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miércoles, 31 de marzo de 2021

Ryuichi Sakamoto - Beauty (1990)




La sociedad occidental tiene un problema que distorsiona de forma inevitable toda nuestra percepción de las cosas y es una perniciosa tendencia a creerse el centro del mundo. Una buena forma de darse cuenta de ello es prestar atención a un concepto tan paternalista como el de “World Music”. Al margen de el discutible hecho de considerar como una única categoría musical todos los géneros que no son los más populares en Europa y Estados Unidos, siempre ha existido una especie de liderazgo del fenómeno por parte de un artista occidental que es el que presenta al mundo todas esas músicas casi como un descubrimiento propio. Desde los Beatles pasando por los descubridores de la música de la India a través de Ravi Shankar hasta Paul Simon llevando la popularidad de los ritmos africanos a cotas desconocidas.


Si pensamos en un concepto estrechamente relacionado con el de “World Music” como es el de “mestizaje” nos ocurre algo parecido pero siempre nos vienen a la cabeza en primera instancia artistas occidentales incorporando a su música elementos ajenos. Ejemplos habría a docenas pero ¿existe el fenómeno contrario? Nos referimos a artistas procedentes de una tradición diferente a la europea-norteamericana que incorporen a su música elementos del pop, el rock, el funk y los mezclen con su propia tradición y con el folclore de otras tierras. ¿A que ya nos cuesta un poco más encontrar algún caso?.


Seguramente habrá varios artistas que encajen en la descripción pero nos es difícil encontrar uno más ajustado a la misma que Ryuichi Sakamoto. Hace un tiempo nos acercamos aquí a su obra para piano y su música para el cine pero hay una faceta del japonés que nos parece tan interesante o más que esa y son su discos “pop” en los que, aparte de colaborar con figuras de talla mundial en sus propios estilos, mezcla todo tipo de géneros desde su propia perspectiva. No tenemos aquí a un músico inglés incorporando sonidos africanos a su obra sino todo lo contrario: un japonés explorando territorios del funk o el flamenco y haciéndolo a la perfección. Generalmente se toma como punto de partida del Sakamoto colaborativo y fusionador de tendencias el disco “Neo Geo” pero nosotros queremos hablar hoy del siguiente que publicó: “Beauty”, aparecido en 1989 en Japón y en 1990 en el resto del mundo. La lista de colaboradores da vértigo e incluye a artistas tan renombrados como Brian Wilson, quien participó en el disco pese a encontrarse en aquel momento en una de las frecuentes etapas complicadas derivadas de sus desórdenes esquizoafectivos y de bipolaridad. Junto a Wilson, aparecen en “Beauty”, Arto Lindsay, Youssou N'Dour, Robert Wyatt, Pino Palladino, Pandit Dinesh, Naná Vasconcelos, Robbie Robertson o L.Shankar entre una larga nomina de artistas de las más diversas procedencias.



“You Do Me (edit)” - Empieza el disco con una pieza que bien podría haber salido de los estudios de Paisley Park puesto que su infeccioso ritmo funk lo habría firmado el mismísimo Prince. No en vano la vocalista principal, Jill Jones, era una habitual de los discos del genio de Minneapolis. Nos parecen particularmente inspirados la sección rítmica liderada por un impresionante Larry White al bajo.


“Calling From Tokio” - El segundo corte mezcla elementos completamente diferentes en cuanto a su procedencia con voces tan diferentes como la del propio Sakamoto, Brian Wilson o Youssou N'Dour. Es un tiempo medio en el que se combinan ritmos africanos con percusiones indias, sintetizadores y un toque oriental inevitable.




“A Rose” - El siguiente corte apareció en algún popular recopilatorio de música “new age” de la época y no es de extrañar porque reúne muchos de los elementos del género, especialmente en cuanto a los teclados atmosféricos o el delicado piano. Sakamoto es el vocalista pero también se incluye un recitado a cargo de Arto Lindsay en la parte central. La interpretación más memorable, a nuestro juicio, es la de Pino Palladino al bajo con un delicadísimo Naná Vasconcelos a las percusiones dando un toque de elegancia en sus puntuales intervenciones.


“Asadoya Yunta” - Escuchamos ahora una antigua canción de Choho Miyaka que se encuentra entre la música tradicional japonesa y los ritmos hawaiianos. Una sorpresa dentro del disco en la que escuchamos de nuevo a Youssou N'Dour aportando un contraste sorprendente frente al coro femenino que canta la melodía principal en japonés.


“Futique” - Llegamos así a uno de los cortes que más nos recuerdan al Sakamoto de la Yellow Magic Orchestra o de sus primeros trabajos en solitario. Aquel en el que la influencia de Kraftwerk más se nota, con melodías electrónicas muy simples pero efectivas. El “rapeado” de Arto Lindsay nos remite también en algún momento a Laurie Anderson en lo que termina por ser una de las piezas más interesantes del disco por lo que tiene de vanguardista.




“Amore” - Una de las mezclas más inesperadas es la escuchamos aquí con ritmos mediterráneos y un Sakamoto rumbero, casi flamenco, pero revestido con unos teclados ajenos a esa tradición, percusiones africanas y una nueva intervención de Youssou N'Dour, magnífica como siempre. La pieza acaba con un flamígero solo de guitarra de Carlos Lomas del que su tocayo de apellido Santana podría sentirse orgulloso.


“We Love You (remix)” -Y si la canción anterior era una rareza, qué podemos decir de esta en la que Sakamoto hace una versión en clave africana de una de las pocas colaboraciones entre los Rolling Stones y los Beatles (o al menos con Lennon y McCartney que hacía los coros en el original). La revisión de Sakamoto es una joya con unas guitarras magníficas (cuánto aprendió Adrian Belew de esa forma de hacer ritmos) que enmascaran por completo la procedencia de la canción. Poca gente que no conozca la original reconocería a primera vista a los Rolling Stones aquí.


“Diabaram” - Tras varias canciones en las que su participación era una más entre la del resto de músicos, Youssou N'Dour toma aquí todo el protagonismo firmando la canción como co-autor e interpretándola casi con el único acompañamiento de los teclados de Sakamoto que quedan en un discreto segundo plano. Una delicia.




“A Pile of Time” - Sakamoto rescata aquí una composición originalmente creada para el videojuego “Jiria”. Es una mezcla de aires tradicionales japoneses, instrumentos y melodías de la india y cantos étnicos al estilo de lo que hace Lisa Gerrard con Dead Can Dance. Los sintetizadores han quedado un poco desfasados con los años pero la pieza es muy potente y cuenta con una curiosa “coda” de aire minimalista que cierra muy bien el corte.


“Romance” - Hemos escuchado ya a estas alturas del disco combinaciones insospechadas pero esta se lleva la palma porque Sakamoto toma una canción original del cantautor norteamericano del S.XIX, Stephen Foster y le cambia la letra para convertirla en un tema que podría pasa por tradicional japonés. El título del tema de Foster, por si al lector se le ha despertado la curiosidad, es “I Dream of Jeanie With the Light Brown Hair” y es uno de los más populares de su autor pero sin llegar a las cotas de su canción más famosa: la inmortal “Oh Susanna!”. Como curiosidad, la base rítmica que Sakamoto utiliza en su revisión del tema es casi idéntica a la que utilizaría poco después Jean Michel Jarre en su tema “Eldorado”.


“Chinsagu No Hana” - El cierre del disco se aleja de toda experimentación y nos despide con una interpretación bastante convencional de una pieza tradicional japonesa. Gran elección que nos ayuda a terminar la escucha de forma reposada y sin sobresaltos, con tiempo para asimilar todo lo escuchado anteriormente.


En algunas fuentes se indica que la versión internacional del disco incluye un tema oculto con la versión “single” de “You Do Me” pero al menos en nuestro CD no aparece. “Beauty” es un experimento que no parece diseñado para atraer a un gran público por lo heterogéneo de su propuesta. Además surge en un momento en el que la fama de Sakamoto está más relacionada con sus bandas sonoras que con el resto de su trabajo. Su participación en la música de “El último emperador” aún estaba reciente y justo en el momento de aparecer “Beauty”, el artista estaba ya trabajando en sus composiciones para “El cielo protector”. Sin embargo no fue un disco mal recibido y, si bien no creemos que sea un trabajo para escuchar frecuentemente, creemos que merece la pena volver a él de tanto en tanto. Os dejamos con el videoclip de "You Do Me", una versión ligeramente diferente de la que apareció en el disco:




miércoles, 8 de abril de 2015

Brian Eno - Ambient 1: Music for Airports (1978)



Tenemos hoy en el blog un disco fundacional; un trabajo que puede considerarse como el punto de partida de un estilo que varias décadas más tarde de su aparición sigue estando vigente. No es el primero en su categoría, ni siquiera entre los discos de su autor pero su propia denominación y el hecho de ser el primero de una serie de cuatro volúmenes con el mismo tema confieren a este disco el carácter de punto de partida que no tenemos ningún problema en concederle.

Antes de la popularización de la radio, existió una compañía de esas cuya importancia lleva su nombre a formar parte del lenguaje común, suplantando al de la competencia al actuar como sinónimo del objeto al que representa. A una larga lista de marcas comerciales como “Jacuzzi”, “Tipp-ex”, “Kleenex”, “Albal” o “Chupa Chups” perteneció en algún momento: “Muzak”. Hoy cuesta explicarlo pero sin ser demasiado mayores aún, muchos recordamos una cosa llamada “hilo musical” por la cual, cualquier persona podía suscribirse a un servicio mediante el cual, y a través de la red eléctrica, se podía disfrutar de una programación, lógicamente musical, de todo tipo de estilos y géneros. Los pioneros del invento fueron los norteamericanos de “Muzak” que alcanzaron una gran popularidad en un momento determinado, especialmente surtiendo de música a tiendas y locales comerciales, hoteles, restaurantes, etc.

El hoy peyorativo término de “música de ascensor”, por tanto, tenía en su origen mucho más de descriptivo que de paródico y Brian Eno parecía buscar una forma de dignificarlo cuando tituló el trabajo del que hoy hablamos: “Ambient 1: Music for Airports”.

El motivo de escoger los aeropuertos como lugar al que dedicar su obra nace de las largas esperas que tuvo que sufrir Eno en de Colonia en sus frecuentes viajes a Alemania en los años setenta. La idea de crear (íbamos a escribir “componer” pero nos este verbo nos parece más acertado en este caso) una música que formase parte del entorno, en especial de uno tan estresante como puede llegar a ser una terminal de un aeropuerto ofreciendo al involuntario oyente una opción para relajarse, incluso sin ser consciente de estar percibiendo ese sonido, fue tan sugerente que Eno le dedicó el primer volumen de su serie “Ambient”. La obra, pensada para sonar de forma ininterrumpida una y otra vez durante las horas en que la terminal estuviese abierta al público, llegó a ser utilizada para su fin original en el aeropuerto neoyorquino de La Guardia durante un tiempo.

Eno recurre a técnicas propias de las vanguardias clásicas que poco a poco se abrían paso en otros ámbitos. Así, la confección de los distintos cortes parte de grabaciones “reales” editadas mediante “corta y pega” como se hacía en la época, es decir, con cinta magnetofónica, tijeras y cinta adhesiva. De ese modo se forman “loops”, se juega con las velocidades, se superponen capas, etc. hasta conseguir el resultado deseado.

"Partituras" de las cuatro piezas que integran la obra.


“1/1” - La primera pieza del disco está construida a partir de una serie de ejercicios improvisatorios registrados en el estudio de grabación por Eno, quien tocó el piano y los sintetizadores. Intervienen en ella, además, Robert Wyatt (pìano) y el productor Rhett Davies con quienes Brian no tiene ningún problema en compartir los créditos de la obra pese a que la misma se elaboró con retazos de esos ejercicios. Cada uno de los intérpretes iba tocando su parte sin escuchar las de los demás siendo todo ellos grabado. Repasando las cintas, Eno encontró un breve fragmento en el que las melodías de los dos pianos parecían encajar y esa es la base de la composición. Ese segmento, extraído y reproducido en un largo bucle se combina con otras secciones electrónicas que suenan de fondo, yendo y viniendo de forma constante y creando una pieza maravillosa, delicada y de gran belleza.

“2/1” - En el segundo corte del disco intervienen tres vocalistas: Christa Fast, Christine Gómez y Inge Zeininger que acompañan a los teclados y la voz del propio Eno. La técnica es una mezcla entre algunas ideas de Steve Reich y otras que bien podrían proceder de John Cage. Eno tiene cuatro cintas, cada una con una melodía vocal. Las cintas se reproducen en bucle de forma simultanea pero a diferente velocidad. Esto podría proceder de Reich y sus “fases” del periodo inicial de su carrera pero hay una diferencia y es que aquí, las repeticiones se producen en intervalos largos y las variaciones de velocidad entre las cintas son muy pequeñas por lo que en ningún momento el bucle vuelve al punto inicial sino que la composición evoluciona en el tiempo de forma indefinida y es aquí donde creemos reconocer al John Cage de “Organ²/ASLSP ”.

1/2” - La tercera pieza del disco es muy similar en todos los sentidos a la segunda pero cuanta con un importante elemento adicional en el piano de Robert Wyatt. La aportación del mismo es muy acertada porque sirve al mismo tiempo como prolongación del corte precedente y como pieza nueva. Aunque también tiene una estructura repetitiva, la improvisación parece tener más peso y los segmentos empleados son más largos lo que hace la escucha más placentera además de atraer, al menos por unos instantes, la atención del oyente. Puede parecer contradictorio con la idea del “ambient” pero no supone ningún problema a la hora de disfrutar de la obra.

“2/2” - La última pieza del disco está interpretada en su totalidad por Brian Eno con un sintetizador ARP2600 y es la más breve del disco (aunque en alguna caja recopilatoria posterior dura casi 4 minutos más). Se trata de series cortas de acordes electrónicos que se suceden formando “loops” ocurre con las piezas anteriores. La diferencia radica en la menor duración de los mismos y el mayor número de capas que dan a la pieza un mayor dinamismo, siempre teniendo en cuenta el tipo de música del que hablamos.


Eno.
Sorprendentemente por lo arriesgado del concepto, “Music for Airports” es un disco que ha envejecido muy bien y que sigue sonando fresco en nuestros días. Decía Eno en su momento que pretendía hacer una música interesante pero también prescindible, que pueda pasar inadvertida como lo hace cualquier otro elemento del mobiliario durante el tiempo que pasamos en la estancia en la que suena. El objetivo se consigue al cien por cien y va incluso un poco más allá. Una música que nació para ser reproducida en un entorno concreto, terminó siendo interpretada en directo por músicos reales en salas de conciertos. La banda Bang on a Can, dedicada a la música contemporanea, hizo su propia versión de la obra como si de cualquier otra pieza del repertorio tradicional se tratase. En el libreto que acompaña al CD de esa edición escribe Michael Gordon: “Esencialmente, lo que hace Eno es definir la música “ambient”. Hace 20 años, no había secciones de “ambient” en las tiendas de discos. No había secciones de “tecno” o de “new age”, ni habitaciones reservadas para el “chill out” en las discotecas. Con “Music for Airports” empieza una música que no existía previamente. Sin embargo, el factor distintivo en la música de Eno es que, aunque pues sonar, y de hecho lo hace, como música de fondo en la vida diaria de cualquiera, es música que contiene un potencial y una integridad que va mucho más allá de lo incidental. As música compuesta cuidadosamente, de gran belleza, construída con brillantez y las técnicas involucradas en su creación rivalizan con las de la más intrincada de las sinfonías”. Poco más podemos añadir salvo nuestra recomendación de escuchar un disco importante. Uno de los pocos que consiguen ganarse ese calificativo y lo mantienen décadas más tarde.