontecimientos. Durante una visita a Cuba, estaba leyendo un texto sobre el reinado de Mehmed II, monarca del Imperio Otomano a mediados del S.XVI en el que se resaltaba la convivencia entre distintas creencias religiosas en la época, algo que Loreena relacionó inmediatamente con la España anterior a la Reconquista. Un mes antes había estado leyendo sobre Genghis Khan y cómo instauró la que, probablemente, fuera la mayor zona de comercio libre de la historia alrededor de la Ruta de la Seda implantando, además, la libertad de culto en todo aquel territorio. El tercer texto hablaba del Emperador Constantino y su edicto poniendo fin a la persecución de los cristianos y permitiendo que convivieran libremente con judíos, paganos y seguidores de los viejos dioses romanos. El contraste entre épocas tan distantes y la situación en plena guerra de Irak, así como la polémica de 2006 sobre las caricaturas de Mahoma en la prensa europea hicieron preguntarse a la artista sobre lo que realmente hemos progresado en todo este tiempo. En lo musical tenemos una colección de instrumentos ancestrales entre los que tenemos vientos, cuerdas pulsadas, violines, etc. meciéndose al ritmo de una moderna batería. Si en lugar de la voz de Loreena McKennitt escuchásemos la de Lisa Gerrard, nos parecería que habíamos caído por error en un disco de Dead Can Dance y es que el universo dibujado por la artista canadiense se sitúa en ese lugar sin tiempo en el que se mezcla lo antiguo y lo nuevo con una naturalidad que pocos artistas consiguen.

“Caravanserai” – De nuevo en Turquía, la cantante buscaba el legado de una comunidad de, al menos 10.000 habitantes de origen celta que se supone que habitó la península de Anatolia en el Siglo III. Sin salir de Turquía, en la Capadocia, la artista visitó un antiguo “Caravanserai”, especie de ventas en las que los nómadas podían detenerse a pasar la noche. Este espíritu nómada de tantos pueblos como el celta, lo vivió la propia artista unos meses más tarde cuando convivió con una familia itinerante en Mongolia durante varias jornadas. El comienzo nos remite a la tradición celta ya que la melodía es muy similar a algunas que la propia McKennitt cantaba en sus primeros trabajos. Sin embargo, poco a poco, al repetirse la misma melodía con instrumentos orientales nos empieza a parecer otra cosa lo que demuestra que, muchas veces, las formas nos ocultan de forma dramática el fondo de las cosas. Cuando comienza a cantar nuestra artista, el tiempo se detiene y todo lo demás pierde su importancia. Veinte años después de su primer disco, Loreena McKennitt sigue cantando en cada disco mejor aún que en el anterior, algo que parece imposible pero que es fácilmente constatable. No podemos dejar de mencionar el sorprendente papel de la batería ya que es un elemento que, a priori, parece totalmente fuera de lugar entre los instrumentos tradicionales que constituyen la base de todo el disco pero tenemos que reconocer que funciona perfectamente a lo largo de toda la grabación y particularmente en este corte.



“The English Ladye and the Night” – Basada en un texto de Walter Scott escogido por Loreena por transcurrir la historia en otra de esas encrucijadas que abundan en el disco: el Castillo de Carlisle, antiguo fuerte celta, luego romano y más tarde puesto fronterizo entre Escocia e Inglaterra. La historia habla de una doncella inglesa y su novio, un caballero escocés embarcado en las cruzadas de las que nunca volvió. Como ya ha ocurrido en anteriores adaptaciones de textos de grandes escritores por parte de Loreena McKennitt (pensamos en Tennyson o Shakespeare), el respeto de la artista por el texto le lleva a reducir la instrumentación al mínimo imprescindible y a reservarse su mejor recitado y lo más brillante de su voz, siempre al servicio de la historia. Si habéis escuchado su “The Lady of Shalott” o su “Cymbeline” sabréis de qué hablamos.

“Kecharitomene” – Con un título tomado del convento griego en el que terminó sus días Anna Comnena, princesa bizantina y una de las primeras historiadoras en su calidad de cronista de la Primera Cruzada, Loreena mezcla esa influencia de Bizancio con el contraste entre dos hechos históricos casi simultáneos: la abundante fusión de culturas producida alrededor de la Ruta de la Seda y, precisamente, la participación de los celtas y de personajes como Ricardo Corazón de León en la citada Primera Cruzada. Recuerda también como hay quien cree que los celtas pudieron provenir de la región china de Tarim, en donde fueron halladas un buen número de momias procedentes del S.XI antes de Cristo con una peculiar coloración rojiza en sus cabellos, del todo extraña en aquellas regiones. La música bizantina se mezcla aquí con ritmos orientales y gaitas celtas en un tema, pese a todo, con el clásico sabor de la música de Loreena McKennitt. No somos muy amigos de clasificaciones como “world music” a la hora de encasillar ciertos tipos de música pero no se nos ocurre un término más adecuado para describir lo que suena aquí.

“Penelope’s Song” – Habiéndose convertido en una viajera empedernida y hallándose en Grecia en una de sus excursiones, no es extraño que nuestra artista se viera atraída por la figura de Ulises y, especialmente, de su esposa Penelope. Loreena se pone ahora, no en la piel del viajero y sus aventuras sino de los que quedan en tierra esperando su regreso. Suena reiterativo incidir una vez más en las cualidades vocales de la artista canadiense pero es que es imposible escribir algo sobre esta canción sin rendirnos ante el impresionante espectáculo que fluye de su garganta, esa facilidad para pasar del más cálido grave a un agudo sobrecogedor en unos instantes. La canción sigue la tradición de piezas anteriores de la artista en las que se acompaña de su piano para regalarnos una interpretación llena de emoción y sentimiento.



“Sacred Shabbat” – La canción tiene una de las historias más curiosas de todo el disco. Mientras se encontraba en una librería en Estambul, Loreena se encontró con que, al ir a pagar, el librero había deslizado un volumen en su bolsa. Se trataba de “Retrato de una Familia Turca”, de Irfan Orga. Poco después, tras una sesión de grabación con varios de los músicos que intervienen en el disco, tres de ellos comenzaron a tocar una melodía de la que Loreena quedó prendada proponiéndose recuperarla en su próximo disco. Casi año y medio después, Loreena terminó el libro que le regaló el comerciante turco y recordó la vieja melodía que habían tocado sus músicos. Por algún motivo, su mente viajó en aquel momento hasta la Andalucía del S.XI y los poemas del judío Solomon Ibn Gabrirol. Unos meses después, por fin se cierra el círculo. De vuelta en su Canadá natal, la artista comenzó a escuchar un disco de Eduardo Paniagua adquirido en una visita a la Alhambra. El disco reunía una colección de canciones sefardíes de los siglos X y XI y allí aparecía “Morada del Corazón”, la melodía que años antes habían interpretado sus músicos en la noche ateniense. Curiosamente, el tema es instrumental en su integridad, recordando la melodía que persiguió a la artista durante varios años pero sin adaptar algún poema de Solomon como cabría esperar.

“Beneath a Phrygian Sky” – La inspiración viene, como es habitual en el disco, de varios viajes, en este caso a Turquía. El primero de ellos a la región de Gordion en donde Loreena conoció la residencia del mítico Rey Midas y el lugar en el que Alejandro Magno resolvió de aquella manera el problema del proverbial “nudo gordiano”. El segundo de ellos a Éfeso en el que visitó algunas de las joyas arquitectónicas más impresionantes de la antigüedad en sus propias palabras. En lo musical, esa influencia oriental no está demasiado presente si exceptuamos los primeros instantes. La presencia de la guitarra eléctrica y la propia forma de la canción nos remiten a discos anteriores de la artista como “The Mask and Mirror”, trabajo en el que este corte encajaría a la perfección, mejor incluso de lo que lo hace en “An Ancient Muse” y es que no deja de sonarnos a descarte de algún tiempo anterior.

“Never-Ending Road (Amhran Duit)” – En cierto modo, y como colofón del trabajo y de toda una etapa, nuestra artista prescinde de toda influencia externa y las aprovecha todas a la vez para resumir todos estos años de estudio de la poesía mística de todo tipo de religiones de la antigüedad encontrando que el tema común en todas las tradiciones es el amor. Como ella misma indica en el libreto del disco: “El tema universal es el amor y en este camino interminable de vida y renacimiento, es, con toda seguridad, el único sentimiento que perdurará”. La composición de Loreena es magnífica como corresponde al cierre de un disco tan especial como es éste que supone el regreso de la artista ocho años después del anterior. El estribillo lo resume todo:

Here is my heart, I give it to you – Take me with you across this land
These are my dreams, so simple, so few – Dreams we hold in the palm of our hands

Tenemos que reconocer que en 2006, no esperábamos ya un nuevo disco de Loreena McKennitt tras su prolongado silencio así que la noticia de la publicación de “An Ancient Muse” fue acogida con una gran expectación que no se vio defraudada una vez el disco obró en nuestro poder. Visto con una cierta perspectiva, no lo encontramos hoy tan inspirado como los discos anteriores a su retirada temporal pero sigue siendo un colofón digno para toda una etapa dedicada a la investigación y a los viajes que dio como fruto una magnífica colección de discos a partir de 1991. Los discos posteriores de Loreena regresan en cierto modo a sus orígenes dejando al margen esta etapa llena de mezcolanzas y mestizajes con todo tipo de músicas y centrandose en la tradición celta. Ignoramos si esto es algo definitivo o sólo una etapa más pero tendremos tiempo de averiguarlo en el futuro. Mientras tanto, Loreena seguirá teniendo nuestra atención y continuarán apareciendo por aquí sus trabajos anteriores. Mientras tanto, podeis disfrutar del disco del que hoy os hemos hablado adquiriendolo en alguno de los siguientes enlaces:

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Nos despedimos con "Never-Ending Road" en directo en la Alhambra: