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domingo, 17 de febrero de 2019

Loreena McKennitt - Lost Souls (2018)



Uno de los grandes cambios que trajo consigo la aparición de los distintos formatos para la música grabada es que condicionó, de modo consciente o no, la forma en la que los músicos se planteaban su obra. Antes de eso, un compositor podía escribir una sinfonía sin que la duración fuera un elemento importante. Podía durar diez minutos o sesenta. Si en un momento determinado se le ocurría una bagatella para piano, la plasmaba en papel sin pensar en cómo acompañarla con otras composiciones. Podía crear un ciclo de canciones con tres piezas o con cuarenta. No existía un formato al que ajustarse que terminase por definir la estructura y el contenido de la propia obra. Sin embargo, a partir de la invención de los discos y de su comercialización, todo este planteamiento era ya diferente. El artista empezaba a pensar en términos de tiempo y en número determinado de creaciones a publicar y esto, habitualmente, obligaba a hacer descartes.

Lo normal es que un músico componga con un ritmo que no tiene mucho que ver con la frecuencia de publicación que requiere una discográfica y esto obliga, a veces, a descartar material para no saturar el mercado. En otras ocasiones, y con parecido efecto, el artista tiene un trabajo preparado pero debe prescindir de algunas piezas para que encajen en el límite temporal del soporte aunque también puede ocurrir que, siendo composiciones muy interesantes, no terminen de encontrar un hueco en un concepto determinado o no casen bien con el resto de piezas del futuro álbum.

Hubo un tiempo no muy lejano en el que estos descartes eran el mayor atractivo de los “singles” del disco. En ellos, las canciones estrella se veían acompañadas por una de estas piezas cubriendo así dos objetivos: que aquellas personas que sólo querían la canción conocida que sonaba en la radio no tuvieran que comprar el disco entero y que los “fans” que ya tenían el LP se hicieran con el “single” para conseguir la canción inédita. Más adelante, cuando los “singles” empezaron a pasar de moda, la solución era utilizar este material no incluido en el disco principal como relleno para ediciones especiales, expandidas, “deluxe” o comoquiera que el marketing de cada época decidiera llamar a esos lanzamientos. En cualquier caso, tanto los “singles” como las ediciones lujosas no eran para todos los artistas y solían ser reservados para las grandes estrellas de cada discográfica.

El disco que hoy comentamos aquí tiene mucho que ver con todo esto. Lleva por título “Lost Souls”  y con ese “almas perdidas”, Loreena McKennitt se refiere a una colección de canciones compuestas en diferentes épocas y que por uno u otro motivo nunca formaron parte de los discos en los que estaba trabajando en cada momento. Recientemente la artista decidió grabar todo ese material y publicarlo hace unos meses en lo que iba a ser su primer disco con temas originales en más de diez años. Para ello se rodeo de sus colaboradores habituales con alguna adición puntual en determinadas piezas. Los músicos que aparecen en la grabación son: Brian Hughes (guitarras, bouzouki y sintetizadores), Caroline Lavelle (violonchelo, flauta y concertina), Hugh Marsh (violín), Dudley Phillips (contrabajo y bajo), Nigel Eaton (zanfoña). Tal Bergman (batería y percusiones), Robert Brian (batería y percusiones), Hossam Ramzy (percusión), Daniel Casares (guitarra flamenca y palmas), Miguel Ortiz Ruvira (percusión y palmas), Ana Alcaide (nyckelharpa), Sokratis Sinopoulos (lira), Panos Dimitrakopouklos (kanoun), Haig Yadjian (oud), Graham Hargrove (batería, tambores y crótalos) e Ian Harper (gaitas) . La propia Loreena canta y toca los teclados, el acordeón, el piano y el arpa). En uno de los cortes aparecen los miembros de la Canadian Forces Central Band junto con el Stratford Concert Choir.



“Spanish Guitars and Night Plazas” - El disco se abre con un tema de sabor español. La primera parte del mismo se compuso en la época de “The Visit”, disco que, recordemos, tenía mucha inspiración procedente de la Península Ibérica, especialmente de Portugal. Lo cierto es que esos primeros minutos podrían haber pertenecido, efectivamente, a ese trabajo sin ningún problema ya que tienen todo el sabor de las canciones lentas de aquel LP. Mediado el tema, aparece una suave percusión acompañada de un estribillo tarareado por la artista que da paso a la guitarra española por unos segundos. El tramo final, con algo parecido a una fiesta flamenca que pone un precioso colofón a un buen tema.




“A Hundred Wishes” - De la misma época que el anterior procede esta canción que se abre con un breve dúo de piano y guitarra siendo el primero el elemento más extraño en una pieza que nos recuerda más a los primeros trabajos de la artista (“Parallel Dreams” o “Elemental”) que a “The Visit”. Una canción agradable a la que le falta algo de mordiente para llamar nuestra atención por encima del resto.

“Ages Past, Ages Hence” - Otra canción escrita en los primeros años de la carrera de la artista, con la tradición muy presente en sus melodías pero con un arreglo muy acertado. Loreena interpreta magistralmente un vals con tema ecológico inspirado en el libro “La vida secreta de los árboles” del autor alemán Peter Wohlleben. Es una de nuestras piezas favoritas de todo el trabajo y también en la que mejor encajan determinado tipo de arreglos como los de la batería que en otros temas no terminan de convencernos.

“The Ballad of the Fox Hunter” - Uno de los referentes de Loreena McKennitt para los textos de sus canciones es William Butler Yeats. En esta canción que escribió también en los ochenta vuelve a poner música a uno de los poemas del autor irlandés (es ya la tercera ocasión en la que lo hace si no recordamos mal) y escoge un tema lento con un arreglo centrado en el piano y el violonchelo que le permiten explotar esa voz que sigue sonando igual de poderosa que hace treinta años.

“Manx Ayre” - En sus comienzos, cuando trabajaba para una compañía de teatro amateur, Loreena solía tocar en la calle para sacarse un dinero extra. En uno de los “sets” que solía interpretar y que duraban alrededor de 15-20 minutos se encontraba esta pieza instrumental tradicional que se diría sacada de cualquiera de los discos de los años setenta del arpista bretón Alan Stivell. Arpa, flautas, cuerdas y percusión nos acompañan en un tema delicioso que mantiene, además, la costumbre de la artista canadiense de  incluir temas instrumentales en sus discos.




“La Belle Dame Sans Merci” - El poeta romántico John Keats es el elegido por Loreena para poner música a uno de sus textos. La canción, escrita alrededor de 2006, durante la preparación del que fue el gran retorno de la artista tras varios años de silencio: “An Ancient Muse”, sigue la linea temática del disco. De nuevo estamos ante una lenta balada de exquisita factura que no se sale de lo ya escuchado anteriormente por parte del seguidor de la artista.

“Sun, Moon and Stars” - Segundo instrumental del trabajo, inspirado parcialmente, en palabras de Loreena, en una melodía tradicional moldava. Otra de las grandes piezas del disco, especialmente por los arreglos de percusión, propios de los trabajos más exuberantes de la canadiense en los que las piezas de aire oriental se combinaban magistralmente con instrumentos celtas y ritmos de muy diferentes procedencias. Un verdadero espectáculo.

“Breaking of the Sword” - El adelanto del disco fue esta espectacular canción que empieza con aire de balada melancólica y que va transformándose en una solemne marcha épica cuando aparecen los tambores y los metales estallando ya con las gaitas y el coro. Pompa y circunstancia en todo su esplendor.




“Lost Souls” - Para cerrar el trabajo, Loreena McKennitt se guarda la que quizá sea la mejor canción del mismo. No se sale ni un ápice de la linea marcada en el resto del álbum pero la melodía, los arreglos y la interpretación son sublimes.


Siempre es reconfortante escuchar un nuevo trabajo de Loreena McKennitt y este no es la excepción. No podemos decir que sea uno de sus tres o cuatro mejores discos y es cierto que en muchos casos se nota que estamos ante descartes de otras épocas (no porque tengan menor calidad sino por que tanto el estilo como los arreglos son fáciles de ubicar en determinadas etapas de su obra) pero “Lost Souls” mantiene una calidad media acorde con la trayectoria de su autora lo cual es mucho decir y sigue regalándonos momentos de verdadera inspiración. En el “debe” tenemos que contar la ausencia total de sorpresas y una cierta falta de riesgo que no tiene por qué ser mala (más bien deberíamos decir que el riesgo en sí no tiene por qué ser bueno) pero que se echa de menos. “Lost Souls” es un disco que gustará a los seguidores de la artista y que seguirá sin llamar la atención de quienes no se vieron atraídos por ninguno de sus trabajos anteriores. Nosotros nos contamos en el primer grupo.


 

jueves, 1 de marzo de 2018

Loreena McKennitt - The Mask and Mirror (1994)



Si bien la fama internacional le llegó gracias a su disco anterior, “The Visit”, el disco con el que Loreena McKennitt sonó en todas las radios y tuvo hasta un single de éxito con su parte de guitarra eléctrica y todo fue “The Mask and Mirror”. La artista comenzó a trabajar en él poco después de publicar el citado “The Visit” aprovechando los viajes que hizo como parte de la promoción del mismo además de para ofrecer conciertos. En todo ese periodo continuó explorando el legado celta fuera de las Islas Británicas tocándole el turno a la Península Ibérica, junto con Marruecos, el eje principal del nuevo disco.

Loreena se interesó profundamente en la situación cultural de la España del S.XV con la convivencia de las tres grandes religiones “del libro” (judíos, islámicos y cristianos) en un mismo territorio y durante su gira de 1993 aprovechó para visitar Santiago de Compostela, Granada y seguir viaje hasta Marrakesh llegando a convivir varios días con tribus del desierto. Todo eso más su bagaje anterior en tierras irlandesas y bretonas, así como su amor por la literatura del S.XVI terminaron por conformar un disco muy sorprendente que iba a ir mucho más allá de la tradición puramente celta que cualquiera de los trabajos anteriores de la artista canadiense. En el aspecto instrumental esto iba a acentuarse. Ya en “The Visit” sonaba el sitar o la balalaika entre los instrumentos ajenos al mundo celta pero aquí la lista iba a ser mucho más extensa incluyendo percusiones e instrumentos de cuerda hindúes, armenios o africanos además de otros más modernos como la guitarra o el sitar eléctrico. Loreena McKennitt, además de cantar, toca el arpa, el acordeón, el piano, los sintetizadores y el dumbeg egipcio. La acompañan los habituales Brian Hughes (guitarras, oud, balalaika y sitar), Rick Lazar (todo tipo de percusiones), George Koller (bajo, tamboura, violonchelo y esraj), Patrick Hutchinson (gaita irlandesa), Hugh Marsh (violín) y Al Cross (batería). Se incorporan al grupo de la artista: Anne Bourne (violonchelo y voces), Nigel Eaton (zanfona), Ravi Naimpally (tabla), Abraham Tawfik (nai, oud), Donal Lunny (bouzuki y bodhran) y Ofra Harnoy (violonchelo) y aparece en una de las canciones el Victoria Scholars Choir.



“The Mystic's Dream” - El primer corte del disco se inspira en los textos sobre la tradición sufí que Loreena compró (junto con varios recuerdos más) en su visita a Granada de 1993. La canción comienza con una fondo grave y la voz de la cantante entonando una breve melodía. Suenan suavemente flautas y percusiones hasta que entra, solemne, el coro. Aparece así la melodía central de la pieza que luego será replicada por la propia artista cantando un texto propio. Antes de eso asistimos a un brillante despliegue instrumental en el que hay que destacar una percusión brillantísima. La gaita irlandesa reina por unos instantes dejando paso a la voz que le cederá su sitio en momentos puntuales. Todo el tema es una joya que no hace sino anticipar un viaje extraordinario.

“The Bonny Swans” - Mientras preparaba su disco anterior, Loreena estuvo en Irlanda estudiando sus tradiciones, no sólo musicales sino también literarias y decorativas, fijándose mucho, por ejemplo, en los tapices. En uno de los libros que adquirió encontró la historia que cuenta esta canción tras la adaptación de la propia artista. El tema, muy tradicional en sus formas (percusión celta, violines, guitarras y algún bouzouki), tuvo el sorprendente añadido de la guitarra eléctrica, solo incluido, y sonó insistentemente en todas las radios en la época. Quizá por estar concebido como “single”, es un corte que no termina de encajar bien con el resto del disco ni en cuanto a los arreglos ni en cuanto a la temática.




“The Dark Night of the Soul” - Tras sus primeras visitas a España, Loreena quiso profundizar en los textos del místico San Juan de la Cruz, algo que hizo en cuanto tuvo ocasión en sus visitas a Stratford. Se fijó especialmente en “La noche oscura del alma”, poema que estudió a través de varias traducciones en las que se dio cuenta de todo lo que podía variar un mismo texto según quién lo interprete. La música que la artista compuso para acompañar las palabras del poeta es maravillosa. Una balada inspiradísima con un arreglo instrumental muy sutil en el que violonchelo, violín y guitarra arropan una voz que necesita de pocas ayudas. Uno de los grandes momentos del disco sin duda alguna.




“Marrakesh Night Market” - La visita a un mercado de Marrakesh en pleno ramadán inspiró a la artista este tema. Durante esas fechas, los practicantes del Islam realizan la mayor parte de las actividades de la jornada tras la puesta del sol lo que insufla una vida extraordinaria a los mercados. Loreena traslada todo ese desenfreno a una composición que es una fiesta de ritmo cortesía de todo tipo de percusiones manuales, guitarras y bouzoukis. La melodía tiene un aire oriental en el que la artista profundizaría en trabajos posteriores.

“Full Circle” - El día que abandonaba Marruecos, Loreena madrugó para coger el avión y escuchó el canto de un muecín convocando a los fieles a la oración. Entonces pensó “¿dónde he oído yo algo parecido?” y recordó una visita al monaterio benedictino de St.Benoit-du-Lac, cerca de Quebec en el que la llamada era similar. Con esa idea en mente, la artista compone esta maravilla en la que su voz es casi milagrosa. Es cierto que George Koller hace una gran interpretación con el esraj pero la sobrecogedora forma de cantar de la artista canadiense eclipsaría aquí a la más grande de las orquestas.

“Santiago” - Loreena McKennitt llegó a Santiago de Compostela a principios de 1992 para cantar pero la ciudad, su historia y su catedral la atrajeron hasta tal punto que volvió pocos meses después para investigar sobre la que fue una de las grandes capitales de la cristiandad durante varios siglos. Regresaría de nuevo al año siguiente y en uno de esos viajes encontró esta melodía que le fascinó. En sus propias palabras, pese al aire semita de la pieza, tenía elementos árabes y también celtas lo que no era sino una muestra clara de hasta qué punto todas esas culturas estuvieron integradas en la España medieval. La composición, tarareada en su mayor parte por la cantante, es extraordinaria y resume de forma inmejorable todo el disco: ritmos desenfrenados, excepcionales interpretaciones, una riqueza instrumental difícil de encontrar y, por encima de todo, una voz privilegiada.

“Cé Hé Mise le Ulaingt? / The Two Trees” - La siguiente pieza combina una magnífica introducción de aire inconfundíblemente celta compuesta por el gaitero Patrick Hutchinson con una canción de la propia Loreena en la que pone música a un poema de William Butler Yeats. La primera es bellísima y rivaliza con otras piezas similares del gran maestro Liam O'Flynn. La segunda es una balada típica de la artista en la que escuchamos su voz acompañada de piano y violonchelo.

“Prospero's Speech” - Ya contamos tiempo atrás cómo en sus comienzos Loreena McKennitt formó parte de una compañía teatral amateur que solía interpretar habitualmente obras de Shakespeare. “La Tempestad” era una de ellas y a la artista le pareció una gran idea terminar este disco con el monólogo final de Próspero, el protagonista de la obra. No se nos ocurre un final mejor que esta maravilla inspirada, probablemente, en la polifonía del renacimiento. Un broche de oro para un disco fantástico.




Nos resulta muy curioso recordar ahora nuestras primeras impresiones tras escuchar “The Mask and Mirror” en su momento. Veníamos de escuchar a la Loreena McKennitt más centrada en la tradición celta y las incursiones en otras músicas que asomaban en “The Visit” no nos molestaron en absoluto. Sin embargo, este trabajo no nos terminó de gustar entonces. La variedad de instrumentos utilizada y la producción de algunos temas nos resultó algo recargada y poco fiel al estilo que nos había enamorado en los discos previos de la artista. Lo cierto es que lo que entonces vimos como una rareza, se reveló como el primer paso de una evolución que nos iba a descubrir a una artista mucho más completa. “The Mask and Mirror” fue un disco que tardamos en apreciar pero si hay algo que nos ha enseñado la experiencia como oyentes es que estos trabajos terminan por ser los más valorados con el tiempo, algo que también funciona en sentido contrario: discos que nos entusiasman con las primeras escuchas, se desploman frecuentemente en sucesivas revisiones.

Sea como fuere, hoy tenemos en muy alta estima este trabajo de Loreena McKennitt, artista que, por otra parte, tiene un nivel y una regularidad en sus discos que nos hace muy difícil escoger uno o dos por encima del resto. “The Mask and Mirror”, al menos entraría en la pugna por estar ahí.

Como despedida os dejamos con esta versión de "Santiago" interpretada en directo en la Alhambra.


 

sábado, 27 de junio de 2015

Loreena McKennitt - The Wind that Shakes the Barley (2010)



Algo que sucede con cierta frecuencia en todos los ámbitos de la actividad humana es que las personas necesitan hacer un alto en el camino, una especie de parón para reflexionar y ¿por qué no? replantearse la trayectoria a seguir en adelante. Si nos centramos en la música, estos giros van acompañados a veces de un cambio de planteamientos, otras de la búsqueda de nuevos colegas con los que ampliar la mirada propia, en ocasiones, incluso, llevan aparejado un parón en la actividad del artista. El disco que hoy traemos al blog estaría en otra categoría muy común en músicos cuya trayectoria comienza ya a ser larga y consiste a un regreso a los comienzos, una vuelta a las formas y estilos con los que dieron sus primeros pasos. Una mirada al pasado que a veces sirve para tomar fuerzas y continuar con la exploración más adelante y en otros casos, para quedarse allí de forma indefinida.

La evolución de Loreena McKennitt desde la música tradicional celta hasta esa magnífica fusión con todo tipo de folclores, ajenos a primera vista del universo de las Islas Británicas que caracterizó sus discos entre 1994 y 2008 aproximadamente nos mostró una de las trayectorias vitales de un artista más bellas que recordamos. El interés en la historia del pueblo celta llevó a Loreena a viajar y a investigar hasta encontrar conexiones insospechadas con músicas de procedencias muy diversas. En 2010 decidió que quizá era hora de mirar atrás y regresar a las canciones tradicionales del legado celta y a instrumentaciones más sobrias y convencionales.

Fruto de ese deseo, que ella misma refleja en las notas del disco, nace “The Wind that Shakes the Barley”, una colección de temas pertenecientes a la herencia celta, muchos de los cuales son verdaderos clásicos del género. Para la ocasión, Loreena selecciona ocho canciones tradicionales a las que añade un propia. Se rodea de varios de sus músicos de confianza entre los que encontramos nombres que han estado con ella desde el principio junto con otros que la empezaron a acompañar más recientemente. La lista es la siguiente: Brian Hughes (bouzouki y guitarras), Hugh Marsh (violín), Caroline Lavelle (violonchelo), Ben Grossman (zanfona y percusiones), Ian Harper (gaita irlandesa y flautas), Tony McManus (guitarra acústica), Jeff Bird (mandola, mandolina y bajo), Pat Simmonds (guitarra acústica y acordeón diatónico), Andrew Collins (mandolina y mandochelo), Brian Taheny (mandolina), Chris Gartner (bajo), Andrew Downing (bajo acústico) y Jason Fowler (guitarra acústica). La artista canadiense, además de cantar, toca el arpa, el acordeón y los teclados. Aunque lo extenso de la lista puede hacer pensar en una exuberancia instrumental cercana a la de trabajos anteriores, lo cierto es que varios de los músicos apenas intervienen en uno o dos cortes, siendo la mayoría de ellos interpretados por una formación más bien reducida.



“As I Roved Out” - El disco comienza con el más puro sabor de la música celta del periodo de su primer resurgir a mediados de los años setenta, con guitarras acústicas y bouzoukis abriendo la pieza y dando paso a la voz de Loreena, algo más contenida aquí que de costumbre, lo cual se adapta perfectamente a la composición, una de las más conocidas del repertorio gaélico. La gaita irlandesa comparte protagonismo con la cantante con ese maravilloso sonido tan difícil de imitar. Loreena suena aquí más cercana a la tradición más ortodoxa de lo que nunca antes lo hizo.



“On a Bright May Morning” - Volvemos a escuchar una guitarra como protagonista de una introducción que nos transporta a los tiempos de la Bothy Band. Al ser una pieza lenta, Loreena tiene la oportunidad de expotar más los matices de su prodigiosa voz sin llegar a liberarla aún por completo. En nuestro limitado conocimiento del repertorio celta, no conociamos otras versiones de esta canción que nos ha parecido notable en la interpretación de la artista canadiense.

“Brian Boru's March” - Al contrario de lo que nos ocurría con la canción anterior, ésta es un auténtico clásico para cualquier seguidor del género, con versiones magistrales registradas por artistas de la talla del flautista James Galway. La pieza está dedicada al mítico rey irlandés nacido en el Siglo X. Loreena nos regala aquí una versión en la que todos los instrumentos van turnándose en la interpretación del tema central hasta completar una bellísima rendición de una melodía inmortal.



“Down By the Sally Gardens” - Con un texto de W.B.Yeats, escuchamos otra de las piezas más interpretadas de la tradición gaélica. En ella, la artista canadiense aprovecha su extraordinaria capacidad vocal para ofrecernos una sentida versión en la que destaca una magnífica Caroline Lavelle en el cello junto a la siempre emocionante gaita de Ian Harper.

“The Star of the County Down” - La siguiente canción no es nueva en el repertorio de Loreena quien ya adaptó la melodía como parte de “The Seven Rejoices of Mary” de su disco anterior, “A Midwinter Night's Dream”. Aquí suena con un curioso ritmo cercano al country, estilo que, por otra parte, tiene su origen en la tradición celta con lo que en cierto modo se cierra así el círculo.

“The Wind that Shakes the Barley” - Pocas interpretaciones pueden competir en emoción con la que grabó de esta pieza, a capella, Lisa Gerrard en uno de los mejores discos de Dead Can Dance. El texto de Robert Dwyer Joyce alcanzaba en aquel momento una categoría incomparable. Si bien Loreena McKennitt podría ser una buena candidata a rivalizar con ella en estos menesteres, lo cierto es que su versión, fantástica, sin duda, palidece ante la entrega de Lisa en aquel registro. Quizá no sea justa la comparación (nunca lo son) pero cuando una interpretación es de la categoría de aquella, es inevitable que su recuerdo aparezca cada vez que escuchamos otra versión de la canción.

“The Death of Queen Jane” - Balada tradicional para cuya versión, Loreena se basa en un arreglo realizado por el guitarrista irlandés Dáithí Sproule, miembro de Altan. La canción no se sale de lo habitual en este tipo de registros y se queda, quizá, un poco corta para lo que la intérprete canadiense puede dar de sí. Las interpretaciones son impecables pero no la pieza no termina de enamorarnos.

“The Emigration Tunes” - Llegamos a la única canción escrita por Loreena McKennitt para el disco. Desde el comienzo nos recuerda el ambiente de alguna de las mejores creaciones de la artista. Con una introducción en la que los sintetizadores crean las texturas sonoras en las que se apoya la poderosa gaita irlandesa, una segunda parte en la que la guitarra esboza un precioso tema para dar paso al violonchelo, éste al acordeón, más tarde a las flautas y así un instrumento tras otro hasta completar todo el elenco que rodea a la cantante que termina por firmar una pieza exquisita.



“The Parting Glass” - Son tradicionales en el repertorio celta las canciones de despedida, los textos en los que los protagonistas dicen adiós antes de emprender un viaje que, en muchos casos es sólo de ida. Son piezas tristes, emocionantes y plenas de intensidad como corresponde a los momentos que reflejan. Dentro de ese pequeño sub-género, “The Parting Glass” es una de las canciones más populares y Loreena McKennitt pone todo de su parte para que la despedida del disco sea inlvidable. Sin estridencias, con un ritmo extremadamente lento, la artista se las arregla para erizar el vello de cualquier oyente sensible en una interpretación inolvidable.

Esta especie de mirada al pasado por parte de Loreena McKennitt (que no es tal, ya que sus primeros trabajos son muy diferentes a éste) es lo último que ha publicado la artista conteniendo material nuevo, excepción hecha del directo “Troubadous on the Rhine”, comentado aquí hace tiempo. Es de esperar que no tarde mucho en ofrecernos un nuevo disco que bien podría seguir la linea de sus últimas actuaciones en directo acompañada de una orquesta clásica de 55 músicos. Confiemos en que no se demoren demasiado las noticias alrededor de una de las cantantes más interesantes de las últimas tres décadas que sigue estando en plena forma tras todos estos años.




jueves, 13 de febrero de 2014

Loreena McKennitt - The Visit (1991)



“The Visit” es el título del cuarto disco publicado por Loreena McKennitt, trabajo que tiempo después fue considerado el primero de la rebautizada como trilogía de los viajes. Probablemente se trata también del disco que dio a conocer a la artista canadiense en todo el mundo.

En los trabajos anteriores, Loreena se centró en la música celta más tradicional aunque incorporó en su segundo disco alguna composición propia. El gran salto que dio la artista con ese trabajo, titulado “Parallel Dreams” radicaba en la instrumentación, mucho más rica y atrevida que en el disco de debut, sirviéndole además esta ampliación para conformar un grupo de músicos propio que acabaría por convertirse en la banda de acompañamiento de Loreena por muchos años.

Los primeros discos de la artista fueron grabados en un corto espacio de tiempo de no mucho más de una semana. Algo similar ocurrió con “The Visit” cuya fuerza motriz fue una impresionante exposición sobre la cultura celta que tuvo lugar en Venecia entre marzo y diciembre de 1991. En la exposición, titulada: “Los Celtas: la primera Europa” se repasaba la gran expansión producida a lo largo del milenio anterior al nacimiento de Jesucristo por parte de los pueblos situados entre el Rhin y el Danubio que llegaron hasta Irlanda por el oeste y al Mar Negro por el sudeste, conquistando Francia o la mitad de la península itálica, incluída Roma. El acontecimiento contó con la colaboración de más de 200 museos y coleccionistas particulares de toda Europa e incluía todo tipo de materiales y vestigios de la cultura celta procedentes de todos los lugares por los que se expandió este pueblo.



En anteriores entradas hablamos del gran valor de Loreena McKennitt como investigadora de la tradición celta, especialmente en su legado en zonas geográficas alejadas de aquellas en las que todos pensamos cuando hablamos de “celtas”, es decir: las Islas Británicas, la Bretaña Francesa y la costa cantábrica española pero fue en “The Visit” cuando la artista comenzó a explorar esos territorios menos evidentes de la cultura celta tras haberse centrado en las islas en su disco de debut y haberse aproximado a los celtas del otro lado del atlántico en el segundo. Acompañan a la artista canadiense en el disco: Anne Bourne (violonchelo), Al Cross (batería), Tom Hazlett (bajo), Brian Hughes (guitarras, balalaika), Patrick Hutchinson (gaita irlandesa), George Koller (bajo, violonchelo, violín, percusión y sitar), Rick Lazar (percusiones) y Hugh Marsh (violín). La propia Loreena toca sintetizadores, piano, arpa, acordeón y percusiones además de cantar como los ángeles.

Aunque la que encabeza la entrada es la portada original,
lo más probable es que en las tiendas encontréis ésta otra.

“All Souls Night” – Comienza el disco con los sonidos orientales del sitar que se combinan con los del violín justo antes de que aparezca la batería y la voz de la artista tarareando una suave melodía. Tras la introducción, se inicia la que posiblemente fue la canción que dio a conocer internacionalmente a la artista canadiense, ¡y de qué forma! Cuando Loreena deja escapar toda la potencia de su voz a través de una vibrante inflexión en el estribillo del tema, el oyente queda atrapado para siempre por uno de los timbres más brillantes que hemos escuchado. La canción, un tema folk con formas modernas es obra de la propia Loreena y tiene una doble inspiración en la noche de Todos los Santos céltica y la tradición japonesa de enviar farolillos flotantes para despedir las almas de los seres queridos.



“Bonny Portmore” – El disco continúa con un tema tradicional introducido por la gaita irlandesa. Se trata de una preciosa balada que en la voz de Loreena McKennitt alcanza categoría de himno. El tema tiene un claro trasfondo ecologista y es que el título se refiere a un roble centenario situado junto al castillo de Portmore, superviviente de las grandes talas que sufrieron los bosques irlandeses para proveer de madera a los distintos ejércitos y a la industria naval.

“Between the Shadows” – Primer instrumental del disco y uno de los cortes más intensos en el que el arpa de Loreena presenta la melodía principal que será replicada por el violín con un precioso acompañamiento de percusiones. A partir de ahí, asistimos a una serie de variaciones con distintos florilegios de Hugh March en una pieza memorable que es también uno de nuestros instrumentales favoritos de su autora.

“The Lady of Shalott” – El tema más intenso del disco es una adaptación de un poema artúrico de Alfred Lord Tennyson sobre una joven dama que tejía encerrada en una torre bajo una terrible maldición. Nunca debía mirar directamente hacia Camelot o sufriría un terrible castillo. Ella se las arregló para sortear el hechizo mirando al mágico reino a través del reflejo de un espejo mientras plasmaba en sus tapices las escenas que veía allí. En un momento determinado, vió la imagen de Sir Lancelot quedando perdidamente enamorada. Olvidando la maldición, dirigió su mira directamente a Camelot, momento en el cual el espejo se quebró y sus tapices salieron volando por la ventana. Desesperada, la dama se dirigió a Camelot en un bote que había a la orilla del río pero la corriente la arrastro en dirección contraria, languideciendo tiempo después mientras navegaba cantando una triste tonada. El romance es musicalizado con brillantez por Loreena con unos arreglos sobrios y llenos de elegancia que no interfieren en absoluto con su voz, magnífica como de costumbre. Un tema imprescindible este para cualquier seguidor de la cantante.

“Greensleeves” – Una historia mucho más inesperada rodea la siguiente canción. Poca presentación necesita un tema tan universal como “Greensleevess” pero lo inusual es que, durante las sesiones de grabación de uno de los discos anteriores, a Loreena se le ocurriera plantearse cómo sonaría una versión del mismo interpretada por Tom Waits. Sobre la marcha, comenzó a improvisar una aproximación a tan extraña combinación acompañada por sus teclados, Brian Hughes a la guitarra y George Koller al violonchelo. Se hizo una sola toma que alguien grabó y quedó ahí, sin mayores pretensiones hasta que alguien decidió rescatarla para que formase parte de “The Visit”. Por extraño que pueda sonar, tenemos la impresión de que, si algún día Tom Waits decidiera cantar esta canción, su interpretación no sería muy diferente de la de nuestra artista.

“Tango to Evora” – Todas las fotografías del disco estaban tomadas en A Quinta das Torres, en Portugal durante una estancia para rodar un documental a cargo del National Film Board of Canada sobre la quema de brujas como una forma de holocausto contra las mujeres que tuvo lugar entre los siglos X y XII en Europa. La pieza formaría parte de la banda sonora del film y en ella escuchamos una Loreena muy distinta de la habitual, con un comienzo de guitarra que tiene todo el sabor y la melancolía del viejo fado. El violín pone el alma de tango del título y el arpa el elemento exótico y una pequeña presencia céltica en la canción. Loreena tararea una pegadiza melodía llena de “saudade” que se iba a convertir, curiosamente, en una de sus piezas más interpretadas por otros artistas, existiendo versiones de cantantes griegas, turcas e, incluso, iraníes.

“Courtyard Lullaby” – Llegamos así a otra composición propia de la artista, una canción muy pausada y evocadora en la que se reserva algunos momentos realmente brillantes para desplegar toda la potencia de su voz que suena más afinada que nunca. Una canción de cuna preciosa que nos prepara para el tramo final del disco.

“The Old Ways” – La inolvidable experiencia de una noche de año nuevo vivida por la artista en Doolin, en el Condado de Clare, al oeste de Irlanda, marca este tema propio, emocionante como pocos, que comienza con una animada danza de violín, profundos lamentos de gaita irlandesa y una agitada percusión, todo ello subrayado con acertados “staccati” de piano que ganan en intensidad cada segundo hasta desembocar en una canción maravillosa con Loreena apenas acompañada por el arpa, alguna nota de guitarra eléctrica y acústica y un violín casi imperceptible de puro sutil. Tras este pequeño remanso, volvemos a escuchar el piano, imperial, anunciando la vuelta del brillante segmento inicial de la canción que termina en un magnífico clímax con las percusiones y el violín como protagonistas.




“Cymbeline” – El disco podría haber terminado perfectamente con el tema anterior pero Loreena se guardaba aun otra delicada sorpresa en forma de poema de William Shakespeare al que acompaña su propia música. Loreena deja una instrumentación mínima (arpa, algunas notas de sitar...) para que nada distraiga al oyente de su emocionante interpretación. Quizá el arreglo más puramente celta de todo el trabajo aunque también recuerda a la música medieval en muchos momentos.


El que fuera el cuarto trabajo de Loreena McKennitt alcanzó la categoría de Disco de Oro en Estados Unidos en los años noventa, cuando había que vender un buen número de discos para conseguir algo así. La cantante se benefició, sin duda, del mejor momento comercial de la música celta y de la “new age” como etiquetas pero es que, además, el disco era magnífico. Todas las canciones reflejaban un nivel de inspiración único y, a pesar de ser un trabajo artesanal, grabado en un estudio lejano aún de los estudios Real Music en los que acabaría grabando la artista, tiene un nivel de producción muy alto, con la artista cantando a dos o más voces en la mayoría de los cortes, mezcladas a la perfección. Realmente no hay un disco malo en la discografía de Loreena McKennitt por lo que se puede empezar por cualquiera de sus trabajos sin temor a errar en la elección pero habría muchas razones (y no es la nostalgia por ser el primer trabajo suyo que escuchamos la menor de ellas) para recomendar “The Visit” como primer acercamiento a la cantante canadiense para aquellos que tengan la desgracia (o la suerte, si entendemos el descubrimiento como premio) de no conocer aún su música. Si es vuestro caso, podéis adquirir el disco en los imprescindibles enlaces de costumbre:


Como despedida, os dejamos una breve versión de "The Lady of Shalott" en directo en La Alhambra de Granada:

 

jueves, 15 de noviembre de 2012

Loreena McKennitt - Nights from the Alhambra (2007)



No es habitual que hablemos aquí de discos en directo aunque ya hemos comentado más de uno. Lo que sí constituye una excepción que no tiene por qué quedarse en anécdota es el hecho de que hablemos de un lanzamiento que incluye, no sólo un CD de audio (dos en este caso) sino, además, un DVD. Son escasas las ocasiones en las que se conjugan tantos elementos para hacer de un disco algo inolvidable y, sinceramente, se nos ocurren muy pocas que puedan estar a la altura de un concierto de Loreena McKennitt en un escenario tan particular como el Palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada.

El DVD combina imágenes de los conciertos con breves pasajes en los que vemos a Loreena paseando por la Alhambra y algunos planos generales del complejo granadino o del Albaicín y permite disfrutar de una realización sobria y de un espectáculo que demuestra que no son necesarios efectos especiales, coreografías o rayos láser cuando tienes un grupo de músicos de verdad sobre el escenario. El hecho de que el DVD no tenga ningún material extra no menoscaba en modo alguno la gran calidad del lanzamiento. Sobre la música en sí, hay muy poco que añadir. Loreena se rodea de artistas sensacionales que bordan sus interpretaciones, destacando en este sentido la valentía de la artista al hacer una gira con trece músicos de primer nivel cuando lo habitual hoy en día es reducir al máximo el número de integrantes de la banda llegando a incorporar partes grabadas para ajustar lo más posible el presupuesto. La canadiense es honrada con su público y no prescinde de ningún músico cuya ausencia reste un ápice de calidad al concierto. La lista de músicos que participan en el disco es la siguiente: Tim Bergman (batería, percusión), Panos Dimitrakopoulos (kanoun), Nigel Eaton (zanfoña), Steafan Hannigan (gaita irlandesa, bodhran, percusión), Brian Hughes (guitarras, oud, bouzouki), Caroline Lavelle (cello), Rick Lazar (percusión), Hugh Marsh (violín), Tim Landers (bajo acústico y eléctrico), Loreena McKennitt (voz, acordeón, arpa, piano), Donald Quan (viola, tabla, teclados), Sokratis Sinopoulos (lira), Haig Yazdjian (oud).

En cuanto al repertorio, se trata del más equilibrado que se nos ocurre, pudiendo pasar perfectamente por un disco recopilatorio y esa es la razón que nos hace reseñarlo aquí. Para cualquier fan de Loreena McKennitt, el disco es una delicia y repasa lo mejor de su trayectoria hasta entonces con muy pocas ausencias. Para el profano en la música de la artista, no se nos ocurre mejor carta de presentación. Con la única excepción de “To Drive the Cold Winter Away” y del EP “A Winter Garden”, ambos trabajos dedicados a canciones de tema navideño y que no terminaban de encajar en el escenario, todos los demás discos de la artista están representados en éste trabajo. Así, tenemos canciones como “She Moved Through the Fair” y “Stolen Child” del disco “Elemental”, “Huron Beltane Fire Dance” de “Paralell Dreams”. “Bonny Portmore”, “All Souls Night”, The Lady of Shalott”, “The Old Ways” y “Cymbeline” pertenecen a “The Visit”, el trabajo con más presencia en el concierto. “The Mask and Mirror” aporta los siguientes temas “The Mystic’s Dream”, “The Bonny Swans” y “Santiago” mientras que “The Book of Secrets” está representado con “The Mummer’s Dance”, “Marco Polo” y “Dante’s Prayer”. Por último, “An Ancient Muse”, que era el disco que se presentaba en los conciertos granadinos, aparece parcialmente con las canciones “Penelope’s Song”, “Caravanserai” y “Never-Ending Road”. Como regalo para los asistentes (y para los compradores del disco), se incluye una canción nueva: “Raglan Road”.



Suponemos que la experiencia de vivir un concierto como este “in situ” no tiene parangón y que el doble CD y el DVD no pueden ser más que pobres sustitutos de la participación en el propio acontecimiento pero para aquellos que no tenemos otro remedio, el lanzamiento fue una pequeña joya. Los arreglos de las piezas son magníficos y destacan especialmente en los temas pertenecientes a los discos más antiguos, quizá porque en estos casos, la instrumentación del concierto es completamente distinta y más rica. Canciones que entonces sonaban celtas ahora aparecen mezcladas con música antigua y elementos orientales con lo que la lectura es completamente nueva. También hay un cierto toque rock (entiéndase bien esto último) con la incorporación de la guitarra eléctrica y la batería que revitalizan muchas de las composiciones sin llegar a desvirtuarlas en ningún momento.

Habiendo hablado recientemente de varios discos de Loreena McKennitt, creíamos necesario dedicarle un espacio a esta preciosa caja con un contenido tan especial. Como es nuestra costumbre, os dejamos un par de enlaces para adquirirla:

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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Loreena McKennitt - An Ancient Muse (2006)



En la anterior entrada dedicada a Loreena McKennitt nos quedamos en un momento de crisis personal de la artista tras el fallecimiento de su pareja en un trágico accidente. Relatamos como desde ese momento dedicó sus fuerzas a la Fundación creada para tratar de reducir los accidentes náuticos lo que iba a ocupar durante un largo tiempo todo el tiempo de la artista alejándola de la música. Unos años después, supimos que aquello iba a ser sólo un receso temporal y, afortunadamente, Loreena retomó su carrera con el mismo brío que mostraba unos meses antes de interrumpirla.

En los casi ocho años que mediaron entre “The Book of Secrets” y “An Ancient Muse”, la cantante canadiense prosiguió con el largo viaje en que se había convertido su carrera buscando pistas de la cultura celta en los lugares más insospechados del planeta. Relata en la introducción del libreto del disco cómo esa búsqueda le había llevado en esos años a lugares como Mongolia, China, Turquía, Grecia o Jordania y cómo en todos ellos pudo hallar testimonios de un pueblo tan viajero como fue el celta. Aquellos vestigios unidos a las músicas autóctonas de cada lugar le dieron a nuestra artista material suficiente para grabar el que sería su disco de regreso cuya publicación se vio precedida de una serie de conciertos inolvidables en la Alhambra de Granada. “An Ancient Muse” fue grabado de nuevo en los estudios “Real World” e interviene en el mismo una constelación de músicos que se cuentan entre lo más granado de las músicas tradicionales que se puede encontrar hoy en día, al margen de los habituales colaboradores de la artista canadiense. Destacamos nombres como los de Tal Bergman (percusión y batería), Stuart Bruce (percusión y voces), Clive Deamer (percusión), Panos Dimitrakopoulos (kanoun), Nigel Eaton (zanfoña), Ben Grossman (zanfoña), Ed Hanley (tabla, udu), Jason Hann (percusión), Steafan Hannigan (vientos, gaitas), Brian Hughes (guitarras, sintetizadores, voz, oud, bouzouki) Charlie Jones (bajo), Manu Katche (batería), Georgios Kontogiannis (bouzouki), Tim Landers (bajo), Caroline Lavelle (cello), Rick Lazar (percusión), Annbjorn Lien (arpa), Hugh Marsh (violín), Marco Migliari (voz), Donald Quan (viola, voces), Hossam Ramzay (percusión), Sokratis Sinopoulos (lira) o Haig Yazdijian (oud). Loreena McKennitt, por su parte, toca teclados, acordeón, arpa, piano, percusión y, naturalmente, canta con una de las voces más maravillosas que nos ha sido dado escuchar.


Mapa clásico de la Ruta de la Seda



“Incantation” – Basado en dos visitas, una a Delfos en Grecia, siguiendo la pista de una expedición celta que llegó al lugar en el año 279 a.C. acaso para buscar consejo en el mítico oráculo, y que fue diezmada por las tropas locales. La segunda, a Capadocia, donde Loreena pudo conocer las famosas capillas excavadas en la roca por los primitivos cristianos. La música escogida para la ocasión es un canto sin texto, lleno de misterio que nos suena a invocación divina, a sortilegio para hacer que la verdad nos sea revelada. El viaje comienza y lo hace como sólo los mejores viajes pueden hacerlo: sin itinerarios fijados.

“The Gates of Istanbul” – Loreena se inspira en esta ocasión en varios textos y acontecimientos. Durante una visita a Cuba, estaba leyendo un texto sobre el reinado de Mehmed II, monarca del Imperio Otomano a mediados del S.XVI en el que se resaltaba la convivencia entre distintas creencias religiosas en la época, algo que Loreena relacionó inmediatamente con la España anterior a la Reconquista. Un mes antes había estado leyendo sobre Genghis Khan y cómo instauró la que, probablemente, fuera la mayor zona de comercio libre de la historia alrededor de la Ruta de la Seda implantando, además, la libertad de culto en todo aquel territorio. El tercer texto hablaba del Emperador Constantino y su edicto poniendo fin a la persecución de los cristianos y permitiendo que convivieran libremente con judíos, paganos y seguidores de los viejos dioses romanos. El contraste entre épocas tan distantes y la situación en plena guerra de Irak, así como la polémica de 2006 sobre las caricaturas de Mahoma en la prensa europea hicieron preguntarse a la artista sobre lo que realmente hemos progresado en todo este tiempo. En lo musical tenemos una colección de instrumentos ancestrales entre los que tenemos vientos, cuerdas pulsadas, violines, etc. meciéndose al ritmo de una moderna batería. Si en lugar de la voz de Loreena McKennitt escuchásemos la de Lisa Gerrard, nos parecería que habíamos caído por error en un disco de Dead Can Dance y es que el universo dibujado por la artista canadiense se sitúa en ese lugar sin tiempo en el que se mezcla lo antiguo y lo nuevo con una naturalidad que pocos artistas consiguen.

“Caravanserai” – De nuevo en Turquía, la cantante buscaba el legado de una comunidad de, al menos 10.000 habitantes de origen celta que se supone que habitó la península de Anatolia en el Siglo III. Sin salir de Turquía, en la Capadocia, la artista visitó un antiguo “Caravanserai”, especie de ventas en las que los nómadas podían detenerse a pasar la noche. Este espíritu nómada de tantos pueblos como el celta, lo vivió la propia artista unos meses más tarde cuando convivió con una familia itinerante en Mongolia durante varias jornadas. El comienzo nos remite a la tradición celta ya que la melodía es muy similar a algunas que la propia McKennitt cantaba en sus primeros trabajos. Sin embargo, poco a poco, al repetirse la misma melodía con instrumentos orientales nos empieza a parecer otra cosa lo que demuestra que, muchas veces, las formas nos ocultan de forma dramática el fondo de las cosas. Cuando comienza a cantar nuestra artista, el tiempo se detiene y todo lo demás pierde su importancia. Veinte años después de su primer disco, Loreena McKennitt sigue cantando en cada disco mejor aún que en el anterior, algo que parece imposible pero que es fácilmente constatable. No podemos dejar de mencionar el sorprendente papel de la batería ya que es un elemento que, a priori, parece totalmente fuera de lugar entre los instrumentos tradicionales que constituyen la base de todo el disco pero tenemos que reconocer que funciona perfectamente a lo largo de toda la grabación y particularmente en este corte.



“The English Ladye and the Night” – Basada en un texto de Walter Scott escogido por Loreena por transcurrir la historia en otra de esas encrucijadas que abundan en el disco: el Castillo de Carlisle, antiguo fuerte celta, luego romano y más tarde puesto fronterizo entre Escocia e Inglaterra. La historia habla de una doncella inglesa y su novio, un caballero escocés embarcado en las cruzadas de las que nunca volvió. Como ya ha ocurrido en anteriores adaptaciones de textos de grandes escritores por parte de Loreena McKennitt (pensamos en Tennyson o Shakespeare), el respeto de la artista por el texto le lleva a reducir la instrumentación al mínimo imprescindible y a reservarse su mejor recitado y lo más brillante de su voz, siempre al servicio de la historia. Si habéis escuchado su “The Lady of Shalott” o su “Cymbeline” sabréis de qué hablamos.

“Kecharitomene” – Con un título tomado del convento griego en el que terminó sus días Anna Comnena, princesa bizantina y una de las primeras historiadoras en su calidad de cronista de la Primera Cruzada, Loreena mezcla esa influencia de Bizancio con el contraste entre dos hechos históricos casi simultáneos: la abundante fusión de culturas producida alrededor de la Ruta de la Seda y, precisamente, la participación de los celtas y de personajes como Ricardo Corazón de León en la citada Primera Cruzada. Recuerda también como hay quien cree que los celtas pudieron provenir de la región china de Tarim, en donde fueron halladas un buen número de momias procedentes del S.XI antes de Cristo con una peculiar coloración rojiza en sus cabellos, del todo extraña en aquellas regiones. La música bizantina se mezcla aquí con ritmos orientales y gaitas celtas en un tema, pese a todo, con el clásico sabor de la música de Loreena McKennitt. No somos muy amigos de clasificaciones como “world music” a la hora de encasillar ciertos tipos de música pero no se nos ocurre un término más adecuado para describir lo que suena aquí.

“Penelope’s Song” – Habiéndose convertido en una viajera empedernida y hallándose en Grecia en una de sus excursiones, no es extraño que nuestra artista se viera atraída por la figura de Ulises y, especialmente, de su esposa Penelope. Loreena se pone ahora, no en la piel del viajero y sus aventuras sino de los que quedan en tierra esperando su regreso. Suena reiterativo incidir una vez más en las cualidades vocales de la artista canadiense pero es que es imposible escribir algo sobre esta canción sin rendirnos ante el impresionante espectáculo que fluye de su garganta, esa facilidad para pasar del más cálido grave a un agudo sobrecogedor en unos instantes. La canción sigue la tradición de piezas anteriores de la artista en las que se acompaña de su piano para regalarnos una interpretación llena de emoción y sentimiento.



“Sacred Shabbat” – La canción tiene una de las historias más curiosas de todo el disco. Mientras se encontraba en una librería en Estambul, Loreena se encontró con que, al ir a pagar, el librero había deslizado un volumen en su bolsa. Se trataba de “Retrato de una Familia Turca”, de Irfan Orga. Poco después, tras una sesión de grabación con varios de los músicos que intervienen en el disco, tres de ellos comenzaron a tocar una melodía de la que Loreena quedó prendada proponiéndose recuperarla en su próximo disco. Casi año y medio después, Loreena terminó el libro que le regaló el comerciante turco y recordó la vieja melodía que habían tocado sus músicos. Por algún motivo, su mente viajó en aquel momento hasta la Andalucía del S.XI y los poemas del judío Solomon Ibn Gabrirol. Unos meses después, por fin se cierra el círculo. De vuelta en su Canadá natal, la artista comenzó a escuchar un disco de Eduardo Paniagua adquirido en una visita a la Alhambra. El disco reunía una colección de canciones sefardíes de los siglos X y XI y allí aparecía “Morada del Corazón”, la melodía que años antes habían interpretado sus músicos en la noche ateniense. Curiosamente, el tema es instrumental en su integridad, recordando la melodía que persiguió a la artista durante varios años pero sin adaptar algún poema de Solomon como cabría esperar.

“Beneath a Phrygian Sky” – La inspiración viene, como es habitual en el disco, de varios viajes, en este caso a Turquía. El primero de ellos a la región de Gordion en donde Loreena conoció la residencia del mítico Rey Midas y el lugar en el que Alejandro Magno resolvió de aquella manera el problema del proverbial “nudo gordiano”. El segundo de ellos a Éfeso en el que visitó algunas de las joyas arquitectónicas más impresionantes de la antigüedad en sus propias palabras. En lo musical, esa influencia oriental no está demasiado presente si exceptuamos los primeros instantes. La presencia de la guitarra eléctrica y la propia forma de la canción nos remiten a discos anteriores de la artista como “The Mask and Mirror”, trabajo en el que este corte encajaría a la perfección, mejor incluso de lo que lo hace en “An Ancient Muse” y es que no deja de sonarnos a descarte de algún tiempo anterior.

“Never-Ending Road (Amhran Duit)” – En cierto modo, y como colofón del trabajo y de toda una etapa, nuestra artista prescinde de toda influencia externa y las aprovecha todas a la vez para resumir todos estos años de estudio de la poesía mística de todo tipo de religiones de la antigüedad encontrando que el tema común en todas las tradiciones es el amor. Como ella misma indica en el libreto del disco: “El tema universal es el amor y en este camino interminable de vida y renacimiento, es, con toda seguridad, el único sentimiento que perdurará”. La composición de Loreena es magnífica como corresponde al cierre de un disco tan especial como es éste que supone el regreso de la artista ocho años después del anterior. El estribillo lo resume todo:

Here is my heart, I give it to you – Take me with you across this land
These are my dreams, so simple, so few – Dreams we hold in the palm of our hands

Tenemos que reconocer que en 2006, no esperábamos ya un nuevo disco de Loreena McKennitt tras su prolongado silencio así que la noticia de la publicación de “An Ancient Muse” fue acogida con una gran expectación que no se vio defraudada una vez el disco obró en nuestro poder. Visto con una cierta perspectiva, no lo encontramos hoy tan inspirado como los discos anteriores a su retirada temporal pero sigue siendo un colofón digno para toda una etapa dedicada a la investigación y a los viajes que dio como fruto una magnífica colección de discos a partir de 1991. Los discos posteriores de Loreena regresan en cierto modo a sus orígenes dejando al margen esta etapa llena de mezcolanzas y mestizajes con todo tipo de músicas y centrandose en la tradición celta. Ignoramos si esto es algo definitivo o sólo una etapa más pero tendremos tiempo de averiguarlo en el futuro. Mientras tanto, Loreena seguirá teniendo nuestra atención y continuarán apareciendo por aquí sus trabajos anteriores. Mientras tanto, podeis disfrutar del disco del que hoy os hemos hablado adquiriendolo en alguno de los siguientes enlaces:

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Nos despedimos con "Never-Ending Road" en directo en la Alhambra:

domingo, 19 de agosto de 2012

Loreena McKennitt - The Book of Secrets (1997)



Muchas veces hemos leído cómo se aplica el calificativo de “independiente” sobre este o aquel artista y en la mayoría de los casos esa supuesta independencia es una mera etiqueta que tiene poco que ver con la realidad. La artista que hoy nos visita es una de las pocas de las que se pueda afirmar que ha desarrollado su carrera al margen de las discográficas y con una libertad casi absoluta. Curiosamente, no recordamos que nunca se la haya llamado “artista independiente”. Paradojas del negocio, suponemos.

Loreena McKennitt es una cantante canadiense de raices celtas (su padre Jack era irlandés y su madre Irene, escocesa). Su vocación inicial fue la veterinaria pero su amor por la música de sus ancestros terminó por llevarla por otros derroteros por fortuna para nosotros y para desgracia de las mascotas del area de Ontario que han perdido, a buen seguro, a una excelente cuidadora. En los años previos a iniciar su carrera musical, Loreena actuaba de modo amateur en una compañía teatral local para la que empezó a componer algunas canciones, lo que terminó de estimular su amor por la música tradicional. Esta etapa le sirvió también para familiarizarse con un buen número de textos y autores literarios a los que posteriormente adaptaría con brillantez en sus discos. Al mismo tiempo, aprendió a tocar el arpa y tocaba en la calle para sacar algún dinero con el que financiar sus primeras grabaciones.

Con estos medios, más bien modestos, pudo grabar su primer disco, “Elemental” en 1985 interpretando la práctica totalidad de los instrumentos así como las voces principales. La mayoría de las canciones eran tradicionales salvo un par de ellas en las que Loreena pone música a textos de William Butler Yeats y William Blake de quien recupera una canción que ya había utilizado para la compañía teatral en la que McKennitt participaba. El disco se grabó y se comenzó a distribuir exclusivamente por correo a través del sello Quilan Road, fundado por la propia artista y que, de hecho, a día de hoy es el que ha servido para publicar todos los discos de Loreena siendo la única artista del sello en todos estos años. Era ella misma con la ayuda de sus allegados la que enviaba a cada comprador su copia de cada trabajo en una labor casi artesanal que permitió a la artista conservar todo el control sobre su trabajo ajena a las presiones de las discográficas. Anque el éxito obtenido por estas grabaciones ha propiciado que la distribución de su música esté a cargo de una importante multinacional, la forma de trabajar de la cantante sigue siendo la misma. Aún sigue leyendo casi todas las cartas que le llegan por parte de aficionados aunque, desgraciadamente, no puede ya contestarlas todas personalmente como hacía en sus comienzos.

Para la grabación de “Elemental”, así como para los dos discos siguientes, Loreena se documentó a lo largo de una serie de viajes a Irlanda y Escocia, sumergiendose en la más pura tradición celta. Esa buena constumbre tuvo una interesante consecuencia que surgió casi naturalmente. En esos viajes, la búsqueda fue consciente. En los siguientes ocurrió lo contrario: visitando distintos países europeos como España, Italia, Portugal o Grecia, con el objetivo de investigar la expansión de la música celta en el pasado por otros territorios ajenos a las Islas Británicas, la cantante se empapó de las músicas autóctonas de esas tierras y las fue incorporando paulatinamente a sus siguientes proyectos como se refleja en lo que posteriormente se llamó su “trilogía de los viajes” compuesta por los discos “The Visit”, “The Mask and Mirror” y “The Book of Secrets”. A día de hoy, y pese a que los ingredientes celtas siguen muy presentes en la música de Loreena, resulta muy difícil aplicarle esa etiqueta sin quedarnos definitivamente cortos. “The Book of Secrets” es, quizá, el disco en el que McKennitt va más lejos en su mezcla entre distintas culturas. Si la búsqueda del legado celta le llevó en discos anteriores a lugares que habían sido encrucijada de culturas como Toledo o Marrakesh, en esta ocasión los dos referentes más claros del trabajo son Venecia y Estambul y la propia artista amplia esta idea en los comentarios incluídos en cada uno de los temas del disco. En el libreto del CD se incluye una cita de Lao Tzu, que podemos traducir como “El buen viajero no tiene planes cerrados. Su objetivo no es llegar al destino inicial”. Todo el disco está imbuído del espíritu de la cita y nos habla de cómo la idea con la que se inicia un viaje puede cambiar por completo una vez que éste da comienzo.



“Prologue” – La mayoría de los temas del disco no surgen en un momento puntual sino como una suma de elementos muy dispersos en el tiempo. La composición inicial es un buen ejemplo de ello. En una visita a Grecia en 1995, alguien le habla de un monasterio en el Monte Atos, casi un año después, durante un viaje en Estambul, visita unas ruinas con vestigios celtas. Es en 1997 cuando tras leer un relato sobre los primeros cristianos en oriente descubre un viaje de dos monjes que parten del Monasterio de Iviron, precisamente en el monte griego, hasta llegar a Bizancio. La relación entre manuscritos celtas como el libro de Kells y otros bizantinos, sugiere la posibilidad de un contacto real entre ambas civilizaciones y McKennitt hace su propia versión musical en una composición excelente de ambiente oriental con la participación de la profunda voz de Stuart Bruce como fondo a una preciosa melodía apenas tarareada por la prodigiosa voz de la canadiense que se acompaña de multitud de instrumentos exóticos.

“The Mummer’s Dance” – Una introducción de gaita nos pone en situación ante la primera canción propiamente dicha del disco, basada en la tradición de los “mummers”, especie de pasacalles en los que una serie de actores enmascarados llevan a cabo una representación teatral, generalmente relacionada con la primavera y los grandes bosques que poblaban Europa en la antigüedad. En esta ocasión, las referencias van desde una actuación que un grupo de “mummers” hizo en un barco polaco encallado en las costas de Newfoundland para entretener a los marineros. Los “mummers” en sus distintas variantes y con personajes comunes como el del loco, están presentes en lugares tan distintos en apariencia como Grecia o Turquía y la artista ha rescatado tradiciones sufíes con una más que probable relación con este particular pasacalles. En la canción, Loreena incorpora la melodía de una de estas procesiones tradicionales, aunque la mayor parte de la música es original.

“Skellig” – Durante un viaje por la Toscana, la artista estaba leyendo un texto sobre la conservación de buena parte de la cultura y filosofía de las épocas griega y romana a través de los monasterios, muchos de ellos con monjes irlandeses. Uno de estos monasterios se encontraba en Bobbio, Emilia Romana una región montañosa italiana de difícil acceso. Inmediatamente la artista recordó otra institución en la isla de Skellig, en la parte más abrupta de la costa irlandesa en la que los escribanos duplicaban y conservaban de esta forma, textos históricos. Musicalmente estamos ante una de las clásicas baladas de McKennitt en la que su voz destaca en todos y cada uno de los amplios registros que suele abarcar.

“Marco Polo” – En una colección de músicas inspiradas en viajes y cruces entre culturas, no podía faltar la referencia al viajero por excelencia. Loreena descubrió un gran número de piezas de procedencia celta en un museo veneciano en 1991 y la ciudad italiana es un auténtico paraíso de la historia por la cantidad de referencias a culturas orientales que se pueden encontrar casi a cada paso. La artista utiliza una melodía sufí que había escuchado en un disco de Oni Wytars, formación musical dedicada a la música antigua y medieval, tanto occidental como oriental que destaca por la utilización de instrumentos originales en sus interpretaciones. Como el prólogo del disco, el tema es casi instrumental con la única aportación vocal de McKennitt en forma de tarareo.

“The Highwayman” – El corte más largo del disco es también uno de nuestros favoritos. Surge como una sugerencia de algunos conocidos de la artista que le proponen poner música al poema “El autoestopista” de Alfred Noyes, autor inglés a caballo entre el siglo XIX y el XX. Los versos narran una clásica historia de amores imposibles  con trágicas consecuencias y se ha convertido en una especie de estandar llegando a conocer todo tipo de versiones, desde la música culta en forma de cantata a cargo del compositor Deems Taylor o adaptaciones corales como la de Armstrong Gibbs hasta el cine, con una película de 1951 pasando por videoclips que adaptan la historia como “Everywhere” de Fleetwood Mac. La canción de Loreena McKennitt tiene las características más convencionales de la producción de la artista canadiense sin aportaciones de folclores exóticos como el resto del disco y, quizá por ello, resalta poderosamente dentro de “The Book of Secrets”.



“La Serenissima” – El título hace referencia a Venecia ya que es así como se la conocía en épocas pasadas. Loreena recorrió varias veces la ciudad en su visita de 1991 pero fue en 1995, cuando leyendo una historia sobre la visita de Enrique III de Francia a la ciudad del Adriático en 1574, cuando recibió la inspiración para componer esta preciosa pieza instrumental de raices medievales y celtas en la que podemos comprobar cómo la artista destaca también en la interpretación del arpa, quizá su instrumento predilecto. El acompañamiento del cello de Anne Bourne y de instrumentos de época como la viola da gamba de Joanna Levine o la guitarra victoriana de Robin Jeffery ayudan a dar a la pieza un aire elegante y distinguido.



“Night Ride Across the Caucasus” – Loreena es una artista cuyas inquietudes van mucho más allá de la propia música. Una de sus lecturas trataba sobre los avances de la ciencia en la historia y cómo muchas veces los avances tienen su lado oscuro por la ocultación y manipulación de la que hacen gala determinados poderes. Mientras grababa el disco en los estudios Real World, anunciaron la noticia de la clonación de la oveja Dolly con todo el debate ético que suscitó en su momento. La combinación de estos dos hechos y la lectura de textos sufíes sobre alquimia justo cuando recibe una invitación para tocar en Estambul, terminaron desembocando en la composición de esta pieza. Una vez más, el sonido remite más a músicas orientales que a un orígen celta.

“Dante’s Prayer” – Otra de las grandes composiciones del disco sin lugar a dudas. El azar que rige el viaje de todo buen viajero llevó a Loreena a una travesía de varios días en el Transiberiano (cuando el plan original era ir a Japón). Uno de los puntos comunes que la artista había encontrado en todos sus viajes en busca del legado celta era el amor a los caballos que tenían todos los pueblos que compartían esa raíz. En el tren observó a un anciano pelirrojo de rasgos típicamente irlandeses que le recordó mucho a su propio padre. La artista recordó entonces su visita a la exposición sobre la cultura celta en Venecia y una teoría que afirmaba que el orígen remoto de ese pueblo podía encontrarse en las estepas rusas. El físico de muchos de los lugareños y su devoción hacia los caballos sugirieron a la artista que aquella teoría podía tener más fundamento del que a priori podía parecer. Una de las lecturas que acompañaban a la cantante durante su viaje era “La Divina Comedia” de Dante Alighieri y de ahí la dedicatoria del título. La canción se abre y se cierra con una grabación procedente del disco “Russian Easter” del Coro de Cámara de San Petersburgo, concretamente un extracto del “Alleluia, Behold the Bridgeroom”.


“The Book of Secrets” fue en su momento lo más parecido a una superproducción que había hecho la artista. Se grabó en los estudios Real World de Peter Gabriel y la lista de músicos que intervienen en el disco es tan extensa como impresionante en cuanto a la categoría de los mismos. Junto con acompañantes habituales en los trabajos anteriores de Loreena como Brian Hughes (guitarras, bouzoki, oud, voces), Rick Lazar (percusión) o Hugh Marsh (violín) aparecen en los créditos nombres como los de Manu Katche (batería) o Caroline Lavelle (cello). Estamos ante el que, quizá, sea el disco más exitoso de la artista canadiense y ello propició una extensa gira de conciertos por todo el mundo. Podeis encontrar una información realmente extensa sobre el disco y sobre toda la bibliografía en la que la artista canadiense encontró inspiración durante la elaboración del mismo en su excelente página web.

Mientras trabajaba en la conclusión de un doble disco en el que quedaría recogida una selección de dos de las actuaciones de la gira, en París y en Toronto, Loreena recibió una trágica noticia que la golpeó en lo más profundo y estuvo a punto de retirarla definitivamente del mundo de la música: durante una excursión en bote en el lago Hurón y a causa de un desgraciado accidente, falleció su novio Ronald Ress junto con el hermano de éste y un amigo de ambos. Como es comprensible la artista se vio muy afectada y dedicó sus esfuerzos en los años posteriores a la creación de la Fundación Memorial Cook-Rees a la que destinó toda la recaudación de las ventas del doble disco en directo y que se encarga desde entonces de trabajar para la mejora de la seguridad en la navegación y en los rescates acuáticos. Como consecuencia de ello, la artista desapareció de la escena discográfica durante ocho largos años. Afortunadamente para todos nosotros, en 2008 volvió a aparecer en escena y desde entonces nos ha regalado varios nuevos trabajos que a buen seguro irán apareciendo por aquí junto con los más antiguos de la intérprete.

Loreena McKennitt es una de las artistas más interesantes que surgieron del boom de la música celta y new age en los años ochenta sin pertenecer realmente a ninguno de los dos estilos, al primero por su procedencia y al segundo porque realmente su música no tenía nada que ver con esa denominación aunque fue utilizada en muchas ocasiones para encuadrarla en algún género reconocible para el potencial comprador de su obra. Sus inicios no fueron nada fáciles y no sólo por la forma que escogió para difundir su obra sino por la sorprendente falta de reconocimiento por parte de muchos de sus “colegas”. Loreena no terminaba de entender que, por el simple hecho de haber nacido en Canadá, muchos artistas irlandeses y escoceses no la considerasen como una de los suyos y en muchas entrevistas de aquellos años a músicos representativos de esos estilos se dejaba entrever ese rechazo. Poco a poco, sin embargo, la calidad del trabajo de la artista terminó por vencer esas reticencias e incluso alguno de los músicos celtas más prestigiosos de las Islas Británicas como Donal Lunny terminaron por colaborar en discos de Loreena. Y lo cierto es que muy pocos artistas, de una u otra procedencia, tendrán tras de sí un trabajo de investigación y de estudio sobre la música celta como el que arrastra nuestra protagonista. En cualquier caso, el disco del que hoy hemos hablado no puede ser considerado en modo alguno como un disco de música celta al uso así que el lector que busque vertiginosos “reels”, pegadizas jigas o melancólicos aires para cantar alrededor de unas pintas en la taberna más cercana no va a encontrar nada de eso aquí. Si encontrará, sin embargo, una música exquisita, interpretada con un gusto fuera de lo común por músicos excepcionales. Dejamos para el final una apreciación que no podemos obviar: Loreena McKennitt, además de todo lo dicho, posee la voz más prodigiosa que hemos oído en cualquier género musical en mucho tiempo y la maneja con maestría en todos los registros. Si esta es vuestra primera toma de contacto con la artista, estamos seguros de que vais a caer rendidos ante ella. Os dejamos un par de enlaces por si quereis comprobarlo adquiriendo el disco:



Para despedirnos os dejamos a Loreena interpretando "Dante's Prayer" en directo: